Filosofía en español 
Filosofía en español

Ricardo López Arcilla

A Huarte
Composición dedicada al Doctor D. Ildefonso Martínez

conservada manuscrita hasta quedar aquí publicada en noviembre de 2020
 

Ricardo López Arcillaz

 

 

 

 El genio solo a eternizarse alcanza,
y como el Sol, eterno resplandece:
al porvenir su pensamiento lanza,
que con el polvo de los siglos crece,
y en las alas del tiempo suspendido
vuela sobre las cimas del olvido.
(G. G. Avellaneda.) 

 

 Tu sepulcro abandona
genio sublime a quien el orbe admira:
la espléndida corona
que en torno a tu sien radiante gira,
vivísimos fulgores
a torrentes derrame por el suelo
eclipsando del sol los resplandores
que arroja ardiente en la mitad del cielo.

 La luz esplendorosa
de esa corona que mi mente inflama
es un rayo tan solo desprendido
de la gigante llama
que el soplo del Señor hubo encendido
en tu mente magnífica y grandiosa
que del genio del hombre poderosa
el Examen sublime ha producido.

 Ese libro inmortal que las naciones
con orgullo traducen en su idioma,
y admiran sin cesar sus perfecciones
agotando millares de ediciones
que el pueblo entero con asombro toma.

 Ese libro que boga por el mundo
de riqueza científica cargado
al través de los siglos que desploma,
como nave gentil de joyas llena
que surca grave por el mar profundo
resistiendo el empuje furibundo
de las ondas que braman en la arena.

 Libro gigante en que medita el sabio,
y el filósofo estudia noche y día
para ahogar en su mente algún resabio
indigno de su gran sabiduría.

 Libro a quien deben las naciones todas
intrépidos guerreros
y gentiles y buenos ciudadanos
que defienden de torpes extranjeros
la gloria hermosa de los patrios fueros
que han conquistado con sus propias manos.

 Libro grande, divino,
cuya lectura el entusiasmo excita
y el espíritu eleva hasta las nubes
do le muestra querubes
que describe en lenguaje peregrino;
o en sesgo repentino
en la negra mansión le precipita
do Satanás habita,
haciéndole patente su torpeza
y la horrible figura
de su tronco, sus miembros y cabeza.

 En sus páginas brilla la hermosura
del idioma expresivo de Cervantes,
y es a veces tan grande su dulzura
que parece un arroyo que murmura
entre flores silvestres abundantes.

 ¿Quién leyéndole atento no se admira
en él mirando la grandeza humana?

 ¿Quién sabiendo su historia no suspira?

 La Inquisición su ira
¡ay! en él descargó con furia insana.

        —o—

 Ese tribunal horrendo
de maldades e injusticia,
a quien siempre la malicia
en sus actos presidió;
a quien todos detestamos
por sus inicuos convenios,
en el Examen de Ingenios
su negra mano estampó.

        —o—

 Y rasgando algunas hojas
de sublimes creaciones
que pintaban las pasiones
del divino Redentor,
extendió sus negras sombras
por la terrenal estancia
aumentando la ignorancia
de la que era protector.

        —o—

 Él manchó nuestro embeleso
con sus tintas infernales,
las censuras más brutales
sin reparo haciendo del [sic],
destruyó los pensamientos
que hasta al mismo Dios elevan,
y al alma extasiada llevan
hasta su regio dosel.

 Tribunal maldito, infame,
que gozas dando tormento
al cuerpo y al pensamiento
que hasta Dios quiere volar;
¿qué vistes en el Examen
de los Ingenios del hombre
para borrar con tu nombre
su belleza singular?

        —o—

 ¿Atacaba por ventura
con su original doctrina
la belleza peregrina
de la santa religión?
¿despojaba al Ser Supremo
con argumentos astutos
de sus grandes atributos
en toda la creación?
de ningún modo; la obra
del divino Juan Huarte
es un firme baluarte
de la grandeza de Dios:
en ella está demostrada
con claridad y con fuego,
sin el fanatismo ciego
que suele seguirla empós.

        —o—

 Por ella conoce el hombre
del hombre-Dios la estructura,
y contempla su hermosura
con encanto celestial.

 Todo en él es armonía,
todo en él es escogido,
y como él nadie ha nacido
tan perfecto y tan cabal.

 Por eso, aunque Dios no fuera
sería el mejor de todos,
y el hombre de todos modos
le amaría con ardor;
porque su saber inmenso
ninguno igualar podría,
y con precisión sería
del orbe entero señor.

        —o—

 ¡Y tú Inquisición tirana
esas ideas borraste
y aun las hojas arrancaste
de ese libro original!

 ¡Y no tuviste respeto
al ingenio soberano
que en él reveló el arcano
del hombre intelectual!

 Maldita de Dios mil veces
institución execrable
de sangre siempre insaciable
y de ignorancia voraz;
por ti los hombres padecen
insoportables tormentos,
y se aterran los talentos
al mirar tu horrenda faz.

        —o—

 Por ti las ciencias deploran
millares de obras perdidas
que en tus cuevas escondidas
abrasaste con furor,
arrojando a los ingenios
en la hoguera que formaban
porque al hombre revelaban
mil arcanos con valor.

Huarte empero de tus fieras garras
para bien de los hombres se libró,
y ostentando sus fuerzas más bizarras
el Examen de Ingenios escribió.

        —o—

 Valiente y sabio sin temor ninguno
publicó por doquiera la verdad,
que era libre y honrado cual tribuno
que defiende la santa libertad.

        —o—

 Por eso con valor del pensamiento
la vil cadena consiguió romper
elevándole audaz al firmamento
para hacerle su origen comprender.

        —o—

 Y por eso el arcano misterioso
que en sí oculta la humana creación
descubrió con talento prodigioso
en sus horas de atenta observación.

        —o—

 Y marcando las formas exteriores
que presentan los hombres por doquier,
demostró los ingenios ulteriores
que tras de ellas se llegan a esconder.

        —o—

 Revelación sublime y misteriosa
digna de un Dios como el excelso Juan,
yo te saludo en la nación gloriosa
formada un tiempo por el fuerte Hispán.

        —o—

 Yo te consagro con amor mi lira
para cantarte con tu ilustre autor
a quien el orbe con encanto mira
como a un sabio y dulcísimo escritor.

 Digno es por cierto de tan gran renombre
quien conoce con tanta exactitud
los misterios orgánicos que al hombre
encaminan al vicio o a la virtud.

        —o—

 Quien produjo en el mundo con su examen
una extensa y triunfal revolución
a pesar del estúpido dictamen
que sobre él arrojó la Inquisición.

        —o—

 Quien supo discernir con tanto tino
los talentos que brotan sin cesar,
y marcar para todos el camino
que deben en la vida atravesar.

        —o—

 Quien cual águila audaz remontó él,
al espíritu humano del Señor
con mano firme descorriendo el velo
que le ocultaba de tan sabio autor.

        —o—

 Y pues nadie en el mundo le ha excedido
en la ciencia del hombre intelectual,
quiero cantarle de entusiasmo henchido
al compás de mi lira de cristal.

        —o—

 Y tú joven que igualmente
le veneras como yo,
reproduces con esmero
su divina producción.

 Con bellas notas aclaras
las ideas del autor,
revelando en todas ellas
tu fecunda erudición.

 Con noble fuego defiendes
la gloria de Juan de Dios,
dando abundantes razones
en tu hermosa introducción.

 Sigamos joven, sigamos,
nuestra tarea los dos
dando a conocer las obras
del territorio Español,
tú aclarando sus bellezas
con lenguaje seductor,
y yo cantando en mi lira
lo que han sido y lo que son.

 Quizás la sátira en pago
nos clave su diente atroz
tan solamente animada
de miserable rencor.

 Pero si es así no temas,
que la luz de la razón
no la empañan las tinieblas
de la injuria y del error.

 [rubricado] Ricardo López Arcilla

{ Transcripción íntegra y exacta, por María José Ordóñez Vergara, del texto contenido en el manuscrito conservado en la Biblioteca Histórica de la Universidad Complutense, BP AP 4-37: “López Arcilla, Ricardo. A Huarte. Composicion dedicada al Doctor D. Ildefonso Martínez. Manuscrito en castellano. 1 cuadernillo con tapas cosido. 8 h. 15 x 20 cm.” Las palabras subrayadas en el manuscrito van en cursiva. }

«Conclusión. Al terminar estas notas y con ellas la publicación de mis Ensayos Poéticos, debo manifestar que aun cuando tengo publicadas otras muchas poesías líricas no las he dado entrada en esta colección por no hallarlas conformes con mis actuales ideas y sentimientos, especialmente la que se halla consagrada a Huarte, y por consiguiente las rechazo y considero como no existentes para mí, excepto alguna que otra que versa sobre asuntos médicos, que no figura en esta colección, por que por su índole esencialmente didáctica no se halla en armonía con esta obra.» Ricardo López Arcilla, Ensayos poéticos, Imprenta de Andrés Calzada, Toro 1860, páginas 515-516.