Zeferino González (1831-1894)
Obras del Cardenal González

Historia de la Filosofía
Tercer periodo de la filosofía griega

§ 110

Gnosticismo dualista

Al lado del gnosticismo panteísta aparece el gosticismo dualista, representado principalmente por Saturnino y Basílides, discípulos de Menandro, el cual puede considerarse como el iniciador de este movimiento en el seno del gnosticismo.

Ya hemos dicho que todo el movimiento gnóstico se halla concentrado en la solución del doble problema [467] fundamental acerca del origen del mundo y del mal. Una vez rechazada la solución cristiana, si no satisface ni se abraza la solución panteísta, es preciso recurrir a la solución dualista, y esto es lo que hicieron Saturnino y Basílides. Según las indicaciones y fragmentos que encontramos en las obras de los escritores ortodoxos de los primeros siglos, y especialmente en las de San Ireneo y Clemente Alejandrino,

a) El primero de éstos admitía dos reinos: el de la Luz y el de las Tinieblas. En la cúspide del reino de la Luz, y como primer origen de los seres que le componen, está el Dios supremo, oculto en sí mismo e incomprensible en su esencia, del cual proceden los seres que constituyen el mundo de los espíritus. Este proceso se verifica a perfectiori ad minus perfectum, y el último grado corresponde a los siete ángeles o espíritus inferiores encargados de formar y organizar el mundo visible, al cual apenas llega un débil reflejo de la luz divina que abunda en el mundo superior de los espíritus. A causa de su impotencia relativa y de la oposición de Satán, el principio del mal, los siete ángeles productores del mundo sólo consiguieron comunicar y fijar en cierto número de hombres la chispa divina procedente del mundo superior; y de aquí la existencia originaria de hombres naturalmente buenos y hombres naturalmente malos. El príncipe de las tinieblas y del mal, sirviéndose de estos hombres naturalmente malos, llegó a adquirir tal imperio sobre los hombres buenos, que fue necesario que el Padre celestial enviara a Cristo para salvar a los buenos y librarlos de la acción de Satán. Este Salvador o Cristo, como perteneciente al mundo de la Luz y de los espíritus, [468] sólo tiene la apariencia y la figura del hombre, pero no la realidad de la naturaleza humana, ni verdadero cuerpo, y es superior al Dios de los judíos, el cual no es el Dios supremo y verdadero, sino el primero de los siete ángeles que fabricaron u organizaron este mundo visible.

La materia, como que es esencialmente opuesta al espíritu, y con particularidad al principio o autor del mundo de los espíritus y de la Luz, es el origen, o, mejor dicho, la esencia del mal, cuya personificación es Satán. De aquí el predominio del mal en el mundo visible, en el cual tanto abunda la materia; y de aquí también la guerra y los esfuerzos que Satán hace para destruir la pequeña parte espiritual, la ráfaga de luz que recibió cuando fue producido por los siete ángeles inferiores del mundo superior. De aquí procede el antagonismo perpetuo y permanente entre Dios y Satán, entre la materia y el espíritu, entre los hombres buenos o pneumáticos y los malos o hylicos y carnales. En armonía con este doctrina, Saturnino y sus adeptos consideraban como malo todo lo que envuelve contacto íntimo con la materia; condenaban hasta la comida de carne, y afirmaban que el matrimonio es una institución ilícita y satánica.

b) El sistema de Basílides es un sistema esencialmente dualista, como el de Saturnino, por más que se diferencie de él en algunos puntos más o menos importantes y en algunas de sus aplicaciones.

El gnóstico sirio se separa desde luego de Saturnino, y también de Valentín, por el número de emanaciones o efectos del Ser divino que componen y constituyen el mundo superior. A los ángeles de Saturnino [469] y a los treinta Eones de Valentín, Basílides añade seres y emanaciones hasta componer un total de trescientos sesenta y cinco mundos intelectuales, anteriores todos y superiores al mundo visible y material.

Para Basílides, el reino de la Luz y el reino de las Tinieblas o del mal, son dos reinos igualmente eternos, existentes por sí mismos e independientes el uno del otro. Mientras que estos dos reinos funcionaron cada uno de por sí y dentro de sus propios seres y límites, todo marchó en orden. El desorden comenzó cuando ciertos seres del mundo tenebroso, habiendo percibido la luz de las inteligencias del mundo celeste, concibieron el deseo de unirse a éstas. A esta unión o mezcla primitiva de principios buenos y malos, como la llamaban estos gnósticos, debe su existencia y organización el mundo visible, el cual es obra inmediata de los ángeles inferiores o que residen en el último cielo, siendo el primero o principal de ellos el Dios de los judíos. Su impotencia relativa, unida a los esfuerzos de las potencias o espíritus malos del mundo tenebroso para juntarse con ellos, es la causa de que en este mundo el bien y el mal se hallen mezclados y confundidos por todas partes; de que el mal siga al bien como la sombra a la luz, y de que el principio divino que entra en el alma humana se halle rodeado y como oprimido por los vicios y pasiones, que son los espíritus procedentes del reino tenebroso.

Para separar de nuevo la luz de las tinieblas; para libertar al espíritu de las trabas de la materia, restituyéndole la existencia espiritual que tenía antes de unirse al cuerpo (metempsícosis, preexistencia platónica de las almas); para restablecer, en una palabra, [470] el orden primitivo, envió al mundo el Padre celestial a su primogénito, apellidado Cristo. Descendió éste sobre Jesús cuando fue bautizado en el Jordán; pero no fue crucificado realmente, porque en el acto de la Pasión fue sustituido por Simón Cirineo de una manera milagrosa, el cual fue crucificado en lugar de Jesús. El conocimiento de la verdad secreta y oculta que Cristo comunica a ciertos hombres elegidos, es lo que constituye la gnosis, la ciencia superior del cristiano, que eleva a éste sobre los demás hombres. Esta ciencia o iluminación le exime de la influencia de la materia y de las potencias del mundo de las tinieblas. Ningún movimiento de las pasiones y de la carne, ningún pecado puede impedir su salvación, o sea su regreso al seno del Padre y Dios Supremo, principio del mundo de la luz.

En Saturnino y Basílides, lo mismo que en Valentín, se descubre la influencia de las ideas platónicas, las cuales aparecen en estos sistemas hipostasiadas para explicar los atributos divinos y el origen del mundo. La distinción entre el mundo superior e inteligible y el mundo inferior o material, así como la metempsícosis y la preexistencia de las almas, son también derivaciones y aplicaciones del platonismo. Considerando desde este punto de vista, el gnosticismo dualista coincide con el panteísta, del cual se distingue y separa, sin embargo, en razón a la concepción dualista que le informa. Las semejanzas y afinidad que se notan entre los sistemas dualistas del gnosticismo y la doctrina del Zend-Avesta, ponen de manifiesto la influencia de este libro y de las tradiciones del parsismo en el origen y desarrollo del gnosticismo dualista. Lo [471] que es el panteísmo simbólico del Zohar y de la Cábala judaica para el sistema de Valentín, es el Zend-Avesta y la tradición mazdeista para los sistemas de Saturnino y de Basílides.

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Zeferino González
historias de la filosofía

Historia de la Filosofía (2ª ed.)
1886, tomo 1, páginas 466-471