Eloy Bullón Fernández (1879-1957)
El alma de los brutos ante los filósofos españoles (1897)
Biblioteca Filosofía en español, Oviedo 2001
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Introducción

Trascendencia del problema del alma de los brutos

Sumario. El alma de los brutos. – No es esta cuestión vano ejercicio escolástico. – Importancia del problema. – Trascendencia de las soluciones que se adopten. – El transformismo. – Las teorías evolucionistas y el alma de los brutos. – El centinela del alma humana. – Los filósofos españoles y el alma de los brutos. – Nuestro propósito.

Uno de los más curiosos problemas, y no en verdad el menos importante y difícil de cuantos estudia la Filosofía, es el relativo al alma de los brutos, tema de inagotables discusiones y de los más encontrados pareceres, porque no conociendo el hombre por propia experiencia la naturaleza de los actos de estos vivientes, tan sólo puede formular acerca de ellos [20] teorías más o menos plausibles, fundadas en la analogía de sus operaciones anímicas (de algún modo hemos provisionalmente de llamarlas) con las nuestras.

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Esta difícil cuestión pudiera aparecer a primera vista como mero ejercicio escolástico, y vana sofistería; mas no será así una vez que se consideren las graves consecuencias que de su solución pueden deducirse para la ciencia del hombre, y especialmente para la hoy llamada Psicología comparada. Porque si decimos que el alma de los brutos es material, en ese caso –podrían objetar los materialistas–, siendo la materia organizada capaz de sentir ¿por qué, perfeccionándose, no podría pensar, querer, y producir, en fin, cuantos fenómenos se verifican en el hombre? Y si, por el contrario, afirmamos que es inmaterial, entonces, ¿cuál es la diferencia que la distingue de la del hombre? ¿Qué hemos de hacer de esa alma después que se destruya la [21] organización que animaba? Nos veremos precisados a admitir su aniquilación o su inmortalidad, consecuencias ambas harto radicales que parecen contrarias a la sana filosofía.

En nuestros días ha adquirido mayor importancia aún esta cuestión con motivo de la ambiciosa teoría, hoy tan en boga, del transformismo o darwinismo. Suponen los transformistas que el primer organismo surgió por generación espontánea del seno de la materia inerte, y que este organismo o batibio, desenvolviéndose y perfeccionándose, ha dado origen sucesivamente a las plantas más imperfectas, luego a las más perfectas, después a los animales irracionales, y últimamente al hombre.

Ahora bien, ¿a qué queda reducida esta doctrina, si claramente se evidencia la inmensa distancia que existe entre el animal y el hombre? ¿A qué queda reducida, si de una vez se señala la grande superioridad de los brutos sobre los vegetales? Y, por el contrario, ¿qué fácil acceso no se da a las ideas evolucionistas si [22] negamos al bruto la sensibilidad o le concedemos la inteligencia? Véase, pues, cómo la solución que se dé a la cuestión del alma de los brutos puede abrir o cerrar la entrada al sistema de Darwin y Lamarck; y cuán grande es, por tanto, la trascendencia de esta difícil cuestión.

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El alma del bruto es el centinela del alma humana, como dijo sabiamente el P. Ventura Raulica, y la doctrina que respecto de ella se enseñe no puede menos de influir muy de cerca en la doctrina que acerca del alma humana se explique. Todo error que sobre los brutos se sostenga será siempre de funestas consecuencias para la espiritualidad e inmortalidad del alma humana, mientras que, sentada sobre firme base la doctrina referente a aquellos seres, por fuerza han de resultar grandes ventajas para el desarrollo sistemático de la verdadera ciencia del hombre. [23]

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Así lo comprendieron los filósofos españoles, tan poco estudiados corno dignos de serlo, porque casi todos ellos trataron de resolver este abstruso problema lanzando al campo de la especulación científica las más varias y luminosas teorías, probables unas, erróneas otras, pero hijas todas del genio elevado e independiente de nuestra raza.

Este es, sin la menor duda, uno de los puntos en cuyo examen lucieron más nuestros filósofos toda la lozanía y vigor de su claro talento, y por lo tanto no será ocioso ni desagradable, sino útil y grato en gran manera, el exponer, aunque sucintamente, sus doctrinas, para apreciar como se merece esa gloriosa página de nuestra brillante cuanto olvidada historia filosófica. A ese fin se encaminan estas líneas, sin otra aspiración que la de ser eco fiel del pensamiento ibero acerca de los brutos, y demostrar a la luz meridiana que, si bien nuestros filósofos se ocuparon con preferencia en dilucidar los más trascendentales problemas de la Metafísica, no olvidaron [29] tampoco otras cuestiones de secundario interés, y que, si grandes y profundos aparecen en el estudio de las primeras, no dejan de mostrarse sabios y dignos de sí mismos cuando de las segundas se dignaron tratar.


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Eloy Bullón Fernández | El alma de los brutos
Madrid 1897, páginas 19-24