La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto Filosofía en español
Inocencio María Riesco Le-Grand

Tratado de Embriología Sagrada
Parte Segunda
/ Capítulo tercero

§. II
Del alumbramiento artificial


Los médicos proponen la cuestión de si es necesario que se haga artificialmente la expulsión de las secundinas en algunos casos, y en su solución no están acordes muchos de ellos. Nosotros dejando a un lado las razones en que secundan unos y otros debemos decir; que está acreditado por la experiencia, que hay varias circunstancias en las que puede retardarse el alumbramiento, y otras en que puede hacerse imposible naturalmente. En las primeras se incluyen, la inercia del útero, las contracciones espasmódicas de su cuello, la avulsión del cordón, el volumen demasiado considerable de la placenta, su engatillamiento, y en fin, su adherencia demasiado fuerte, viciosa o preternatural, como se dice vulgarmente: en las segundas no puede contemporizarse y es necesario obrar inmediatamente estas son, las hemorragias, las convulsiones, y los síncopes que sobrevienen en los últimos tiempos del trabajo del parto, o después de la expulsión del feto.

La hemorragia uterina sea que provenga del desprendimiento parcial de la placenta, sea que dimane de la inercia o relajación de la matriz, es la causa mas [273] urgente de un alumbramiento pronto. Todo retardo en este caso, puede interesar la vida de la mujer. Entonces debe introducirse la mano en el útero para desprender la placenta, y sacarla con los pedazos desangre que se encuentran esparcidos.

La hemorragia uterina que sobreviene después del parto, tiene diversas causas; ya es producida por el desprendimiento incompleto de la placenta, o por la presencia de una porción de placenta, que se ha desgarrado cuando su extracción, o ya por la inercia de la matriz.

La hemorragia uterina por inercia es manifiesta, u oculta. Si el cuello participa de la inercia del cuerpo del útero, si el orificio del útero no está tapado por algún cuerpo extraño, la sangre que prestan los vasos de esta víscera, que quedan medio abiertos, se cuela hacia afuera; mas si el cuello se contrae mientras que el fondo y el cuerpo están sin acción, o está tapado por una porción de placenta, o por cuajarones de sangre, la que se sale de los vasos del útero se retiene en su cavidad, y puede dilatar este órgano hasta el punto de hacerle adquirir el mismo volumen que antes del parto.

Los síntomas que se presentan en una hemorragia interna son los siguientes; palidez del semblante, ojos lánguidos, alucinaciones, zumbido de oídos, debilidad de la voz, pulso débil, síncope: si se lleva la mano sobre la región hipogástrica, se descubre que el globo uterino, está blando, y extendido.

Si la hemorragia es externa, hay un signo más, que es el derrame de sangre hacia afuera. [274]

Si no ha salido la placenta, la primera indicación que se presenta es la de obtener su expulsión u operar su extracción. En este caso, en que la pérdida es poco considerable, se deben excitar las contracciones uterinas por fricciones fuertes, sobre el abdomen, por la aplicación de compresas mojadas en agua de vinagre muy fría, por la irritación del orificio de la matriz por medio de los dedos de una mano introducida en la vagina. Se establece un corriente de aire abriendo las puertas, y las ventanas, se descubre la enferma, y se la prestan todos los cuidados acostumbrados, y que pueden verse en los autores.

Si la hemorragia es considerable, y la placenta se ha desprendido, se tira fuertemente del cordón con las precauciones dichas. Mas si la placenta no está despegada, es necesario introducir una mano en el útero para destruir sus adherencias, y extraerla, mientras que otra mano apoyada sobre el bajo vientre, sostiene el útero.

Si la pérdida no se declara hasta después del libramiento, deben usarse las fricciones, las aplicaciones de compresas empapadas en agua de vinagre fría, sobre el vientre, el hielo o la nieve aplicada de la misma manera, las lociones de agua fría, las inyecciones de agua fría, con unas gotas de vinagre en el útero, todos estos medios son útiles en estos casos para excitar la contractibilidad de este órgano entorpecido.

Algunos quieren que se introduzca en la matriz una esponja empapada en agua de vinagre fría, o un limón agujereado anticipadamente en pequeños agujeros en [275] toda su circunferencia, y tenerle con la mano hasta que esta víscera se contraiga por debajo, después de haber evacuado siempre la sangre derramada. El útero estimulado por el ácido del uno, y del otro cuerpo se cierra por debajo, y halla un punto de apoyo. Esto no sucede muchas veces hasta después de mucho tiempo, que se ha usado de la esponja y del limón.

Hemos visto en varias aldeas, emplear medios bárbaros, apresurando el libramiento, rompiendo el cordón umbilical, acostando a la mujer en una cama caliente, calentando la habitación con braseros, ponerla ladrillos calcinados, cargarla de mantas, y propinarla mil bebidas perniciosas; otras veces se las abandona sin cuidado alguno, de suerte que muchas sean víctimas o del abandono, o del empirismo de un ignorante.

Concluiremos este párrafo, presentando el modo más sencillo de extraer las secundinas en el caso que sea necesario operar según lo prescribe Hatin. Para esto es necesario tener presente que o la placenta está desprendida de la matriz o permanece aún adherida de la matriz. En el primer caso, si el cordón umbilical existe aún, y presenta cierta resistencia, la extracción es por lo común bastante fácil; basta para ello tirar con cuidado del cordón en la dirección de los ejes de la pelvis para lo cual es necesario que al mismo tiempo que se tira con una mano de la porción que está fuera, se coloque en la vagina encima de él, el índice y dedo medio de la otra mano, a fin de que se establezca una especie de polea de vuelta, que dirija los primeros movimientos de extracción en la dirección del eje del estrecho [276] superior, según dejamos dicho en el párrafo anterior.

Cuando la placenta ha llegado a la vagina, es necesario hacerla seguir el eje del estrecho inferior; levantando la mano alternativamente sobre el uno y otro muslo, y cuando se presenta a la vulva, el comadrón sostendrá el perineo con una mano, la cual le servirá también para recibir las secundinas; al mismo tiempo que con la otra los tuerce en espiral, sin alejarla de las partes de la generación. Por última maniobra retuerce las membranas, haciendo de ellas una especie de cordón que facilita y asegura su extracción.

En el segundo caso, es decir, cuando la placenta adhiere aún a la superficie de la matriz, si el haber tirado varias veces del cordón no ha bastado, es indispensable introducir una mano en la matriz para desprenderla. Si existe aún el cordón, servirá de guía a la mano, que deberá introducirse del mismo modo y con las mismas precauciones que en los partos preternaturales.

Cuando se ha llegado al interior de la matriz, si una parte de la placenta está desprendida, se resbala la mano entre esta parte y la superficie interna de la matriz hasta separarla completamente. Si adhiriese aún en toda su superficie, será necesario empezar desprendiendo uno de los puntos de su circunferencia, haciendo después lo que arriba dijimos. Pero cuando sólo adhiere en su circunferencia, estando desprendida en su parte media, Desormeaux, y Baudelocque aconsejan se abra su centro y se introduzcan los dedos por esta abertura para desprenderla con más facilidad. Moreau aconseja romper la placenta en uno de los puntos de su circunferencia [277] para permitir la introducción de la mano. Capuron es de opinión, que cuando las secundinas están adheridas tan fuertemente a la superficie del útero, que no se desprenden ni por los esfuerzos de la naturaleza, ni por los auxilios del arte, es preciso renunciar a su extracción hasta ver si se facilita algo por sí sola. Aconseja también hacer inyecciones diariamente en la matriz, primero emolientes, después detersivas y antipútridas, con infusiones aromáticas y la quinta. Las primeras tienen por objeto relajar la adherencia de la placenta, y saldrán con ella los humores pútridos que se engendran; y las segundas conservar el tono de la matriz, y precaver los efectos funestos de la reabsorción, aprovechando el momento más favorable para extraer la placenta. Le roux es de opinión que se rasgue en su centro, y se pasen uno, o dos dedos por la abertura, para desprenderla por una atracción ejercida de arriba abajo. De todos modos juzgamos muy prudente en caso de que la placenta esté sumamente adherida, ayudar a la naturaleza, y jamás violentarla.


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Inocencio María Riesco Le-Grand, Tratado de Embriología Sagrada (1848)
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