Prólogo
En junio de 1985 defendí en la Universidad Complutense de Madrid mi tesis doctoral sobre Urbano González Serrano y la evolución de la filosofía krausista en el último tercio del siglo XIX (1868-1904). En ella hay que situar el origen de este libro, que es una transformación sustancial de aquélla, así como una adecuación para un público más amplio que el específicamente filosófico y universitario. Las razones que me llevaron a investigar, durante una decena de años, sobre la figura y el pensamiento de González Serrano en particular, así como el movimiento krausista en general, creo que merecen algunas breves consideraciones, a modo de justificación, por mi parte.
En primer lugar, fue una motivación sentimental y de paisanaje la que me llevó a fijarme en él. Desde pequeño, en mis frecuentes visitas a la Biblioteca de la «Fundación Concha», me llamó la atención la existencia de una vitrina cerrada a cal y canto donde se guardaban una serie de volúmenes bella y lujosamente encuadernados junto a varios manuscritos. Con posterioridad supe que habían sido escritos por un ilustre moralo del pasado siglo cuyo retrato al óleo colgaba de una de las paredes de la sala.
En segundo lugar, con el correr de los años, en diversas lecturas fuéronme apareciendo referencias, las más de las veces indirectas, y determinadas alusiones al autor en cuestión, coincidentes todas ellas en denunciar el inmerecido olvido en que se hallaban su obra y su pensamiento. Desde entonces fue mi intención, si alguna vez la ocasión se presentaba, rescatar del olvido a este filósofo que tan elogiosamente era por todos citado sin conocerle directamente.
Y en tercer lugar, cuando comencé a leer sus obras, la impresión de encontrarme ante un pensador de altos vuelos, trocó las razones anteriores en una necesidad principalmente científica. Me consideraré satisfecho si este libro contribuye, en alguna medida, a resaltar la importancia de González Serrano dentro del pensamiento español del último tercio del siglo XIX.
De entrada tengo que afirmar la carencia de una biografía sobre dicho autor escrita con rigor y sin apasionamiento, pues en estas dos notas falla el Boceto biográfico publicado por Concepción Sáiz en 1914 en forma de folleto y a la vez como artículo en La Escuela Moderna, revista pedagógica hispanoamericana, durante los meses de septiembre y octubre de 1914. Concepción Sáiz y Otero, profesora de la Escuela Normal de Maestras de Madrid, discípula y colaboradora ferviente de González Serrano (con él escribió Cartas... ¿Pedagógicas? en 1895), «fraternal amiga» –como ella misma gustaba llamarse– deja traslucir a lo largo de la biografía de su maestro una serie de elogios y [10] alabanzas muy del gusto, por otro lado, de la retórica decimonónica, que no pueden disimular una idealización casi patológica tanto en los aspectos físicos como en los morales.
Urgía, pues, delimitar con precisión y rigor el contorno biográfico de González Serrano desbrozando de su campo la maleza que una excesiva, y por ello criticable, veneración había alimentado. Mi primer objetivo ha consistido en fijar las fechas y los acontecimientos fundamentales acaecidos en su trayectoria vital desde una triple perspectiva: 1º. La circunstancia personal a través del entorno geográfico y familiar. 2º. La actividad académica y docente. 3º. La participación en la vida política a través de su militancia en el partido republicano.
Las anteriores precisiones no me han llevado a rechazar de plano la biografía de Concepción Sáiz de la que me he servido siempre que apreciaba, en confrontación con otras fuentes y testimonios, que ofrecía una información veraz o, al menos, plausible.
Tras la exposición biográfica era necesario catalogar la obra de González Serrano. Fruto de varios años de pesquisa puedo ofrecer aquí la enumeración casi completa de todos sus escritos. Y digo casi completa porque, en lo que se refiere a artículos de revista, era prácticamente imposible localizar todas las publicadas en el último tercio del siglo XIX para ver en cuáles escribió y colaboró nuestro autor. Mi tarea en este punto ha consistido en elegir una veintena de revistas, entre las cuales se encuentran, sin duda, todas las importantes del momento, y comprobar que en ellas escribió artículos González Serrano. En conjunto se puede concluir diciendo que su colaboración en las revistas de la época fue muy desigual. Excepción hecha de La Ilustración Ibérica y el Semanario de las Familias, cuyos artículos, por su brevedad, parecen más de periódico que de revista, el resto oscila entre una colaboración escasa (Boletín de la Institución Libre de Enseñanza, La España Moderna, Revista de la Universidad de Madrid, Revista de Derecho y Sociología, Revista Nueva, &c.) y una colaboración frecuente (La Escuela Moderna, Revista de Andalucía, Revista Contemporánea, Nuestro Tiempo, Revista de España, &c.). Pero en lo que más hay que insistir es en la variedad ideológica que representan tales revistas; las hay de tendencia krausista (Boletín-Revista de la Universidad de Madrid, Revista Mensual de Filosofía, Literatura y Ciencias, de Sevilla, Boletín de la Institución Libre de Enseñanza), anarquistas (La Revista Blanca, Natura), eclécticas (La Lectura, La España Moderna, Nuestro Tiempo, Revista Hispano-Americana), noventayochista (Revista Nueva). Finalmente hay que contar entre ellas las, a mi juicio, más importantes de la época: Revista Contemporánea, Revista Europea y Revista de España. Si difícil era establecer el número de artículos publicados por González Serrano a causa de la razones aducidas anteriormente, mucho más difícil habría de resultar la localización de los artículos aparecidos en diarios y que, sólo ocasionalmente, he leído. Aquí prescindo de ellos porque no son necesarios para la comprensión del pensamiento de nuestro autor. Pero hay que mencionar su colaboración en la prensa diaria al menos con tanta frecuencia y asiduidad como en las revistas anteriormente mencionadas, y, en [11] algunos casos, de manera absoluta, si se cree a Concepción Sáiz que, en la página 16 de la biografía ya citada, dice lo siguiente: «Fundado el periódico La Justicia (órgano del centralismo) –se entiende dentro del republicanismo–, en muchas ocasiones hizo él solo el número entero, no teniendo en otras más auxilio que el prestado por su buen amigo Alejandro Quereizaeta, ilustre ingeniero de vasta cultura y feliz humorismo.»
También me ha parecido interesante incluir en el catálogo de su obra los artículos que González Serrano redactó para los veinticinco volúmenes del Diccionario Enciclopédico Hispano-Americano de Literatura, Ciencias y Artes que la editorial catalana Montaner y Simón publicó entre 1887 y 1899, empresa en la que colaboraron los escritores e intelectuales más prestigiosos del momento como Francisco Asenjo Barbieri, Gumersindo de Azcárate, Manuel Bartolomé Cossío, José Echegaray, Francisco Fernández y González, Pedro de Alcántara García, Urbano González Serrano, Vicente de la Fuente, José de Letamendi, Pedro de Madrazo, José Ramón Mélida, Marcelino Menéndez y Pelayo, Francisco Giner de los Ríos, Francisco Pi y Margall, Manuel Piernas y Hurtado, Antonio Pirala, Juan Facundo Riaño, Juan Vilanova y Piera, &c.
Finalmente, enumero todos los libros que escribió González Serrano, solo o en colaboración; los prólogos que puso a las obras de otros autores; los añadidos a otros libros en forma de comentarios, notas o apéndices; las traducciones, &c. Cada ficha va acompañada de un breve resumen en donde se especifica el contenido de la obra o las críticas que suscitó su aparición.
El pensamiento de González Serrano ofrece una coherencia ejemplar, una evolución constante y progresiva a lo largo de treinta y cuatro años de producción, sin altibajos dignos de mención, ni abandono de posiciones superadas. Por ello he desistido de dividir su pensamiento en etapas. Es más, estoy convencido de que sólo hay una etapa en la filosofía de González Serrano, aunque esta etapa no sea, desde luego, algo monolítico y estanco, pues se irá perfilando y enriqueciendo con las diversas lecturas europeas.
Para algunos críticos su pensamiento tendría una primera etapa de krausismo ortodoxo y otra de krausopositivismo al recibir la influencia de la nueva ciencia experimental europea. Pero la atenta lectura de su producción filosófica echa por tierra semejante argumentación. Incluso en los momentos en que se le supone más idealista, rechaza la especulación filosófica por sí sola, y advierte que la experiencia debe corregir el uso y abuso de las abstracciones. Y del mismo modo, cuando al final de su vida parecería estar más cerca del positivismo, reclama la importancia de la filosofía, y hasta de la metafísica, para interpretar los datos de la realidad.
Teniendo en cuenta lo anterior, he dividido el pensamiento de González Serrano en varios capítulos independientes, tratando dentro de cada uno de ellos los problemas que me han parecido más interesantes o que pudieran ofrecer una mayor novedad en su momento. Así se han ido analizando la moral y el derecho, la lógica, la psicología, la sociología, la historia de la filosofía y las cuestiones pedagógicas. Y siempre que me ha [12] sido posible he expuesto también la situación de cada uno de estos ámbitos filosóficos dentro del krausismo, con la intención de no presentar a González Serrano como si se tratase de un caso aislado, sino dentro del movimiento filosófico de la época.
En último lugar, he de señalar mi agradecimiento más sincero para aquellas personas e instituciones que han hecho posible la realización de este libro. A don Jenaro Cajal, entusiasta y laborioso pedagogo, director de las Escuelas y Biblioteca Concha, que en todo momento puso a mi alcance, sin ningún tipo de trabas, los manuscritos y las obras de Urbano González Serrano, así como los riquísimos fondos existentes en la biblioteca de Navalmoral de la Mata; desgraciadamente ya no podrá leer este libro que tanto deseaba. Al Instituto de Filosofía «Luis Vives» del Consejo Superior de Investigaciones Científicas por la concesión de una Beca para la realización de parte de este estudio, y al investigador del mismo centro Gonzalo Díaz, bajo cuya dirección trabajé con entusiasmo. A María Dolores Olagüe, también del Instituto «Luis Vives», por la ayuda prestada en el tema de la bibliografía. A las nietas de Urbano González Serrano que me revelaron aspectos inéditos de su personalidad y de su biografía. A José Luis Abellán, director de mi tesis doctoral, que me alentó y ayudó para la realización de la misma dentro de la Cátedra de Historia de la Filosofía Española y con quien trabajo desde hace muchos años. Y, finalmente, a Manuel Pecellín Lancharro, que se ofreció a publicarme el libro y me lo ha venido reclamando insistentemente durante los últimos años; gracias a él, las publicaciones en Extremadura han alcanzado una cantidad y calidad comparables a las de cualquier otra región española. A todos ellos mi reconocimiento y gratitud.
Madrid, enero de 1989.