φñZeferino GonzálezHistoria de la Filosofía (1886)

tomo segundo:7071727374757677787980Imprima esta página

§ 71. Raymundo Lulio: su vida y sus obras

Este filósofo español, notable y extraordinario por más de un concepto, y a quien dieron el nombre de Doctor illuminatus, nació en Palma de Mallorca, año de 1235, según la opinión más probable. Después de llevar una vida enteramente mundana durante la mayor parte de su juventud, y después de convertirse a Dios y a la vida cristiana a consecuencia de sucesos [337] apoyados en tradiciones y leyendas diferentes, hubo de dedicarse al estudio de la gramática y de las ciencias, cuando ya contaba treinta años de edad. Verificada su conversión, favorecida con apariciones de Jesucristo y de la Virgen, según historiadores respetables, Raymundo formó el proyecto de emplear su vida en la conversión de los mahometanos, no ya sólo por medio de la predicación del Evangelio, sino también y principalmente por medio de la discusión y refutación de sus doctrinas religiosas.

Dominado por esta grande idea, se entregó con todo el ardor de su carácter impetuoso al estudio de las ciencias, y con especialidad al de la lengua árabe; emprendió frecuentes y penosas peregrinaciones, y escribió un número inmenso de libros en que trata de todos los ramos del saber humano. De aquí sus expediciones a Túnez y Bugía, en donde predicó el Cristianismo, discutió con los filósofos y ulemas mahometanos, y sufrió tormentos, persecuciones y hasta el martirio, siendo apedreado y muerto en Túnez, en 1315, según la opinión más fundada, por no decir incontestable, de sus biógrafos. De aquí su frustrado intento de pasar al Egipto para convertir al Soldán de aquellas regiones, y su viaje a Chipre, en donde discutió con los cismáticos griegos y con los Obispos nestorianos. De aquí sus excursiones a Nápoles, Génova, Roma, Montpellier y París, escribiendo libros por todas partes, y explicando en las escuelas su Ars Major o generalis. De aquí sus conferencias con los reyes de Mallorca, de Aragón, de Francia, con las repúblicas de Italia y con los Papas para que aprobasen sus obras, favorecieran sus proyectos y se fundaran escuelas destinadas al [338] estudio de las lenguas, y especialmente de la arábiga. De aquí, finalmente, sus esfuerzos para recobrar la Tierra Santa, y las tres peticiones que dirigió al Concilio general de Viena, a saber:

a) Que se establecieran por toda la cristiandad conventos y colegios en que se enseñaran el árabe y toda clase de lenguas;

b) Que todas las í“rdenes militares se refundieran en una sola, con la obligación exclusiva de combatir sin tregua ni descanso contra los mahometanos, y de recobrar la Tierra Santa;

c) Que se prohibieran las obras de Averroes y se procediera contra los doctores cristianos que enseñaban sus opiniones.

La desaparición completa y universal del mahometismo por medio de la predicación cristiana, de la discusión científica y de la guerra, fue la preocupación constante de Lulio, la idea dominante de su espíritu, la clave fundamental para explicar su vida y sus obras. Porque la verdad es que la mayor parte de sus escritos pueden considerarse, o como exposiciones, o como compendios, o como ampliaciones, o como aplicaciones y ejemplos de su Ars Generalis, escrita con el objeto de facilitar a todo el mundo y en todos los terrenos científicos armas para defender y demostrar las verdades del Cristianismo y combatir contra el islamismo, demostrando su falsedad. De todos modos, la fecundidad literaria del filósofo mallorquín no es menos prodigiosa que la actividad extraordinaria de su vida. Apenas se concibe ciertamente cómo un hombre, que debió comenzar a escribir cuando contaba ya cerca de cuarenta años de edad, y que pasó toda su vida en [339] perenne movimiento, en frecuentes y penosos viajes, pudo escribir, ya que no los cuatro mil tratados que con evidente exageración le atribuyen algunos historiadores, los muchos y muchos que le atribuye y cita nuestro Nicolás Antonio, cuyo catálogo asciende a cerca de trescientos, aunque es posible que algunos de ellos se hallen repetidos con diferentes nombres, según advierte oportunamente el eminente biógrafo español. Así no es de extrañar que sus obras, editadas en Maguncia año de 1721, formen diez muy gruesos volúmenes en folio,{1} sin contar gran número de escritos más o menos auténticos, que no tuvieron cabida en esta colección de sus obras.

Los bibliógrafos e historiadores franciscanos incluyen a Raymundo en sus bibliografías, en atención a que vistió el hábito de los Terceros de San Francisco, al menos en los últimos años de su vida, y fue sepultado además, probablemente por este motivo, en la [340] iglesia de San Francisco, de Palma, en donde recibió desde muy antiguo culto religioso. Algunos de los citados historiadores y biógrafos hablan de milagros obrados por su intercesión y sobre su sepulcro, habiendo algunos que parecen comprobados por la crítica más severa.

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{1} Esta edición esmerada y hasta lujosa, es un verdadero monumento erigido a la memoria de Raymundo Lulio. He aquí la portada del primer tomo: Beati Raymundi Lulli Doctoris illaminati et martyris opera, quinque saeculorum vicissitudinibus illaesa et integra servata, ex omnibus terrarum orbis partibus jam collecta, recognita, a medis purgata, et in unum corpus adunata, in quibus ipsemet B. Author exponit admirandam, et non humana industria sed superno lumine acquisitam Scientiam scientiarum et Artem Artium, a non paucis in vanum impugnatam, a multis laudabiliter investigatam et ex parte inventum, a nemine vero ad supremum perfectionis apicem nisi a solo Divo Authore perductam; in qua Deus et Natura, infinitum et finitum miro modo confluunt in unum. Opus sapientiae et scientiae, sapientibus hujus saeculi absconditum, parvulis autem revelatum et manifestum. Ex officina typographica Mayeriana, per Joannem Georgium Häffner . De desear hubiera sido que la España, su patria, se hubiera adelantado a las naciones extranjeras en empresa tan patriótica y laudable.