Filosofía en español 
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Por qué Chocano llamó farsante a Vasconcelos

Haya de la Torre, el prominente líder peruano,
tercia en el incidente, por conducto del «Gráfico»,
en defensa del escritor mexicano.

Víctor Raúl Haya de la Torre, el prominente líder de la oposición peruana, nos ha enviado desde Londres una interesante correspondencia sobre el incidente Vasconcelos-Chocano-Elmore, la que sin duda será leída con interés en México. Reproducimos en seguida la primera parte:

«Especial para El Universal Gráfico.

Londres, diciembre de 1925.- Haya de la Torre, leader del Frente Único de Trabajadores Manuales e Intelectuales del Perú, al que pertenecía el escritor Edwin Elmore, hace las siguientes declaraciones a El Universal Gráfico, con motivo de la desviada interpretación que se quiere dar al delito cometido por el poeta Chocano. [172] Haya de la Torre, que ha formulado una protesta y un llamamiento a la juventud del Perú, con motivo de la muerte de Elmore, considera que es un nuevo delito pretender figurar a Chocano como defensor del honor patrio peruano y a Vasconcelos, a Elmore, y al grupo de intelectuales de vanguardia y a los estudiantes del Perú como agentes de la política chilena.

Esto es grosero –declara Haya de la Torre–, porque ni Vasconcelos ni la juventud del Perú, a cuyo movimiento renovador se ha adherido tan franca y generosamente el maestro mexicano, pueden merecer tal calumnia. Vasconcelos, que admira a Chocano como poeta, le ha atacado como político, por su mercantilismo, por su sometimiento consciente al «verdugo de su patria». Con razón le ha llamado bufón; también lo fue Francisco Villon, gran poeta de la Francia de Luis XI. Benvenuto fue un asesino y sin embargo sus manos modelaron el Perseo. Chocano no quiere aceptar que se le admire como poeta y se le execre como político y como hombre. Demasiado inteligente para comprender bien que su arte no puede redimir su delincuencia, ha llamado a Vasconcelos «farsante», porque Vasconcelos había expresado su admiración al lírida y su maldición al bufón.

En La Crónica, de Lima, del 31 de octubre último, [173] Chocano encabeza un artículo con un párrafo de una carta mía e insiste en que Vasconcelos fue farsante, porque a mí me expresó admiración por el poeta y luego escribió su censura lapidaria a su inmoralidad. En ese mismo artículo, Chocano reconoce que «nadie puede negar» la sinceridad con que profeso mis ideas políticas. Pero si Chocano sabe –y lo sabe muy bien– que participo de la misma opinión de Vasconcelos, que admiro al poeta y maldigo al hombre; si Chocano sabe que por mi parte no dudaría un minuto en contribuir a su glorificación como artista, del mismo modo que no dudaría un minuto al negar el más mínimo perdón para su castigo de delincuente, si Chocano sabe esto, me ha de llamar, desmintiéndose, como a Vasconcelos, «farsante».

Pero la tragedia de Lima no es sino un episodio de nuestra lucha contra el reaccionarismo, y Elmore un mártir glorioso de esa lucha. A nuestra generación le ha tocado el destino admirable de librar su última batalla por la liberación de América, luchando contra la fuerza de los virreinatos, del imperialismo yanqui en nuestro Continente, y contra la patriotería hipócrita que divide en fracciones aisladas e indefensas –fáciles a la conquista– a nuestros pueblos latinoamericanos. No se vea en la muerte de Elmore un caso personal. Vasconcelos no [174] es el motivo de la tragedia, sino un accidente en ella, un accidente cuya importancia es innegable, por la fuerza personal del ilustre afiliado a la causa de la libertad y la justicia de nuestra América, que es la causa de nuestra generación. Pero son muy hondos los motivos de esta tragedia, son tan hondos como el dolor de veinte pueblos esclavos, tan hondos como el peligro que aguarda a nuestra América.

Para mí, la mayor culpa de Chocano está en que es de los pocos peruanos capaces de comprender en toda su gravedad la situación actual del Perú, subyugado por la clase de feudales y burgueses, que encabeza Leguía, agente de Wall Street en el Perú. Y esta afirmación sobre Leguía no es antojadiza o apasionada. En el editorial de La Prensa, de Lima, del 10 de octubre de 1924 (La Prensa es el diario presidencial), se hallan estas palabras, que ya he copiado en otra ocasión en un artículo para un periódico de Buenos Aires. «Una voz de considerable autoridad en los círculos financieros e industriales de Nueva York acaba de declarar que un prestigio como el de Leguía, estadista, creador y renovador, capaz de imponerse al respeto y estimación de propios y extraños, era lo que hacía falta para decidir a Wall Street a hacer lo que acaba de hacer: prestar sus capitales para la transformación del Perú». Pues bien, [175] la cosa es clara; Leguía era el hombre que hacía falta a Wall Street en el Perú. Nosotros afirmamos justamente eso: que Leguía es el hombre de Wall Street en el Perú, su agente, su «estadista creador y renovador». Y Chocano sabe muy bien esto. Lo sabe, porque Chocano es de los dos o tres peruanos que conocemos América Latina y hemos sentido muy de cerca sus problemas. Yo admito que un diputado o un ministro del Perú no sepa qué es el imperialismo yanqui y crea que «ser hombre de Wall Street» es no ser traidor a su país; pero Chocano no es un ministro o un diputado de la fauna política peruana: Chocano es un hombre que ha visto de cerca los avances del imperialismo yanqui en Panamá, en Centro América, en México y en Cuba; Chocano conoce por personal experiencia cuán artera es la política de Wall Street en nuestros países, y tan lo sabe que en un artículo publicado en el órgano del Partido Civil del Perú, El Comercio, de Lima, lo dijo claramente cuando recién conocido el laudo de Coolidge en la cuestión con Chile, la patriotería peruana tuvo un gesto fugaz de indignación contra los Estados Unidos, para luego rendirse a sus pies bajo la presión brutal de la fusilería del «hombre de Wall Street».

Chocano ha vivido de cerca la lucha dolorosa de nuestra América, dividida y traicionada [176] por los políticos de sus clases dominantes en servicio de los intereses del imperialismo. Chocano sabe bien cómo el paso inicial de la política yanqui es llamar «estadista», «creador», «renovador», al primer político criollo que se declara instrumento de los planes de Wall Street. En seguida que un presidente de cualquiera República latinoamericana entrega el petróleo o hace empréstitos, o empeña las Aduanas y adula a Wáshington, en seguida, digo, se convierte en «un gran estadista» para la Prensa del imperialismo y automáticamente se le llama «un Roosevelt sudamericano». Este título ya lo han merecido Gómez, Saavedra y Leguía, como lo mereció Victoriano Huerta: ¡Roosevelts latinoamericanos! Recordemos que fue Roosevelt aquel que dijo: «Yo tomé Panamá», y Panamá es el símbolo de nuestro posible destino...

Todo esto, que puede ignorarlo un señor político de cualquiera de las fracciones civilizadas del Perú, lo sabe bien Chocano, que ha vivido en nuestra América horas de lucha y momentos históricos, cerca, muy cerca muchas veces de los protagonistas trágicos de esta nuestra Edad Media republicana: Estrada Cabrera, Pancho Villa, Huerta o Juan Vicente Gómez, cuya historia sombría se permite hoy como una copia servil en el Perú.

Por eso, porque Chocano sabe muy bien que [177] el Perú sigue el camino de todos los países que han caído ya en nuestra América bajo las garras económicas y políticas del imperialismo yanqui, es doble su falta. Doble su falta al secundar la política y los procedimientos del «hombre del Wall Street», que ha entregado todas nuestras riquezas, todo nuestro crédito, en una palabra, toda la libertad de nuestro pueblo a Wall Street, y doble también al enfrentarse a nosotros, al aplaudir los métodos sangrientos que el terror reaccionario peruano usa contra el imperialismo yanqui, que se entroniza en el país y contra el régimen de explotación oprobiosa que pesa sobre tres millones de trabajadores. Doble, pues, la falta de Chocano, poeta ex anarquista, al aplaudir y elogiar al régimen feudal-burgués que gobierna sangrientamente en el Perú y al usar él también y con su mano de las mismas armas que contra nuestras protestas se viene usando desde el 23 de mayo de 1923.»


Poetas y bufones. Polémica Vasconcelos-Chocano. El asesinato de Edwin Elmore
Agencia Mundial de Librería, Madrid 1926, páginas 171-177.