φñZeferino GonzálezHistoria de la Filosofía (1886)

tomo tercero:7980818283848586878889Imprima esta página

§ 80. Hamilton

William Hamilton (1788-1856), perteneciente a una antigua e ilustre familia, comenzó sus estudios en la universidad de Glasgow y los terminó en la de Oxford, dando pruebas en, una y otra universidad de su gran talento y aficiones filosóficas. Después de regentar por [389] espacio de bastantes años la cátedra de Derecho escocés y civil en la universidad de Edimburgo, hizo oposición en 1836 a la de Lógica y metafísica, vacante por fallecimiento de Ritchie, siendo de notar que Cousin, cuyas doctrinas había impugnado Hamilton años atrás, contribuyó eficazmente con sus recomendaciones a que éste fuera preferido a sus coopositores.

La vida filosófico-literaria de Hamilton abraza dos períodos diferentes. Pertenecen al primero sus escritos contra la frenología, su refutación de la Filosofía del Absoluto de Schelling y Cousin, su refutación de la teoría de Brown acerca de la percepción, y sus observaciones sobre la lógica. Pertenecen al segundo sus Lecciones de metafísica, sus Elementos de la Filosofía del Espíritu y su Bosquejo de Filosofía moral, sin contar otras de menor importancia.

Aunque el fondo de la Filosofía de Hamilton, especialmente durante el primer período, es la doctrina de la escuela escocesa, ésta sufrió sucesivamente, bajo su pluma, notables transformaciones, acentuadas éstas en los últimos años de su vida filosófica. Después de reconocer y afirmar con la antigua escuela escocesa, que lo incondicional y absoluto no puede ser conocido ni concebido por nosotros, y que todo lo que el hombre puede conocer del mundo externo o del no yo es puramente relativo, y después de rechazar la teoría de Brown acerca de la percepción representativa, defendiendo la conciencia inmediata y la percepción intuitiva de Reíd, Hamilton comienza a separarse, o, mejor dicho, empieza a completar la escuela escocesa, poniendo de manifiesto la importancia superior de la lógica y la necesidad de cultivar el estudio de esta [390] ciencia, tan olvidada y hasta menospreciada por aquella escuela. Sagaces y atinadas son las observaciones que hace sobre la lógica, siendo de notar que la señala como objeto propio las nociones segundas, que coincide con lo que los escolásticos apellidaban entes de razón, y términos de segunda intención: «La lógica, escribe, no considera las cosas según existen realmente y en sí mismas, sino solamente las formas generales del pensamiento, bajo las cuales son concebidas por el espíritu. Para hablar como la escuela, la lógica no se ejercita sobre las Nociones primeras, sino sobre las Nociones segundas».

Al tratar de la inducción, Hamilton observa oportunamente que esta palabra puede «designar tres cosas muy diferentes: 1.º, el método objetivo de investigar los hechos particulares, como base preparatoria de la conclusión; 2.º, una conclusión material de lo particular a lo general, garantizada, bien sea por las analogías generales de la naturaleza, bien sea por presunciones particulares suministradas por la materia misma de uno ciencia real cualquiera; 3.º, una conclusión formal de lo individúala lo universal, legitimada solamente por las leyes del pensamiento, y haciendo abstracción de las condiciones de toda materia particular». Según Hamilton, la inducción únicamente pertenece a la lógica, considerada o tomada en el tercer sentido de los indicados.

Hamilton, al poner de relieve la importancia de la lógica, establece y prueba que ésta es una verdadera ciencia, con cuyo motivo rebate de paso las afirmaciones de Whately y de Bentham, que achacaban a los escolásticos la opinión de que era arte solamente. Todo al [391] contrario, replica Hamilton: los escolásticos se dedicaron con una unanimidad sin ejemplo a probar que la lógica es una verdadera ciencia,{1} y la afirmación de los dos escritores citados es un lugar común que no merece contestación.

En la segunda época de su vida filosófica, Hamilton amalgama y combina la doctrina de la escuela escocesa con el criticismo kantiano, y, sobre todo, con las ideas y tendencias positivistas de Hume, a quien apellidaba el padre verdadero de la Filosofía moderna,{2} en sus diferentes y más importantes ramas. En este concepto, o sea a causa de la mayor aplicación que hizo a la escuela escocesa de las ideas y tendencias positivistas de Hume, Hamilton representa, hasta cierto punto, la transición de la escuela escocesa a la escuela psicológico-positivista de los Bain y los Spencer. [392] Y es esto de tal manera exacto, que hasta la teoría asociacionista, que representa y constituye, como es sabido, uno de los elementos fundamentales de esta última escuela, se encuentra quoad substantiam en Hamilton. El cual en sus Elementos de la Filosofía del espíritu humano, lo mismo que en su Bosquejo de Filosofía moral, enumera siete clases de relaciones posibles entre las ideas, añadiendo después que estos siete fundamentos y modos de asociación pueden condensarse o resumirse en dos leyes, que son la ley de la simultaneidad de los pensamientos, y la ley de la semejanza o afinidad.

Allí enseña también, preludiando a los modernos cultivadores de la psicología fisiológica y materialista, que «el yo es el conjunto de los estados de que se tiene conciencia». Allí afirma también que «todo conocimiento es relativo», y que «la Filosofía, si no es la ciencia de lo absurdo, es la ciencia de lo condicionado » o finito. Sin embargo, Hamilton, como Spencer y algunos otros, deja la puerta abierta a una especie de Dios desconocido,–ignoto Deo, –que decía San Pablo a los atenienses; «el dominio de nuestra fe, escribe, puede ser más extenso que el dominio de nuestro conocimiento».

Bien es verdad que esta transformación de la doctrina escocesa en doctrina positivista, principalmente en el terreno de la moral, venía ya preparada y como preformada en los escritos de los más antiguos representantes de la escuela escocesa. El mismo fundador de ésta, Hutcheson, escribía ya en el primer tercio del pasado siglo, que sólo «el estudio severo de los diversos principios o diversas disposiciones naturales de la [393] humanidad, semejante al estudio de un animal, de una planta o del sistema solar, puede producir una teoría moral más sólida y más durable » que la que se funda en los principios generales de la razón y de la metafísica.

Adam Smith, escritor que en el terreno concreto de la Filosofía moral merece ser considerado como uno de los principales representantes de la escuela escocesa, decía también que la malicia moral, inherente al asesinato, depende y nos es conocida por el horror instintivo que nos inspira, y no por su desconformidad o repugnancia con alguna ley o regla general. Y en confirmación de esta idea, añadía: «En los casos particulares de acciones buenas o malas moralmente, no aprobamos ni reprobamos originariamente tal o cuál acción, porque, después de haberla examinado, la hayamos encontrado conforme o contraria a esta o aquella regla general, sino que establecemos la regla o ley general, según que por medio de la experiencia juzgamos que todas las acciones de cierta especie y revestidas de tales o cuales circunstancias son aprobadas o reprobadas».

No hay para qué decir que estas ideas del autor del Tratado de los sentimientos morales, no distan gran cosa de las teorías morales profesadas por las escuelas positivistas contemporáneas, y principalmente por la inglesa. Así es que Ramillón sólo tuvo que acentuar y desenvolver algo las ideas de sus correligionarios escoceses para verificar la transición de una a otra escuela.

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{1} Por cierto que no es esta la única ocasión en que el filósofo escocés salió a la defensa de los escolásticos, rechazando con energía las acusaciones contra ellos lanzadas por la ignorancia y la preocupación. Habiendo incurrido en este defecto el ya citado Whately, Hamilton le sale al encuentro en los siguientes términos: «Il a été longtemps de mode d'attribuer toutes les absurdités aux scolastiques, et ce n'est que lorsque un homme de talent comme le docteur Whately imite l'exemple des autres qu'une réponse devient nécessaire. Les scolastiques (à l'exception toujours des hommes excentriques, tells que Raymond Lulle), eurent sur le domaine de la logique des notions plus exactes que ceux qui les méprisent aujourd'hui sans connaître leurs ouvrages » Fragments de Phil, pág. 223.

{2} He aquí cómo se expresa en sus Lecciones sobre metafísica: «Hume fue la causa o la ocasión de todo lo que tiene algún valor en nuestros recientes trabajos metafísicos. Hume es el padre de la Filosofía de Kant, y, por el intermedio de Kant, de toda la Filosofía alemana: es también el padre de Reid, de Stewart en Escocia, y de todo aquello que se distingue por mérito sobresaliente, ora en la Filosofía francesa, ora en la italiana.»