Filosofía en español 
Filosofía en español

cubierta

 
Diccionario razonado,
 
Manual para inteligencia de ciertos escritores
que por equivocación han nacido en España.

Obra útil y necesaria en nuestros días.

 
Cádiz.
En la Imprenta de la Junta Superior de Gobierno.
Año de 1811.

 
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Si la filosofía nos ha de conducir a perder la fe y la religión,
más vale que seamos ignorantes y rudos según aquello de

“Júpiter ¡para cuando son tus rayos!
Si esto es ser cultos, más vale ser payos.”


Si no es prólogo, será otra cosa

¿Qué diríais, amados lectores, si yo os dijera que después de más de setenta siglos de discurrir, se han ido todos nuestros antepasados al otro mundo, tan a oscuras y tan ignorantes como el día en que nacieron? Pues así es ni más ni menos como lo oís: los hombres de tantos siglos, de tantas naciones, después de haberse devanado los sesos, después de haber estudiado y escrito tanto, nada han visto ni nada se ha sabido hasta este feliz momento en que han aparecido al mundo estos nuevos filósofos, estos monos, ecos de otros monos, nacidos en esa tierra de maldición, en la execrable Francia. Sí, lectores míos; el entendimiento humano ha roto el velo que lo cubría: la razón humana ha recobrado su imperio, y podemos asegurar que hasta ahora o no ha habido hombres, o si los ha habido han sido de una especie inferior a la nuestra. Ya podemos pues olvidarnos de lo pasado y fijar la época de la creación del mundo perfeccionado en estos novísimos días. El memorable día en que se decretó la libertad de la imprenta, fue en el que según les filósofos se abrió el libro de los destinos y el pozo democrito en que estaban consignadas las grandes verdades que nuestros bárbaros padres tenían sepultadas, temerosos de que los hombres abriesen los ojos; se levantó ya la losa que cubría estas verdades eternas, cuya ignorancia hizo infelices a nuestros míseros abuelos. Pero gracias, no a Dios, por que ya no se usa, sino a la santa y divina filosofía, se acabaron las miserias para nosotros con tal que dóciles a la voz de nuestros nuevos doctores y apóstoles, sigamos sus doctrinas y echemos en olvido las instituciones de nuestros mayores, que no contentos con haber sido bárbaros han querido perpetuar su barbarie con las mismas instituciones que nos dejaron.

Alegrémonos pues, amados lectores: démonos la enhorabuena de haber alcanzado días tan afortunados, detestemos de nuestros padres, quememos todos los libros sin exceptuar los que malamente, según estos señores, hemos llamado hasta ahora libros santos, por que no contienen sino patrañas, enredos, cuentos fabulosos para mantener la credulidad de los hombres débiles. Echemos también de nuestro suelo a los ministros de Dios por trescientas mil razones a cual más fuerte y convincente; por que en sentir de los filósofos son unos embaucadores que nos sacan el jugo y la sustancia, y se mantienen a expensas de nuestra ignorancia fomentada por ellos mismos; y sobre todo por que no habiendo Dios, no debe haber ministros de Dios: la consecuencia no puede ser más clara: creamos pues, por dar gusto a nuestros nuevos maestros, que no hay Dios y que si le hay es inútil y superfluo: por que ¿para qué le necesitamos? Los filósofos antiguos sin conocimiento de nuestra santa religión, reconocieron generalmente un premio y castigo después de esta vida, pero ya todo esto se acabó; después de muertos los hombres todos seremos confundidos y no habrá diferencia entre el parricida y el hijo obediente, entre el malvado y el hombre virtuoso, entre el asesino y el filántropo, por que nada tenemos que esperar ni que temer después de la muerte. Ni importa tampoco que la palabra de Dios que es verdad infalible, nos diga que nuestro cuerpo perecerá: pero que nuestra alma es eterna como Dios, a quien tendremos que dar una cuenta estrechísima hasta de nuestros más secretos pensamientos para ser juzgados según nuestras obras buenas o malas, y recibir luego el premio o el castigo que serán igualmente eternos; por que la triple alianza que por supuesto sabe más que Dios, nos da a entender que con la muerte todo se acaba y que somos unas máquinas, quizá y sin quizá inferiores a los borricos de los yeseros. La iglesia que no puede errar (a lo menos antes no podía) nos enseña que el aparato fúnebre es una demostración religiosa de nuestra pena, y las luces un símbolo de nuestra inmortalidad; pero ahora salimos con que todo es invención de frailes y con que no hay tal inmortalidad. Nuestros padres temieron las consecuencias de unas doctrinas que según su opinión, y la nuestra también, iban a destruir nuestra santa religión, pero al instante salió uno de estos oráculos a hacerles ver su majadería y que no debían perder el tiempo sobre la inteligencia de tres palabras metafísicas, que el juramento que habían hecho de conservar la religión católica, se cumplía perfectamente con echar abajo el tribunal de la fe que aunque la nación lo quiere y lo desea, él parece que lo detesta y aborrece. ¿Y quién no ve que esto basta para que nosotros le demos este gusto? Manos pues a la obra, y démonos prisa a admitir las doctrinas de estos nuevos regeneradores: ábranse esas cátedras de pestilencia que dice la escritura, oigamos con docilidad sus lecciones, que nuestra felicidad es segura. Recibamos con alegría las ideas liberales: derroquemos el fanatismo, desnudémonos de nuestras antiguas preocupaciones, miremos con horror la superstición, purifiquemos y reformemos la religión, abatamos el despotismo &c. &c. Vosotros me diréis que no sabéis qué animales de las Indias son estos; y que deseáis conocerlos para libraros de su pestilente influjo: pero no os aflijáis que yo os amo de todo corazón y animado de los más vivos deseos de contribuir a vuestra felicidad (temporal por supuesto que la eterna se nos marchó ya) os pondré en camino de entender el lenguaje nuevo y desusado de estos nuevos doctores con este diccionario que os presento: obra tan interesante que sin ella os llenaríais las cabezas de palabras cuyo significado ignoraríais eternamente. Por no conocer estos principios los nuevos filósofos os matan en vez de daros la vida. Un célebre médico de nuestros días y una de las antorchas que nos han de guiar según lo dice modestamente en un papel (que ya murió) en que tenía una mitad o una tercera parte, ha estado para mataros de un accidente apoplético dándoos un catecismo de doctrina no cristiana, civil que los diablos que lo puedan digerir; pero todos estos y otros males los evitaré yo con este diccionario. Espero pues de vuestra benevolencia que acogeréis con gusto esta obrita que he trabajado en obsequio vuestro, y que haciéndoos cargo de lo arduo de la empresa, disimulareis los defectos que encontrareis en ella, y que son inevitables en un campo hasta ahora no conocido en la fanática e inculta España. Válete. = Cádiz a 11 de Junio de 1811.

A

Adepto. Grado filosófico que corresponde al bacalaureato y más propiamente a la matrícula de las universidades góticas. Es también como el noviciado o prueba de los modernos templarios.

Alma. Un huesecillo o ternilla que hay en el cerebro o según otros en el diafragma, colocado así como el palitroquillo que se pone dentro de los violines, y sin cuyo mecanismo no suenan, aunque es de la misma materia. De ninguna cosa se han escrito tantas sandeces como del alma, empezando por la primera que es la que se encuentra en el génesis, pero gracias a los adelantamientos de nuestros filósofos que nos han hecho conocer que somos mucho menos que un cuerno, y de peor condición que un vil gusanillo que al fin nos ha de comer, si los filósofos no descubren algún nuevo específico.

Aritmética política. Sus principios o elementos son del todo contrarios a los de la Aritmética vulgar; pues en esta dos y dos son cuatro, a lo menos en toda tierra de garbanzos, pero en la política dos y dos no son cuatro sin que yo pueda decir si son cinco o son siete, porque no he podido averiguarlo por más diligencias que he hecho. Los lectores que quieran satisfacer su curiosidad, podrán acudir a casa del autor que está en Cádiz, y responde con su cabeza de la verdad del axioma de que dos y dos no son cuatro en política.

B

Bonaparte. Denuesto infamatorio con que solo el grosero pueblo denomina al jefe de los filósofos.

Bulas. Nombre anticuado. Ciertas nóminas que contienen fórmulas y ceremonias inútiles o vanas según los filósofos, como inventadas por la superstición para hacer lo que se puede muy bien y aun debe hacerse sin ellas.

C

Conciso. Por esta palabra se entiende en Cádiz un escritillo de medio pliego, no de un estilo apretado y tan económico de palabras y frases como abundante de conceptos, que pide por tanto larga meditación, y es como una quinta esencia que puede prestar materia a prolijos discursos y comentarios; por consiguiente esta palabra mira a la cantidad, no al modo, según el cual un escrito de medio pliego puede ser muy difuso y asiático y puede haber concisión en un tomo.

Constitución. Según los filósofos es cierto centón o taracea de párrafos de Condillac cosidos con hilo gordo: tan seguros estamos de que no será de su gusto la que forme el Augusto Congreso, como de que la que ellos formasen no comenzaría con estas palabras, en el nombre de la Santísima Trinidad Padre, Hijo, y Espíritu Santo.

Colonias. Denuesto y palabra infamatoria con que el despotismo, superstición e ignorancia de los derechos del hombre maltrata a unos semejantes nuestros, prohibiéndoles que puedan procurarse productos o artefactos en su país o en cualquiera extranjero: y en una palabra hacer cuanto se les antoje, separarse o confederarse por mera cortesía , venir o hacer que vayamos, obedecer o mandar, supuesta la igualdad de derechos.

Cambia colore. Especie de magia de que usan los filósofos para que los rudos no adviertan sus contradicciones y a favor de la cual dicen hoy lo contrario que dijeron ayer. Ayer decían; ¡eh! señores representantes, acuérdense Vmds. que se han de morir; que si hoy mandan, mañana han de obedecer, y nosotros que obedecemos hoy, mandaremos mañana: bastante tiempo han estado Vmds. mandando, con que a hacer el ato que nosotros les sucederemos: y hoy gritan, alto ahí, que Vmds. no se han de mover y han de ser eternos e inmobles como la Peña de Francia. ¿Y que haya hombres que gasten su dinero en semejantes papeles?

D

Democracia. Especie de guardarropa en donde se amontonan confusamente medias, polainas, botas y zapatos , calzones y chupas, chalecos y pantalones, con fraques, levitas y chaquetas, casacas, sortues y uniformes, capas, capotes y ridículos, sombreros redondos y tricornios, manteos y unos monstruos de la naturaleza que se llaman abates.

Despotismo. Todo sistema de gobierno que pretenda coartar la libertad de hablar, escribir y obrar cuanto se les antoje a ciertos seres privilegiados, espíritus sublimes y fuertes que nacieron para enseñar, dirigir y mandar despóticamente a los demás.

Despotismo. Con esta palabra nos quieren también decir que no debe haber autoridad alguna, sino una anarquía perfecta, para que los que nada tienen fuera de un gran repuesto de orgullo, presunción y ambición puedan prometerse hacer una gran fortuna por aquello de a río revuelto ganancia de pescadores. Consiguientes en sus principios los filósofos no quieren reyes porque saben por inspiración del diablo que ni ha habido, ni hay, ni puede haber uno siquiera bueno, y que por necesidad deben ser todos viciosos, tiranos y corrompidos. Por la misma razón no quieren que haya sacerdotes porque son tan perversos y desalmados que apoyan toda tiranía por el gran bien que les resulta. En los dos sentidos es sinónimo de monarquía.

E

Economía política. Ciencia de moda que se escondió a la gran meditación, talento y sabiduría de Aristóteles, Platón y más maestros antiguos, y que por tanto no hicieron uso de la balanza para distinguir lo activo de lo pasivo, ni aun supieron discernir las manos vivas de las muertas; y miraron apáticamente los inmensos y muertos tesoros ofrecidos a los Dioses.

Espinosa. (Sixto) Sinónimo de proyecto. Jefe de la escuela de proyectistas que nos han arruinado a fuerza de proyectar. Ha sacado excelentes discípulos que acabarán con lo poco que nos ha quedado, si siguen la doctrina de su escuela.

F

Fanatismo. Este es un duende que nadie da con él por más diligencias que se hacen para ello, y solo los filósofos lo conocen, por lo que es preciso que nos lo describan para que podamos conocerle y precavernos de su influjo maligno. La primera vez que oyeron esta voz en un lugar de la Mancha, ignorando sus vecinos qué cosa era fanatismo, le buscaron por todos los rincones del pueblo, y solo encontraron que el Señor Cura decía misa todos los días, predicaba los días festivos el evangelio peladito y sin ribetes, a que asistían todos los del pueblo a excepción de un pisaverde barbilampiño que despreciando estas vejeces de misa y sermón, solía irse por caminos desusados con un librito de devociones en la mano que regularmente era la Pucela de Orleans, escrito por un padre de la tebaida, el contrato social, el espíritu de Helvecio y otros, todos a cual más edificantes y propios para formar el corazón de los jóvenes, y hacerlos si no santos, a lo menos demonios. Observaron también que si al Señor Cura le llamaban a media noche para asistir a algún enfermo, abandonaba al momento su cama, y que lleno de caridad se abrazaba si era preciso con el enfermo aunque su enfermedad fuese contagiosa, que le daba todos los consuelos que la religión de Jesu-Cristo presta en semejantes lances: que administraba los santos sacramentos; que si había disensiones en las familias de sus feligreses, trataba de reconciliarlos y cortar pleitos. No habiendo encontrado otra cosa, claman porque se les diga qué cosa es fanatismo para quemarlo vivo, y claman con razón porque no es creíble que ninguna de estas cosas sea fanatismo a no ser el pisaverde y sus libros que era a lo que se inclinaban, no sin algún fundamento el sacristán y el boticario del lugar.

Fernando. Cierto idolillo del pueblo Español al cual los filósofos tienen que prestar algunas fórmulas rituales externas en el caso de no lograr el convencer al pueblo de que es idolatría amar tanto a un idolillo.

Filósofos. Se llaman aquellos hombres que nunca pudieron llegar a estudiar las facultades mayores, aunque sean bachilleres en todas ellas. En este sentido un filósofo de veinte y cuatro años de edad, equivale a un concilio: trincha, corta, decide con un tono de gravedad y satisfacción sobre todas materias que es para alabar a Dios. En su vida ha leído mas que el conciso o semanario patriótico, y esto al compás de los sorbos del café o té: pero háblese delante de él de cualquiera materia y en todas partes se muestra tan profundo legislador como teólogo, tan teólogo como médico, político, naturalista &c. &c. Cuando he visto esto por mis mismos ojos, no he extrañado oír a uno de estos filósofos que sabe más un logiquillo de nuestros días, que supo nuestro Padre Adán con toda su ciencia infusa.

Filósofos. Los más finos son los que hacen alarde de no reconocer ley alguna divina y procuran rasgar y aun destruir todas las leyes humanas.

Filosofía. Ciencia del charlatanismo o sea flujo de hablar de todo sin entender de nada. Es muy común en nuestros días, y versa comúnmente sobre materias de religión, que descifra con una risita, un gesto o un ademán de desprecio.

Fisiología. Método seguro para aprender a descreer los misterios de nuestra santa religión, reducido a principios según un filósofo.

Fortuna. Ignoramos hasta ahora su significado verdadero, porque aunque la fortuna puede ser buena o mala, no se comprehende en qué sentido se toma en estos tiempos, sin embargo de habérsenos pasado una noche entera meditando sobre estas palabras: no, Españoles, no nos ha negado para siempre la providencia el sendero de la fortuna. Puede ser que consista en nuestra torpeza, pero nos parece, salvo el dictamen de su autor, que hubiera estado más inteligible y claro si hubiera dicho a lo palurdo: no, Españoles, aún no nos ha negado Dios o la divina providencia, los caminos o sendas de nuestra salvación, aún tenemos propicio a nuestro Dios, o cosa semejante, sin que debiese temer el autor, por decirlo así, el caer en un precipicio o perder su crédito para con sus contemporáneos.

Fracmasones. Una sociedad o especie de cofradía de hombres de todas naciones y lenguas, reunidos con el santo fin de destruir todo gobierno y toda religión; pero particularmente la católica, sin cuya destrucción y aniquilamiento no puede establecerse la libertad del género humano y hacerlo feliz. Aunque en esta sociedad se admite indiferentemente toda casta de pájaros, porque siendo iguales por instituto, todos los cofrades son hermanos, ya sean moros, ya sean cristianos, se ha notado que solo se adscriben los reyes como Napoleón, los grandes como Campo Alange, los ministros como Ofarril, los filósofos como Urquijo, los canónigos como Llorente, los abates como Estala; pero no los hombres buenos, sencillos y honrados como son los labradores y artesanos. A esta cofradía corresponden los que entre nosotros tratan de minar nuestra religión y monarquía, los que mueven alborotos en los pueblos para hacer indirectamente la causa de los Franceses: ramas suyas son los alborotadores de las Américas y otras partes.

Frailes. Una especie de animales viles y despreciables que viven en la ociosidad y holganza a costa de los sudores y trabajos del vecino con quien conversan, o cierto linaje de vivientes para quienes no es despreciable todo lo que constituye la bucólica, y esto de disfrutar a pierna suelta a costa de la ignorancia y de la ceguedad del vecino. Así se explica un celebérrimo escritor a imitación del más celebrado todavía Voltaire, cuyas palabras copia casi al pie de la letra. Sin embargo de esto no puede decirse que los filósofos de ogaño son ecos de las impiedades (estas en los nuestros son materiales porque no saben lo que se dicen) de los de antaño, ni que predican lo que Voltaire predicó por espacio de sesenta años, por mas que veamos con nuestros mismos ojos que lo que aquel escribió, escriben estos y mucho menos que habiendo condenado la Iglesia de Roma, no la de Utrech, las doctrinas de Voltaire, quedaban ipso facto reprobadas las de los que las reproducen, porque al instante nos saldrían con que la Iglesia de Roma está fundada sobre arena por un filósofo allá de la Judea llamado Jesu-Cristo, hombre fantástico y que no ha tenido más existencia que la que le ha dado la imaginación acalorada de los fanáticos, clérigos y frailes. Todos los filósofos y aún aspirantes a filósofos están de acuerdo en este punto, para que no sea cierto cuando ellos lo dicen, ¡O blasfemos! ¡qué candado!

G

Geología. Ciencia moderna que demuestra las fábulas del Génesis, y con la que se prueba hasta la evidencia que Salomón por inspiración de Dios, ha escrito lo mismo que Voltaire por sugestión del diablo o al revés, con la particularidad de que Voltaire ha escrito con otra sal y otro chiste que Salomón. Esta definición está sacada de las actas secretas de las conversaciones públicas que los filósofos tienen en medio de las calles y plazas.

H

Héroe. En un tiempo en que solo se aprecian las virtudes de teatro, las acciones estrepitosas y los grandes faroles, por necesidad debía variarse la significación de este nombre; así es que ahora solo se aplica al ladrón y salteador por mayor, aumentándose los grados de heroísmo, cuanto mayor y más sacrílego sea el ladrón. Por esta cuenta, el ladrón que robase todas las coronas del mundo, inclusa la tiara, ese sería el mayor héroe de la tierra.

Héroes. Los hubo en los tiempos fabulosos en punto a costumbres y virtudes cristianas, ahora ya no se usan, y si los hay merecen toda la execración y odio filosófico.

Honra. Unos grillos, esposas y mordazas que se usaban allá en los tiempos de barbarie o siglos caballerescos, pero que ya no hacen falta.

Hostia. Las opiniones sobre su significación están muy encontradas. Hombres hay que opinan que es una rueda de molino, pero también hay filósofos que procuran demostrar que es una débil oblea como las que usamos para cerrar las cartas.

Humanidad. Siendo los que con más fuerza han predicado la humanidad Robespierre, Marat, Petion, Collot D'Hervois, y otros filósofos, padres, hermanos, o al menos parientes muy cercanos de nuestros filósofos, no se puede dar una definición más exacta que esta. Humanidad es una máscara que traen ciertas fieras o animales antropófagos con que se desfiguran al modo de los centauros, esfinges, sirenas &c.

Humanidad. Amar a los malhechores, piedad con las prostitutas, inflexibilidad con los clérigos, frailes &c. y olvido total de Dios.

J

Jacobinos. Aunque son verdaderamente tigres se comprehenden según el sistema de Lineo en la clase de gato ferocísimo e indomable que siempre está agitado de una sed ardiente de sangre, pero de sangre humana.

Jacobinos. Gente perdida, demócratas rabiosos que quisieran para perdernos afrancesarnos, desfanatizarnos, o descatolizarnos, que todo es uno: que los Pirineos se allanaran y que llegásemos a perder nuestra antigua fe y disciplina, nuestras costumbres graves, honestas y religiosas, y quitar a los Maragatos sus zaragüelles, a los Segovianos sus coletos, y a
todos los Españoles nuestra preciosa olla, y el
arroz con leche.

Jansenistas. Otra especie de gato no menos feroz, que aunque silvestre y montaraz por naturaleza, se hace doméstico y parece manso por la hipocresía y blandura con que anda y mueve sus garras. Algunos naturalistas los llaman Fariseos, como Saduceos a los de la especie anterior; y naturalistas hay que los tienen por variedades dentro de misma especie.

Jesuitas. Las tropas más aguerridas de Roma, que según los filósofos levantó un fanático guipuzcoano llamado el P. Ignacio de Loyola, a quien algunos Sumos Pontífices, también fanáticos, llamaron martillo de los herejes; pero que al fin fueron derrotadas y dispersadas por las estratagemas y artes de la luminosa y triunfante filosofía, cuyos sectarios reunidos con los Jansenistas en Bourg-Fontaine el año de 1621 levantaron planes y tomaron medidas para destruir de un golpe los ejércitos formidables de Ignacio. En muchos países se conserva todavía tan fresca la memoria y tan vivo el amor a estos fanáticos, que creen que su resurrección cortaría los males que sufrimos, y que jamás se hubiera verificado este desorden general, que agita la Europa si los jesuitas hubieran existido.

L

Liberales. Especie de Soldados de que sin conocerlo ellos mismos, se vale el enemigo; pelean medio desnudos y arrebujados solamente en algunas pieles salvajes. Sus armas consisten en una grande porra y unas flechas o lengüetas envenenadas que vuelan ligeramente con las plumas con que las arman. Son grandes zapadores y minadores y arrancan los más suntuosos y antiguos edificios en un momento.

Liberales (ideas). Entiéndese bajo este nombre todo lo que se dirige a quitar las trabas a los hombres. Se quiere por ejemplo que la ley mande, pero por un principio de la liberalidad de ideas se quiere que la ley mande a nuestro gusto y antojo; de suerte que si la ley nos incomoda en particular, no debe haber semejante ley. Esta manda que en la actualidad todos los mozos solteros tomen un fusil y se pongan en la fila que les corresponda según su talla, pero yo soltero aunque pueda servir de granadero no debo ir a la guerra, porque soy escritor, y como tal encargado de ilustrar y guiar al pueblo por la misión que yo mismo me he dado, y obligarme en estas circunstancias a tomar las armas, no solo sería la mayor mezquindad del mundo, sino privar a la nación de una de las guías más brillantes que con sus luces la han de sacar de los apuros en que se halla. ¡Porque adónde vamos a dar con los franceses que están matando los concisos, los semanaristas y otros escritores! Así que la salud de la misma patria, exige que los escritores estén exentos del servicio de las armas, aunque no tengamos quien recoja la cosecha, porque lo primero es lo primero, y antes es escribir que segar para comer el invierno que viene. Del mismo modo la nación quiere (y no hay duda en que lo quiere) que se conserve la religión de nuestros mayores, pero los escritores liberales ven que en estos deseos hay mucha mezquindad, como que las leyes que ellos intentan introducirnos en sus escritos son incompatibles con las leyes del evangelio, y como que este detesta las máximas de los novadores tanto como los novadores detestan las máximas del evangelio. ¿Y en esta lucha quién duda que debe ceder la nación toda y el mismo evangelio a la liberalidad de las ideas?

Libertad. En sentido filosófico es el poder el hombre, decir, hacer, pensar, escribir e imprimir libremente sin freno ni sujeción a ley alguna todo lo que le dé la gana: dar a Dios el culto que quiera y como quiera o no dárselo; tener derecho a ser católico, deísta, ateísta, moro, judío, sin que nadie se lo estorbe.

Libertad de imprenta. Según el reglamento aprobado y publicado por el Congreso Nacional, santa y buena: ojalá los efectos hubieran correspondido a los deseos e intenciones del Congreso. ¡De esta libertad de imprenta no hablamos en este diccionario, como ni de nada que en cien leguas toque al Congreso. Libertad pues de imprenta en el sentido en que la toman los filósofos, es la facultad de criticar y censurar seria o burlescamente los ritos, prácticas, creencias, establecimientos, y ministros de la religión, y la conducta de los reyes y la de sus ministros: que ya no existen. Esta libertad de imprenta es compatible con la adulación, y bajeza más infame cuando tiene que hablarse de algún Mandarín, que o puede echar a un filósofo a un presidio, no por arbitrariedad sino por justísimas razones, o puede darles algún buen destino.

M

Mahoma. No fue más que un Jefe de la escuela de su nombre, así como los otros cabezas de todos los sistemas religiosos sin distinción. Es muy recomendable entre los filósofos.

Mal (Dios del). Uno de los principios que repite e inculca a lo Maniqueo la doctrina de los filósofos para ahorrarse el trabajo de decir Dios a secas. Yo no sé que aspereza y dureza tiene esta palabra Dios para los filósofos que jamás la pronuncian, ni sé si esta resistencia consiste en la organización de su lengua o en que no creen que hay Dios. Pero si están seguros de que no lo hay, ¿por qué no le dicen claro de una vez? y saldremos del paso sin dar en adelante motivo a los fanáticos para que se escandalicen de este empeño de los filósofos.

Modas. Una especie de sifón o regadera construida en París muy útil y laudable, y que los filósofos economistas defienden contra los moralistas que se debe fomentar para la circulación del humor político que se halla estancado.

Molinistas. Sistema contradictorio de los jansenistas que es el que prevalece.

Monasterio (o conventos). Especie de café-fondas, asilo de ociosos según los filósofos, en donde sus individuos se entregan a todo género de placeres y deleites, sin más que hacer que rascarse la barriga como suele decirse. Tales son los colores con que quieren pintarnos a todos los sacerdotes, olvidándose de los grandes servicios que ha hecho el clero en todos los ramos. Lo extraño es que los Conventos y Monasterios no estén llenos de filósofos, que generalmente suelen ser voluptuosos, y amigos de los placeres, siguiendo en esto el impulso o instinto de nuestra naturaleza que dice según ellos que hemos nacido para gozar y nada más. Sin embargo de todo esto los filósofos no se meten frailes ni monjes, luego una de dos: o los filósofos son unos grandísimos embusteros, o aborrecen a los clérigos, y frailes, los ridiculizan y quieren hacerlos despreciables porque forman un ejército bien ordenado, que combatiendo incesantemente en favor de la religión católica, hacen ver su verdad, su santidad y divinidad y la ignorancia y calumnias de los nuevos filósofos. Ésta es la derecha.

Muerte. Según un filósofo coetáneo nuestro es un descanso inevitable, por consiguiente nada temible, aunque la superstición lo pinta como un espectro descarnado y espantoso que amenaza con un abismo de penas rabiosas. ¿Es ésta la doctrina del Mesías en quien creen los cristianos? Sería muy curioso saber si este filósofo en cierne pensará a la hora de la muerte del mismo modo, y si a ejemplo de su digno maestro Voltaire llamará a algún capuchino para aquietar los remordimientos de su conciencia; aunque me hago cargo de que los filósofos del día son más valientes que su maestro; prueba de ello es que un escritor nuestro el mismo día que ridiculizaba a un pobre Holandés que dejó su cama la noche del último bombardeo de Cádiz porque no quería morirse, se fue a la última casa del lugar con intención de dormir en ella; y cuidado que no es cuento.

N

Napoleón. Aunque vulgarmente se da este nombre a un insecto dañino y venenoso que toma todas las figuras y colores como el camaleón, es en realidad el fruto, el resultado y el producto de todas las especulaciones y operaciones más sublimes de la filosofía, y la demostración más clara de sus progresos.

O

Opinión pública. Todos los delirios y sueños de los filósofos, porque nada dicen, nada desean sino lo que dice y desea la nación. Así que opinión pública es un género almacenado en casa del semanario patriótico en donde se vende por arrobas o por quintales al moderadísimo precio de un si a todo lo que él dice. No puede darse género alguno a precio más equitativo.

Oriente (grande.) Quiere decir origen de la nueva y copiosa luz filosófica que ha de disipar las negras sombras de la superstición y del error: es título que se ha substituido al de gran maestre de los templarios: el que lo tiene vive oculto e inaccesible como el Gran Lama, pero los diplomas los firma siempre en un lugar muy claro.

P

Papa. El Sumo Pontífice, Vicario de Jesu-Cristo, Cabeza visible de la Iglesia a quien los filósofos y jansenistas tratan de convertir en monaguillo, y obligarle en caso que venga a Cádiz a pedir al Obispo de estas diócesi, licencias para decir misas, porque sus facultades se limitan según ellos al territorio de Roma.

Patriotismo. Amor ardiente a los sueldos, honores y mandos de la patria. Deseo de ilustrarla y sacarla de las preocupaciones de nuestros abuelos y de que se ponga en el candelero la brillante antorcha que la ilumine para que al resplandor de su luz se desvanezca como el humo la religión de Jesu-Cristo que es nuestro mayor enemigo, según el dictamen uniforme de nuestros regeneradores los filósofos.

Patriotismo. Hay tres especies descubiertas hasta ahora; hay patriotismo llamado necio, otro prudente, y el tercero que es el más puro, ha llegado a ser una ciencia de demostración, y puede llamarse rigurosamente la piedra filosofal. El patriotismo necio es el de aquellos bonancones Españolazos antiguos, verdaderamente majaderos, que a trueque de conservar pura su religión y mantenerse leales a su soberano Fernando VII, ni siquiera han querido tener la curiosidad de ver los bigotes de los gabachos, y lo han abandonado todo exponiéndose a morirse de hambre. Llamase necio porque esto de patriotismo ha llegado a ser como el juego del bis, bis que el que más pone, más pierde, y al fin el que todo lo pierde, o todo lo da, sin el todo se queda… el patriotismo prudente es el de aquellos que en esto de dar o hacer algún sacrificio, se van con tiento. ¡Eh! Veremos… ya he dado… alguna cosa más pudiera dar, pero es el demonio esto de dar para que coman los que no trabajan; y luego si uno supiera que se da para mantener al soldado, para los pobres enfermos de los hospitales, para los inválidos, santo y bueno; en este caso se quitaría uno la camisa; pero si dicen que lo que se da es para bordados, para regalarse los… y otras mil cosas. Bien mirado no se puede decir que discurren mal. El fino, o sea el científico patriotismo, es muy diferente de los otros dos, y a este pertenece una familia muy dilatada de patriotas verdaderos, que sin duda son los que nos han de salvar. Los que poseen esta especie de patriotismo, saben unir todos los extremos y atar todos los cabos, y son tan diestros que a fuerza de amar desinteresadamente a la patria, han logrado el tener a su disposición dos tesorerías, que son la del pobrete Pepe Botellas y la de la nación Española. De la de Pepe han disfrutado mientras ha existido y han estado corrientes las pagas, o las cosas de la España presentaban mal semblante, en cuyo tiempo a fuer de buenos servidores y leales patriotas de allá de su tierra, han servido fielmente y doblado su rodilla ante su adorado Pepito; y cuando allí se acabó el dinero y supieron que los Españoles conseguían algunas ventajas y podría suceder lo de diablos son bolos, entonces logrando por medio de algunos amigotes, que madrugaron un poco más que ellos, los correspondientes pasaportes, se han venido unos tras otros, y sin tropezar y sin preguntar en donde está la tesorería, se van a ella como si toda la vida hubieran estado en Cádiz. A los profesores de esta sublime ciencia no les impide el haber servido a Pepe para obtener aquí sus empleos, ni el haber estado en París y tenido quizá trato con Taillerán y aún con Napoleón para que vengan aquí y tercien con los majaderos de la primera especie a quienes acaso creen que honran con su trato. Con este patriotismo es compatible decir (¡como si aquí no supiéramos las cosas!) los que hemos tenido la fortuna desde los principios de seguir la buena causa, no obstante haber hecho mil habilidades dentro, aunque no muy adentro de Francia. Con él finalmente puede uno haber sido en tiempo hábil huyendo de España a París, volver luego a Madrid, ser empleado por el tío Pepe con uno de los mejores empleos, y desde Madrid pasar a Cádiz con pasaporte o sin él y en Cádiz hablar mal de los frailes, y verter delante de cualquiera trozos enteros del herético y blasfemo libro intitulado L’Anti Moine, sin que sea del caso decir si los echa por el texto latino o el francés; con lo que en buen castellano se dice que está escrito en las dos lenguas. ¡Éste sí que es patriotismo! ¡y ésta sí que es erudición!

Patriota. El Cosmopolita que sin ser moro, ni cristiano, Francés, ni Español es del que le paga. Es sinónimo de Don Pedro Lomas y Mora, que fue corregidor de Madrid por Carlos IV, por Fernando VII, por Murat, por la Junta Central, por el tío Pepe y quien sabe si lo volverá a ser cuando vayamos por allá

Preocupación. Ideas, doctrinas, o creencias que nos ocupan antes, como el bautismo que recibimos antes de la razón, y el catecismo que decoramos antes que la filosofía.

Providencia. En sentido filosófico es un barranco profundo y espantoso que mete tal grima a los filósofos, que temerosos de despeñarse, no se atreven ni a pronunciar entera la palabra, así que siempre dicen providencia sin añadir divina que es como decían nuestros abuelos. Pero por cuanto hay muchos hombres maliciosos que creerán que el no mentar jamás a Dios los filósofos y el empeño que se nota en todos sus escritos de borrar de nuestras almas la idea de Dios, es porque creen que no le hay, debo advertirles en conciencia que el silencio que observan en este punto, consiste no tanto en creer que no le hay, aunque buenas ganas tienen de quitarle de en medio a cuanto en el respeto con que le miran que es mucho mayor que el que le tienen los hipócritas y supersticiosos, esto es los Católicos. Esto se confirma con el voto de excepción de uno, que aunque ni es ningún Santo Padre, ni ningún Padre Santo, en todos los demás sentidos es Padre; este es el tan celebrado como religioso Padre Estala, quien en cierta ocasión quejándose de que se le tuviese por hombre inmoral e irreligioso porque nunca decía misa ni nunca rezaba, decía y con mucha razón en opinión de algunos que le oían, que él probaría a los fanáticos que el no decir misa en todo el año, era una prueba evidente y clara de que tenía más religión que ellos; pues el respeto con que miraba el sacrificio de la misa, era el que le retraía de celebrar. ¡Que digan ahora que Estala y sus discípulos no tienen religión! Bien es verdad que hay entre ellos quienes no sienten el que se les diga que no la tienen, con tal que no los tengan por tontos, que esta es una injuria que no la pueden sufrir con toda su filosofía, y no dicen mal, porque de un tonto ningún partido se puede sacar, cuando un filósofo solo puede trastornar el mundo entero, destronar reyes y acabar con todos los Pontífices y Sacerdotes, mantenedores de la ignorancia y la superstición. Y para que no se crea que esto es hablar de memoria, no gordo pero si lucido, anda por el mundo uno de estos filósofos a quien diciéndole un amigo que le habían delatado a la Inquisición por un papel, respondió: ¿Sabes si han dicho que soy tonto? Eso no; antes han dicho que es lástima no emplees mejor los talentos que Dios te ha dado; ¡Ah! pues una vez, replicó, que no digan que soy tonto, déjalos que digan lo que quieran. ¡Qué gentecilla esta, amados lectores!

Público. El concurso de oficinistas, periodistas, e inquilinos de los cafés y más desocupados, que asisten al teatro a los cuales llaman los cómicos respetable público.

Pueblo. Colección de figuras o muñecones que traen los titiriteros a cuestas, según los filósofos.

R

Razón. Brindis filosófico de un espíritu fuerte de opio que embriaga y adormece a unos, y enfurece a otros: se diferencia del brindis del vino en que no se dice, hacer la razón sino formar la razón. Dase también el nombre de razón al palo del ciego.

Roma. Pueblo glorioso y conquistador contra el cual se van levantando los espíritus fuertes, según aquel texto impreso en 1810, que dice.

¡Ay del alcázar que al error fundaron
La estúpida ignorancia y tiranía!
El volcán reventó, y en su porfía
Los soberbios cimientos vacilaron.
¿Qué es del monstruo, decid, inmundo y feo
Que abortó el Dios del mal, y que insolente
Sobre el despedazado Capitolio
A devorar el mundo impunemente
Osó fundar su abominable solio?
Dura, sí; mas su inmenso poderío
Desplomando se va; pero su ruina
Mostrará largamente sus estragos.

Antes ciegue el autor que tal vea; pero no lo verá que gracias a Dios son pocos los Españoles que piensen como este Poeta o lo que fuere. En la Henriada de Voltaire en el canto quinto creo se hallan los padres o progenitores de estos versos.

Rutina. El examen de los antecedentes de un negocio para decidir con pulso y madurez: sistema abominable según los filósofos, que deciden en un momento en un asunto que se está trabajando hace tres o cuatro siglos sin que nadie se haya atrevido a resolverlo.

Rutina. La marcha que por costumbre se sigue en todas las cosas. Los filósofos dicen que es perjudicial por el tiempo que se pierde, y esto se ve claro en el siguiente ejemplo. Pedro vive en la calle de Capuchinos, y tiene obligación de ir todos los días a la Aduana; por rutina sigue siempre la calle adelante hasta San Francisco, y desde aquí baja a la Aduana. Esta es la rutina; pues ahora bien ¿quién no ve que se ganaría mucho tiempo si en lugar de ir por este camino, se derribasen desde su casa todas las que le sirven de estorbo para ir línea recta a la Aduana? Esto es precisamente lo que quieren los que tanto claman contra la rutina, y en verdad que tienen razón, porque es menor la distancia que hay desde Capuchinos a la Aduana por el aire que por la calle. ¿Pero y las casas se han de echar abajo porque Pedro llegue cinco minutos antes a su destino? No hay inconveniente en ello. Aplíquese este ejemplo a la marcha de todos los negocios, y apúntese al margen lo que quieren los novadores; por mi cuenta que será hermoso el resultado,

S

Sabio. Cualquiera que haya leído y esté empapado en Voltaire, Rouseau, Condillac, Condorcet, y otros libros de esta laya que a los rudos e ignorantes, prohíbe la Santa Inquisición.

Salvación. Palabra que no sale de la boca de los hipócritas, y que esperan los pecadores más obstinados.

Semanario (Patriótico.) Fiebre intermitente mucho más terrible que la terciana y cuartana, por ser contagiosa e incurable; al presente reina en Cádiz y hace más estragos que la fiebre amarilla.

Silogismo (Robespierrico.) Es una demostración geométrica que nada prueba, pero tan concluyente que basta un solo silogismo para ahorcar aunque sea a un ministro. Ejemplo o modelo de este nuevo modo de argüir. El que se oponga a la Santa, Sacrosanta, Divina, y Omnipotente ley de la libertad de la Imprenta que es de derecho natural y divino, sancionada por Dios, y mandada establecer por el pueblo a sus representantes, es reo de lesa soberanía nacional, y por consiguiente digno de ser ahorcado inmediatamente; es así que el proterbo y monstruo del ministro de gracia y justicia se opone a esta ley, ergo debe ser ahorcado. Este argumento se parece a este otro

    Zampatorta fue por leña
    Y se le perdió el morral;
Ergo La Virgen fue concebida
    Sin pecado original.

¿Quién le ha dicho al Robespierre Español o al demonio que ha tomado este nombre, que la ley de la Imprenta es santa, Sacrosanta, Divina, Omnipotente, de derecho natural y divino, sancionada por el mismo Dios, y mandada publicar por los pueblos a sus representantes? ¿En dónde están las pruebas de tantos absurdos y blasfemias? Pues qué, ¿no hay más que decir disparates a la faz de todo el mundo, dejando el cuidado de probarlos a los lectores? Según la lógica Robespierriaca deberemos decir que Voltaire, Diderot y todos los enciclopedistas promulgadores de esta Santa, Divina, Omnipotente ley, sancionada por el mismo Dios, fueron unos santos cumplidores de la ley divina, y que los Sumos Pontífices que prohibieron esta Santa y Divina ley, deberían ser ahorcados &c. Debiendo decir lo mismo de los padres del concilio tridentino que prohibieron varios libros de herejes, y lo mismo de los representantes que se opusieron a su establecimiento. ¡Y el Robespierre se dice amigo de las leyes, y que sin la libertad de la Imprenta como él la entiende se disuelve el estado! ¡Desdichada nación si el Congreso la entendiese como la entiende el Robespierre! Concluyamos pues con decir que si el Robespierre no demuestra la verdad de los antecedentes de su argumento, debe por la pena del talión ser ahorcado inmediatamente, y sea quien fuere: ora se llame Pedro Álvarez, Pascacio, o demonio, ora sea carnicero, ora médico de algún hospital. ¿Y lo demostrará el Robespierre? No: pues a la horca con él.

Superstición. Dase este nombre por los filósofos a toda práctica religiosa, como rezar el rosario, oír misa, frecuentar los sacramentos, rezar las Ave María, decir Amén Jesús al fin del Padre Nuestro y Ave María porque la iglesia dice solamente amén:{1}, tener devoción a los sagrados corazones de Jesus y de María:{2} la advocación de la Virgen, tomar agua bendita, santiguarse al salir de casa &c. Bajo esta palabra, en fin, se entiende todo lo que no dicta su razón a los hombres de sublimes talentos y conocimientos profundos, esto es, lo que (según la credulidad vulgar de los católicos) ha revelado nuestro Dios a doce pescadores y gentecilla semejante; y las máximas y ritos que en su consecuencia establecieron cuatro clérigos y frailes, ya fanáticos ya gazmoños e interesados. Así que la palabra superstición (super statuta religio) es la contradictoria de religión natural, deísmo, sistema de la naturaleza, que es lo que nos quieren regalar los caballeros filósofos.

U

Urquijo. Un órgano ruidoso y poco agradable a los verdaderos católicos, que a la muerte del Papa tocaron varios jansenistas y filósofos.

Verdad. Moneda pura y legítima que si los maestros del arte no la ensayan y tocan a la piedra angular, se falsifica y contrahace geométricamente por una inundación de monederos falsos.

Virtud. Es la verdad práctica y por lo mismo expuesta como ella a la misma falsificación, la cual se comprueba del mismo modo.

Y

Igualdad. Cierto jarabe, lamedor, o almíbar para engañar a los niños golosos. Los predicadores de la igualdad, en llegando a ser algo en el mundo, son más soberbios que Lucifer; hay muchos ejemplos de esta verdad. Pregúnteseles entonces si somos iguales.

Incorruptibles. Es nombre que se dan a sí mismos ciertos hombres, que apestando desde una legua, inficionan la atmósfera, corrompen cuanto tocan, y sin embargo se creen tan sanos que en su opinión, aunque se revuelquen día y noche en un cenagal de vicios y corrupción, ni siquiera llegan a mancharse. ¡Tan ilusos están! pero la verdad es que su incorruptibilidad es una enfermedad que ataca primero a la cabeza, de esta pasa al corazón y del corazón a la lengua: tiene mucha semejanza con el gálico, y su origen por todos cuatro costados es francés. Son tales los estragos que hace, que no tiene cura, si no se aplica pronto, pronto una receta especialísima que conserva en su Biblioteca un tribunal que allá nuestros abuelos llamaban Inquisición.

Inquisición. Un tribunal que instituyeron nuestros padres; para que como ante-mural de la Religión Católica, Apostólica Romana, celara que la filosofía no hablase ni escribiese contra su divinidad y pureza; y que de los doce millones de almas, que comprehende la España, los diez millones ochocientos mil y pico largo de almas, queremos que se conserve, contra todo el empeño de los filósofos en extinguirlo, como tribunal inhumano y compuesto de hombres fanáticos, perseguidores de las luces y progresos del entendimiento humano; protestando que los verdaderos inhumanos, sanguinarios y enemigos de las verdaderas luces son los filósofos con quienes no queremos trato ni comunicación alguna, ínterin no piensen a la Española antigua.

S. C. T.

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{1} Sobre esto de Jesusear decía maravillas en unas notas a un catecismo un azotado, que también los azotados entienden de estas cosas.

{2} Esta es una idolatría escandalosa, y cuidado que se puede probar con todos los padres, no santos, que asistieron a cierto pastucho que se celebró allá en Pistoya.

[ Versión íntegra del texto contenido en un opúsculo de 22 páginas impreso en Cádiz en 1811. ]