Emeterio Valverde Téllez (1864-1948) · Crítica filosófica o Estudio bibliográfico y crítico de las obras de Filosofía escritas, traducidas o publicadas en México desde el siglo XVI hasta nuestros días (1904)
Capítulo V
Noticia de las obras del Dr. Gamarra
I
Errores del entendimiento humano
L precioso librito que lleva el título de este párrafo, merece ser llamado joya literaria: en él revela su autor dotes no comunes de sagaz observador, que son puntualmente las que caracterizan al filósofo: procede en la crítica con suma delicadeza, evita alusiones maliciosas, agudezas que hieran el amor propio, facecias que levanten roncha. Siendo esto así, no nos explicamos por qué el escritor se ocultó tras de el pseudónimo; y tan medroso anduvo, que a la vuelta del frontispicio del libro se apresuró a recordar los versitos de Fedro.
Neque enim notare singulos mens est mihi,
Verum ipsam vitam, et mores hominum ostendere
...
Ergo hinc abesto Livor, ne frustra gemas.{66}
Sin embargo, la fecha de la publicación coincide con los días tempestuosos que hemos descrito en el capítulo precedente, y, cuando los ánimos están exaltados, es de prudencia evitar pretextos de que las pasiones se enconen.
Intitúlase la expresada obrita: [88]
Errores del entendimiento humano, con un apéndice. – Dalos al Público D. Juan Felipe de Bendiaga, – con las licencias necesarias. – En la Puebla de los Ángeles, – en la Oficina del Peal y Pontificio Seminario Palafoxiano. – Año de 1781.
El ejemplar que poseemos perteneció al Colegio de Padres Carmelitas de San Ángel.
La obra, impresa en dieciseisavo, consta de 258 páginas, y está distribuida en cuatro partes, de las cuales, la primera comprende algunos Errores acerca de la salud, tales como: Enfermarse por cuidarse mucho. – Perder la salud por vestir y andar a la moda. – Fajar a los niños de pecho. – Perder la salud y la hermosura por querer conservarlas. – Andar siempre en coche. – Comer muy bien para estar muy mal. Todo va escrito en estilo ameno, sencillo y hasta jocoso, que es el que produce mejores efectos en punto a crítica de costumbres.
En la segunda parte ocúpase en censurar los Errores acerca de la sabiduría humana, y son: Leer cosas que no hay escritas. – Creer que se sabe lo que se ignora. – Afirmar lo que no se sabe. – Estudiar para no aprender. – Hablar para no dejarse entender. – Querer oponerse a la naturaleza.
De todas estas observaciones, la más importante es quizá la que se intitula: Creer que se sabe lo que se ignora. Allí espontáneamente descubre el autor su criterio filosófico harto positivista, aunque parezca anacrónica la palabra; allí, con reflexiva complacencia, declárase ecléctico; allí, en fin, con cierta vanagloria o inocente candor, afirma haber sido entre nosotros el primero que combatió con éxito los antiguos métodos, y que introdujo la Filosofía moderna, invocando para comprobarlo el testimonio de hombres de letras, y expresa que por eso ha tenido sus envidiosos.
Muéstrase en el citado artículo, cultivador entusiasta de los estudios físicos; ridiculiza a los jovencillos vanos y [89] pedantes que al terminar una corta y mal hecha carrera, creen que todo lo saben y que ya nada tienen que estudiar; zahiere igualmente a los tontos, que confunden las meras hipótesis y opiniones con las verdades demostradas y ciertas, donde aduce como ejemplo la cuestión del sitio en que reside el alma humana, y luego escribe una nota que a la letra dice: «Véase sobre todas estas opiniones al Dr. Gamarra, en el Tomo I, pág. 49 del Curso de Filosofía Ecléctica, que publicó en México el año 1774 a beneficio de nuestra juventud americana. No puede negarse a este Sabio la gloria de haber sido el primero de nuestros compatriotas, que se atrevió a combatir el antiguo método, dándonos una Filosofía acomodada al gusto de las ilaciones más cultas de la Europa. Queda a nuestros jóvenes saberse aprovechar de las utilísimas doctrinas que ella contiene, sacadas con elección y gusto de lo mejor que han escrito los modernos filósofos. Este es el dictamen que se han formado de aquella obra los sabios imparciales; este es el mío, porque no estoy tocado de la envidia.
«Nunca se adelantarán las ciencias útiles en nuestra América, mientras los mismos americanos no dejemos de imitar a los muchachos. Luego que estos ven uno de aquellos insectos que llaman alumbradores o luciérnagas, corren apresuradamente a matar aquella luz brillante que en nada los ofendía.»
Y en el cuerpo del artículo, añade; No se puede acaso vivir tranquilamente sin querer saber lo que hasta ahora no puede saberse? El hombre sabio se contenta con creer a puño cerrado, todo aquello que es cierto, o por divina revelación, o por los otros testimonios de nuestra Religión Sacrosanta, que es todo lo que nos propone nuestra Madre la Santa Iglesia, y después de esto, todo lo que es cierto por física evidencia, o por razones incontrastables: lo primero con fe divina, lo segundo con fe humana. [90]
«El verdadero filósofo sólo admite en las ciencias naturales, aquello a que ni la razón, ni la experiencia se atreven a contradecir, y despojado de toda preocupación, no se gobierna por espíritu de partido: inquiere la verdad: propone modestamente su opinión, no como si fuese un teorema de Euclides: la reprueba, si halla alguna vez que sea contraria a los dogmas católicos, a la razón o a la experiencia, y está siempre pronto a abrazar la verdad luego que se presenta.
«La propia vanidad y el espíritu de partido nos hacen obstinados en nuestras opiniones, y no permiten que el hombre dude, y reconozca que ignora aquello que realmente no sabe, y que nunca jamás podrá saber. Un hombre de grande ingenio, que instruirlo en la escuela de la sabiduría habría sido con el tiempo un excelente profesor, si se dedica desde sus tiernos años a un determinado partido, filosófico verbi gracia, viene a ser después tanto más fanático, cuanto mayor ingenio ha tenido y cuanto más ha estudiado. Si alguna vez ha querido dudar de su sistema, ha arrojado de sí este rayo de luz, y con pruebas engañosas, y paralogismos heredados, ha abierto de nuevo las puertas al error envejecido, y ha cerrarlo los ojos a la luz de la verdad.
«No se admita pues con obstinación como cierto y evidente, aquello que es sólo probable, ni se nos venda por demostración matemática, lo que ni es ni puede serlo, sin otro fundamento que el haberlo enseñado así nuestros maestros. ¡Felices los Filósofos Eclécticos, que imitando a las abejas, buscan de flor en flor el suave néctar de la ciencia.{67}
En la tercera parte refuta los Errores acerca de la moral, a saber: No querer escuchar la verdad. – No querer decir la verdad. – No fiarse de nadie. – Fiarse de todos. – Amar a los aduladores. – Por ser estimado, hacerse ridículo y odioso. – Querer ser amado de todos y no amar a nadie. – Querer los cargos y no las cargas. – No procurar que haya doctos ni [91] estimar a los que hay. – Buscar a los doctos después de muertos. – No querer tener hijos sanos ni valerosos. – No querer tener hijos ni hermosos ni sabios.
Va adjunto a la obrita un apéndice, que es una colección de Pensamientos sueltos sobre diversas materias. El editor asegura en el prólogo, que algunos de estos pensamientos son del P. Gamarra: «otros, del célebre Marqués César honesana... y algunos del Señor Conde Francisco Algarotti, y otros de varios autores clásicos de nuestra lengua y de las extranjeras.»{68}
Los pensamientos, dirémoslo sin ambages, a excepción de muy pocos, carecen de la profundidad, precisión, laconismo y relativa claridad de esta clase de producciones del ingenio humano. En este punto, juzgamos, que ha sido mucho más original y afortunado, nuestro inolvidable compañero el Padre Cajigas, de quien hemos hablado en otro libro.
Sirvan de muestra los pensamientos que el autor denomina: Ensayo de Aritmética política.
«XV. De cada 1000 hombres, hay 750 capaces de quejarse de su mala fortuna, 200 capaces de reírse de ella, 40 capaces de no hacer daño a los hombres de mérito, 8 capaces de honrar el verdadero mérito, y 2 de mérito. Ruego al lector crea firmemente que él y yo somos en realidad los dos entre mil.
«XVI. De cada 1000 hombres que dicen ser ignorantes, no hay ni uno que no lo sea; no hay ni uno que crea verdaderamente que lo es, excepto siempre los verdaderos humildes, de quienes yo no hablo.
«XVII. De cada 1000 hombres que acumulan y guardan dinero, hay 830 que sufren toda su vida los males físicos de la pobreza, por no tocar su dinero; hay 115 que hacen algún bien a los otros antes de morir; hay 50 que puedan gozar de su dinero con ánimo sereno, y 5 que lo emplean bien. [92]
«XVIII. De cada 1000 mujeres que dicen ser feas y viejas, no hay ni una que no lo diga por oír defender lo contrario.
«XIX. De cada 1000 literatos, hay 900 que estudian sin método, hay 70 que estudian metódicamente, hay 20 que no son envidiosos del ingenio de los demás, y hay 10 que cultivan las ciencias para aprovechar la juventud, que es la república futura.
«L. Yo soy el hombre más ignorante del mundo. Esta es una proposición que no puede decirla con verdad sino un solo hombre en todo el mundo, y éste solo que la podría decir con verdad, no es capaz de pensarla. Soy el hombre más docto del mundo. Es una proposición que no la puede decir con verdad sino un solo hombre en el mundo, y el que la dijese antes que los otros hombres la hayan dicho, merecería ser apedreado. Hay hombres mas ignorantes que yo. Hay hombres más doctos que yo. Esta es la proposición que deben pensar y decir todos los hombres del mundo, excepto dos.»
La obra, Errores del entendimiento humano, impresa en Puebla de los Ángeles en 1781, figura en los Catálogos de la Biblioteca Nacional de México de 1889, como de Fernando de Enzinas. ¿Por qué? Nosotros creemos que ha sido un lapsus tipográfico; pero, hay que rectificarlo, suum cuique.
II
Cristiana piedad del Dr. Gamarra
Ya en cuanto cabe, hemos conocido al sabio filósofo, al infatigable obrero de las letras, y al hombre generoso que no perdonaba sacrificio para impartir a la juventud de su patria nueva y sana instrucción. Pasemos ahora a dar una sólida prueba de la acendrada piedad de nuestro sabio. Ex [93] abundantia cordis os loquitur, de lo que abunda en el corazón habla la boca, y sobre manera nos complace hallar entre los libros del docto experimentalista, uno que exprese los sentimientos propios del fervoroso cristiano. Sirva esto de confusión, a la vez que de edificante modelo, a los mentecatos que creen que la Religión y la ciencia son incompatibles.
La obra a que aludimos se titula: Santos deseos | de | una cristiana muerte, | o | preparación para ella | en un retiro de ocho días, o en un día de cada mes. – Con un apéndice que contiene una oración devotísima sobre la Pasión y Muerte de nuestro Salvador, y una instrucción práctica sobre la Confesión y Comunión. = En México: – Por Don Felipe Zúñiga y Ontiveros, calle del Espíritu Santo, año de 1783.
A la vuelta de la carátula se lee el texto de San Pablo, que dice: Mori lucrum (ad Phil. I-21) «el morir es ganancia.» Y en la foja siguiente se ve una imitación en castellano de las antiguas dedicatorias latinas.
Al. triunfador. de. la. muerte
Padre. del. futuro. siglo
Único. Medianero
Entre. Dios. y. los. hombres
Víctima. de. propiciación
Por. los. pecados. de. todo. el. mundo
Ángel. del. gran. consejo
Príncipe. de. la. paz
Rey. de. la. gloria
Modelo. de. todas. las. virtudes
Dios. verdadero
Hijo. del. Eterno. Padre
Verdadero. hombre
Hijo. de. María. Virgen
Jesucristo. Nuestro. Señor
Criador. Salvador
y. Redentor. del. Mundo
M. DCC. LXXXIII [94]
A continuación siguen los dictámenes de costumbre y las licencias necesarias.
Las páginas de este libro son un conjunto de acertadas y convincentes reflexiones, de apóstrofes, soliloquios y coloquios bellísimos, expresiones todas de acendrada caridad: veamos, por ejemplo, dos breves párrafos tomados al acaso:
«Toda la vida presente debería, pues, emplearse en desear salir de ella para ser reunidos a la Verdad esencial, y nuestra alma debería estar continuamente exclamando con San Agustín: ¡Oh eterna Verdad!, ¡Oh verdadera Caridad!, ¡Oh amada Eternidad!, ¡Oh Dios de mi corazón! Por Vos sólo debo suspirar de día y de noche. Encended en mí el deseo de veros. ¡Ah!, rómpase este velo de mi carne: disípese esta densa nube que me roba la vista de vuestra luz: perezca este cuerpo de tierra que forma un caos infinito en tre Vos y mi alma, y que la impide correr hacia Vos, unirse a Vos, perderse en Vos. ¡Oh Verdad sumamente amable! Perezca cuanto antes este mi cuerpo por medio de una muerte cristiana, y sáqueme ella de esta región de obscuridad y de tinieblas; para hacerme pasar aquella Ciudad Santa, la cual no es otra cosa que Verdad, Caridad, y cuya vida consiste en ver sin velo y al descubierto, en amar sin división y sin disgusto, y en poseer sin mutación y sin fin la Verdad misma. Vea yo aquel día único e inmutable de la eternidad feliz, donde los escogidos, sentados a la mesa de Dios comerán aquel Pan que no es otro que el mismo Dios. ¡Oh Pan vivo, eterno inalterable! ¡Bienaventurado el que suspira continuamente por Vos! ¡Oh Pan sobresubstancial! ¡Oh Verdad eterna que alimentáis el espíritu sin consumiros! ¡Y que no os mudáis en el que se alimenta de Vos, sino que le mudáis en Vos misma! ¡Verdad que sois el Verbo de Dios, Dios como El y único Hijo suyo! Tenga yo hambre de Vos; suspire únicamente por Vos...
«Jesucristo no ha muerto por necesidad sino por bondad; [95] y solicitando con su Padre nuestro perdón y nuestra gracia, le ha ofrecido su vida para que ella sea el precio, y ha vivido en un santo deseo de dar el último complemento al sacrificio de su muerte por nosotros.
«Apliquémonos a adorarlo en estos santos deseos con que deseaba la muerte por satisfacer por nuestros delitos, y por el celo de la justicia de Dios, a que se reconocía sujeto como víctima de Dios por todos los pecados del mundo. El que hubiese podido penetrar en el santuario adorable de su Divino Corazón, para ver ahí lo que pastaba a vista de su Padre, cuando deseando lavar con su Sangre nuestros pecados sobre la cruz, exclamaba: «Yo debo ser bautizado con un bautismo, y ¡oh!, cuánta ansia tengo hasta que le vea perfeccionado»; el que, digo, hubiese visto su Corazón en aquel momento, habría en Él visto lo que cada uno de nosotros debería sentir en el suyo, y lo que por lo común no sentimos. Porque, ¿quién no tiembla al oír solo nombrar, y mucho más al acercarse la muerte? Ello es cierto, que el alma misma del Salvador quedó turbada; pero San Agustín nos enseña, que nos guardemos bien de imaginarnos, que el alma santísima del Hijo de Dios sintiese pena por salir de este mundo, o que estuviese apegada a la vida presente, o que le faltase fuerza y vigor para completar su sacrificio.
«Pues, ¿cómo, oh Señor, le mandáis a mi alma que os siga, si está conturbada la vuestra? Si la misma fortaleza parece que desmaya, ¿cómo me sostendré yo que soy la misma debilidad, la misma flaqueza? Pero ya me parece que me respondéis al fondo de mi corazón, que por esto puntualmente podré seguiros; porque Vos tomáis sobre Vos mismo mi flaqueza para vestirme de vuestra fortaleza. No os abatís hasta mis enfermedades, sino para levantarme a vuestra fuerza. Cuando me animabais a aborrecer mi vida en este mundo para conservarla en la eternidad, era la voz de vuestra fuerza la que entonces me hablaba; y cuando decís que [96] vuestra Alma está triste hasta la muerte, es la voz de mi enfermedad y de mi flaqueza la que habla en Vos. Vos os cargáis de mi tristeza, de mi timidez, y esta timidez cargada por la misma fortaleza, elevada, santificada, y por decirlo así, divinizada en vuestra Persona, viene a ser para mí una fuente de fuerza, de valor y de confianza.»
Estos pensamientos son delicadísimos, y pudiera subscribirlos cualquiera de los grandes místicos del siglo XVI.
El ejemplar que tenemos en nuestra biblioteca filosófica mexicana, lleva con letra manuscrita y muy antigua, lo siguiente: Autor el P. Dr. Dn. Benito Díaz de Gamarra, Prepósito del Oratorio de Sn. Miguel el Grande. Añádase a este testimonio la grave autoridad de Beristáin.
III
Otros datos bibliográficos
El insigne oratoriano supo infundir juvenil vida a su amado colegio, y elevarlo a la categoría de ser un modelo en su especie; a ese fin no perdonó sacrificio ninguno: le dictó constituciones propias y lo gobernó acertadamente.
Ya en punto a Filosofía, hemos dado a conocer los trabajos del Dr. Gamarra.
Ahora, en cuanto a su afición por las humanidades, baste recordar que «hizo reimprimir la Instrucción de la Lengua latina, o arte de adquirirla por la traducción de los Autores, compuesta por D. Esteran de Orellana, para uso de los que estudian Latinidad en aquel Colegio de San Francisco de Sales. Y con igual objeto hizo también reimprimir aquel precioso librito, fruto de los desvelos y fatigas del grande amigo de la juventud, el célebre Sr. Carlos Rolín, titulado: Selectae e Veteri Testamento Historiae, que se compone de dos partes, la primera en un latín más sencillo y susceptible... [97] la segunda en un latín más levantado..., y a uno y otro añadió el P. Gamarra de su propio penu admirables reflexiones cristianas, sobre cada una de dichas historias; y en ellas inculca a cada paso la obediencia y respeto debido a los Reyes y Soberanos; abomina y detesta el regicidio y tiranicidio, y recomienda la eficacia y necesidad de la divina gracia, siguiendo puntualmente la más sana doctrina contenida en las obras. del Doctor de la Gracia, el Gran Padre San Agustín.»{69}
No se crea por eso que descuidasen el estudio de los clásicos paganos, pues Cornelio Nepote, Cicerón, Virgilio y Horacio les eran familiares; sirva de prueba el estilo latino del Dr. Gamarra, que es elegantísimo y armonioso, como el del Orador romano.
La Biblioteca Hispano-Americana-Septentrional menciona otros escritos, que son: «Musa Americana, Gadibus, 1769-8. Son los primeros cantos del jesuita Abad con un prólogo latino de nuestro Gamarra. – Academias Filosóficas, Imp. en México, 1774-4. – Las antigüedades de Xochicalco, Imp. en Italia, 1774. – El Sacerdote fiel y según el corazón de Dios; elogio fúnebre del V. P. D. Luis Alfaro, fundador del Santuario de Atotonilco, Imp. en México por Jáuregui, 1776-4. – Camino del cielo, panegírico de San Felipe Neri, Imp. en México por Ontiveros, 1779-4. – Reflexiones críticas sobre las historias escogidas del Viejo Testamento, Imp. en México por Ontiveros, 1781. – Coloquios con Jesús desde el huerto hasta el sepulcro. Ms.»{70}
El Señor Dávila asegura que «quedaron muchos manuscritos, que se han perdido, a saber: algunas oraciones académicas ya latinas ya castellanas, y Máximas de educación que trabajó para su colegio tomando parte de las obras del Abate Sabbatier. También escribió la Vida de la Madre [98] Josefa Lino de la Santísima Trinidad, fundadora del Convento de la Concepción, de San Miguel» y unas Visitas al Santísimo Sacramento, que corren impresas.»{71}
IV
Un humilde sacerdote colaborando
en la filosofía del Dr. Gamarra
Sólo nos falta hacer una importante aclaración en favor de un sabio infortunado. En la obra La Filosofía en La Nueva España, reproduce el Presbítero Dr. D. Agustín Rivera un artículo de la Gaceta de Literatura, del 12 de Junio de 1788, en el cual decía D. José Antonio Alzate: «Voy a tratar del mérito de un sabio desconocido al común de las gentes, cual era D. Agustín de Rotea, clérigo presbítero de este Arzobispado. Si alguno merece ocupar un clásico lugar en la obra que se principió a publicar (y no se finalizará) con el título de Infelicitate Litteratorum, ciertamente fue nuestro Rotea... Finalizados los estudios de clase (gramática latina y filosofía seudo-peripatética), por sí, sin otro maestro que su aplicación su ingenio, se dedicó a las matemáticas, ¡pero con qué éxito! Basta decir que compuso un curso de geometría, en el que, abandonando el método de Euclides, siguió un nuevo plano, en el que, con demostraciones más sensibles y más metódicas, se resuelven los problemas, pero este trabajo tan útil, aunque infructífero para el autor, y que debía coronarle la frente de laureles, fue el fermento que le agrió los días que le restaban de vida. Porque, cansado al fin de luchar con tantas dificultades como se le ofrecieron para la impresión de su obra, la abandonó de tal modo, que ni aun cuidó de quedarse con copia de ella, ni sabía en manos de quién podía hallarse, expresiones que le oí algunos [99] meses antes de morir... Aunque no dejó obra impresa con su nombre, el amor a la verdad me obliga a manifestar, que la parte geométrica incluida en el Curso de Filosofía del Dr. Gamarra, la compuso D. Agustín de Rotea, aunque no siguió (Rotea) el método de su invención, porque con esta condición se le encargó.»{72}
Complácenos sobremanera unir nuestra humilde pluma a las muy autorizadas de Alzate y del Dr. Rivera, para tributar al modesto Sacerdote Rotea el justísimo homenaje de nuestra admiración, y lamentamos a la vez, que su relevante mérito haya sido ignorado de sus coetáneos, y que nosotros mismos no poseamos el verdadero fruto de su talento y estudio.
———
{66} Phaed. lib. III. Fabul. in Prolog.
{67} Errores del entendimiento humano, págs. 88 y siguientes.
{68} Errores, &c... pág. 219.
{69} La Venerable Congregación, &c.
{70} Biblioteca Hisp. Americ. Septentr.
{71} Apéndice al Diccionario Universal de Historia. Geografía.
{72} Hemos dejado hasta los paréntesis. La Filosofía en la Nueva España, págs. 282.