Filosofía en español 
Filosofía en español

Emeterio Valverde Téllez (1864-1948) · Crítica filosófica o Estudio bibliográfico y crítico de las obras de Filosofía escritas, traducidas o publicadas en México desde el siglo XVI hasta nuestros días (1904)


Capítulo XXVIII

El Alma Humana

I
«Apuntes»

EL Señor Doctor en Medicina D. Jesús Díaz de León, es vecino, y no sabemos si oriundo de Aguascalientes. A juzgar por su libro, del cual vamos a tratar en este capítulo, es hombre estudioso y observador; más, nos parece que por desgracia ha sido víctima o de los malos libros o de la propia alucinación, en puntos filosóficos de grave trascendencia.

Entre otras obras que nombraremos después, ha escrito: Apuntes para una Tesis sobre la Inmortalidad del Alma, | por el Dr. Jesús Díaz de León, | Socio honorario de la «Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística»; Corresponsal de la «Sociedad Mexicana de Historia Natural», Miembro de la Royal Asiatic Society of Great Britain and Ireland, y de otras muchas sociedades científicas y literarias de México, Italia, Francia, Inglaterra, España, Portugal, Austria, Baviera, Indostán, San Salvador y Estados Unidos del Norte. | Edición especial de «El Instructor.» | 1894. | Aguascalientes. | Tip. de J. Díaz de León, a c. de Ricardo Rodríguez Romo. | Calle de Zavala letra C.

Satisfecho pudiera estar el hombre más ambicioso de gloria científica y literaria, con solo saber que su nombre [466] hubiera recorrido en alas de la fama esas cultas naciones, y que hubiera resonado con aplauso en el seno de tantas y tan ilustres Academias. ¿Qué más garantías quiere un escritor para que se lean con interés sus disertaciones, sobre los grandes problemas de la Filosofía? Pero esto hace más sensible el desencanto.

De acuerdo estamos con el estimable autor, en reputar como sumamente trascendental la tesis de la inmortalidad del alma. Si el hombre ignora la naturaleza de su espíritu y su fin último, se consumirá en medio de groseros placeres; se enervarán sus facultades todas; perderá el aliento para cooperar al empuje colectivo de la humanidad hacia el progreso y, si reflexiona sobre su situación, se considerará más infeliz que los animales, a quienes no atormenta la incertidumbre de su destino. Mas, no todos y cada uno de los hombres se hayan en oportuna aptitud para escudriñar la verdad, ni todos están obligados a discutir; porque ni el talento, ni la instrucción, ni el hábito de tratar tales asuntos, son comunes: no, no es fácil llegar por propia cuenta a formar recto juicio filosófico sobre verdades tan fundamentales, como profundas y abstrusas. Ved ahí uno de los fines altísimos de la providencia en la revelación, ved ahí uno de los inestimables beneficios que reportamos con la fe; que todos los hombres, sin distinción, puedan poseer y disfrutar ese tesoro de divina ciencia, que por otra parte, en el sentido que hemos explicado, admite el examen de la razón en la Teología y en la Filosofía.

Hay, empero, en este libro algunas opiniones contrarias a la Filosofía cristiana y aún a la fe católica. Vamos por orden.

Primeramente hay que notar, que el Sr. Díaz de León da grande importancia a los fenómenos telepáticos, considerándolos, no solo como prueba de la inmortalidad del alma, sino como un anuncio de lo que ha de ser la vida futura, y aún de cierto progreso que se realizará en este mundo. «Esta obra, [467] dice, es el fruto de nuestros estudios y de nuestras convicciones:»{299} Tales estudios se deben a la ocasión siguiente: «En el período más ingenuo de la vida y sin preocupaciones de ninguna especie, a los doce años, sufrimos una verdadera alucinación telepática, la cual no hubiera pasado de una mera perturbación congestiva del cerebro, si los acontecimientos posteriores no hubiesen confirmado plenamente nuestra impresión telepática. Olvidado enteramente este hecho, tuvimos ocasión de presenciar el resultado de una previsión telepática, en una persona que predijo su muerte por el anuncio que había recibido de una amiga, con tres meses de anticipación, verificándose el acontecimiento con todos los detalles dichos. Este último causó una profunda impresión en nuestro ánimo, y desde entonces nos hemos consagrado al estudio del hombre en sus dos fundamentales ramos, la fisiología cerebral y la psicología.»{300}

En cuanto al problema mismo de la existencia e inmortalidad del alma, se expresa así: «Creemos que el hombre, tal como lo comprendemos, es impotente para resolverlo y más aún para demostrarlo.»{301} No obstante, para los católicos ha sido siempre una verdad de fe; y, como no supera los límites de la razón, ha sido demostrada por casi todas las escuelas filosóficas, y admitida por todos los pueblos de la tierra. Además, no nos explicamos cómo, supuestas esas palabras que hemos transcrito, se intenta una demostración: ¿no sería perder el tiempo?

«¿La humanidad actual está suficientemente preparada para recibir esta verdad (la existencia del alma) en la esfera de sus conocimientos? No, mil veces no.»{302} Mezquina idea tiene de la humanidad el Sr. Díaz de León. Nosotros respondemos a la pregunta, que sí, mil veces sí; y repetimos, [468] que es una verdad revelada desde el principio del mundo, reconocida directa o indirecta, pero universalmente como el fundamento de la moral y de la legislación, y evidenciada por fácil inferencia, partiendo de la naturaleza de nuestras facultades y de nuestros actos: los pocos excéntricos que se han atrevido a negarla, no merecen otro nombre que el de ruines desequilibrados con vocación al manicomio.

«Pero ante la solución de ese problema (el de la existencia del alma), se levantará imponente el gran misterio de su destino futuro. Hoy por hoy, creemos que éste será insoluble para el hombre tal como se halla organizado.»{303} Lástima grande que en esa alma existente e inmortal no brille la luz de la fe, y que el sabio caballero no hubiera parado mientes en la ética cristiana.

«Lo que viene haciendo espinoso el abordar el estudio sobre la existencia del alma, es precisamente el divorcio en que se encuentran actualmente la religión y la ciencia, y dada la actitud que han tomado, parecen irreconciliables. Afirmar, pues, lo que la una niega creyendo ser la única poseedora de la verdad, es colocarse resueltamente en el terreno de uno de los bandos, y convertirse de grado o por fuerza en enemigo irreconciliable del otro.»{304} No, señor Doctor, mil veces no, quien así habla parece no haber comprendido lo que es la verdadera Religión y lo que es la verdadera ciencia; la verdad es una, aunque se llegue a ella por diversos caminos: donde se advierta contradicción, puede jurarse que la ciencia, o sea, la demostración evidente de la cosa o de sus relaciones y leyes, no existe todavía.

«La religión ha sembrado odios y rencores contra la ciencia, y esta a su vez, altiva con sus conquistas, ha enseñado que solo son puerilidades las afirmaciones de la religión.»{305} Con toda la energía de un alma apasionada por la Religión [469] católica, y por la ciencia en el más genuino sentido de la palabra, protestamos contra tan injusta, ingrata y burda imputación lanzada a la Religión y a la ciencia misma. Ni los impíos son la ciencia, ni los ignorantes son la Religión. La historia de la Iglesia y la historia de las letras, constituyen la más elocuente vindicación de la harmonía entre la razón y la fe.

«El estudio de los fenómenos hipnóticos y telepáticos, que serán elevados a la categoría de fenómenos psíquicos, y no como un simple producto de las funciones cerebrales, darán la clave de la ciencia del alma. He ahí los elementos fundamentales de la psicología del porvenir, los precursores de nuevas ideas que producirán una reacción grandiosa en la marcha de la humanidad. Cada cosa llega a su hora, y por eso creemos que la teosofía, el hipnotismo, la telepatía y las ciencias astronómicas, están preparando el terreno en que debe fecundar más tarde la ciencia del alma.»{306} Esperemos sentados y sin cansarnos que llegue esa hora bendita. (?) Por esa clase de fenómenos, parece que nuestro Doctor barrunta que tarde o temprano llegará la humanidad a tener una comunicación intuitiva: «Todos los fenómenos de esta serie, dice en la página 159, demuestran, en nuestro concepto, lo siguiente: el hombre puede ponerse en comunicación con sus semejantes por otros medios que los conocidos ordinariamente, es decir, por una influencia puramente psíquica... ¿Es posible ese estado psicológico, no individual sino colectivo? Haciendo una inducción basada en los hechos particulares conocidos, podemos contestar resueltamente que sí»: aunque a renglón seguido atenúa su afirmación.

Nótase muy acentuado contraste entre el febril entusiasmo con que el Sr. Díaz de León ensalza la cultura índica y helénica, y la frialdad glacial con que menciona apenas los Sagrados Libros, y la influencia poderosa y eficaz de la idea [470] cristiana, esta sublime doctrina que informa toda la civilización europea de veinte siglos. Y no ve en la obra gigantesca otra cosa que un, «sello moral que imprimió Jesucristo a las verdades que en otras edades había conquistado la humanidad.»{307} Los mayores impíos, en medio de su desatentado afán de negar el supernaturalismo del Evangelio, se han visto precisados a bajar los ojos ante los vivísimos destellos de la divinidad de Jesucristo; dígalo Rousseau, cuando establece el famoso parangón entre el hijo de Sofronisco y el Hijo de María; dígalo Renán, que «al terminar su libelo infame,» deja hablar su corazón naturalmente cristiano, como hubiera dicho el antiguo apologista Tertuliano, y apostrofando al Redentor, exclama: «¡reposa en tu gloria, noble fundador de la más sublime de las doctrinas: tu obra se halla concluida, tu divinidad queda fundada; tu nombre, gloria y orgullo del humano linaje, va a ser bendecido durante millares de años! ¡Lábaro de nuestras contradicciones, Tú serás la bandera en cuyo derredor se librará la más grande de las batallas, y llegarás a constituir de tal modo la piedra angular de la humanidad, que borrar tu nombre de los anales del mundo, sería conmoverle en sus cimientos! ¡Toma, pues, posesión de tu reino, sublime triunfador de la muerte; de ese reino a donde te seguirán, por la ancha vía que Tú les trazaras, siglos y siglos de adoradores.»{308}

No nos admiramos ya de que en la pág. 24 declare que, «en el sentido psicológico estime en más la civilización helénica, y en sentido moral la egipcia» que la actual. (!¡) A no ser que el Señor Doctor hable de la civilización (?) tan linda y galanamente descrita por S. A. J. en La Europa Salvaje.

«La religión misma se siente impotente para consolar, puesto que apenas tiene tiempo para defenderse. [471] ¿Y por qué? porque la religión ha visto sólo al hombre bajo la faz espiritual.»{309} Esto equivale a cerrar voluntariamente los ojos ante el Evangelio y ante la historia de los veinte siglos del cristianismo. La Religión comprende por maravillosa manera a todo el hombre; ha cuidado del alma y del cuerpo sin perder de vista su fin sobrenatural, antes subordinando a él todos sus pasos ha perfeccionado al individuo, la familia, las naciones, la sociedad entera, las ciencias y las artes: la beneficencia de la Iglesia no ha tenido cotos, porque no los tiene la caridad, cuyos ardores no ha logrado apagar el latrocinio de la moderna demagogia. Francisco de Asís, Pedro Nolasco, Raimundo de Peñafort, Juan de Dios, Vicente de Paúl, y otros incontables, no sólo son Santos que veneramos en los altares, sino héroes de la caridad, insignes bienhechores de la humanidad; ahora mismo son la admiración del mundo civilizado los imitadores del Padre José Damián de Veuster, el abnegado apóstol de los leprosos de Molokay. Sí, la Religión ha consolado y consuela, aun en los tiempos de la más cruda persecución; sin perjuicio de atender la defensa de sus dogmas y de su moral; porque tiene gente para todo. Es dogmática e históricamente falso que la Iglesia haya visto al hombre sólo bajo la faz espiritual: vivo está, perenne será el recuerdo del Inmortal Pontífice León XIII, del gran Papa de los obreros: nadie, como él, ha tratado con más claridad, con más atingencia la cuestión social y, por consecuencia, el bien económico y material de la clase obrera, en que se juega nada menos que el porvenir de Europa y de la civilización misma.

«Fuera de la ciencia hemos encontrado que todo es vanidad de vanidades{310} Declárese, pues, radicalmente racionalista.

Mas, para no cansar nuestros lectores con proseguir la [472] ingratísima tarea de señalar errores vulgares sobre la materia, la vida, la idea, &c., bastará decir ya, en resumen, que después de multitud de observaciones, comparaciones y discursos, de cuya científica exactitud cada uno juzgará; después de seguir el progreso de las evoluciones, y de reconocer los insondables arcanos que envuelven las transiciones de la materia inorgánica a la vida vegetativa, de esta a la animalidad y luego a la racionalidad, llega, por fin, a confesar una verdad generalmente admitida: «El hombre, llegado a cierto grado de su desarrollo orgánico, revela nuevas facultades que no se observan en ninguna de las especies superiores de la escala animal, y estas nuevas facultades constituyen en el hombre un todo armónico, un hecho único que caracteriza a la especie humana. Estas facultades que tienen en el lenguaje un elemento poderosísimo para traducirlas, se refieren por medio del lenguaje mismo para hacer más inteligible su significación, a una doble naturaleza, recibiendo la más elevada el nombre de alma o espíritu, que unido estrechamente al cuerpo constituyen el hombre.»{311}

Al demostrar la subsistencia del alma, brotaron de su pluma páginas seductoras y elocuentes; pero al estudiar la naturaleza del alma misma y de la vida inmortal, incide en gravísimos errores; porque, según él, es nuestra ánima una substancia material, aunque sutil, atómica, etérea y da el dictado de sublime previsión a la falsa doctrina de la corporeidad de las almas. Más de una vez hace hincapié en que su teoría está conforme con el sentir de los Padres de la Iglesia, y cita únicamente a Orígenes. Sobre lo cual conviene advertir, que en los escritos de los primitivos Santos Padres, no debemos exigir el rigor, la precisión, el tecnicismo de la escuela; pues poco a poco, y según las necesidades de los tiempos y de la controversia, fue formándose el lenguaje filosófico-cristiano. El respetable juicio de los Santos Padres, [473] en orden a la fe, es autoridad infalible, solo bajo las estrictas condiciones que el magisterio de la Iglesia pide, y que Melchor Cano, el célebre Quintiliano de los Teólogos, señaló y formuló metódica y razonadamente. Orígenes, en particular, es una de las autoridades más discutidas, «sus libros están llenos de errores, y no pueden defenderse en conjunto.»{312} Y nótese, que los principales errores de este hombre extraordinario, versan sobre el origen, naturaleza y destino del alma humana. Hay, empero, sabios patrólogos que exculpan a Orígenes, aduciendo atendibles razones, para probar que las obras que escribió, fueron maliciosamente interpoladas después por sus astutos adversarios.

II
Otros libros del mismo autor

En el forro de los Apuntes, hay una nota, que servirá para dar conocer la fecundidad científica, no menos que las aficiones del Señor Díaz de León: veámosla:

«Obras del Dr. J. Díaz de León.

«El Instructor. – Periódico científico y literario. Fundado en 1884. En esta publicación da a luz el Dr. Díaz de León, muchos trabajos científicos sobre Historia Natural, Etnografía, Lingüística, Sociología, versiones de clásicos griegos y de la literatura indostana. Este periódico cuenta el décimo año de su publicación.{313}

«Ensayos Etimológicos. – 2ª Edición. Obra que sirvió de texto en el curso de raíces griegas en el Instituto de Ciencias de Aguascalientes desde 1888 hasta 1892. (Agotada.)

«Curso de Raíces griegas. – 4ª Edición. Corregida y reformada. Obra de texto en varios colegios de la República. [474]

«El Cantar de los Cantares. – Versión lexicográfica del hebreo al español.{314} Edición lujosamente impresa con caracteres propios para el hebreo, griego y alemán. En esta obra se tiene además una colección heptáglota del Cantar; hebreo, griego, latín, alemán, francés, inglés y español.

«La prisión de Hidalgo. – Opúsculo de crítica histórica. (Agotado).

«La Exposición de Bellas Artes en Aguascalientes. – Corresponde al XXIX certamen celebrado por el Estado. Un folleto de 90 páginas con 14 fototipías. (Agotado).

«La Enseñanza moral en las escuelas de párvulos. – Un cuaderno de 56 páginas. (Agotado).

«Nociones de Anatomía artística. – 2ª Edición corregida y aumentada. – Un tomo de 224 páginas y 20 ilustraciones.

«Apuntes para una tesis sobre la inmortalidad del alma.{315}

«En prensa:

«Nociones de Etnografía general.

«Carpología Higiénica. – Historia de los frutos usados como alimento.

«Nociones de Geología y Botánica

Hasta aquí la referida nota; pero en los Apuntes, página 95 dícese: «Hace más de veinte años que hicimos nuestros primeros ensayos literarios escribiendo una tesis sobre la vida.» Además, de 1894 a la fecha, de seguro habrá continuado escribiendo para el público.

———

{299} Apuntes..., pág. 157.

{300} Ibidem, pág. 157.

{301} Ibidem, pág. 4.

{302} Ibidem, pág. 9.

{303} Apuntes..., pág. 10.

{304} Ibidem, pág. 10.

{305} Ibidem, pág. 11.

{306} Apuntes..., pág. 16.

{307} Apuntes..., pág. 22,

{308} Citado en La Ciudad de Dios. Madrid. Año XXI, vol. LIV, nº 1.

{309} Apuntes..., pág. 22.

{310} Ibidem, pág. 25.

{311} Apuntes..., págs. 87 y 88.

{312} Los Santos Padres |por el Presbítero D. Miguel Sánchez. | Madrid, 1864.

{313} Esto se escribía en 1894.

{314} Hemos visto este libro cuya portada íntegra dice así: El Cantar de los Cantares de Salomón. | Traducido del hebreo por el Doctor Jesús Díaz de León, Profesor del Instituto de Ciencias del Estado, Miembro de muchas Academias y Sociedades científicas, literarias y de emulación, de México, Francia, Italia, España, Portugal, Austria, Baviera y del Indostán. | Segunda edición. | Aguascalientes. | Imprenta de J. T. Pedroza e hijos. 1891. Propiedad reservada.

{315} Es la obra que hemos criticado en la primera parte de este capítulo.