Filosofía en español 
Filosofía en español

Pedro Fedoséiev · Dialéctica de la época contemporánea · traducción de Augusto Vidal Roget

Parte segunda. El progreso de la sociedad y del individuo

La conciencia y la vida


¿Puede la conciencia anticiparse a la vida?

Cuando se analizan las leyes a que responde el desenvolvimiento de la ideología hay que tomar en consideración desde el primer momento las particularidades de la época, ante todo las condiciones económicas y sociales, las relaciones interiores e internacionales. Porque ellas son, en última instancia, las que determinan el nivel de la conciencia colectiva e individual en la etapa dada de la evolución histórica.

Ahora bien, se plantea un problema: ¿puede la conciencia anticipar los reales atributos del futuro y, en este sentido, adelantarse a la vida? ¿O bien, por reflejar la vida, la conciencia únicamente puede seguir al ser social y ha de permanecer siempre a la zaga del mismo? Éstas son cuestiones de las que no sólo se ocupan, hoy, los filósofos, sino, además, el gran público. A la dirección de periódicos y revistas, así como a la de las instituciones científicas, llega un verdadero torrente de cartas dedicadas a esos problemas.

El autor de estas lineas ha tenido ocasión de leer gran cantidad de tales cartas, en las que individuas de profesiones diversas –propagandistas, maestros de escuela y obreros– exponen su opinión acerca del papel y de las posibilidades que se ofrecen a la conciencia en el mundo socialista.

Semejante interés por tal problema, que podría parecer propio de especialistas en filosofía, no es casual. En la sociedad que edifica el comunismo, el papel de la conciencia, de las ideas del comunismo científico, crece inmensamente. El Partido ha destacado, como una de las tareas cardinales, la de formar al nuevo hombre, a un hombre con una personalidad íntegramente desarrollada y de elevada conciencia comunista. Ya ahora el Partido educa a personas que se guían, de manera consecuente, por los principios del socialismo y a la vez se inspiran en los ideales del futuro: los ideales de la sociedad comunista. ¿Cómo explicar estos fenómenos desde el punto de vista de los principios materialistas fundamentales de la filosofía marxista-leninista, que hablan del carácter primario del ser social y del carácter secundario de la conciencia? Es lógico que este problema recabe la atención de mucha gente.

Millones de personas se han sentido dueñas del país, influyen [324] activamente en la marcha de su colectividad, participan en la gestión de los asuntos públicos, se convencen prácticamente de la gran fuerza de la conciencia y de las ideas avanzadas del marxismo-leninismo, que tanto trascienden en toda nuestra vida.

Al mismo tiempo, estudiando los principios de la filosofía marxista, han comprendido la tesis que proclama la función determinante del ser respecto a la conciencia. Buscan solución a los problemas que plantea la dialéctica de la vida.

Las cartas citadas ponen de manifiesto que en nuestra sociedad se ve de maneras distintas la relación entre el ser y la conciencia.

Unos estiman que la conciencia no puede de ningún modo adelantarse a la vida, dado que las ideas y las representaciones son 'un reflejo de la realidad. Entenderlo de otro modo, según ellos, equivaldría, casi, a admitir la existencia de la conciencia sin. materia, o sea, a adoptar un punto de vista en cierto modo religioso, pues, según se dice en una de las cartas, "no sabes de antemano qué forma tomará tu conciencia si se anticipa al ser".

Varias de las consideraciones expuestas en torno a esa cuestión se reducen a la idea de que admitir que la conciencia humana es capaz de anticiparse a los procesos innegables de la realidad e intuir los verdaderos rasgos del futuro equivale a renunciar a la tesis central del materialismo sobre el papel, determinante del ser respecto a la conciencia y permite justificar el idealismo.

Con bastante frecuencia se encuentran afirmaciones categóricas por el estilo de la siguiente: "Según sean el género de vida de un hombre dado, sus condiciones de vida, el medio circundante y su bienestar material, tal será su manera de pensar y razonar, y ninguna propaganda podrá cambiársela”.

A este criterio, sin embargo, se oponen afirmaciones de sentido inverso. Veamos una de ellas: "Para edificar el comunismo, nuestra conciencia (nivel de conciencia) ha de adelantarse a nuestro" género de vida (nivel material). Esto puede confirmarlo la misma vida. Así, en los primeros años que siguieron a la guerra, eran muchas las cosas que nos faltaban en la vida de todos los días, pero ¡con qué entusiasmo trabajaban los soviéticos, restableciendo la economía, destruida por la guerra! Evidentemente, no es posible cambiar la moral y la psique del hombre con métodos acelerados, hace falta tiempo, pero si ya tenemos semejantes Muestras de elevada conciencia, ello significa que pueden darse Muchas más. Por consiguiente, hallándonos todavía en la fase socialista, es posible y necesario educar ya en el hombre la conciencia comunista".

Algunas manifestaciones son un reflejo de controversias y dudas en torno al problema que nos ocupa. Leemos en una de las cartas: "El ser determina la conciencia. Esto es del dominio público. Ahora bien, ¿acaso no se conocen, asimismo, hechos [325] –sobre todo en nuestra sociedad socialista– en que la conciencia no sólo no va a la zaga del desarrollo de la vida material, sino que incluso se le adelanta y, en cierta medida, lo orienta? Dicho de otro modo: en las condiciones de vida del socialismo, crece y actúa la conciencia comunista (¡más elevada!). A nosotros nos parece que, teóricamente, esto no contradice la tesis cardinal del marxismo. Pero otros camaradas estiman que la cuestión no está bastante clara y que, a pesar de todo, se da cierta contradicción. ¿Quién de nosotros está en lo cierto?"

La existencia de diversos puntos de vista, de confusiones y discusiones es una prueba de que esas cuestiones teóricas no se han elaborado suficientemente. Ante todo hay que puntualizar el concepto mismo de "conciencia". Todos estamos de acuerdo en que la conciencia es un refleja del ser y un producto de la materia altamente organizada: el cerebro humano. Mas, cuando se habla de conceptos como ciencia, conocimiento, previsión, fantasía, arte, pensamiento, &c., conceptos que designan facetas diversas de la conciencia, nos encontramos, de manera totalmente inesperada, con las más dispares interpretaciones. Uno de los autores asegura que la conciencia y el pensamiento son cosas absolutamente distintas. "El pensamiento puede quedar a la zaga del ser y puede adelantarse a él hasta milenios. Éste es un hecho indiscutible. En cambio la conciencia, como producto del ser, sólo puede avanzar y desarrollarse paralelamente a este último, sin atrasarse ni adelantarse".

Otro autor, aceptando que la ciencia contiene elementos del futuro, excluye de la conciencia el conocimiento científico y la fantasía. "No es posible –escribe– colocar en un mismo montón conceptos tales como conciencia, conocimiento, previsión, fantasía, &c." Hay quien cree que son fenómenos distintos la conciencia, la ciencia, la literatura, el arte y otras formas Sociales de la primera. Otros identifican la conciencia con las convicciones morales y las normas de conducta a que se atiene el hombre en su vida cotidiana. Y un científico insiste en la necesidad de separar conciencia y razón. Ésta, a su juicio, "no es más qué el criterio de lo que es justo en el pensamiento, en las ideas teóricas y en la actividad práctica". Resulta que tanto el pensar, como las ideas, como el hacer práctico del hombre en cierto modo prescinden de la razón, a la que se considera sólo como criterio de la justeza del pensar, del idear y del hacer.

Según la idea que se forman los autores de las cartas indicadas,. la conciencia es algo distinto de la razón y del pensamiento, del arte y de la ciencia, de la fantasía y de la previsión. A su juicio, la conciencia:es como tina sombra del ser, del género de vida, de las condiciones que rodean al hombre, o un recipiente vacío que se llena automáticamente con el:reflejo del ser:Y entre la conciencia y el ser no existen relaciones de ningún otro tipo, o, según expresión de uno de los autores: "La conciencia no tiene [326] ninguna ley propia de desarrollo ni ninguna función independiente aparte la de reflejar la auténtica realidad". Semejantes representaciones, sin embargo, no tienen nada de común con la verdadera e ilimitada riqueza del contenido de la conciencia y de sus funciones sociales, ni con la variedad de sus relaciones con el ser, con la vida real. No es posible imaginarse la conciencia social a modo de reflejo de los objetos en el agua o en el espejo.

Al defender la verdad objetiva del principio que afirma el carácter primario de la materia, del ser social, y el carácter secundario de la conciencia, no hemos de olvidar que la diferencial entre el ser y la conciencia "es relativa, no excesiva"{1}. Cuando contraponemos el ser y la conciencia, para nosotros es de extraordinaria importancia tener presente la profunda idea que expuso Lenin al indicar que "los límites de la necesidad absoluta y de la verdad absoluta de ese contraste relativo son precisamente los límites que determinan la dirección de las investigaciones gnoseológicas. Operar fuera de estos límites con el contraste entre la materia y el espíritu, entre lo físico y lo psíquico, como con un contraste absoluto, sería un error inmenso"{2}. En ese error caen, precisamente, en sus cartas, algunos autores, quienes se olvidan de que la conciencia se ha de investigar –y ello con carácter necesario– desde diversos puntos de vista: gnoseológico, sociológico, lógico, psicológico, &c.

Por ejemplo, uno de los autores de las cartas formula como sigue la esencia del principio materialista acerca del carácter primario del ser respecto a la conciencia: "La conciencia humana sólo puede operar con los conceptos que hay en el mundo real. No necesita otros. Si la conciencia se adelanta al ser, en esta conciencia anticipada hay algo que no existe en el ser. Por consiguiente, ése no es ya un reflejo de esta última, sino que es lo primario. Pero así nos encontramos ya con el más puro idealismo".

Sin embargo, en el razonamiento transcripto se mezclan el aspecto gnoseológico del problema y su aspecto lógico-histórico, amén de que se admite una conjetura a todas luces falsa sobre la existencia de conceptos en el mundo real independientemente y fuera de la conciencia del hombre. Lenin advirtió insistentemente que es necesario no confundir la investigación histórico-científica y psicológica de los fenómenos de la conciencia con el aspecto gnoseológico de la investigación. La importancia metodológica de estas ideas de Lenin consiste ante todo en señalar que el examen gnoseológico de los fenómenos de la conciencia no sustituye, ni mucho menos niega, el estudio de esos mismos fenómenos en el: plano históricamente concreto, en el sociológico y en el psicológico, es decir, no sustituye ni niega la investigación [327] de las condiciones económico-sociales que engendran tales o cuales ideas, convicciones y principios, el análisis de las funciones sociales que están llamados a cumplir –porque así lo requiere la sociedad– esos fenómenos del desarrollo espiritual.

En las investigaciones de ese tipo no cabe limitarse a dejar constancia de que el ser es lo primaria y la conciencia es lo secundario, limitarse a repetir la tesis plenamente verdadera de que las ideas, las representaciones, las categorías lógicas, &c., son un producto del cerebro humano, de la materia altamente organizada. Las materialistas vulgares aceptan sin reserva alguna esta afirmación. Pero la cuestión está en que el cerebro humano no es más que un instrumento fisiológico, un mecanismo natural que elabora las ideas y las motivaciones sociales. Como hacedor auténtico, coma creador de todos los fenómenos ideológico-espirituales, aparece la colectividad social, el pueblo, la sociedad. Y con frecuencia repetimos la magnífica y profunda tesis de Marx en que se dice que la esencia de la individualidad humana no es biológica, sino social: está formada por el conjunto de todas las relaciones sociales. Esto significa que la conciencia de cada individuo se forma y se modifica en la lucha que sostienen entre sí las influencias progresivas y las atrasadas.

Ahora bien, si partimos de la afirmación siguiente: según sea el género de vida del hombre, según sea el nivel de su bienestar material, tales serán sus pensamientos, sus juicios y sus convicciones, de suerte que ninguna propaganda ni educación alguna podrían provocar cambios en su manera de pensar, fácilmente nos hallaremos cautivos de los prejuicios metafísicos propios del espíritu mezquino que echa mano del materialismo para justificar el individualismo, el amoralismo, la conducta antisocial de ciertas personas: a mí, se arguye en estos casos, que no me vengan con responsabilidades, a tal sea, tal conciencia. Diríase que ese tipo de "materialistas" no ven cómo, a su lado, viviendo en unas mismas condiciones, la gente realiza admirables proezas laborales y ofrece encomiables ejemplos de nobleza moral y de auténtico desinterés.

Nos equivocaríamos si supusiéramos que el conjunto de las relaciones sociales, por sí mismo, espontánea y automáticamente se transforma en la esencia de la persona, que todas las conquistas de la sociedad en la esfera del progreso material y espiritual quedan plasmadas en el nivel del bienestar del individuo reflejado en el salario. Esta interpretación tergiversa la verdadera relación entre la conciencia del hombre y el ser social, hace caso omiso del sistema, complejo y frondoso, de eslabones mediatos a través de los cuales la experiencia histórica y contemporánea del devenir social se convierte en patrimonio de la persona, sistema que comprende la educación, la instrucción, la enseñanza en todos sus grados, con el aprovechamiento de todos los medios que la [328] sociedad ha creado para formar el mundo espiritual del hombre y su ideología: convicciones morales y políticas, concepciones filosóficas generales, ideales estéticos, gustos, &c. En el sistema de los medios y caminos adecuados para la formación de una conciencia de vanguardia, corresponde un papel inmenso a la autoeducación, al anhelo constante y activo, –con una visión clara del fin que se persigue y respaldado por una firme voluntad–del individuo empeñado en perfeccionar su mundo espiritual, en enriquecerlo asimilando costumbres, ideas y convicciones avanzadas.

La sociedad socialista consagra enormes recursos a la formación de una conciencia elevada, a la altura de los éxitos de la ciencia actual. Bajo el socialismo, la función social de la conciencia estriba en facilitar la unión –bien firme– de las personas en colectividades sociales, en abrirles perspectivas de progreso y en estimular el trabajo no sólo en nombre del presente, sino, además, en nombre del futuro, del día de mañana. La conciencia colectiva no está en condiciones de cumplir plena y eficazmente sus funciones sociales –prever los rasgos del futuro, anticiparse al curso real de los acontecimientos y señalar los caminos que llevan al mañana– si carece de ideales alentadores, capaces de arrastrar a grandes masas de individuos. El ideal –ético, político y estético– siempre constituye una parte orgánica de la conciencia del hombre.

La conciencia es un tipo especial y superior de actividad refleja, cuya peculiaridad más importante estriba en la capacidad de reflejar no sólo la realidad auténtica de ahora, sino, además, las tendencias y posibilidades en ella ocultas con el fin de convertirlas en realidad. La conciencia es la facultad –en desarrollo– que tiene la sociedad humana para elaborar formas de reflejo, de ser, tales como el pensamiento científico-teórico (ciencia, ética y política) y la reproducción artística (sistema ramificado del arte).

Indiscutiblemente, la conciencia es resultado y producto del desarrollo de la materia. Pero se trata de un resultado y un producto específicos, singulares. Se trata de un producto cuyo desarrollo ejerce una acción ingente sobre la realidad que lo ha engendrado.

Desviarse de los fundamentos del materialismo dialéctico significa ver la conciencia como sombra invariable, siempre igual a sí misma, del ser. Lenin, al refutar las lucubraciones de los machistas, rusos sobre el dogmatismo, sobre el carácter estático de los principios fundamentales del materialismo dialéctico, escribió: "Si el mundo es la materia en movimiento y desarrollo perpetuos, que es reflejada por la conciencia humana en desarrollo, ¿qué tiene que hacer aquí la «estática»? No se nata, en modo alguno, de la esencia inmutable de las cosas, ni de una conciencia inmutable, [329] sino de la correspondencia entre la conciencia que refleja la naturaleza y la naturaleza reflejada por la conciencia"{3}.

El hacer extensivos a la esfera de la conciencia los principios del materialismo dialéctico, los principios del desarrollo y del método histórico, fue una grandiosa conquista del pensamiento humano. Ello significaba, ante todo, reconocer que el desarrollo de todas las formas de la conciencia está sujeto a determinadas leyes y tiene el carácter de hecho necesario; significaba asimismo negar la concepción de los hechos de conciencia como una acumulación caótica de casualidades, como un acopio caótico de pensamientos, de imágenes y de representaciones, que surge y desaparece sin que se sepa por qué causas.

Reconocer que la vida espiritual de la sociedad y del individuo es susceptible de desarrollarse implica admitir que la conciencia tiene historia y que los nexos de sus fenómenos entre sí se establecen a tenor de ciertas leyes, implica aceptar que en esta esfera de la vida existe una sucesión, en una palabra, reconocer que el desarrolla de esos hechos posee una independencia relativa.

La herencia ideológica ejerce un determinado influjo sobre las cuestiones de nuestro tiempo, sobre la actualidad. Dicho influjo puede ser positivo, pero también puede –y suele–ser negativo, ya que las tradiciones de la conciencia colectiva a veces son progresistas, mas a veces son conservadoras y hasta reaccionarias.

El problema está, precisamente, en que las tradiciones conservadoras envuelven con una tupida red de prejuicios e ilusiones la conciencia de algunos de nuestros coetáneos tan firmemente que les impiden percibir la vida real, el auténtico carácter de la sociedad socialista. Tales personas viven en un medio socialista, trabajan en empresas socialistas, pero piensan y a menudo actúan según viejas normas y tradiciones. No pueden o no quieren ver la vida socialista como es en realidad. Se convencen a sí mismas de que en la vida no acontece nada nuevo, de que únicamente surgen nuevas palabras y nuevos conceptos, mientras que la manera de actuar y de conducirse de las personas no varía, sigue siendo como era antes de las transformaciones socialistas.

Evidentemente, lo más fácil es decir que a una determinada existencia del hombre le corresponde una determinada conciencia, que ésta siempre es paralela a aquélla, y que toda propaganda en este terreno es vana. Ahora bien, los hechos de esta naturaleza demuestran que se convierte en realidad una posibilidad a saber: la posibilidad de que la conciencia quede retrasada del ser, en impetuoso desarrollo. En el presente caso, nuestra tarea estriba en eliminar las condiciones que facilitan la transformación de la posibilidad indicada en realidad, incluso respecto a la minoría de los miembros de la sociedad, y contribuir por todos [330] los medios a convertir en realidad otra posibilidad, progresiva: la de que en la conciencia del hombre se plasmen oportunamente los verdaderos procesos de la vida real, incluso aquellas de sus tendencias que tan sólo, se estén gestando.

El que la conciencia vaya a la zaga del ser na es algo fatalmente necesario. La sociedad, mediante una actividad práctica orientada hacia un objetivo claro y mediante una labor ideológica eficaz, va superando cada vez más el desfase entre el ser social y la conciencia de una parte de la población de nuestro país. El retraso de la conciencia empobrece espiritualmente al hombre, le limita en el estrecho marco de los intereses personales concebidos en un sentido primitivo, y causa un serio quebranto a la sociedad, pues hace al hombre pasivo, le induce a no participar activamente y con espíritu de iniciativa en los negocios públicos.

Aquí es necesario subrayar, en cambio, que el retraso de la conciencia respecto al ser no se liquida automáticamente, como tampoco los prejuicios y las concepciones equivocadas, las prevenciones y las desviaciones, se superan automáticamente, con independencia de la voluntad y del deseo de las personas que los comparten. Los individuos de ideales pequeño-burgueses, de espíritu mezquino y de tendencias nacionalistas o anarquistas fácilmente achacan a la sociedad la culpa de que su conducta no sea ejemplar. La reeducación de tales personas no sólo depende de la colectividad. Ellas mismas, en cierto modo, han de despertar, han de experimentar el deseo y aplicar en ello la voluntades librarse de esos tenebrosos grilletes que las encadenan al pasado. Si no existe ese anhelo, si falta la voluntad, realmente "toda propaganda es vana".

Constituye un error, por tanto, subestimar la importancia que tienen la voluntad, los deseos y los anhelos del hombre para el desarrollo de la conciencia, ya que en la pasividad anida la tendencia al atraso, el cual, tarde o temprano, lleva a la rutina y al estancamiento frente a las ideas y convicciones progresistas.

De lo antedicho no es difícil inferir cuán profundamente se equivocan quienes niegan la independencia relativa de la conciencia y no ven los hechos reales en que se refleja el retraso en que se halla la conciencia de una parte de los ciudadanos soviéticos respecto a la realidad socialista, e intentan hacer derivar de esta realidad las manifestaciones de apego a la propiedad privada, de moral burguesa, de egoísmo y de egotismo, de espíritu arribista y acomodaticio, aduciendo que el ser social determina automáticamente la conciencia de los individuos. A tal afirmación, un autor replica, muy justamente: "No es el ser, no son las condiciones de vida lo que engendra, entre las personas, a los hombres de presa, a los holgazanes, y a los aprovechados, sino el retraso de la conciencia".

Claro está, si afirmamos en absoluto que la conciencia siempre y en todo se adelanta a la vida, nos apartamos del materialismo. [331] No es posible separar la conciencia de la vida, de los procesos del desarrollo social.

La conciencia es un reflejo del ser. Tal es la verdad cardinal del materialismo. Mas de ello no se sigue que la conciencia tan sólo fije la realidad circundante. En líneas generales, los cambios en la conciencia de la, sociedad siguen a las transformaciones de la vida colectiva. Mas no es posible imaginarse el ser metafísicamente. Éste es siempre un proceso complejo y contradictorio: en él siempre alga muere, algo nace y acumula fuerzas, siempre existe una lucha entre lo nuevo y lo viejo, lucha que determina la dirección en que los fenómenos se desarrollan. El principio materialista del reflejo no excluye, sino que presupone la posibilidad de que la conciencia se adelante al nivel existente de desarrollo. El hecho de que en la conciencia se reflejen los brotes de lo nuevo, con sus tendencias y posibilidades, hace posible anticiparse al futuro, prever lo que aún no se ha materializado en la realidad, lo que se encuentra todavía en el principio de su formación o lo que incluso existe tan sólo como una posibilidad que se deriva de premisas reales.

El arquitecto crea mentalmente el edificio antes de que los constructores lo levanten. A la aparición del edificio real le precede el proyecto. La mismo ocurre, mutatis mutandis, en la previsión científica de los acontecimientos de la vida social. La conciencia se anticipa a la que existe tan sólo en germen, como posibilidad; refleja tendencias que actúan en el ser social, leyes objetivas de los procesos sociales.

¿Se conserva en este caso la dependencia en que se halla la conciencia respecto al ser, se mantiene el papel determinante de este último? Sí, ciertamente, pues la conciencia siempre es un reflejo del ser. Precisamente del ser saca la conciencia todo lo que le permite anticiparse a los nuevos fenómenos. Así, pues, ¿está condenada la conciencia a ir siempre y de manera absoluta a la zaga del ser? No, pues resulta a todas luces evidente que la conciencia avanzada, apoyándose en el conocimiento científico de las leyes objetivas del ser, asegura lo que aún no existe, lo que todavía se está formando. De no ser así, quedaría excluida toda teoría de vanguardia y no cabría plantear el problema concerniente al papel activo de la conciencia, de las ideas. La cognición científica tiene la particularidad de que no se limita .a seguir los datos que los órganos de los sentidos del hombre le facilitan, sino que, apoyándose en ellos, descubre la esencia de los fenómenos, ve los rasgos generales tras lo particular, distingue en el caos aparente de los hechos casuales, la repetición de los acontecimientos, la ley a que obedece el proceso.

Ello resulta comprensible si se tiene en cuenta que la conciencia del hombre constituye un reflejo de la realidad no sólo en las sensaciones. La cognición sensorial refleja tan sólo una realidad dada. Pero el hombre posee, además, la facultad de pensar, [332] y ello le permite reproducir lógicamente el remoto pasado y también adivinar el futuro. De este modo, se va sedimentando el reflejo del pasado y se van entretejiendo los elementos de la previsión del futuro. En ciertos aspectos, la conciencia se retrasa del ser; en otros, parece como si se adelantara a su tiempo.

La conciencia puede lógicamente ver la realidad futura partiendo del conocimiento de la tendencia, de la dirección, de la esencia del desarrollo de la sociedad.

Ya en el pasado, hubo científicos, hombres públicos, escritores y, en general, pensadores de vanguardia que previeron algunos elementos del futuro. Es cuestión aparte el que entonces, los ideales resultaran a menudo fantásticos y se presentaran en forma de utopías sociales. Pero incluso en los ideales fantásticos y utópicos (excluimos los falsos ideales reaccionarios, religiosos, que desviaban el espíritu del hombre de la realidad y lo proyectaban hacia el mundo irreal y místico del más allá) encontraban expresión, en mayor o menor grado, las tendencias reales del progreso social, se cumplía una importantísima función social de la conciencia: descubrir una perspectiva al hombre, alumbrar, aunque sea con tímido rayo de luz, los caminos del futuro.

Así con frecuencia la fantasía se adelantaba al progreso científico y técnico, lo intuía. Es bien notorio, verbigracia, que la audaz imaginación de Julio Verne previó numerosos e importantes descubrimientos científicos.

Las concepciones de los socialistas utópicos, pese a sus muchos elementos inventados y quiméricos, contenían sanos gérmenes de verdad. Lenin, refiriéndose a Owen, a Fourier y a otros grandes utopistas, escribió que "previeron el futuro, adivinaron genialmente las tendencias del «cambio» que estaba llevando a cabo ante sus ojos la industria mecanizada de aquel entonces. Miraban en la misma dirección que seguía el verdadero desarrollo; realmente se adelantaron a ese desarrollo"{4}.

Vemos, pues, que la imaginación de los escritores y las teorías utópicas contenían elementos de previsión; aunque por su esencia, éstos no pasaban de ser conjeturas, por geniales y audaces que fuesen. La previsión científica tiene un carácter completamente distinto. La ciencia, apoyándose en el. conocimiento de las leyes objetivas de la realidad, puede ver los procesos que se desarrollarán el día de mañana. Cabe decir que la ciencia contiene elementos del futuro.

La base de la previsión científica está en el conocimiento de las leyes generales. Y ahí es donde resulta más evidente el que la conciencia, en algunos sentidos, puede anticiparse al ser. Tenemos un brillante ejemplo de previsión científica en la elaboración de la teoría del comunismo científico, obra de los clásicos del marxismo-leninismo. Al estudiar y generalizar la experiencia de [333] la lucha de clases, descubrieron éstos los rasgos generales de los fenómenos del pasado y del presente, y anunciaron científicamente que la revolución socialista y el triunfo del comunismo son inevitables.

La dialéctica del desarrollo de la conciencia social presenta el siguiente carácter: primera se forman los ideales avanzados como reflejo de los procesos reales y como previsión de las tendencias de estos últimos; luego, esos ideales se van adueñando de masas cada vez más amplias en el transcurso de la lucha práctica. Los ideólogos de una determinada clase llegan a ver, teóricamente, los objetivos y las soluciones a que la clase dada llega prácticamente gracias a sus intereses materiales y a su situación social. La misión del partido revolucionario estriba en difundir las ideas avanzadas entre las masas, a las que organiza en la lucha victoriosa para materializar en realidades prácticas los ideales comunistas.

Lenin explicó con ejemplar claridad esa dialéctica del desarrollo de la conciencia. "Toda la política de la socialdemocracia –escribió en 1906– consiste en iluminar el camino que ha de recorrer la masa del pueblo. Nosotros levantarnos bien alta nuestra antorcha marxista, y en cada paso que da una u otra clase, en cada acontecimiento político y económico mostramos cómo la vida confirma nuestra doctrina. Cuanto más avanza el capitalismo y más se agudiza la lucha política, tanto mayor es la parte del pueblo al que convencen nuestras palabras y la confirmación corriente (o histórica) de las mismas”{5}.

Lenin explicaba que si al correr de los días en un principio son miles y centenares de miles de personas las que se convencen de que las concepciones del Partido son justas, cuando la revolución impone a los acontecimientos un rápido desarrollo, son millones y decenas de millones de individuos los que llegan a la misma conclusión. "Nunca la masa del pueblo puede actuar tanto como activo creador del nuevo orden social como durante la revolución. Entonces, el pueblo es capaz de realizar prodigios, desde el punto de vista del criterio estrecho y pequeñoburgués del progreso gradual. Mas es necesario que también los dirigentes de los partidos revolucionarios presenten sus tareas con mayor amplitud y audacia en ese tiempo, de modo que sus consignas figuren siempre delante de la iniciativa revolucionaria de la masa, sirviéndole de faro, mostrando nuestro ideal democrático y socialista en toda su grandeza y en toda su atracción, señalando el camino más próximo y más recto hacia la victoria total, absoluta y decisiva"{6}.

Esas proposiciones de Lenin indican con toda claridad que la conciencia revolucionaria del Partido no sólo puede, sino que [334] debe anticiparse al verdadero proceso del desarrollo social, que la conciencia, si se apoya en el conocimiento de las leyes objetivas del proceso aludido, puede alumbrarle el camino y determinar cuál es la vía más corta y directa hacia la victoria.

El examen científico, dialéctico, de los fenómenos exige verlos en su desarrollo, estudiarlos desde un punto de vista histórico, o sea, investigando su pasado y su presente, can la que resulta posible descubrir sus tendencias, los gérmenes y brotes de su futuro. Así Lenin vio, en los subotnitks (VI), el gran comienzo del trabajo comunista.

La relación entre la conciencia y el ser también se desarrolla, no permanece invariable. La conciencia, además de reflejar el mundo, contribuye a transformarlo. Lenin analizó a fondo ese papel activo de la conciencia. Resumiendo la idea de Hegel sobre el desarrollo del conocimiento humano, dijo: "La conciencia del hombre no sólo refleja el mundo objetivo, sino que, además, lo crea"{7}. Como explicó Lenin, el sentido materialista de esta tesis consiste en que "el mundo no satisface al hombre, y éste decide cambiarlo actuando"{8}.

Algunos autores de las cartas a que nos hemos referido, al tratar de la relación entre la conciencia y el ser, subrayan con acierto la dependencia en que la conciencia del hombre se halla respecto a sus condiciones de vida, mas pierden de vista el papel activo que aquélla desempeña. El razonamiento es el siguiente: "La conciencia del hombre absorbe, cual esponja, el camino que el hombre ha recorrido en la vida, lo que ha aprendido en la escuela, en el trabajo, &c., lo que ha elevada su nivel cultural, la práctica que ha acumulado y lo que ha enriquecido su experiencia. Todo ello se afianza en el espíritu del hombre, quien se hace consciente en la medida que corresponde al nivel que ha alcanzado. El camino recorrido se refleja en la conciencia, en cierto modo, se fija en ella, y el hombre se hace consciente a tenor de su nivel cultural, de su experiencia de la vida y de su bienestar material".

Pero en realidad, la conciencia no es una percepción pasiva del ambiente, no es una concentración mecánica de impresiones que parten del mundo exterior. No es posible equiparar la conciencia a una esponja que absorbe la humedad. Más bien recuerda la lente, que además de recoger los rayos solares, los refleja de manera concentrada haciendo posible aplicar con eficacia la energía solar.

Dijo Lenin, subrayando la diferencia que existe entre el materialismo dialéctico y el materialismo metafísico en la concepción del proceso cognoscitivo: "El reflejo de la naturaleza en el pensamiento del hombre no se ha de entender como «muerto», como [335] «abstracto», como sin movimiento, como sin contradicciones, sino en constante proceso de movimiento, en el que nacen contradicciones y se resuelven”{9}.

Aunque secundaria respecto al ser, la conciencia no es un reflejo muerto de él, cual imagen en un espejo. Los fenómenos espirituales, que reflejan el ser, poseen, en su ulterior desarrollo, una independencia relativa. Y ello constituye una premisa común a dos posibilidades: la de que la conciencia quede a la zaga del ser o, en circunstancias especiales, se le adelante.

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{1} V. I. Lenin, “Obras”, t. XVIII, p. 257. (“Materialismo y empiriocriticismo”, edic. cit., p. 269).

{2} Ibíd., p. 259. (Ibíd., p. 271).

{3} Ibíd., p. 140. (Ibíd., p. 143).

{4} V. I. Lenin, “Obras”, t. II, p. 240.

{5} V. I. Lenin, “Obras”, t. XIII, pp. 163-164.

{6} V. I. Lenin, “Obras”, t. XI, p. 103.

{7} V. I. Lenin, “Obras”, t. XXIX, p. 194.

{8} Ibíd., p. 195.

{9} Ibíd., p. 177.