Filosofía en español 
Filosofía en español

Pedro Fedoséiev · Dialéctica de la época contemporánea · traducción de Augusto Vidal Roget

Parte primera. Bases filosóficas de la política y de la táctica

Base filosófica del comunismo científico


La filosofía y los fundamentos del comunismo científico

Los sueños de socialismo estuvieron muy difundidos desde lejanos tiempos. Pero, ¿cómo llevarlos a la práctica? Antes de [191] Marx había, en resumidas cuentas, dos recetas para la solución del problema, o dos maneras de enfocarlo. Unos creían que el socialismo puede implantarse mediante la persuasión; otros estimaban que puede imponerse por la fuerza, recurriendo a métodos coercitivos y a la violencia.

Puede considerarse que fueron los blanquistas –Louis Auguste Blanqui y sus seguidores– los que fundaron los métodos inspirados en la idea de que es posible establecer el socialismo por medio. de la fuerza, gracias a una conspiración "desde arriba". Los partidarios de los métodos de persuasión eran, sin duda, la mayoría entre los socialistas utópicos de la época premarxista.

Las esperanzas en la transformación socialista de la sociedad por métodos suasorios solían cifrarse en uno o en varios personajes influyentes. En este sentido, sobresalió por su infatigable entusiasmo Fourier, quien procuró dar amplios vuelos a la propaganda socialista y al reclutamiento de partidarios. Como predicador del socialismo, Fourier se valió decididamente de todos los medios para ganarse el apoyo de individuos que poseyeran capital o tuvieran poder e influencia. Puede afirmarse que no reparaba en medios. A las personas de dinero las envolvía diciéndoles que bajo el socialismo obtendría el capital los más altos beneficios. Esperaba contar, incluso, con las princesas de la casa real, a las que procuraba convencer de que, bajo el socialismo, tendrían tantos novios como quisiesen. Está comprobado, hasta cierto punto, que Fourier, a una hora señalada, permanecía invariablemente en su casa esperando a quien fuera a visitarle después de sus tentadores llamamientos en solicitud de ayuda para realizar el socialismo. Mas, como es obvio, de poco podían servir las prédicas de Fourier para llevar el socialismo a la práctica.

En cuanto al socialismo "conspirativo", algunos de sus, representantes no habrían vacilado en acosar al pueblo y llevarlo a la nueva sociedad por la fuerza de las armas.. Un conocido partidario del aventurerismo revolucionario y furioso enemigo de Marx, el alemán Willich, declaraba que el comunismo sólo puede implantarse recurriendo a la guillotina. Este ex capitán de artillería, jefe de uno de los destacamentos del ejército revolucionario en 1848, se metió en la cabeza la idea de instaurar, por su cuenta y riesgo, con sus intrépidos soldados, el comunismo incluso contra la voluntad de toda Alemania{4}.

En Rusia, esas dos tendencias del socialismo premarxista al fin se separaron, lo que tuvo lugar cuando el grupo de "Tierra y libertad" se escindió en "Voluntad popular", con predominio de las normas conspirativas y terroristas, y en "Reparto negro", cuyos adeptos esperaban alcanzar sus fines valiéndose de la instrucción. [192] Pero incluso antes de separarse, las dos fracciones existían ya bajo los nombres de "sediciosos" y "propagandistas".

En sus memorias, Viera Figner habla de esas fracciones como sigue: "Los propagandistas veían al pueblo como una hoja de papel en blanco donde ellos tenían que trazar letras socialistas; querían elevar la masa, moral e intelectualmente, hasta el nivel de sus propias ideas [...].

Los sediciosos, por el contrario, no sólo no pensaban en instruir al pueblo, sino que estimaban que nosotros mismos debíamos aprender de él; afirmaban que el pueblo es socialista por su situación y que estaba totalmente preparado para la revolución social. Nadie sabía cuándo sonaría la hora de la venganza popular, mas cuando en el pueblo se ha acumulado mucho material inflamable, una diminuta chispa se trueca fácilmente en llama, y ésta, en un inmenso incendio.

Con semejante programa, no se necesitaba siquiera ninguna organización ni ninguna disciplina especiales entre los militantes, y comoquiera que el pueblo se hallaba en todas partes preparado para la sublevación, tampoco hacía falta señalar para ella ningún lugar determinado: no importaba dónde saltara la primera chispa, de todos modos el fuego iba a extenderse por todas partes"{5}.

Después de crear la filosofía materialista dialéctica y la economía política, los clásicos del marxismo proporcionaron al socialismo un sólido fundamento económico y filosófico. Demostraron que el régimen económico de la sociedad constituye la base de su desarrollo y que todo el decurso del proceso histórico forma un movimiento, sujeto a ley, de la humanidad hacia la sociedad comunista. Es preciso decir que elaborar la base económica y la base filosófica del socialismo son tareas estrechamente relacionadas entre sí. El mero análisis económico sería insuficiente para explicar desde un punto de vista teórico, el hundimiento del capitalismo y la victoria del socialismo, para crear la teoría del comunismo científico. No es casual que Marx –artífice del comunismo científico– fuera a la vez filósofo y economista. También Chernishevski, como se sabe, intentó dar al socialismo un fundamento económico. Marx apreció mucho sus trabajos de economía y le llamó gran científico ruso. En sus investigaciones económicas, partía Chernishevski de la teoría del trabajo como (mica fuente del valor y llegaba a conclusiones socialistas, en particular sobre el derecho de los trabajadores a disponer de los frutos de su labor. A pesar de todo, no es posible considerar como científico el socialismo de Chernishevski, aun teniendo en cuenta [193] que no pocas veces se aproximó al socialismo científico. Le faltó, sobre todo, la comprensión materialista de la historia. Chernishevski era un gran filósofo materialista en su concepción general del inundo, mas no logró aplicar consecuentemente el materialismo a la interpretación de la vida social, y esto repercutió en su socialismo y en su doctrina económica.

Por consiguiente, la economía política, sin la filosofía materialista, no puede conducir aún al comunismo científico.

Engels, como se sabe, ya en 1843 escribió su famoso trabajo Ensayos de economía política, que puede considerarse como inicio de la economía política marxista. Ello no obstante, no sólo en 1843, sino, tal vez, hasta en 1844 y, en parte, aún en 1845 pagaba Engels tributo a los sueños utópicos sobre la instauración del socialismo por la instrucción y la persuasión.

El comunismo científico en el pleno sentido de la palabra se creó cuando contó con un fundamento económico y filosófico. Este fundamento teórico multilateral se lo dieron los clásicos del marxismo, ante todo los descubrimientos básicos de Marx: la teoría de la plusvalía y la concepción materialista de la historia, de los cuales trataron más tarde Engels y Lenin. Estos dos descubrimientos fueron, en primer lugar, obra de Marx, a él le correspondió el papel principal. Corno decía Engels, Marx "tocaba el primer violín". Al mismo tiempo es preciso consignar que la creación del marxismo es un mérito común de Marx y Engels. Engels contribuyó con una aportación inmensa a fundamentar, desde el punto de vista filosófico y económico, el comunismo científico.

Hay un rasgo muy característico en la colaboración de Marx y Engels y en la ayuda que se prestaron mutuamente para fundamentar el comunismo científico. Engels empezó su actividad como economista, y sobre economía versó su primer trabajo. Luego, aunque prosiguió las investigaciones económicas, se ocupó. fundamentalmente de elucidar problemas filosóficos, de generalizar, a través del prisma de la filosofía, los fenómenos de la naturaleza y de la sociedad. Marx comenzó dedicándose a la filosofía –"Contribución a la crítica de la filosofía del derecho de Hegel", "La Sagrada Familia"– y posteriormente centró su atención en los problemas económicos, haciendo de su famoso libro El Capital la obra de su vida. Trabajando en distintas esferas, Marx y Engels intercambiaban constantemente los resultados de sus búsquedas. De ahí que la elaboración de los fundamentos económicos y filosóficos del comunismo sea realmente una obra común de Marx y Engels.

No es, necesario, en relación con este particular, ver con detalle el fundamento económico y filosófico de los principios generales de los que se desprende, lógicamente, la necesidad de que el socialismo sustituya al capitalismo. [194]

Únicamente debemos indicar que la economía política demuestra cómo en el plano económico, dicha sustitución es ineluctable; descubre el carácter esencialmente antagónico de las relaciones económicas burguesas. La filosofía marxista, que proporciona una concepción materialista de la historia, muestra el proceso que en conjunto sigue la sociedad en su avance hacia el socialismo a través de la lucha de clases y de la revolución socialista, y luego hacia el comunismo después de crear la correspondiente base material y tecnológica.

Dotar al comunismo de su fundamento económico y filosófico presupone también descubrir su ley económica, es decir, tener en cuenta el desarrollo histórico de la sociedad humana, de sus recursos técnicos, de su ciencia, de su cultura y, ante todo, de la historia de la lucha de clases de los oprimidos contra los opresores. Al explicar por qué es inevitable la lucha de clases del proletariado, Engels escribió: "Desde los tiempos en que las comunidades primitivas se desintegraron, la lucha entre las clases de que se compone cada sociedad ha constituido siempre la gran fuerza motriz del desarrollo histórico. Esta lucha desaparecerá cuando se extingan las clases, es decir, después de la victoria del socialismo"{6}.

Eso no va en menoscabo de la función de la propaganda socialista y de los métodos suasorios en la lucha por el tránsito de la saciedad al socialismo. Es, precisamente, el comunismo científico el que aprecia con acierto el valor tanto de la persuasión como de la violencia en el devenir de la sociedad. El socialismo no se puede imponer por la fuerza ni se puede establecer mediante una predicación abstracta. Mas, si las condiciones objetivas han madurado o por lo menos están madurando, el factor subjetivo en forma de persuasión, y también en forma coercitiva, en forma de violencia revolucionaria si es necesario, se convierte en una poderosa fuerza propulsora de la revolución.

Sin una base filosófica, sin la teoría materialista del desarrollo social, es imposible fundamentar el socialismo corno teoría y programa del movimiento obrero. Si hemos de definir brevemente el comunismo científico diremos que es la teoría y el programa del movimiento obrero, la teoría y la táctica de la revolución socialista y de la luche por la victoria del socialismo y del comunismo. Dicho con otras palabras: el comunismo científico es la ciencia que trata de las leyes, de las formas y de los métodos de la lucha de clases del proletariado, de la revolución socialista y de la edificación del socialismo y del comunismo. El problema central del comunismo científico es el de las fuerzas motrices del socialismo, el de las condiciones y medios de su victoria. En esto radica la honda conexión del comunismo [195] científico con la economía política y con la filosofía, en particular con el materialismo histórico.

Lo que sirve de punto de partida para comprender las fuerzas motrices del comunismo y los medios de lucha por su victoria es la tesis marxista –esencial– acerca del papel decisivo de las masas en la historia de la sociedad. Esta tesis, clave de la concepción materialista de la historia, requiere tomar como punto de referencia no los héroes solitarios, sino los movimientos de masas, el pueblo, que es el creador de la historia. Únicamente con este criterio es posible comprender la importancia y el papel de la persuasión, que es un elemento necesario del movimiento socialista. Sólo así cabe apreciar con justeza el papel de la fuerza y de la coerción, de la violencia revolucionaria, asimismo indispensables, en la lucha histórica por la victoria de la revolución socialista. La conclusión importante que se deriva con toda necesidad de las tesis cardinales de la concepción materialista de la historia, es que el problema no está en que reducidos grupos de personas estén convencidos de la justicia de los ideales socialistas, sino en el movimiento de las masas.

En nuestro tiempo, transcurrido más de un siglo desde la fundación del marxismo, se ha convertido en un axioma –axioma cada día más evidente– del análisis científico del desarrollo de la sociedad, el que a la historia la mueven las masas y la victoria del socialismo sólo puede lograrse impulsando el movimiento de las, masas. Pero hace un siglo, cuando el comunismo científico se formaba, esa concepción se abría camino en tensa y encarnizada lucha con la vieja y arraigada idea de que las masas son un principia rutinario e inerte y sólo obstaculizan el progreso histórico, de que quienes forjan la historia son los héroes y lo hacen ya sea convenciendo con su doctrina a los demás ya sea valiéndose de su poder y fuerza en su calidad de césares, reyes, caudillos militares o líderes políticos.

El comunismo científico es incompatible con la ampulosa exaltación del papel de algunos personajes, con la ideología y la práctica del culto a la personalidad. El descubrimiento de la trascendencia histórica de las masas como forjaduras del progreso social ha obligado a prestar atención a la tarea de instruir, convencer y organizar precisamente a ellas. De ahí que el primer documento programático del comunismo científico –el Manifiesto del Partida Comunista– considerase como lo fundamental crear y ampliar el movimiento de masas.

Sabido es que el Manifiesto del Partido Comunista se elaboró como documento –como programa– de la primera organización comunista internacional. En efecto, tenemos en él una magnífica exposición de la teoría y del programa del movimiento obrero internacional. Ese pequeño libro se convirtió en un auténtico motor espiritual del movimiento obrero a lo largo de todo el siglo pasado, y también en nuestros días es una poderosa arma con [196] que cuentan millones de comunistas. El Manifiesto del Partido Comunista constituye un modelo de unidad monolítica de la teoría marxista, de unidad orgánica del análisis materialista dialéctico de la vida social y de explicación científica del movimiento comunista.

¿Qué es, en realidad, lo capital en la teoría y en el programa del movimiento revolucionario? Ante todo, la tesis concerniente a la especial misión histórica del proletariado como fuerza básica y dirigente de la transformación socialista de la sociedad. Marx, Engels y Lenin descubrieron y explicaron con incontrovertibles razones la gran verdad de que el papel de la clase obrera, en el proceso histórico, es inconmesurablemente mayor que su composición numérica como parte de la masa general de la población. Sin comprender esta verdad es imposible resolver acertadamente las cuestiones de la estrategia y de la táctica de la lucha de clases del proletariado ni las que surgen al dirigir la edificación de la sociedad comunista.

En realidad, ésta era la cuestión principal de la teoría y del programa que permitió delimitar el socialismo marxista de todas las otras variedades de socialismo. Siempre recordarnos con inmenso respeto y profundo reconocimiento a los socialistas como Chernishevski. Fueron nobles representantes del socialismo revolucionario, portavoces de los intereses de las masas populares. Pero también se diferencia de su doctrina el socialismo marxista por haber expresado por primera vez, con toda claridad, la especial misión histórica de la clase obrera.

De la verdad enunciada –la de que el papel de la clase obrera en la historia es relativamente mayor que la parte que ocupa en la masa general de la población– se deriva la doctrina concerniente a los aliados de la clase obrera. En la mayoría de los países del mundo, excepción hecha de los estados más industrializados, la clase obrera constituye una capa relativamente poco numerosa de la población, y está llamada a desempeñar el papel rector en la transformación socialista de la sociedad. Le siguen millones y millones de pequeños productores, campesinos, artesanos, menestrales y otros grupos de las "capas medias". Aun siendo, numéricamente, una pequeña parte de esta masa de población, la clase obrera, en virtud de su papel dirigente, es capaz de agrupar a su alrededor a amplias capas del pueblo en calidad de aliados.

En nuestra época, cuando el. asalto a las últimas fortalezas, del imperialismo se lleva a cabo en todas direcciones, cuando, junto a los países socialistas, han entrado en movimiento no ya los trabajadores de los países capitalistas de Occidente, sino, además, centenares de millones de habitantes de países hasta hace poco tiempo aún colonias sojuzgadas, el problema del papel dirigente de la clase obrera ha adquirido singular importancia, difícil de prever antes. [197]

En efecto, cuando centenares de millones de trabajadores de las antiguas colonias han irrumpido con ímpetu en la arena de la historia, cuando en sus países también se sostienen encarnizados combates contra el imperialismo, el problema de que hablamos adquiere especial alcance porque en los países económicamente sin desarrollar la parte de población formada por la clase obrera es extraordinariamente pequeña. En estas circunstancias, su alianza con el campesinado y, en general, con toda la masa trabajadora –no sólo en cada país por separado, sino en todo el mundo–, la alianza del socialismo mundial con el movimiento de liberación nacional, han pasado a constituir las cuestiones centrales de la estrategia y de la táctica de la lucha de clases del proletariado y de las revoluciones de liberación nacional.

El internacionalismo proletario ha dado un nuevo paso adelante. Hoy se expresa mediante un lema famoso: "Proletarios de todas los países y pueblos sojuzgados del mundo, ¡uníos!"

Al mismo tiempo es necesario subrayar, como fundamental, la idea de carácter estratégico que se halla expresada en el Manifiesto del Partido Comunista con las siguientes palabras: "Los comunistas luchan por alcanzar los objetivos e intereses inmediatos de la clase obrera; pero, al mismo tiempo defienden también, dentro del movimiento actual, el porvenir de ese movimiento". Esto, ahora, también es una verdad elemental, mas pese a toda su simplicidad posee un profundo sentido dialéctico: no hay que olvidar el presente por el futuro del movimiento, sino que tras el presente se ha de ver el futuro.

En la historia del movimiento obrero se pueden ver, respecto a esta verdad dialéctica, desviaciones de dos tipos. Un conocido revisionista, el oportunista Bernstein, decía: el movimiento lo es todo, el fin no es nada. De este modo, por tanto, descartaba la cuestión de los ideales, la del fin último del movimiento obrero, la de la revolución socialista y la victoria del comunismo.

Por otra parte, se halla muy extendido el doctrinarismo de izquierda, que cae en Otro extremo. Los revolucionarios "izquierdistas" siempre han considerado que las exigencias del día, las necesidades urgentes de la clase obrera y de las otras capas de trabajadores, las consignas transitorias formuladas para lograr la solución de los problemas del momento, no son más que pequeñeces, nimiedades y concesiones a los oportunistas. A su juicio, el fin último lo es todo, y por tal motivo hay que centrar toda la atención en la victoria del comunismo, desdeñando todas las fases de transición de la lucha.

Ambos extremos son peligrosos.

En este punto nos encontramos otra vez con el problema central de la fisolofía, el de la relación entre lo ideal y lo material. ¿Qué significa desechar el fin último, olvidarse de los ideales comunistas en nombre del movimiento práctico? Significa no comprender el papel de las ideas en la vida social, circunscribir el [198] movimiento revolucionario a la lucha por ventajas económicas parciales, rebajar la ideología a las concepciones del materialismo económico. Por otra parte, ¿qué significa hacer caso omiso de las necesidades candentes de la clase obrera, de los intereses de todos los trabajadores en nombre del fin último? Significa olvidar que el propio movimiento hacia el ideal, hacia el comunismo, se lleva a cabo en pro de los simples trabajadores, para la creación de una vida humana para todos. En el plano filosófico, eso representa apartarse del materialismo y adoptar posiciones idealistas.

Con genial clarividencia Marx y Engels formularon la sencilla idea de que el movimiento obrero tiene un fin último, la victoria del comunismo, y la lucha por ese fin último se ha de organizar de tal modo que en cada momento han de tenerse en cuenta las reivindicaciones de la clase obrera, las necesidades vitales de todos los trabajadores. Ello es importante cuando se lucha para derrocar el capitalismo. Lo es, asimismo, cuando se edifica el socialismo y el comunismo.

En la historia de tal edificación se ha discutido constantemente, y se sigue discutiendo, el problema de la correlación entre los estímulos materiales y los morales en el trabajo y en la actividad social. También aquí emerge la cuestión básica de la filosofía. Quien quita importancia al interés material bajo el socialismo, cae inevitablemente en el utopismo, en el idealismo. Y viceversa, quien se desentiende del valor de los factores morales, del incentivo ético, se aparta de la dialéctica de lo ideal y de lo material, abraza los principios del materialismo vulgar o del materialismo económico y rebaja el ideal comunista.

Se ha de considerar coma una adquisición trascendental del comunismo científico el descubrimiento y la elucidación, sólidamente argumentada, del papel que desempeña la clase obrera en la lucha por el triunfo de la revolución socialista y por la instauración de la nueva sociedad. Las leyes objetivas del devenir histórico condicionan el movimiento de la sociedad, a la que llevan del capitalismo al socialismo. Tarde o temprano, la victoria de la clase obrera es inevitable. Mas, espontáneamente, sin una dirección lúcida y sin una organización revolucionaria, el movimiento obrera se vería condenado a errar sin fin por el inmenso océano de la vida. El Partido, armado con la teoría marxista-leninista, está llamada a acelerar el triunfo de la clase obrera, a facilitar el cumplimiento de la necesidad histórica de transformar revolucionariamente la sociedad.

Para el partido revolucionaria de la clase obrera, el comunismo científico es la brújula y el arma ideológica que utiliza al dirigir la lucha del proletariado y de todos los trabajadores hacia la victoria del socialismo sobre el capitalismo.

El marxismo-leninismo se apoya en el firme suelo de la dialéctica cuando elucida la relación que existe entre el Partido y [199] las masas. Negar o aminorar el papel dirigente del Partido entraña, metodológicamente, adoptar la teoría de la espontaneidad, el materialismo vulgar, económico. Sobre tal negación se estructura la teoría y la práctica del reformismo, del oportunismo de derecha. La tendencia a contraponer el Partido y sus líderes a las masas y a dirigirse a éstas dando órdenes arranca del subjetivismo, de las concepciones idealistas de la historia. Semejante enfoque es característico del sectarismo "de izquierda", de diversas tendencias del aventurerismo revolucionario.

El comunismo científico considera que el Partido es la vanguardia de la clase obrera, la forma superior de su organización de clase, el dirigente político de las masas populares. El papel del Partido marxista-leninista se halla determinado por la misión de la clase obrera como fuerza principal en la transformación socialista de la sociedad, en la tarea de unir estrechamente a las masas en lucha por el triunfo del comunismo.

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{4} Ver “El movimiento obrero en la época actual”, Moscú, 1964, p. 142.

{5} Viera Figner, “Memorias”, t. I, Moscú, 1964, pp. 137-138.

{6} C. Marx y F. Engels, “Obras”, t. XXII, p. 498.