Filosofía en español 
Filosofía en español


José María Rodríguez

Por espíritu de justicia

Debo hacer unas declaraciones al lector, supremo juez que nos ha de juzgar a todos.

La idea de ofrecer recopilados estos trabajos polémicos no fue sugerida por ningún interés bastardo, ni por insinuación de parte. Una renombrada casa editorial madrileña avisó por medio de la prensa haber sido sorprendida su neutralidad industrial por alguien que, pareciendo obedecer consigna de más altos poderes, trató de demostrar la impunidad de Santos Chocano en el desgraciado incidente con Edwin Elmore, lanzando a la publicidad, en un folleto, los artículos amañados contra José Vasconcelos.

Como en todos los argumentos de Chocano se afirman burdas falsedades y se trasluce un orgullo y una soberbia intolerables, he querido salirle al paso para que no queden ciertas dudas en el aire, por honrado culto a la amistad y a la justicia.

Aunque la tragedia de Lima fue bien difundida [6] por la Prensa intercontinental de nuestro idioma, no todos los lectores interesados habrán tenido ocasión propicia para enjuiciarla con imparcialidad, desconociendo los distintos alegatos de los contendientes.

Por mi calidad de español, que viví lo más intenso de mi vida en aquellos países, véome obligado a ser neutral. En México, antes y después de la revolución, tuve trato íntimo con muchos hombres que, por afinidades ideológicas, fueron grandes amigos míos, a pesar de ser yo poca cosa y ser ellos profesionales de gran valer, como después lo pudieron demostrar llegando a ministros; por lo tanto, véome en la necesidad de desmentir a Chocano cuando, para llamar farsante a Vasconcelos, falsea la verdad de manera tan indecorosa y apasionada.

Será preciso hacer un poco de historia de los albores de la revolución, de la época en que aún en los cálculos aventureros de Chocano no entraba el manso país de Porfirio Díaz. Para hablar de los orígenes de la revolución de 1910 es imprescindible citar el nombre de José Vasconcelos, joven y ya distinguido abogado entonces y la más ardiente llamarada que alumbró los primeros pasos del apóstol Madero. Con esto demostraré dos cosas: la verdad histórica y la insidia de Chocano, desconociendo la actuación revolucionaria de Vasconcelos. [7]

No intentaré hacer la biografía de éste por considerarme incapaz y porque, además, es bien notoria su trascendental y revolucionaria obra pedagógica, desarrollada desde la Universidad primero, y después desempeñando la Secretaría de Educación Pública, con el aplauso universal, aunque no con el unánime visto bueno del caudillaje triunfante de hoy.

Para sustentar los ideales sociales de la subdivisión de las tierras y para sustentar los ideales políticos de «Sufragio efectivo, no reelección», necesitábase un periódico valiente que se atreviera a defenderlos y los tremolara como bandera hasta despertar a los resignados; había entonces escasos hombres de conciencia libre y aún no había surgido el épico poeta que cantó más tarde las cuatrerías del divino bandido Villa; eran contados los espíritus valientes dispuestos a sacrificarse por un ideal; el mátalos en caliente tenía acobardada aquella generación; nadie ambicionaba ser la víctima propiciatoria de la dictadura; sin embargo, salió a la calle y circuló por todo el país varios meses aquel clarín de trinchera avanzada que se llamó El Antirreeleccionista. Tenía director responsable: José Vasconcelos. Daba lástima ver cómo se debatía a pecho descubierto en cada edición, hasta que le fue urgente emigrar a su director.

Triunfó la revolución maderista, y Vasconcelos, [8] uno de sus inmaculados prestigios, no quiso desempeñar ningún cargo público, ni supo aprovecharse de aquella situación en el propio beneficio. Hacía mucho tiempo lo llamaban los íntimos el «Quijote de la honradez». Más tarde, al frente de una Secretaría de Estado, consiguió de sus enemigos políticos el título de derrochador, porque no han podido llamarle ladrón. No se ha hecho terrateniente y tiene que vivir modestamente de lo que le produce su pluma.

Este es el hombre a quien el poeta Chocano llama farsante y falso apóstol.

¿Qué podré decir yo del asesino de Elmore, que no sea la verdad pura y no parezca apasionada?

En Cuba y México, «por dondequiera que fuí», encontré la inconfundible huella del vate peruano, el resonante eco de su charanga lírica, el mismo chantage de la raza..., los mismos sablazos a los amigos para recuerdo grato; las plumas dispersas de su penacho epopéyico.

Aquí en España conocemos bien a Chocano, tal vez mejor que en su propio país, y sobre todo después del ensayo de estafa que motivó su escapada de Madrid sin despedirse de nadie, digo mal, se despidió cariñosamente de la madre España en un verso memorable y denigrante que tituló «Fin de raza», y que será el más elocuente epitafio sobre la losa del sepulcro épico [9] que alzarán en sus almas todas las futuras juventudes de nuestra raza.

Con todo eso y mucho más, que sería ameno contar si no fuese impropia la ocasión, no creo que Chocano sea un farsante a la manera que él lo entiende, porque para serlo es preciso tener genio de histrión y el genio del poeta ya lo conocemos.

Es genio de bufón trágico.

José Mª Rodríguez


Poetas y bufones. Polémica Vasconcelos-Chocano. El asesinato de Edwin Elmore
Agencia Mundial de Librería, Madrid 1926, páginas 5-9.