Leopoldo Palacios Morini, Las universidades populares
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Prólogo

En Amberes, el puerto más comercial de la floreciente Bélgica, ha nacido una institución humilde y prodigiosa. Rodea a Ontvaking (Resurrección), que ese es su nombre, el místico silencio del santuario; en su seno brota la vida serena, apacible, como una oración. No es más que un cenáculo de jóvenes, una «capilla», que congrega alrededor de un altar, en que arden santos y sublimes ideales, a artistas y pensadores, a poetas y filántropos, entre las heces sociales más hediondas, al lado de vagabundos, de criminales y perdidas...

Situada en uno de los barrios más miserables y canallescos de la ciudad, aspira Ontvaking a la conquista de la confraternidad humana, estimulando el fuego de la simpatía en las almas jóvenes. Su puerta, por donde vierte en raudales alegría y luz, invita todas las noches a los desheredados y a los poderosos con amor y paz. Entra quien quiere, y cada cual ofrece su alma en comunión ideal a los otros. En las paredes vense cuadros de los mejores pintores, que oportunamente se renuevan; excelentes colecciones de fotografías Braun reproducen [VI] también las obras más notables de los museos del mundo; en las mesas, cuajadas de libros, periódicos y revistas, ofrécese pasto espiritual a las muchedumbres; en los asientos, conviven y fraternizan (que allí no se va a tributar limosnas que mancillan ni a prodigar tutelas que impliquen subordinaciones deprimentes) la canalla de los docks con la gente del buen gusto, los ignorantes con los literatos, con las meretrices las damas aristocráticas... ¡Entra quien quiere!... El objeto de los jóvenes es brindar con un hogar de cultura donde los altos ejercicios del corazón y del espíritu, las iniciaciones más elevadas, las ideas más grandes, penetran en el alma popular conquistándola para los encantos de una vida racional, favoreciendo así la suprema evolución de la humanidad en el mundo.

Allí todos son hermanos, los que de intento aportan lo más delicado de su espíritu y los que caen en aquel círculo a la ventura. Por, él pasó lo más granado del mundo de la inteligencia y del arte, y los que jamás pensaron en sus representaciones ideales; a él van muchos que no son más que «humanos» y muchos que ni a serlo llegan. Al lado de los azares de la vida diaria que allí se comparten entre la elegancia y las flores de la estancia, se celebran audiciones de música selecta, leen poesías los poetas más flamantes, los grandes literatos evocan en conferencias (como la que dio Eekoud sobre Los sonetos de Shakespeare) las grandes creaciones de su divino arte. Los pobres, los miserables, también aportan su interés, su curiosidad (y hasta su hostilidad no despreciable) a aquel concierto de elevada vida; aportan todo su «espíritu» y su «arte», de los cuales aprender, tanto pudiera el filisteísmo dominante... ¡Pues no digan que no enseña «la canalla» los que recuerden nuestra [VII] novela picaresca o hayan leído las páginas conmovedoras de Gorki!

El hecho excita a sentida meditación. Si nos fijamos, hallaremos que lejos de ser Ontvaking una institución aislada y sola, se encuentra en el fluir de la corriente por donde irrumpe la acción social de los apóstoles jóvenes. Aun en Bélgica no milita aislada, que cuaja este sentimiento humanitario en otros institutos de parecida laya. En Francia, a vueltas desde hace tiempo con el mismo espíritu, vino La fundación universitaria de Belleville a consagrar magnánimos esfuerzos de la misma obra. Inglaterra, la romántica Inglaterra, fue la que primero se entregó a esas orgías apacibles, calmosas, serenas, poéticas, perseverantes, de caridad vívida: sus University settlements (colonias universitarias) impusieron el modelo. El culto espíritu, la honda y delicada idealidad de su alma generosa, no cabían entre los muros, aunque artísticos, de las Universidades de Oxford y Cambridge: requerían pueblo a quien dirigirse y darse en holocausto a los humildes, y Toynbee-Hall el centro de esta naturaleza más perfecto y de mayor nombradía, brinda ya desde antiguo en Whitechapel con artística residencia, con un elegante hogar de cariño y de cultura a los desheredados y misérrimos del barrio más temible y tenebroso de Londres... ¡Finalmente, este movimiento cunde inflamado también por los Estados Unidos!...

Y si se medita más todavía, se ve en ese apostolado de la juventud como un sedimento fecundo del alma contemporánea, que quiebra los moldes opresores de una organización, que, artificiosa y de por fuera, consume entre, [VIII] vaciedades insulsas y aparatosas las grandes energías del alma... Así, mientras la dialéctica aviva su sed de pensar en profundas crisis, cuaja en el fondo del espíritu colectivo la vida, imponiéndose con sus destellos esplendorosos y fecundos. Esos cenáculos de la juventud son como los brotes discretos en que se consagra y exterioriza toda la vida del alma contemporánea!

¿Y en España? También aquí hubo un tiempo en que los jóvenes nos estremecimos en la Universidad a estos influjos, y la corriente, aunque lenta, sigue todavía su marcha... ¡Por eso yo al sacar del olvido estos artículos, compuestos de fragmentos, de estudios y de noticias, casi todos publicados hace tiempo, durante mi vida de estudiante algunos, pienso en la Universidad de Oviedo, en sus maestros, en el inmortal Leopoldo Alas, «todo amor y luz»; pienso en aquel ambiente de pensar y de lucha, en mis amigos de entonces!... ¡Que todos vean en estas hojas volanderas un pequeño homenaje a lo mucho que les debo!

Era y es verdad: «España necesita apóstoles», como nos escribía con elocuencia del corazón Unamuno...

Mas entiéndase que no se trata de apóstoles de doctrinas ni de dogmas: necesitamos apóstoles del amor y de la vida, y aun dijera de la muerte... Piénsese en que no basta sólo esa nuda preocupación intelectualista que tan elevada expresión halló en Descartes... ¿Cómo, de otro modo, os pusierais en contacto con los que no os quieren, con los que no sienten los estímulos del pensar, con los que no saben de vosotros, o no quieren escucharos? No; no basta «que todo el Universo quepa en un cerebro», como decía aquel asceta que nos describe D'Annunzio: que ya vendrá, [XI] la doctrina por los otros caminos como una especie de ulterior florecimiento... ¡Se necesita ir a la vida entera, resucitar al hombre en los demás y en nosotros, ir al placer y al dolor y sumergirse en sus fauces insondables!

¡Queremos amar y vivir y verter, con el alma, el amor y la vida en todas partes!...

Leopoldo Palacios

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Leopoldo Palacios Morini (1876-1952)