Filosofía en español 
Filosofía en español

Luis Araquistain, El peligro yanqui, Madrid 1921, páginas 45-48

La evolución social · I

Los caballeros del trabajo

Los Estados Unidos del Norte de América forman el baluarte más fuerte del capitalismo. En ninguna parte la clase capitalista es más poderosa ni está mejor organizada, en ninguna parte la clase obrera tiene menos conciencia de clase. La razón de esto estriba en el estado económico del país. Mientras había tierra disponible y la industria y el comercio no estaban tan concentrados, siempre existía la posibilidad de que un simple obrero pasase a condición de propietario. Para la inmensa mayoría de los obreros eso es ya difícil, si no imposible. ¿Se resignarán a su suerte? ¿Tratarán de subvertir el régimen social vigente? ¿Qué signos se observan en el movimiento obrero norteamericano? La cuestión, aunque indiferente al parecer, por lo lejana, es de gran importancia, porque los Estados Unidos representan ahora la derecha social frente a Rusia, que es la extrema izquierda –el resto de Europa simboliza el centro, un anhelo de conciliación–, y lo que allí acontezca ha de tener resonante repercusión en el mundo entero. Bueno será, pues, adquirir una idea del volumen y el espíritu del movimiento obrero en la república norteamericana.

La agitación obrera ha seguido en los Estados Unidos dos tendencias universales: una política y una sindical. Por la acción política se ha querido transformar o simplemente mejorar la sociedad mediante nuevas leyes. Por la acción sindical se ha buscado el mismo fin mediante la lucha o acción, directa entre obreros y patronos. Ninguna de estas dos tendencias es pura; la acción política o indirecta a través del Estado va vinculada con frecuencia a la acción directa o social, y viceversa. Pero cada tendencia suele encarnar en organizaciones distintas, a veces aliadas, a veces hostiles. La clase obrera norteamericana no ha acertado hasta ahora a concentrarse en un gran cauce político. Su fuerza se ha dispersado y malogrado en infinitos canales. Bastará mencionar algunos de los partidos de significación obrera que aparecen en los Estados Unidos durante el siglo XIX y lo que va del XX: Association of Working People of New Castle County, Citizens'Alliance, National Greenback Labor Party, Greenback Party, Labor Party of Illinois, Labor Party of Newark, League of Deliverance, National Party, National Reform Association, National Union Labor Party, New Democracy, New England Association of Farmers, Mechanics and Other Workingmen; New England Working Men's Association, People's Party, Progressive Democracy, Progressive Labor Party, Radical Labor Party, Revolutionary Socialist Party, Social Democratic Party, Social Democratic Party of North America, Social Party, Socialist Labor Party, United Labor Party, Workingmen's Party, Workingmen's Party of California, Workingmen's Party of the United States. Y no está completa la lista. Esta abundancia de organizaciones políticas prueba que la clase obrera no ha podido construir aún el partido que rivalice y luche por el Poder con los dos grandes partidos nacionales: el democrático y el republicano, las dos piernas del Estado. Pero del desenvolvimiento político de la clase obrera norteamericana hemos de hablar más adelante.

En cambio, el desarrollo gremial o sindical ha sido más orgánico y eficiente. Durante casi un siglo, el esfuerzo de la clase obrera norteamericana se concentra principalmente en la organización de Sindicatos locales por oficios. Estos Sindicatos se unen en Federaciones nacionales, y en 1881 surge la idea de constituir una Federación de Federaciones. Pero no cuaja plenamente hasta 1886, en que se forma la poderosa Federación Americana del Trabajo.

Esta organización significa una especie de aristocracia obrera. Su origen es el siguiente: De 1873 a 1879 hubo una gran depresión industrial, que aprovecharon los patronos para «dar la batalla», como ahora se dice, a los Sindicatos. A fuerza de cierres de fábricas y de listas negras, lograron, en efecto, reducir a polvo las organizaciones obreras. La persecución fue tan sañuda, que según un historiador de ese período, era «muy difícil encontrar socios serios y activos que quisieran servir en los Comités». A la lucha franca y a plena luz sucedió entonces el combate alevoso y en la sombra. Al Sindicato público reemplazó el Sindicato secreto, especie de masonería, donde los socios se juramentaban y se conocían por contraseñas y signos especiales al estrecharse la mano. Una de estas organizaciones secretas, la de los Molly Maguires, de origen irlandés, compuesta de mineros de carbón, mató numerosos patronos. Pero la más conocida y la de mayor influencia fue la denominada Noble Orden de los Caballeros del Trabajo. Esta organización no quería «conflicto con una Empresa legítima, ni antagonismo con el capital necesario», sino «el apoyo de leyes hechas para armonizar los intereses del trabajo y el capital». Pocos años después de su creación, la Orden de los Caballeros del Trabajo dejó de ser secreta y en 1886 alcanzó su máximo poder: 700.000 asociados.

Pero esta organización estaba compuesta principalmente de obreros no cualificados. Para sus fundadores y organizadores, todo obrero merecía igual atención y acaso más los no cualificados, los que carecían de oficio determinado, los peones, por su mayor indefensión en la lucha con los patronos. Naturalmente, esta solidaridad dañaba a los obreros cualificados, y pronto decidieron de nuevo sindicarse aparte, por oficios, y combatir por cuenta propia, libres del lastre, débil y fácilmente sustituible, de los no cualificados. Era la lucha de clases dentro de la propia clase obrera. La enemistad entre los Sindicatos gremiales y los Caballeros del Trabajo se hizo más aguda cada vez, sin que todas las tentativas de paz y armonía dieran resultado alguno. La alianza de los Sindicatos, en cambio, se fue haciendo más estrecha, hasta que en 1881 se constituyó la Federación de los oficios organizados, y en 1886, de manera más sólida y permanente, la Federación Americana del Trabajo. Los Caballeros del Trabajo comenzaron a declinar rápidamente, y con el tiempo se transformaron en una asociación más política que económica. De ella han salido los Trabajadores Industriales del Mundo, de Chicago –la Barcelona norteamericana–, organización de tipo sindicalista, y seria rival de la Federación Americana del Trabajo, esta especie de pequeña burguesía proletaria, si se nos permite el contrasentido.