Filosofía en español 
Filosofía en español

Ildefonso Martínez Fernández

Discurso pronunciado en el aniversario de la muerte de D. Rafael del Riego
(el día 7 de noviembre de 1854, en la Plaza de Riego de Madrid, olim Plaza de la Cebada)

conservado manuscrito hasta quedar aquí publicado en octubre de 2020
 

«Nº. 3º

Ildefonso Martínez

Invitado por varios de sus amigos, el joven asturiano D. Ildefonso Martínez, para que dirigiese algunas palabras ante el catafalco, de su paisano el desgraciado D. Rafael del Riego, pronunció un breve y enérgico discurso, relatando la vida militar y política de tan distinguido patricio, y que en resumen es como sigue: “Pueblo de Madrid, pueblo victorioso y heroico de los días 18, 19 y 20 de julio, escucha una voz amiga, pura de pasión, llena de justicia, amante de la verdad. Contemplad, ciudadanos, este catafalco colocado en el sitio del ignominioso patíbulo, mirad ese retrato y esos trofeos, que no son más que la apoteosis de un mártir de la libertad, de una de las muchas víctimas de la tiranía de Fernando, de uno de los más generosos, mejor diré, del más esforzado e ínclito de los liberales, del inmortal Riego, en fin. Aprende ¡oh! pueblo en lo que vienen a parar los servicios hechos a la nación, a la libertad, en las épocas borrascosas y terribles de la tiranía: aprended todos en este triste ejemplo, la veleidad de la fortuna, el rencor de los tiranos, la fuerza y la violencia ejercida contra los libres. Escuchad, patriotas, el pago que los reyes dan a sus leales servidores, en el día del triunfo de sus prerrogativas, y escarmentad en este ejemplo a no ser débiles ni tímidos para combatir y castigar la traición, él para sufrir en cambio de este servicio un afrentoso suplicio. Así pagó Fernando 7° la lealtad de Riego. ¿Cuándo un rey de otro modo pagó? Bien es cierto, que como ha dicho muy elocuentemente un joven orador, Fernando fue un tirano, fue más, el oprobio de la humanidad.

Recordad, Señores, que la calumnia, que las envidias, que las rivalidades también sirvieron para sacrificar a Riego: por calumnias y por republicano le quitaron el mando de Zaragoza, por calumnias, por suspicacia, disolvieron el ejército constitucional de la Isla: por calumnias, por engaños hiciéronle sospechoso al pueblo, y todo ¿por quién? Por los moderados, por esa raza servil, que ha hecho más daño que los mismos realistas, y que a fuerza de gritar que Riego era anarquista, sedujeron hasta el virtuoso Argüelles con sus famosas páginas, páginas que se sellaron con sangre y sangre generosa en este mismo sitio, quizá en esta misma hora, hoy hace treinta y un años.

Trasladose el gobierno constitucional a Andalucía, Riego era diputado y como tal votó la traslación del Rey de Sevilla a Cádiz, fue encargado de su escolta, y cuando todo estaba perdido, los moderados, los de siempre, los que tanto le habían calumniado, le llamaron para salvar la libertad que ellos habían vendido, que ellos habían perdido, y Riego generoso y honrado olvida, perdona y con una abnegación digna de un romano, se presenta en holocausto, en sacrificio, por salvar la libertad que tanto amaba, la libertad que tan heroicamente había proclamado en Las Cabezas de S. Juan. Despídese de sus amigos y anegado en llanto les exclama “¡me sacrifican, me sacrifican! ¿pero qué he de hacer?… Soy Riego, soy liberal, no puedo faltar a mis antecedentes”.

Consecuente con ellos se dirige a Extremadura y lleno de fatiga y de privaciones descansa en la venta de Jódar, nombre bien vulgar entonces, hoy célebre por haber sido en ella arrestado, el inmortal caudillo, por quien veis levantado este catafalco.

Riego era militar, pide ser acogido a las capitulaciones, y los franceses que han llevado el pendón de la libertad por todo el mundo, tienen sobre su frente la fea mancha de haberle dejado asesinar jurídicamente: bien es verdad, que los Cien Mil Hijos de S. Luis habían venido a combatir en España contra la libertad y a afirmar la tiranía de un rey perjuro.

Fórmanle causa, enciérranle en el Seminario de Nobles, privándole de barbero y hasta de cristales para que no se suicidase y ¿qué hace nuestro héroe? “Miserables, exclama, creen que me voy a suicidar, no, no por cierto, pertenezco a un partido, soy liberal, soy cristiano, no haré semejante bajeza”.

Hácenle cargos, pide pruebas y se le dan veinte y cuatro horas, cuarenta y ocho, tres días, para que las pruebas se vean en Sevilla… le sentencian a muerte y viene a este mismo sitio, escuchadlo señores, viene a este mismo sitio arrastrado en un serón el que tres años antes había sido conducido en triunfo y su carro tirado por generales. Aquí, ciudadanos, exhaló su último suspiro, aquí fue su último día, día pequeño en la realidad, pero grande en la memoria de las generaciones, porque ha pasado a la historia y a la inmortalidad.

Aprende, pueblo español: la lección es elocuente, muy elocuente, más elocuente que mis palabras, ayer un cadalso hoy un altar, y es que el inocente clama, la víctima da testimonio del verdugo, la libertad hoy conquistada, ha ennoblecido el cadalso, honrando la memoria del jefe del liberalismo y condenando al mismo tiempo a la tiranía y al tirano.

Aprende, ¡oh! pueblo, levanta también tu frente y mira con horror la pena de muerte por delitos políticos, porque esta pena es injusta, es ilegal, es atentatoria, y lo es porque el pensamiento, porque la conciencia, no pueden tener, no deben tener otro juez, otra pena que el pensamiento, que la conciencia universal, y el hombre y la sociedad que no dan la vida, ni pueden ni deben quitarla, porque también la posteridad tiene un Apoteosis para las opiniones, haciendo hoy héroes a los que ayer murieron como traidores. Finalmente, sírvaos ciudadanos, este martirologio para respetaros mutuamente, para amaros como hermanos, vivir unidos, y compuestos. ¡Alerta con los encizañadores! Si sois sufridos y valientes con abnegación, desafiad la tiranía, y si ésta os amenaza, combatidla en las calles, con valor, con energía, con ardimiento, y si es preciso morir, muramos combatiendo, y no en el cadalso, exhalemos nuestro último suspiro con la fe en nuestros corazones y las palabras de Patria y Libertad en nuestros labios.”

Tales han sido poco más o menos las ideas vertidas en el momento de la improvisación, con alguna que otra variante propia, de quien después de pronunciado un discurso de circunstancias, y casi obligado, ha tenido que fiar a la memoria las palabras y las ideas, para después escribirlas en obsequio de sus amigos.»

{ Transcripción íntegra y exacta, por María José Ordóñez Vergara, del texto contenido en el manuscrito conservado en la Biblioteca Histórica de la Universidad Complutense, BP AP 4-44: “[Discurso pronunciado por D. Ildefonso Martínez en el aniversario de la muerte de D. Rafael del Riego], Manuscrito autógrafo. El título consta en la carpetilla. [4] h. 22’7 x 16 cm. y 21 x 15’5 cm.” Las palabras subrayadas en el manuscrito van en cursiva. }