φñZeferino GonzálezHistoria de la Filosofía (1886)

tomo tercero:6061626364656667686970Imprima esta página

§ 67. Crítica

La Filosofía de Leibnitz representa una reacción y lucha contra el sensualismo de Locke; pero ante todo y sobre todo, reacción y lucha contra el cartesianismo en sus principales direcciones y tendencias. Reacción contra el mecanismo de Descartes, reacción contra el ontologismo de Mallebranche, reacción contra el panteísmo de Spinoza, derivaciones parciales del cartesianismo , y reacción, finalmente, contra la tendencia racionalista incubada por la doctrina de Descartes y desarrollada por sus discípulos y sucesores. Mientras que aquél y éstos hacen alarde de marchar por si solos y de atenerse a su razón individual con independencia de toda autoridad, condenando al olvido, cuando no al menosprecio, la tradición filosófico-cristiana, y especialmente la tradición filosófico-escolástica, Leibnitz, no solamente respeta y ensalza a los representantes de esta tradición, sino que adopta y enseña sus soluciones filosóficas; porque si en los escritos del filósofo de Leipzig se tropieza con frecuencia con elogios y citas de los escolásticos, todavía es más frecuente tropezar con teorías, opiniones y soluciones propias de la Filosofía escolástica. Si se exceptúan sus teorías sobre el [323] optimismo, sobre la armonía preestablecida, sobre el origen del alma racional y algunos puntos de la Monadología, apenas se encuentra alguna tesis de importancia que no se halle en perfecto acuerdo con la Filosofía escolástica, y especialmente con la doctrina de Santo Tomás. Y decimos algunos puntos de la Monadología, porque ya queda indicado que ésta, como teoría cosmológica, no sólo entraña las teorías de la materia y forma de la generación substancial, que constituían parte esencial de la Filosofía escolástica, sino que coincide con ésta en la mayor parte de sus tesis y aplicaciones.

Así es que la Filosofía de Leibnitz puede considerarse como una concepción ecléctica, en la cual, al lado de algunas teorías más o menos originales, de algunas ideas relacionadas con la doctrina de Descartes y de Locke, predomina el elemento escolástico en general, pero especialmente la concepción filosófica de Santo Tomás, pudiendo decirse que la doctrina de éste sirvió al primero de guía y norte en sus especulaciones filosóficas,{1} y más todavía en las teológicas, de las cuales hacemos aquí caso omiso. Parece como que [324] el genio profundo, cristiano y universal del íngel de las Escuelas ejercía cierta atracción fascinadora sobre el genio profundo, enciclopédico y cristiano de Leibnitz: descúbrese cierta simpatía entre estos dos grandes pensadores.

Preciso es reconocer, sin embargo, que la concepción filosófica de Leibnitz entraña defectos y errores que desvirtúan su valor científico, y, sobre todo, algunas tendencias muy peligrosas. Su teoría optimista pone límites irracionales al poder infinito de Dios. La armonía preestablecida es una hipótesis destituida de fundamento, y una invención poética más bien que una teoría filosófica, sin que por eso deba identificarse con el ocasionalismo, según han hecho algunos. Porque la verdad es que una cosa es la armonía preestablecida, y otra el ocasionalismo: para éste. Dios es el principio eficiente de los actos del alma y del cuerpo; para aquélla, los actos del alma proceden del alma como de su principio y causa eficiente; los actos del cuerpo proceden del cuerpo.

A pesar de los esfuerzos que el autor de la Monadología hace para salvar la libertad humana y la contingencia de los fenómenos, es lo cierto que su teoría acerca de la relación lógica y necesaria que existe en la serie de los actos o manifestaciones de la actividad de cada mónada, conducen al fatalismo y al determinismo.

Empero el defecto más grave, a la vez que el mayor peligro de la Filosofía leibnitziana, consiste en abrir la puerta a la teoría evolucionista, consiste en su tendencia al transformismo. Al afirmar en su Monadología que las mónadas constituyen una serie en la cual [325] la distancia de una a otra es infinitamente pequeña para evitar y excluir las transiciones apreciables (natura non facit saltum) o sensibles; al suponer, en armonía con esta doctrina, que el reposo es un movimiento infinitamente pequeño, y la obscuridad una luz infinitamente pequeña, se prepara el camino para borrar la distinción esencial y específica entre los seres, entrando de lleno en el terreno evolucionista. El peligro aumenta, y lo que era sólo tendencia se convierte en deducción lógica y necesaria, si se tiene en cuenta la teoría del filósofo alemán acerca del origen del alma humana. Porque la verdad es que si esta preexistió como alma sensitiva; si adquirió la razón con posterioridad a su existencia substancial como alma; si pasó, en fin, del estado y condición de alma sensitiva y animal, al estado y condición de alma racional y humana, según opina Leibnitz, el transformismo es una verdad, y la escala cosmológica de los seres puede y debe explicarse por medio de la teoría evolucionista. Si esta puede explicar el tránsito desde el reino sensitivo al racional, no hay razón alguna para negar la posibilidad del tránsito evolucionista desde el reino mineral al vegetal, y desde éste al animal. Es incontestable que la teoría de Leibnitz sobre el alma humana, en unión con su teoría monadológica, contiene el germen y entraña el fondo del darwinismo contemporáneo.

Sabido es que en su lucha contra Locke, Leibnitz resumía su teoría ideológica en el apotegma nihil est in intellectu quod prius non fuerit in sensu, nisi intellectus ipse. Excusado parece observar que la idea contenida en las últimas palabras pertenece a la Filosofía escolástica, la cual, al hacer uso del citado apotegma, [326] lo entendía en el mismo sentido que Leibnitz, y aun con mayor rigor, según se desprende claramente de la teoría adoptada generalmente acerca de la naturaleza y funciones del entendimiento agente.

Ya hemos indicado que si entre Leibnitz y Santo Tomás hay afinidad de doctrinas en el terreno puramente filosófico, esta afinidad es mayor y se convierte casi en perfecta identidad en el terreno teológico. Lo mismo puede decirse con respecto al problema filosófico-teológico referente a la conformidad y armonía de la fe revelada con la razón natural, de la Filosofía con la Teología. Leibnitz resuelve este problema fundamental en el mismo sentido que Santo Tomás, y su Discurso sobre la conformidad de la fe con la razón puede considerarse como una defensa y un comentario de la doctrina de aquél sobre la materia, y especialmente de los primeros capítulos de la Summa contra gentiles.{2} No [327] de otra suerte el tratado del filósofo alemán (causa Dei asserta per justitiam ejus, etc.), bien puede considerarse como un programa de teología sacado de la Suma teológica de Santo Tomás.

En cambio, algunas de sus ideas han servido de punto de partida para ciertos sistemas heterodoxos y para teorías panteístas y racionalistas de los tiempos modernos. Tal acontece, por ejemplo, con la distinción que establece entre la percepción (pensamiento, idea inconsciente) común a todas las mónadas, y la apercepción (pensamiento, representación consciente), que conviene a otras mónadas y también a unas mismas en condiciones y tiempos diferentes, distinción que sugirió a Hartmann su famosa teoría,{3} y que contiene en germen toda su Filosofía de lo inconsciente.

No es sólo en Hartmann en quien se nota la influencia de las ideas de Leibnitz. Obsérvase igualmente en otros varios filósofos modernos, pero principalmente en Herbart, cuya concepción metafísica puede considerarse como una reproducción, con ciertas variantes y adiciones, de la teoría monadológica de Leibnitz. Sin necesidad de reconocer y apellidar a Leibnitz como hace Durdik, el gigante verdadero o único de la Filosofía alemana (eigentlichen Gigantem der deutschen Philosophie), considerado desde el punto de vista de su influencia, toda vez que hay otros cuya influencia ha sido y es más universal y completa, bien puede concedérsele ese epíteto, si nos atenemos al fondo real [328] y al valor interno de su Filosofía. La cual, excepción hecha de algunas ideas más o menos erróneas, inexactas o gratuitas, tiene el mérito indisputable y casi único entre los filósofos alemanes, de armonizar la Filosofía cristiana con la Filosofía moderna, en lo que ésta tiene de bueno y realmente progresivo; de cultivar las ciencias todas desenvolviéndolas y perfeccionándolas, sin chocar con la verdad revelada ni establecer antagonismos entre la ciencia humana y la religión católica; de levantar, en fin, el edificio majestuoso de la Filosofía, adornado, renovado parcialmente y embellecido sobre la base ancha y sólida de la Filosofía de los escolásticos, y principalmente de la de Santo Tomás. «Si se pregunta (escribe Ritter){4} cuál de los elementos citados contribuyó en mayor escala al conjunto de sus ideas ulteriores, no puede desconocerse que el primer lugar pertenece a los sistemas de Tomás de Aquino y de Descartes.»

Aunque el historiador alemán coloca a Descartes al lado del Doctor Angélico, para cualquiera que haya leído los escritos de Leibnitz y conozca al propio tiempo las obras de Santo Tomás, es cosa clara e indiscutible que la influencia ejercida por éste sobre la doctrina de Leibnitz es muy superior a la que corresponde al filósofo francés.

Y no es sólo el pensamiento de Santo Tomás el que se observa con frecuencia en el fondo de la Filosofía de Leibnitz: aunque en menor escala, aparece allí también el pensamiento de muchos escolásticos a la vez que el de Aristóteles. El nombre de éste y el de los [329] escolásticos en general, fue rehabilitado en cierto modo por Leibnitz. El cual, si bien en los principios de su educación literaria y científica se dejó llevar de la corriente en contra de Aristóteles y los escolásticos que dominaba a la sazón en las escuelas, no solamente supo contenerse dentro de ciertos límites por entonces,{5} sino que, andando el tiempo, se declaró más y más contra aquella ciega corriente antiaristotélica y antiescolástica, llevando a cabo una especie de rehabilitación de Aristóteles y de los escolásticos, cuyos gérmenes se vislumbran ya en el prefacio y notas que puso al libro de Nizzoli y en su carta de Aristotele recentioribus reconciliabili.

En resumen: en este concepto y desde este punto de vista, el sistema filosófico de Leibnitz puede considerarse como la antítesis del sistema de Descartes, pues mientras éste representa y contiene el exclusivismo del elemento tradicional y la pretensión de levantar todo el edificio filosófico sobre una base puramente individualista, el sistema del filósofo alemán representa y contiene una especie de eclectismo superior, en el cual [330] tienen el puesto que de justicia les corresponde la antigua Filosofía griega, la Filosofía patrística, la Filosofía escolástica y la Filosofía moderna. Ni es este el único punto de vista importante en que Leibnitz se aparta de Descartes, ni la única antinomia fundamental, por decirlo así, que se descubre entre sus sistemas. Con respecto al problema cosmológico, poco o nada hay de común entre el mecanismo cartesiano y el dinamismo leibnitziano, y en el orden filosófico-teológico, Leibnitz sustituye un armonismo superior y comprensivo al semiracionalismo de Descartes. El autor de la Monadología, al escribir su Discurso sobre la conformidad de la fe con la razón, escribía la refutación más concluyente del Discurso sobre el método del filósofo francés.

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{1} Ritter reconoce y confiesa la influencia preponderante que sobre el espíritu y la educación científica de Leibnitz ejerció la escolástica, y con especialidad la doctrina de Santo Tomás: «II avait dès sa jeunesse étudié avec ardeur la Philosophie scolastique. Elle a exercé incontestablement une action assez profonde sur son éducation philosophique. II continua jusque dans les derniers temps de sa vie d'en faire si grand cas que, selon lui, quiconque ne parlait pas en théologie la langue scolastique, ne s'exprimait pas exactement. Il n'a pas sans doute approfondi avec un zèle égal tous les systèmes de la Philosophie scolastique; c'était principalement le système de Tomas d'Aquin qui lui servait de guide».

{2} Al hablar en el citado Discurso de la posibilidad de los milagros y de lo que los escolásticos llamaban potencia obedencial de las cosas creadas, Leibnitz rechaza la opinión de los que suponían que Dios puede comunicar a las criaturas la facultad de crear: y por cierto que en esta cuestión secundaria, como en tantas otras, hay perfecto acuerdo entre el filósofo alemán y Santo Tomás, el cual, como es sabido, opina también que Dios no puede comunicar a ninguna criatura la facultad de crear. «Cela fait voir que Dieu peut dispenser les créatures des lois qu'il leur a prescriptes, et y produire ce que leur nature ne porte pas, en faisant un miracle, et lors qu'elles sont élevées a des perfections et à des facultes plus nobles que celles oú elles peuvent arriver par leur nature. Les scolastiques apellent cette faculté une puissance obedentielle, c'est-à-dire, que la chosse acquiert en obeissant au commendement de celui qui peut donner ce qu'elle n'a pas, quoique ces scolastiques donnent ordinairement des exemples de cette puissance, que je tiens pour impossibles, comme lorsqu'ils prétendent que Dieu peut donner à la creature la faculté de créer.» Discours de la conf. de la foi avec la raison, núm. 3.º

{3} Así lo reconoce explícitamente el mismo Hartmann, cuando escribe: «Je suis hereux de reconnaître que la lecture de Leibnitz m'a suggéré la premiére idée des recherches que je poursuis ici.» Philos. de l'inconscient, introd.,pág. 19.

{4} Hist. de la Philos, mod., t. II, pág. 242.

{5} Buena y palpable prueba de esta moderación relativa de Leibnitz en orden a los escolásticos, aun durante este primer periodo de su educación literaria, es el prefacio que puso al libro de Nizolius, intitulado De veris principiis et vera ratione philosophandi contra pseudophilosophos. Los escolásticos, incluso Santo Tomás, son los seudofilósofos a que aludía y a quienes combatía Nizzoli en esta especie de programa del Renacimiento contra la escolástica. Cualquiera creería que Leibnitz, m su calidad de editor y comentador de este libro, entraría de lleno en el pensamiento del autor; pero, lejos de eso, el filósofo alemán, a vuelta de algunas aprobaciones vagas del pensamiento del autor y de algunos elogios personales del mismo, reprueba las diatribas de éste y califica de inexactos y erróneos no pocos de sus razonamientos y alegatos contra Aristóteles y los escolásticos.