1845Frenología

Manuel Bretón de los Herreros, Frenología y Magnetismo, Madrid 1845

 
Frenología y Magnetismo

Comedia en un acto
 

Por
D. Manuel Bretón de los Herreros.

 
Representada en el teatro del Príncipe.
 
 
 

 
 
Madrid
Imprenta de D. José Repullés
Diciembre de 1845
 


 
Personas – Actores

Ceferina – Doña Matilde Diez.
Luisa – Doña Plácida Tablares.
Dona Mamerta – Doña Gerónimo Llorente.
Don Manuel – Don Pedro de Sobrado.
Don Lucas – Don Antonio de Guzmán.
Don Emeterio – Don Luis Fabiani.
Don Benigno – Don Ignacio Silvostri.
Bonifacio – Don José de Guzmán.
Gil – Don Mariano Muñoz.
Criado 1.º – Don Juan Torroba.
Criado 2.º – Don José Ramírez.

La acción pasa en Toledo

Sala decentemente amueblada. Puerta en el foro, que es por la que entran en escena los que vienen de fuera de la casa: otra en los bastidores de la derecha del actor: otra en los de la izquierda.

Escena primera.

Luisa. Ceferina.

Cefer. Con que ¿es cosa decidida,
señorita?

Luisa. Si.

Cefer. ¿Hay locura
semejante? ¡Por despecho
casarse en segundas nupcias,
usted, tan joven, tan linda,
con ese primo a quien nunca
ha visto, y que frisa ya,
según consta de escrituras,
en cincuenta navidades!...
¡Santo Dios! Tendrá peluca...

Luisa. Así lo dejó dispuesto
don Pedro Nolasco Orduña,
tío de ambos, y es preciso
que la voluntad se cumpla
del difunto.

Cefer. No es la cláusula
en cuestión tan absoluta;
pues, según tengo entendido,
hay otra que la atenúa
mandando que si la boda [4]
citada no se ejecuta,
reciba usted diez mil duros
de dote...

Luisa. Pero a don Lucas,
que es el único heredero
de la cuantiosa fortuna
de don Pedro, se reserva
la facultad inconcusa
de elegir entre casarse
conmigo, o darme la suma
consabida; y si soy yo
de quien parte la repulsa
todo lo pierdo.

Cefer. ¿Se ha visto
disposición más absurda?
Luis. Hubiérame apresurado
a escribirle mi renuncia,
porque no en él sino en otro
cifraba yo mi ventura;
pero esperé, y mi esperanza
pareció a todos muy justa,
que el novio testamentario,
dando corteses disculpas,
me dejase en libertad
de aspirar a otra coyunda,
ya que a sus crecidos bienes
los de la herencia acumula,
y pudiendo a poca costa
comprar mi paz y la suya.
No tuvo a bien observar
tan generosa conducta...

Cefer. ¡Pues ya! Sabrá que es usted
un prodigio de hermosura
y virtud: quizá habrá hecho
alguna excursión oculta
a Toledo,... sí; y prendado
de esa cara, –¡alma de Judas!–,
habrá dicho para sí:
me conviene la futura;
muchos años llevo a cuestas,
pero ella es pobre y yo un Fúcar...
Esperaré. Siempre hay tiempo [5]
para soltar la pecunia.

Luisa. Pues bien; no la soltará.
Llena mi alma de amargura
por la alevosa perfidia
del ingrato a quien ilusa
entregué mi corazón,
cedí en fin a la importuna
solicitud de mi primo,
y hoy mismo, según me anuncia,
debe llegar a Toledo.

Cefer. Pero ¿está usted bien segura
de que don Manuel Germán
olvida en la barahúnda
de Madrid a la que ha sido
objeto de su ternura?

Luisa. ¡Demasiado! ¡Veinte días
sin escribirme! ¿Hay excusa para tan largo silencio?

Cefer. Sin duda el pleito le ocupa
más de lo que él esperaba.
Sabe usted lo que es la curia...
Han podido extraviarse
las cartas, o quizá alguna
enfermedad...

Luisa. Será fuerza,
pues de ligera me acusas,
convencerte de su infamia,
aunque de rubor me cubra.
¡Ama a otra y se ha casado
con ella!

Cefer. ¡Eh! Será calumnia...

Luisa. No. Y para mayor tormento,
la que su mano me usurpa
era amiga mía.

Cefer. ¿Quién?

Luisa. ¿Te acuerdas tú de Facunda,
la hija del contador...

Cefer. Si, señora; aquella rubia...
¿Con que es ella la...

Luisa. Contempla
cuánta sería mi angustia
cuando a mis manos llegó [6]
bajo un sobre –¡atroz injuria!–
esta papeleta.
(La saca de su bolsa y se la da a Ceferina.)

Cefer. ¿A ver?
(Leyendo.)
«Don Manuel Germán...» –No hay duda.–
«Y doña Facunda Gómez...»
Luis. Ya ves...

Cefer. ¡Miren la lechuza!...
«Participan a usted...» –¡Pícaro!
Si le cojo entre mis uñas...–
«Su efectuado matrimonio...» –
Vamos, esto es una burla...–
«Ofreciéndole su casa
en la calle de la Ruda,
número 18, cuarto
principal.» –¡Dios le confunda!–
Y aquí el membrete: –«Señora
doña Luisa Arnal de Zúñiga.»
(Volviendo a Luisa la papeleta.)
¡Y no castigan las leyes
tanta iniquidad! ¡Y hay curas
que en lugar de bendecir
a un traidor no le excomulgan!

Luisa. Dime ahora, Ceferina,
que es mi indignación injusta;
dime que debo querer
a quien me vende y me insulta,
y que, mientras él en brazos
de otra mujer ríe y triunfa,
cuando otro me solicita
me resigne yo a ser viuda.

Cefer. Eso no. Pero casarse
sin amor... ¡Ay! Calentura
me da solo de pensarlo.
¿Qué hará usted si le repugna
luego ese rancio marido
que en un acceso de furia
ha aceptado?

Luisa. ¿Qué sé yo?
¡Morir!

Cefer. ¡Valiente tontuna! [7]
Quien puede aspirar a templos
no debe pensar en tumbas.
Si quiere usted verá pronto
esas lágrimas enjutas
sin recurrir a una mano
curtida y llena de arrugas.
Jóvenes hay en Toledo...

Luisa. No, no. Es justo que yo sufra
el castigo de mi necia
credulidad. Ya a don Lucas
palabra he dado de esposa,
y aunque a mi dolor sucumba
la he de cumplir.

Cefer. ¿Con que el otro
ha cometido la culpa
y usted se impone el castigo?
Si lo mandara la Bula
no haría yo...

Escena II.

Luisa. Ceferina. Gil.

Gil. Señorita,
un forastero pregunta
por usted.

Luisa. ¿Será... ¿Su nombre?

Gil. Don Lucas Pérez Orduña.

Luisa. (¡Cielos!...) Que entre.

Escena III.

Luisa. Ceferina.

Cefer. ¡Ay Señorita!
Si esa boda se efectúa
no diga usted que se casa;
diga usted que se sepulta. [8]

Escena IV.

Luisa. Ceferina. Don Lucas.

Cefer. (Viendo aparecer a don Lucas, que hasta en el traje que lleva manifiesta la extravagancia de su carácter.)
(¡Qué visión!)

D. Luc. ¡Ave María!
¿Quién es aquí mi señora
doña Luisa...

Luisa. Servidora...

D. Luc. Muy señora y novia mía.
Recibí la muy atenta
de usted, en que acepta, cálamo
currente, mi amor, mi tálamo,
mi craneoscopia y mi renta;
y vengo;
(Se arrodilla.)
y puesto de hinojos
devoro con fanatismo
el celestial magnetismo
de esos hechiceros ojos.

Luisa. ¡Oh! alce usted...

D. Luc. (Levantándose.) ¡Oh venturoso
momento! ¡Oh gloria! ¡Oh placer! –
Usted debe de tener
temperamento nervioso.

Luisa. No sé.

Cefer. (Es ente original.)

D. Luc. ¡Gran tipo, o miente la ciencia,
para absorber la influencia
del magnetismo animal!

Luisa. No entiendo...

D. Luc. Veremos luego...

Cefer. Hable usted claro, o si no...
Ni mi señora ni yo
hemos aprendido el griego.

D. Luc. Pullitas; ¿eh?
(Ceferina se ríe.)
¿Hilaridad?
(A Luisa.)
¿Sabe usted que es buena pieza [9]
la niña... En esa cabeza
hay mucha chistosidad.
¿A ver...
(Tentando la cabeza a Ceferina.)

Cefer. (Desviándose.) ¡Eh!...

D. Luc. Como no venza
su buena razón la audacia
(Volviendo a tentarla.)
de este hueso, en cada gracia
soltará una desvergüenza.

Cefer. (Retirándose.)
¡Quite usted... ¡Diantre!...

D. Luc. En los cráneos
hay órganos diferentes:
los unos son prominentes,
los otros son subterráneos.
El cerebro es la substancia
donde nuestra alma reside.
Cada afección coincide
con una protuberancia.–
Mas ya probaré en detall
que no es farsa ni pamema
el admirable sistema
del famoso doctor Gall.

Luisa. (Aparte con Ceferina.)
¡Ay, Ceferina!

Cefer. Es un pozo
de ciencia.

Luisa. ¡Qué novio!

Cefer. Un lince;
y allá por el año quince
fue sin duda guapo mozo.

D. Luc. En el arte de Mesmer
soy profesor asimismo;
esto es, en el magnetismo.

Cefer. Y eso... ¿es cosa de comer?

D. Luc. ¡Picarilla! ¡Bachillera!...
(A Luisa.)
Con el tacto, y aun quizás
con mirarle, y nada mas,
hago dormir a cualquiera.

Cefer. Lo creo a fe de mujer [10]
honrada.
(A Luisa.)
Desde que entró
este caballero...
(Bostezando.)
¡Ah!... yo
me duermo a mas no poder.

D. Luc. (Sonriéndose, mirando a Ceferina y poniéndose el dedo en la cabeza.)
¡Ah! el órgano... Y este gas
magnético, sin preámbulos
lo digo, forma somnámbulos
y aun profetas...

Cefer. ¿Eso mas?

D. Luc. En cuanto a la craneoscopia,
usted juzgará si...
(En actitud de palpar la cabeza de Luisa. Esta retrocede.)
¿A ver...

Luisa. ¡Quieto!

D. Luc. (Valiéndose del lente para examinar la cabeza de Luisa y girando en derredor de ella.)
¡Bien! Para mujer
propia ¡huy! es usted... ¡la propia!
La amatividad es fuerte,
pero la templa...
(A Luisa, viéndola hacer un movimiento retrógrado.)
¡Oh! no toco;–
el intelecto.

Luisa. (Aparte con Ceferina.)
¡Ay! es loco.

Cefer. Pero manso. Me divierte.

Luisa. ¡Basta!

D. Luc. En todo su apogeo
la veneración descuella.
(Puedo casarme con ella
sin peligro.)

Luisa. ¡Oh! me mareo.

D. Luc. (Dejando de girar en torno de Luisa.)
Bien; otra vez... Tiempo queda
para que yo me ejercite...
Ahora, si usted me permite [11]
quitarme esta polvareda...

Luisa. Sí, sí.

D. Luc. El que viene de viaje...
¿Cuál es mi cuarto?

Luisa. (Mostrando la puerta de la derecha.)
El de enfrente.

D. Luc. Muchas gracias...
(Viendo entrar a un mozo con maleta, saco de noche y sombrerera.)
Justamente,
ya tengo aquí el equipaje.
(Guiado por Ceferina entra el mozo con su carga en la habitación indicada.)
(¡Bien haya, amén, el capricho
de mi tío!) Por lo que hace
a nuestro próspero enlace,
no hay que hablar: todo está dicho.

Luisa. (¡Cielo!...)

D. Luc. (A Ceferina.) ¡Ah! será menester
que me encargues un criado...

Cefer. Sí; voy a dar el recado.

Escena V.

Don Lucas. Luisa.

D. Luc. (Al mozo que sale de vacío, dándole una peseta.)
Toma tú para beber. (El mozo se retira.)
Esta noche tendrá efecto
el contrato ¡oh dulce amor!

Luisa. Yo... (Se reprime y calla.)

D. Luc. ¿Te turbas? Ya; el pudor...
Vuelvo... Abur.
(Entrando en la habitación de la derecha.)
(Sí; ¡el intelecto!...)

Escena VI.

Luisa. Luego Ceferina.

Luisa. ¡Dios mío, qué hombre!... ¡Imposible!... [12]
Guárdese sus diez mil pesos...

Cefer. ¿Qué tal, señorita? ¡Bravo!
Doy a usted el más sincero
parabién...

Luisa. ¡Cruel, no así
te burles de mi tormento!
Muy desesperada estoy,
mas resignarme no puedo
a una boda que me haría
fábula y risa del pueblo.

Cefer. No tal. ¿Por qué? Bien mirado,
don Lucas, aunque grotesco,
es un bendito de Dios.
Conozco yo a mas de ciento
que por un marido así
se darían en el pecho
con un canto. ¡Friolera!...
¡Tonto y con mucho dinero!

Luisa. Calla por Dios, Ceferina,
o échame un cordel al cuello.

D. Man. (Dentro.)
¿Dónde está?...

Luisa. ¡Cielo! Esa voz...

Cefer. Es don Manuel...

Luisa. ¿Será sueño?
(Viéndole llegar por el foro.)
¡Ah!

Escena VII.

Luis. Don Manuel. Ceferina.

D. Man. ¡Luisa!

Cefer. ¡Extraña visita!

D. Man. Esa mano...

Luisa. (Con seriedad y retrocediendo.)
¡Caballero!...

D. Man. ¿Qué es esto? ¡Así me recibes
cuando desolado vengo
después de gemir ausente
de tus ojos mes y medio
que me han parecido un siglo! [13]

Cefer. ¿Qué ha hecho usted en tanto tiempo
sin escribir...

D. Man. Cuando sepas
la causa de mi silencio...

Luisa. ¡Harto la sé!

D. Man. Pues entonces,
¿por qué ponerme ese ceño?

Cefer. ¡No, que bailará de gozo!
¡Habrá descaro...

D. Man. No entiendo...

Cefer. Ya se ve, tan ocupado
con los asuntos del pleito...

D. Man. Si tal, pero...

Cefer. (A Luisa.) ¡Y calla usted,
y no le llama embustero,
traidor...

Luisa. La única respuesta
que merece es... mi desprecio.

D. Man. ¿Por qué? ¿Quién me ha calumniado?
Explícame este misterio.

Cefer. ¿Está también mi señora
doña Facunda en Toledo?

D. Man. ¿Qué doña Facunda?... Solo
he venido.

Cefer. ¿Cómo es eso?
¡Un recién casado...

D. Man. ¡Yo!
¿Quién ha forjado ese enredo...

Cefer. ¡Aun lo negará!

D. Man. Me haréis
perder el juicio...

Luisa. Acabemos.
(Dándole la papeleta.)
Lea usted. La he recibido
por el último correo.
(Don Manuel lee para sí.)

Cefer. Sí, lea usted, y si tiene
vergüenza, cáigase muerto.

D. Man.¡Ah! está aclarado el enigma.
Yo no soy este sujeto.

Luisa. ¿Cómo!...

D. Man. ¡Maldito tocayo! [14]
Dios le ha criado exprofeso
para darme que sentir.
En Madrid... ¡en el infierno
debía estar! hay un quidam
llamado ni mas ni menos
como yo Manuel Germán,
mas con el cuál nada tengo
de común, ni relaciones
de amistad ni parentesco...

Luisa. ¡Ah!...

D. Man. Ni le he visto en mi vida;
mas si alguna vez le encuentro,
o se bautiza otra vez
o he de romperle los huesos.
El es sin duda el que consta
en este papel funesto
que ha herido tu corazón
con el puñal de los celos.

Luisa. ¡Oh Dios mío!...

D. Man. A él le buscaban
los agentes del Gobierno
por conspirador, y a mi
en su lugar me prendieron.

Luisa. ¿Qué oigo!

Cefer. ¿Es posible!...

D. Man. Si tal;
también le debo ese obsequio.

Luisa. ¡Justo Dios!... Y yo... ¡insensata!...

D. Man. Sí; por pecados ajenos
me han tenido tres semanas
en un calabozo horrendo;
y ya ves que mal podía
escribirle estando preso.
Mi inocencia al fin probaron
testigos y documentos,
y apenas me veo libre,
dejo abandonado el pleito,
salgo en posta, y en cinco horas
llego a la imperial Toledo.

Luisa. Perdona... ¡Ay triste de mí!

D. Man. ¡No mas!

Cefer. (Y ahora ¿quid faciendum?) [15]

D. Man. Las apariencias estaban
contra mí; yo lo confieso.
Tu corazón, sin embargo,
no debió tan de ligero
acusarme... ¡Eh! ¿por qué lloras?

Luisa. ¡Ay Manuel mío! El despecho
me ha cegado y...

D. Man. ¿Qué?

Luisa. Y vengando
en mi misma tu supuesto
delito...

D. Man. ¡Yo tiemblo! Acaba.
¿Has tomado algún veneno?

Cefer. No: un marido. –Es decir...

D. Man. ¡Pérfida!

Cefer. Todavía no se ha hecho
la boda.

D. Man. ¡Infiel! ¡Te has valido...

Cefer. (Con el dedo en la boca.)
¡Chit!...

D. Man. De frívolos pretextos
para venderme!

Cefer. ¡Más bajo!

D. Man. ¿Cómo!...

Cefer. El novio está allí dentro.

D. Man. ¿Qué importa?

Cefer. Está arrepentida:
su llanto lo está diciendo.
En un rapto de locura
escribió a don Lucas...

D. Man. ¡Cielos!...
¿El sobrino del difunto...

Cefer. Sí; el novio del testamento.

D. Man. Basta; todo está explicado.
Es rico... Venció el dinero...
¡A Dios!

Luisa. Vete, ingrato, vete
si dudas...

Cefer. (Deteniéndole.) No, señor; ¡quieto!

Luisa. Pero, por Dios, no me injuries
así. ¡ Mátame primero!

D. Man. ¡Luisa! [16]
(A Ceferina.)
El alma me traspasan
sus doloridos acentos.
(A Luisa.)
¡Qué débil soy! No debiera
perdonarte, mas...

Cefer. Ya el yerro
se cometió: lo que importa
es pensar en el remedio.
Es preciso hacer de modo
que renuncie ese estafermo
de propio motu a la boda...

D. Man. Si no le amas...

Luisa. Le detesto.

D. Man. Pues ¿tienes mas que decírselo
en su cara...

Luisa. No me atrevo
sino en el último apuro...

D. Man. Pues bien; de un modo indirecto...

Cefer. No caerá de su asno. Acaba
de decir que en su cerebro
está muy desarrollado
el órgano de... ¿Qué término
uso?... La amatividad.

D. Man. ¿Qué me dices! Según eso
¿es frenólogo el don Lucas?

Cefer. Sí, señor; ¡oh! y estupendo
magnetizador. Si él quiere
las gentes hablan en sueños;
cree tener ciencia infusa
en las yemas de los dedos,
y que todo ser viviente
del uno y el otro sexo
lleva su hoja de servicios
en la tapa de los sesos.

Luisa. ¡Supersticiones ridículas!

Cefer. Brujerías...

D. Man. No por cierto.
La frenología es ya
digna de entrar en el gremio
de las ciencias, pues se apoya
en muchos experimentos [17]
notables, y la defienden
autores de mucho mérito.
Por lo que hace al magnetismo,
probado está ya con hechos
innegables que produce
extraordinarios efectos
ese fluido impalpable
que se trasmite de un cuerpo
a otro; y, si bien repugna
a mi razón el dar crédito
a todas las maravillas
que cuentan los extranjeros,
casos he visto en Madrid
que a los hombres mas incrédulos
han convencido... ¿Te ríes?–
Ver y creer dice el proverbio;
y yo, Luisa, que no soy
ni fanático ni ciego,
lo que veo no lo dudo;
lo que dudo no lo niego.–
Mas no faltan charlatanes
que, sin estudio ni ingenio,
en esta y otras materias
se dan aire de maestros,
y el susodicho don Lucas
pudiera ser uno de ellos.

Cefer. ¿Quién duda... Yo, sin echarla
de frenóloga, me atrevo
a convencerle de que es
un insigne majadero.–
Pero me ocurre una idea.
El dice que los afectos
si la razón no los doma
son nocivos y siniestros.
Abúrrale usted a fuerza
de dengues y de requiebros,
y así...

D. Man. ¿Cómo!...

Luisa. Yo no sé
fingir...

D. Man. Ni yo lo consiento.
¡Hola! Pues eso faltaba... [18]
Pero ¿a qué andar con rodeos?
Entro ahora mismo en su cuarto
y quitándome de cuentos
le hago tomar el portante
y si no se va le estrello.

Cefer. ¡No! Mi señorita entonces
perderá los diez mil pesos,
y ni ella es bastante rica
para desairar al muerto,
ni usted querrá que los pierda
contra razón y derecho.–
Paciencia. Dios proveerá...
Dejarle obrar y esperemos.
Para dar con todo al traste
siempre ha de quedarnos tiempo.
Aquí estará usted...

D. Man. ¡Oh! sí.
No quiero exponerme al riesgo...

Luisa. ¡Otra vez, Manuel!...

D. Man. Perdona.

Cefer. Disimule usted...

D. Man. Si puedo.

Cefer. Dígale usted que también
es frenólogo y magnético,
y atraído por la fama
de su superior talento
ha venido a consultarle...
Ya sale... ¡Alerta!
(Separando de Luisa a don Manuel.)
¡Más lejos!

Escena VIII.

Luisa. Ceferina. Don Manuel. Don Lucas.

(Don Lucas aparece vestido, como suele decirse, de tiros largos, pero muy atrasado en la moda y con colores ridículamente chillones y mal combinados.)

D. Luc. Otra vez, bella futura,
a tus órdenes estoy.

D. Man. (¡Qué mamarracho!) [19]

Cefer. Este joven,
entusiasta admirador
de la craneoscopia...

D. Luc. ¿Sí?

Cefer. Y la magnetización...

D. Luc. Celebro... ¿Desea usted
que le magnetice?

D. Man. Soy
poco elástico de fibras
y temo una congestión...

D. Luc. Querrá usted que le examine
el cráneo... Al momento voy...
Siéntese usted...

D. Man. Es inútil:
ya tengo formado yo
mi horóscopo... He dicho mal:
mi craneóscopo.

D. Luc. Esa voz
técnica anuncia que usted
cultiva...

Cefer. Sí; es profesor...

D. Luc. Bien; discutiremos.

Cefer. Quiere
ver alguna operación
de esas manos primorosas...

D. Luc. Corriente: aunque sean dos.

Escena IX.

Los precedentes. Criado 1.º

Cri. 1.º Con su licencia de ustedes.

D. Luc. ¿Qué quiere ese motilón?

Cri. 1.º ¿Es aquí donde hace falta
un criado?

D. Luc. ¡Ah! Sí, señor.
Adelante.

Cri. 1.º Yo pretendo...
Tengo personas de pro
que me abonen...

D. Luc. Es ocioso.
Con hacer yo la inspección [20]
cerebral del candidato
por satisfecho me doy.
(A don Manuel.)
Vea usted otra ventaja
del sistema del doctor
Gall. Para admitir criados,
ya los informes no son
necesarios.
(Palpándole la cabeza.)
Registremos...

Cri. 1.º (Temblando.)
¿Qué hace usted?

D. Luc. ¡Dios de Jacob!
¡Qué espantoso desarrollo,
qué montaña en la región
del orgullo!– Vete, vete.

Cri. 1.º ¡Virgen Santa! Pues ¡si soy
humilde como un borrego
y sufrido mas que Job!

D. Luc. Tú darás tarde o temprano
a conocer tu ambición
desmedida. Si pudieras
serías otro Nembrod.
Tal vez ya estarás fraguando
alguna conspiración...

Cri. 1.º ¡Jesús!

D. Luc. Si entras en mi casa
querrás mandar más que yo.

Cefer. ¡Calle usted! No hay mas que ver
esa cara de ababol...

Cri. 1.º (Llorando.)
¡Jin!.. ¡Qué injuria!.. ¡Jun!.. ¡ Qué infamia!
Me quejaré al celador.

Escena X.

Los precedentes, menos el Criado 1.º

Cefer. ¿Lo ve usted? Se va llorando... [21]

Escena XI

Los precedentes. Criado 2.º

Cri. 2.º Alabado sea Dios.
Vengo...

D. Luc. A buscar acomodo.
¿No es eso?

Cri. 2.º Sí, señor. Hoy...

D. Luc. (Tentándole la cabeza.)
Veamos...

Cri. 2.º ¡Ay!...

D. Luc. No te muevas.

Cri. 2.º (¿Me irá a dar un cogotón?)

D. Luc. Tu cabeza me dirá
de qué pie cojeas. –¡Oh!...–
Basta; no ha lugar. ¡Aparta!

Cri. 2.º Pero...

D. Luc. ¡Abur!

Cri. 2.º ¿Por qué razón...

D. Luc. No te quiero avergonzar.

Cri. 2.º Si yo...

D. Luc. ¡Largo o voto a briós!...

Cri. 2.º (¿Qué tendré yo en la cabeza
que le causa tal horror?)

Escena XII.

Los precedentes, menos el Criado 2.º

Cefer. ¿Por qué le despide usted
con tal furia?

D. Luc. Por ladrón.

Luisa. ¿ Es posible!... ¿Y cómo...

D. Luc. Su órgano
adquisitivo es atroz
y está en el último grado
de malicia y perversión.

Cefer. Mire usted no se equivoque.

D. Luc. ¿Quién? ¡Yo equivocarme!... No.

Cefer. ¿No pudiera sobre ese órgano [22]
tener el pobre un chichón?

D. Luc. ¡Ba! Yo sé bien...

Escena XIII

Los precedentes. Bonifacio.

Bonif. ¡Deo gracias!
(Yo me entro de hoz y de coz...)

D. Luc. ¡Otro! (Habla aparte con Bonifacio.)

Luisa. (Aparte con don Manuel.)
¿Qué opinas?

D. Man. Que es loco
rematado. Mas de dos
en el hospital del Nuncio
están con menos razón.

D. Luc. Bien está. ¿Cómo te llamas?

Bonif. Bonifacio Buenaflor.

D. Luc. El nombre es de buen presagio.

Bonif. He servido al capiscol
de la...

D. Luc. Eso es indiferente.
Tomaré tu filiación...

Bonif. ¿Cómo!...

D. Luc. En la cabeza. (Se la reconoce.)

Bonif. Limpia
la hallará usted como el sol.
Todos los días me peino.
(¡Vaya, que es rara aprensión...)

D. Luc. Están bien equilibrados
los órganos. Ni un reloj...
(A don Manuel.)
Vea usted esta cabeza...
Redonda como un melón.–
Tú eres muchacho de juicio...

Bonif. ¡Oh!...

D. Luc. De conciencia.

Bonif. Es favor...

D. Luc. Los órganos perniciosos
no están en sublevación;
y al contrario, es admirable
el desarrollo precoz [23]
de los buenos. –¡Bien! ¡Muy bien!
Fidelidad, – adhesión, –
patriotismo, – filadelfia...

Cefer. ¿Fila... Qué?

D. Luc. Es decir, amor
al prójimo y a la patria...

Bonif. ¡Mucho! Soy buen español.

D. Luc. Si hubieras nacido en Roma
serías otro Catón.
No hay mas que hablar: te recibo
a ojos cerrados.

Bonif. ¡Señor...
(Es chiripa haber topado
con este santo varón.)

D. Luc. ¿Qué salario te pagaba
el jefe del facistol?

Bonif. Cada mes cuarenta reales.
(Aumentemos...)

D. Luc. Yo te doy
sesenta.

Bonif. ¡Oh! mándeme usted
rodar y...

D. Luc. (A don Manuel.) ¡Qué adquisición!
Dele usted oro molido
y es seguro...

D. Man. En eso estoy.

D. Luc. (A Bonifacio.)
Ven...

Cefer. (Aparte con don Manuel.)
Yo creo que es un tuno...

D. Man. Soy de la misma opinión.

D. Luc. Te diré lo que has de hacer.
(A Luisa.)
En tanto, cara de sol,
manda llamar al notario
y que con mano veloz
extienda el contrato... ¿Sí?
¡Qué dicha para los dos! [24]

Escena XIV.

Luisa. Ceferina. Don Manuel.

D. Man. ¡Voto a...

Cefer. ¡Calle usted con mil
de a caballo!

D. Man. ¡Mentecato!
Ya le daré yo el contrato
con una...

Cefer. ¡Silencio!...
(A la puerta del foro.)
¡Gil! –
Aunque venga será en vano.
Mi señorita sé yo
que no ha de firmar...

Luisa. ¡Ah! no.
¡Antes cortarme la mano!

D. Man. Pero...

Cefer. Usted déjeme a mí.
(Llega Gil, le dice Ceferina una palabra al oído y se retira.)
(A Luisa.)
Si acoge usted cuando sea
tiempo oportuno una idea
(Con el índice en la frente.)
que me está bullendo aquí...

D. Man. Pero...

Cefer. El asunto es muy serio.

D. Man. ¿Soy yo quien lo toma a risa?

D. Emet. (En el foro.)
Mi señora doña Luisa...

Luisa. Entre usted, don Emeterio.

Escena XV.

Los precedentes. Don Emeterio.

D. Emet. A los pies de usted, Luisita.

Luisa. Servidora...

Cefer. (¿Qué traerá...) [25]

D. Emet. (Saludando a don Manuel, que le contesta con una inclinación de cabeza.)
Caballero...
(A Luisa.)
Usted dirá
que es extraña mi visita.
Se habla mucho en la ciudad
de un frenólogo que aquí
se hospeda...

Luisa. Cierto.

D. Emet. Pues; y...
me tomo la libertad...

Luisa. Es usted muy dueño...

Cefer. ¡Viva!
Vendrá usted con el deseo
de un poquito de tecleo
en los órganos de arriba.

D. Emet. No vengo con tal afán.
A lo que vengo en substancia
es a probar la ignorancia
de ese necio charlatán.
¿Con qué título o qué grado
viene ese pseudo-Galeno
a... ¡Voto al chápiro!...

Cefer. (Aparte a Luisa y don Manuel.)
¡Bueno!
Ya tenemos un aliado.

Escena XVI.

Los precedentes. Don Lucas.

D. Luc. Luisa...

Cefer. (A don Emeterio.) Aquí viene.

D. Luc. ¿Otro adepto?
(Yendo a tentar la cabeza a don Emeterio.)
Veamos...

D. Emet. (Parándole la mano.)
¡Eh! yo me rasco
solo y no pongo mi casco
en las manos de un inepto.

D. Luc. ¡Qué! ¿tiene usted la osadía [26]
de blasfemar –¡oh idiotismo
solemne!– del magnetismo
y de la frenología?

D. Emet. ¡Miserable!... Eso es absurdo.

D. Luc. ¿Cómo!...

D. Emet. Con esas marañas
al vulgo crédulo engañas.
¡Mala pedrada de zurdo!...

D. Luc. ¡Cachaza! Yo no me irrito.
¿A qué tanta barahúnda?
¿Quiere usted que le confunda?
A la prueba me remito.
Testimonio subitáneo
tendrá usted de mi pericia
si mi mano le acaricia
la superficie del cráneo.

D. Emet. ¿Se pueden oír con calma
tan ridículos enredos?

D. Luc. Le contaré con los dedos
todos los pliegues del alma;
le diré, si no se mueve,
lo que es, lo que puede ser,
lo que...

D. Emet. ¡Hombre!...

D. Luc. Y si es menester,
lo que come y lo que bebe.

D. Emet. ¡Cuidado que es pertinacia...
Bien: aquí está mi mollera;
palpe usted por donde quiera
y veamos esa gracia.
(A los circunstantes.)
No dará un juicio su mano
que no sea un embolismo.

D. Luc. (Después de examinarle un momento la cabeza.)
Mucho aprecio de sí mismo.

D. Emet. Ya; eso...

D. Luc. (Después de reconocerle en otro lado.)
Intelecto mediano.

D. Emet. Falso. Mi ingenio precoz
ya se mostró desde el aula...

D. Luc. (Que no ha dejado de tentar.)
¡Hola!... Aquí tiene la maula. [27]

D. Emet.¿Cómo!...

D. Luc. Carácter feroz.

D. Emet. No, por cierto.

D. Luc. Otro Goliat.

D. Emet. ¿Quién? ¡Yo...

D. Luc. Este hombre si se exalta...

D. Emet. ¡Oh! ya...

D. Luc. Dará quince y falta
a Robespierre y Marat.

D. Emet. (Riéndose.)
Ja, ja...

D. Luc. Quiere que sucumba
todo ser que le rodea.
La sangre le regodea
y le electriza la tumba.

D. Emet. ¡Diagnóstico singular!

D. Luc. No hay quien su saña mitigue.

D. Emet. ¿Qué soy yo pues?

D. Luc. Usted sigue
la carrera militar.

D. Emet. (A Luisa.)
¿Ve usted cómo desatina?

D. Luc. Yo...

D. Emet. Su ignorancia da tedio.–
La erró usted de medio a medio:
soy doctor en medicina.

D. Luc. ¿Qué mas da? Todo es matar.

D. Emet. ¡Hum!...

D. Luc. Cabeza que yo atrape...

D. Emet. ¡Brrr!...

D. Luc. ¡Lo dije! No hay escape:
o médico o militar.

D. Emet. (Furioso.)
Calle usted o soy capaz...

D. Luc. Será brusista... De fijo.
La dieta es su regocijo,
las...

D. Emet. ¡Voto a briós!...

D. Man. (Interponiéndose y separándolos.)
Haya paz.

Cefer. El que no se ría de esto
no es hombre de gusto. [28]

Luisa. Sí.

D. Emet. ¡Se acordará usted de mí!

D. Man. (Aparte a don Lucas.)
Es loco.
(Aparte a don Emeterio.)
Es tonto.

D. Luc. ¡Qué gesto!
De cólera está convulso...

D. Emet. Ya nos veremos los dos.
¡Hump!...
(Se retira gruñendo y llevándole del brazo hasta la puerta don Manuel.)

D. Luc. (A Luisa.) ¡No permitas, por Dios,
que ese hombre te tome el pulso!

Escena XVII.

Luisa. Ceferina. Don Lucas. Don Manuel.

Cefer. ¡Bien! ¡Bravo! La craneoscopia
ha triunfado. ¡Vitor! ¡Vitor!
Si hace usted con igual éxito
sus pruebas de magnetismo,
le aseguro...

D. Luc. ¿Quién lo duda?
Verán ustedes prodigios.

Escena XVIII.

Los precedentes. Don Benigno.

D. Benig. Saludo a ustedes con toda
la...

Cefer. Es el señor don Benigno.

D. Luc. ¿Quiere usted magnetizarse?

D. Benig. (Extrañando el vocablo.)
¿Magne...

Cefer. ¿Está usted en su juicio?
Si le paraliza usted
las potencias y sentidos
¿cómo ha de hacer el contrato
conyugal... [29]

D. Luc. ¡Ah! ¿este individuo
es el notario...

D. Benig. Y humilde
servidor...

D. Luc. Muy bien venido.

D. Benig. ¿De qué se trata?

D. Luc. Se trata
de un matrimonio inter vivos...

D. Benig. Por palabras de presente
dirá usted.

D. Luc. Pues; eso mismo.–
Traerá usted papel sellado...

D. Benig. Siempre llevo en el bolsillo
media resma. ¿Quiénes son
los que contraen el vínculo
nupcial?

D. Luc. Esa peregrina
hermosura y yo, aunque indigno.

D. Benig. Bien; extenderé el contrato
con las fórmulas de estilo.
¿Dónde...

Cefer. (Mostrando la habitación de la derecha.)
En este gabinete,
(A don Lucas.)
si usted le da su permiso,
podrá escribir...

D. Luc. Sí; entre usted.

D. Benig. Ya sé el nombre y apellido
de la novia, edad, estado
y todos los requisitos.
En cuanto a usted...

D. Luc. (Dándole papeles.) Todo consta
en esta fe de bautismo
y documentos adjuntos.

D. Benig. ¿Quién ha de ser el padrino?

Cefer. Don Manuel Germán.
(Don Benigno apunta con lápiz en su cartera los nombres que le da Ceferina.)

D. Man. (En voz baja.) ¡Muchacha!

Cefer. (Lo mismo.)
¡Por Dios, prudencia!

D. Man. (Estoy frito.) [30]

D. Benig. ¿Testigos?

Cefer. Don Celedonio
Aguaviva, – don Remigio
Quijorna, – don Anacleto
Valderábano, – don Críspulo...

D. Benig. ¡Basta! – A ninguno conozco
de los tres, y soy vecino
de Toledo hace treinta años.

Cefer. (Aparte a don Manuel y Luisa.)
Son tres nombres de capricho.
(A don Benigno.)
Cuando vengan a firmar
dará usted fe...

D. Benig. Voy...

D. Luc. Prontito.

Escena XIX.

Los precedentes, menos Don Benigno

D. Luc. El notario tiene trazas
de saber bien el oficio.
Pienso analizarle luego
de la frente al colodrillo.

Escena XX.

Los precedentes. Bonifacio.

Bonif. Señor...

D. Luc. ¡Hola, Bonifacio!

Bonif. Ya todo lo dejo limpio...

D. Luc. Bien.

Bonif. Con licencia
de usted iré a buscar mis trapillos...

D. Luc. Bien, hijo. ¿No tardarás?

Bonif. ¿Tardar? Volveré mas listo
que Cardona. Hasta después.
(Se va corriendo y tropieza con doña Mamerta, que entra al mismo tiempo.)

D. Luc. Es una alhaja. [31]

D.ª Mam. ¡Borrico!

Bonif. Perdone usted.

Escena XXI.

Luisa. Ceferina. Don Lucas. Don Manuel. Doña Mamerta.

D.ª Mam. ¡Qué insolente
pechugón!
(Saludando.)
Señores míos...
Luisita...

Luisa. ¡Usted por mi casa!

D. Man. (¿Qué traerá este anacronismo?)

D.ª Mam. Si; vengo con el objeto...
¿Me ha descompuesto los rizos?

Luisa. No; nada...

D.ª Mam. Poco ha faltado
para besarme el maldito.

Cefer. (¡Eso quisieras!)

D.ª Mam. ¡Jesús!
Hay hombres tan atrevidos
que ya no hay pudor seguro...
Es la edad de los peligros
la juventud.

Cefer. (¡Juventud,
y peina ya medio siglo!)

D.ª Mam. No porque yo todavía
esté en el Mayo florido
de la vida: tengo ya
veintinueve años.

Cefer. (Y pico.)

D.ª Mam. Pero al fin soy del estado
honesto y... Pues, como digo,
es horror lo que padezco
del histérico, ¡ay Dios!, y visto
que ni vizmas ni cantáridas
me proporcionan alivio,
noticiosa de que un docto
profesor de magnetismo
se hospeda aquí y esperando
que, si no mienten los libros, [32]
ese fluido admirable
me curará el histerismo,
vengo a rogarle que me haga
tan singular beneficio.

D. Luc. Yo soy ese profesor
que busca usted con ahínco;
y en efecto, el gas magnético
es excelente específico...
Ea, manos a la obra.

D.ª Mam. Si ve usted que me atosigo
demasiado...

D. Luc. Nada de eso.
Verá usted cómo la inspiro
un sueño apacible,... igual
al de los padres del Limbo.
Siéntese usted...
(La toma de la mano y la lleva a un extremo del teatro.)
Aquí... lejos...
(La hace sentar en un sillón.)
Y ustedes no metan ruido.
(Se acerca a ella, la mira fijamente, hace ademán de pasar sus pulgares por la frente y los párpados de la paciente, y otras veces figura recoger un gas impalpable e invisible y lo rocía sobre el rostro de doña Mamerta, suspendiendo estas operaciones o volviendo a ellas según lo indicará el diálogo y acompañándolas con gestos y pantomimas aparatosas y ridículas. Luisa, Ceferina y don Manuel hablan en voz baja.)

Luisa. ¿Logrará magnetizarla?

D. Man. No lo extrañaré. Ya he dicho
que ese fluido reside
en todos los cuerpos vivos...

D. Luc. ¿Se duerme usted?

D.ª Mam. No, señor.

D. Luc. ¿Siente usted escalofríos
en los hombros, o así,... a modo
de un hormigueo continuo...

D.ª Mam. No, señor.

D. Luc. Repetiremos.

D. Man. Sí, Luisa.
(Hablan los tres en voz baja como antes y cuidando de no ser observados por don Lucas.) [33]

Luisa. ¿Cómo lo finjo...
Yo no puedo...

D. Man. Por mi amor
harás ese sacrificio.

D. Luc. ¡Dura es usted de pelar!

Cefer. (Como antes.)
Si usted no quiere decírselo
despierta, no hay mas remedio
que apelar al artificio.

D. Luc. (A media voz y dirigiendo la palabra al grupo.)
¡Chito! Ya empieza a operar
el magnético prestigio.
(A la paciente.)
Doña...
(A los demás.)
¿Su nombre?

Cefer. Mamerta.

Luisa. (A don Manuel aparte.)
Pero ¿y si me magnetizo
de veras?

D. Man. No temas.

D. Luc. ¡Doña
Mamerta!

D.ª Mam. (A media voz.) Ya... ya me eclipso...

D. Man. (Aparte a Luisa.)
Sin mediar la voluntad
y la fe del individuo
no hay caso. Además, yo estoy
aquí... Piensa en lo ridículo
de ese hombre, y es imposible...

D. Luc. Ya está con el paroxismo.
(Se retira un poco y deja ver a doña Mamerta dormida.)

Escena XXII.

Los precedentes. Don Emeterio.

D. Emet. ¿Dónde, dónde está esa loca
de mi hermana...
(Viéndola.)
¡Jesucristo!

D. Luc. Aquí está ¡magnetizada! [34]
Ahora niegue usted ¡sacrílego!
la virtud...

D. Emet. ¡Farsa! ¡Mentira!

D. Luc. ¿Cómo si nunca la he visto
ni...

D. Emet. (Esa cara... Veo síntomas...)

D. Luc. ¿A ver si hay somnambulismo? –
¡Doña Mamerta!

D.ª Mam. Señor.

D. Luc. ¿Lo ve usted? Tiene expedito
a pesar de estar dormida
el órgano del oído.

D. Emet. Aun falta saber si duerme.

D. Luc. No la despiertan ni a tiros
basta que yo la liberte
de ese cautiverio físico
en que está. Si usted lo duda,
arrímela un buen pellizco,
y si se queja, consiento
en que me llamen pollino.

D. Emet. Sí lo haré: así como así
lo tiene bien merecido.–
(La pellizca.)
¡Alza! –¡Nada!

D. Luc. ¿Lo ve usted,
hombre incrédulo y macizo?

D. Emet. ¡Mamerta!

D.ª Mam. ¿Qué?

D. Emet. ¡Me responde
a mí también!

D. Luc. No me admiro.
Mientras yo no se lo impida...
¡Mamerta!

D.ª Mam. ¿Qué?

D. Luc. Te prohíbo
responder a nadie...

D.ª Mam. Bien.

D. Luc. Sino a mi. Déla usted gritos
ahora.

D. Emet. (Con voz estentórea y acercándose mucho a la víctima.)
¡Mamerta!... Nada. [35]

D. Luc. ¿Es esto charlatanismo?

D. Emet. (Enfadado.)
Sí, señor. Yo no me trago
una rueda de molino...

D. Luc. ¿Y si viera con los ojos
cerrados?

D. Emet. ¡Qué desvarío!...

D. Luc. Probemos. De estas hay pocas. –
(A doña Mamerta.)
¿Ves algo?

D.ª Mam. Nada distingo.

D. Emet. ¿Qué tal?

D. Luc. Decir que no ve,
ya es algo. Pero prosigo
mi interrogatorio. –¿Qué has
almorzado?

D.ª Mam. Cochifrito.

D. Emet. Cierto.

Cefer. Yo estoy asombrada...

Luisa. Es singular...

D. Luc. Te suplico
que me digas lo que mas
apeteces.

D.ª Mam. (Suspirando.) ¡Un marido!

D. Emet. ¡Cielos!...

D. Luc. ¿Has tenido novios?

D.ª Mam. ¡Uno solo!

D. Emet. (Admirado.) ¡Es positivo!

D. Luc. Y ¿por qué no te casaste
con él?

D.ª Mam. ¡ Ay! porque él no quiso.

D. Emet. ¡Es verdad!

Cefer. (¡Diantre! Pues tiene
el asunto sus peligros.)

D. Emet. (A don Lucas.)
¿A ver la edad...

D. Luc. ¿Cuántos años
tienes?

D.ª Mam. ¡Ay! cuarenta y cinco.

D. Emet. (Entusiasmado.)
¡Basta! Es usted un grande hombre
y creo en el magnetismo. [36]
Arrancar a una mujer...
¡y como esa! sus mas íntimos
secretos, y sobre todo
el de su fe de bautismo,
es un triunfo, es un milagro,
es el asombro del siglo. –
Pero despiértela usted
pronto...

D. Luc. Sí; será preciso...
(A soplos y agitando las manos figura ahuyentar de doña Mamerta el fluido que la comunicó.)

D. Emet. Porque si no, esa infeliz
va a decir mil desatinos.

D. Luc. ¡A fuera!... ¡Despierte usted!
¡A fuera!...

D.ª Mam. (Despertando muy agitada.)
¡Uf!... ¡Ay!... Mi abanico...
(Lo había dejado sobre una mesa al sentarse y se le da Ceferina.)

D. Luc. ¿Qué siente usted?

D.ª Mam. (Con la mano en la frente.)
Aquí... un peso...

D. Luc. (Repitiendo los soplos y el manoteo.)
¡Fuera! ¡Fuera!

D.ª Mam. ¡Ah!... Ya respiro.

D. Luc. ¿Está usted ya bien?

D.ª Mam. Sí, Sí.

D. Emet. Pero lejos de este sitio
estarás mejor.

D.ª Mam. (Levantándose.) ¿Qué veo!
¡ Mi hermano!

D. Luc. Sí; un paseito
al aire libre... ¿Qué tal
ha sido el sueño?

D.ª Mam. Tranquilo.–
Es decir... No sé... Parece
que ahora nazco... o resucito.

D. Luc. ¿Recuerda usted lo que ha hablado?

D.ª Mam. Yo... no, señor. Pues ¿qué he dicho!

D. Emet. (Aparte, tomándola del brazo.)
Verdades que no acostumbras,
¡desventurada! [37]

D.ª Mam. ¡Dios mío!...

D. Emet. Calla y ven.

D.ª Mam. (Turbada.) Sí... Abur, Luisita...

Luisa. Señora...

D. Emet. Abur.
(Aparte a doña Mamerta.)
¡Te has lucido!

D.ª Mam. (¡Ay! ¿me habré espontaneado?)
Señores, si en mi delirio
he dicho alguna simpleza,
la retracto y me desdigo.
El señor es responsable...

D. Luc. ¿Cómo!...

D. Emet. (Impaciente y tirando de doña Mamerta.)
¡Vamos!

D. Luc. Yo atestiguo...
Los magnetizados dicen
siempre la verdad.

D.ª Mam. Pues, hijo...

D. Emet. ¡Ven, maldita!...

D.ª Mam. Si es verdad
lo que yo he dicho,... he mentido.

Escena XXIII.

Luisa. Ceferina. Don Manuel. Don Lucas.

Cefer. No lleva mal sofocón.–
¡Bien, don Lucas! De esta vez
se cubre usted de honra y prez.

D. Man. (A Luisa en voz baja.)
¡Animo! Es la ocasión.

Cefer. Si aun hay quien no se convenza...

D. Luc. ¡Ya lo has visto!...

Cefer. (A Luisa.) Ahora usted: ¿sí?
No hace mal.

D. Luc. No. Fía en mi.

Cefer. Vamos...

Luisa. Yo...

Cefer. Le da vergüenza...

Luisa. (Sentándose.)
Bien. mas... tiemblo... [38]

D. Luc. ¡Eh! no te azores.
(Esta prueba me conviene...
Ahora el pudor la contiene,
pero me dirá... ¡primores!)
(Empieza las maniobras magnéticas.)
¡Así!... Ya mira al soslayo...
Va va...

Cefer. ¡Por Dios, que no enferme...

D. Luc. No hay cuidado. –¡Ah! ya se duerme...
(Luisa se finge dormida.)
¡Se durmió! Esto ha sido un rayo.

Cefer. En efecto.

D. Man. Sí.

D. Luc. No obstante,
preguntaré... ¿Te has dormido?

Luisa. Sí.

D. Luc. ¿Conservas el oído?

Luisa. Sí.

D. Luc. Pero ¿ves?

Luisa. No.

D. Luc. Adelante

Escena XXIV.

Los precedentes. Don Benigno.

D. Benig. (Con papeles en la mano.)
Traigo el contrato... ¿Qué es esto?
(Se detiene admirado.)

D. Luc. ¿Quieres casarte conmigo?

Luisa. Sí.

D. Man. (¡Falsa!)

D. Luc. ¡Ah! yo te bendigo.
¿Me amas?

Luisa. No.

D. Luc. ¡Malo me he puesto!

D. Benig. Aquí traigo este adminículo...

D. Luc. ¡Quítese allá... (¡Ay Dios!)
(A Luisa.)
¿Por qué
das tan mal pago a mi fe?

Luisa. Porque eres feo y ridículo. [39]

D. Man. (¡Divina!...)

D. Luc. ¡Hum!...

Cefer. (Ya refunfuña.)

D. Luc. ¿Me tomas por otro?

Luisa. No.

D. Benig. ¿Qué monserga...

D. Luc. ¡Uf!... ¿Quién soy yo?

Luisa. Don Lucas Pérez Orduña.

D. Luc. ¿Luego tiendes una red
a mi amor?

Luisa. Sí.

D. Luc. Estoy en brasas. –
¡No me quieres y te casas
conmigo!

Luisa. Sí. ¡Ahí verá usted!

D. Luc. ¡Cuer... po de briós!... ¿Amarás
a otro?

Luisa. ¡Oh! con fanatismo.–
Y quítame el magnetismo,
que no quiero decir más.

D. Luc. ¡Que te lo quite el demonio!

D. Man. (Figurando desmagnetizar a Luisa.)
Yo lo haré, que no es razón...

Luisa. (Respirando fuerte.)
¡Ah!

D. Man. Ya vuelve.

Luisa. (Lo mismo.) ¡Ah!...

D. Luc. ¡Mal rejón...

Luisa. (Levantándose y brincando de alegría.)
¡Matrimonio! ¡Matrimonio!

D. Luc. ¡Zape!

Cefer. (A don Lucas como asombrada.)
¿Ha visto usted qué extremos...

Luisa. ¿Está ya el contrato? ¡Bien!

D. Luc. (Con horror.)
¡Oh!...

D. Man. (Fingiendo estar escandalizado.)
¡Yo me hago cruces!...

Luisa. Ven,
Lucas mío, y firmaremos.

D. Luc. ¡Yo firmar! No soy tan zote.

Luisa. Si yo... [40]

D. Luc. ¡Aparta de mi lado!
Prefiero darte al contado
los diez mil duros de dote.

Luisa. ¡Cruel!...

D. Luc. ¡Ah pérfida!...

Luisa. ¡Ingrato!

D. Luc. ¿Habrá osadía... ¿Aun me quieres
seducir... ¡Ah! las mujeres...
(A don Benigno.)
Rompa usted ese contrato.
Y para no dar lugar
a un necio arrepentimiento,
voy a traer al momento...
¡Virgen santa del Pilar!
¿Y dirán los aristarcos
que es quimera el magnetismo?
Si no es por él, ¡en qué abismo
iba yo a caer, San Marcos!

Escena XXV.

Los precedentes, menos Don Lucas.

D. Benig. ¿Lo rompo, o no?

Luisa. ¡Sí, por Dios!

D. Benig. (Rompiéndole.)
Yo no entiendo este entremés...

Cefer. Hará usted otro después...

D. Man. Y yo pagaré los dos.
(A Luisa.)
Has estado deliciosa.

Luisa. Solo por ti hubiera hecho...

D. Man. (Besándola la mano.)
¡Vida mía!

D. Benig. ¡Ah! ya sospecho...
Los dos...

Cefer. Ahí está la cosa. [41]

Escena XXVI.

Los precedentes. Don Lucas.

D. Luc. (Sale de su cuarto azorado, con una cartera en la mano.)
¡Justicia!

Luisa. ¿Qué!...

D. Luc. ¡Me han robado!

D. Man. ¿Es posible!...

Cefer. ¿Cómo!...

Luisa. ¿Quién?

D. Benig. ¿Dinero?

D. Luc. No; por fortuna
el ladrón no dio con él.

Luisa. Pues ¿qué ha sido?

D. Luc. Mi magnífica
repetición de Breguet.

Cefer. ¡Oh! aquel criado, sin duda...
Ya hace un siglo que se fue
y no ha vuelto...

D. Luc. ¿Bonifacio?
¡Calumnia! No puede ser.
Respondo de su cabeza.
¡Imposible!...

Cefer. ¡Qué sandez!
Él solo ha entrado...

D. Luc. En efecto...
¡No! (¡Qué sospecha!...) También
ha entrado el señor...

D. Benig. ¿Qué escucho!
¿Me atribuye usted...

D. Luc. No sé...

D. Benig. ¡Mire usted bien lo que dice!

Cefer. ¡Un notario!...

D. Luc. ¡Eh!...

D. Benig. ¿Cómo?...

D. Luc. ¿A ver?
Haremos un escrutinio...

D. Benig. ¿Registrarme a mí! ¡A la ley
personificada! ¡Oh crimen!
(Viendo que le sujeta don Lucas.)
¡Favor... [42]

D. Luc. Detrás de la sien....

D. Man. ¡Don Lucas!

D. Luc. A los bolsillos
no toco, ni es menester.
El cráneo...
(Consiguiendo palpar donde desea a pesar de la resistencia de don Benigno y de los esfuerzos de don Manuel.)
Sí; ¡aquí está el bulto
acusador! Sí, sí; ¡él es...

Escena XXVII.

Los precedentes. Gil.

Gil. El criado que don Lucas
recibió...

Cefer. ¿Qué dices!...

D. Luc. (Soltando a don Benigno.)
¿Eh?

Gil. Es un ladrón redomado.

D. Luc. ¿Sí?

Gil. Le acaban de prender.
Le han encontrado un reloj...

D. Luc. ¡El mío! Estoy en Babel.
¿Quién creyera... Voy corriendo...
Voy a presentarme al juez...
Pero antes...
(Saca billetes de la cartera y cuenta de memoria.)

D. Benig. Y yo a quejarme
del impostor descortés
que ha osado...

Cefer. (En voz baja.) No haga usted caso.
Su juicio está...

Luisa. (Lo mismo.) ¡Chit!...

D. Man. (Haciendo ademán de untar la mano a don Benigno.)
Yo...

D. Benig. ¡Ah!... Bien.
(A una seña de Luisa se retira Gil.) [43]

Escena última

Luisa. Ceferina. Don Manuel. Don Lucas. Don Benigno.

D. Luc. (A don Benigno presentándole lo que dice.)
Aquí hay letras a la vista
y billetes de Isabel
segunda... Haga usted la cuenta.

D. Benig. (Examinando los documentos sobre una mesa.)
Uno, dos, tres... cinco, seis...

D. Luc. Todos son de a diez mil reales.

D. Benig. Siete, ocho, nueve, diez...
Cien mil.

D. Luc. Letra de dos mil
duros...

D. Benig. Si.

D. Luc. Y otra de tres.

D. Benig. Corriente. Suma total,
diez mil duros en papel.

D. Luc. (Dando los billetes y letras a Luisa.)
Que recibe de mi mano
esta señora...

D. Benig. Doy fe.

D. Luc. Cumpliendo lo prevenido
en el testamento...

D. Benig. Pues.

D. Luc. De mi tío, que Dios tenga
en su santa gloria.

Todos. Amén.

D. Benig. Se extenderá el testimonio...

D. Luc. Bien; lo llevaré después
con mi equipaje. Ahora voy
a acusar en juicio a aquel
delincuente inverosímil
que ha desmentido el poder
de la ciencia frenológica.

Cefer. Usted no le hizo tal vez
en regla la operación.

D. Luc. Puede...

D. Man. Conviene saber
que la ciencia ha adelantado
notablemente de un mes [44]
a esta parte.

D. Luc. ¡Oiga!

D. Man. Yo estoy
al corriente y probaré
los progresos...

D. Luc. ¿Con que... ¡Diantre!...
Tendría mucho placer...

Cefer. Hoy ha dado usted dos pifias...

D. Luc. ¿Dos...

Cefer. La del criado infiel...

D. Luc. ¡Ah! Sí.

D. Man. Y la de esta señora...

D. Luc. Cierto. ¡Pérfida mujer!

D. Man. Ya se ve; usted, afanado
en registrar cien a cien
cabezas de otros, quizá
no ha dado en reconocer
la suya...

D. Luc. En efecto, nunca...

D. Man. Pues bien; desde aquí se ven
órganos... que no me atrevo
a explicar...

D. Luc. ¿Por qué no? ¿A ver...

D. Man. (Tentándole la cabeza.)
¡Cielos!

D. Luc. ¿Qué?

D. Man. Este signo tiene
mucha analogía...

D. Luc. (Temeroso.) ¿Eh?

D. Man. Con el de Tauro.

D. Luc. (Horripilado.) ¿De veras!

D. Man. Sí, señor.

D. Luc. ¡Dios de Israel!...

D. Man. No se case usted, don Lucas.
¡Por Dios, no se case usted!

Fin de la Comedia.

Esta Comedia, que pertenece a la Galería Dramática, es propiedad del Editor de los teatros moderno, antiguo español y extranjero; quien perseguirá ante la ley al que sin su permiso la reimprima o represente en algún teatro del reino o en alguna Sociedad de las formadas por acciones, suscripciones o cualquiera otra contribución pecuniaria, sea cual fuere su denominación, con arreglo a lo prevenido en las Reales órdenes de 5 de Mayo de 1837, 8 de Abril de 1839 y 4 de Marzo de 1844, relativas a la propiedad de las obras dramáticas.

 
Transcripción del texto contenido en un opúsculo de 44 páginas
de la colección Galería Dramática de Librerías de Cuesta y Ríos.

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