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Comentarios críticos al Diccionario soviético de filosofía

Berkeley

Berkeley en el Diccionario soviético de filosofía


 

Berkeley · Daniel López Rodríguez · 22 de marzo de 2018

Lo primero que dice el diccionario es que Berkeley es un filósofo inglés, pero eso es inexacto porque se trataba de un filósofo irlandés. No le llames inglés a un irlandés. Y lo segundo que dice es que era un “idealista subjetivo”, pero veremos que esto también es inexacto. Y sigue errando el diccionario cuando afirma que Berkeley se aproxima al solipsismo, pero en absoluto se trata de eso. Luego el principio de la entrada “Berkeley” no puede ser más desastroso, ya que se desfigura por completo la filosofía del obispo irlandés.

Pero inmediatamente rectifica y reconoce que la causa de las sensaciones (de las percepciones) está en Dios, y sostiene que esto entra en contradicción con lo anterior. Pero al postularse a Dios como causa de las ideas, el diccionario reconoce que Berkeley se aproxima al idealismo objetivo, pues el mundo no es producto de las sensaciones humanas (o animales) sino de las sensaciones y percepciones divinas que crean tanto las leyes de la naturaleza como la diferencia entres las ideas “más reales” de las “menos reales”.

Entonces se destaca la lucha de Berkeley contra el materialismo que fundamenta el ateísmo, el cual supondría la negación de la religión. Berkeley trataba de triturar la Idea de materia porque la esencia y existencia de ésta trituraba a Dios y por tanto a la religión cristiana (anglicana). En la segunda edición del diccionario (de 1955 y traducida al español en 1959) se afirma: “La defensa de la religión por Berkeley, franca hasta el cinismo, era al mismo tiempo una defensa del poder de los explotadores. Según él, la religión está llamada a domesticar al pueblo”. Berkeley era un contrailustrado y un defensor del feudalismo y por todo esto un antimaterialista militante.

Inmediatamente el diccionario afirma que la filosofía de Berkeley “fue la reacción de los círculos conservadores de la burguesía inglesa del siglo XVIII contra el materialismo inglés del siglo XVII”. Y se señala que el berkelismo tuvo su continuación en el machismo (la filosofía de Ernst Mach), pues el “machismo” –como el neokantismo– estaba entonces de moda. Pero eso no es del todo así y se trata de una distorsión que Lenin, en Materialismo y empiriocriticismo, hizo de la filosofía de Mach (posiblemente de forma intencionada y no de forma ingenua).

En Materialismo y empiriocriticismo (1908) Lenin tiene en cuenta la filosofía espiritualista de Berkeley a fin de acusar a los idealistas de su época como Ernst Mach, cuya filosofía, según Lenin, es muy similar a la de Berkeley; en opinión de Lenin, “los machistas ‘contemporáneos’ no han aducido contra los materialistas ni un solo argumento, literalmente ni uno solo, que no se pueda encontrar en el obispo Berkeley” (Lenin, Materialismo y empiriocriticismo, Traducción de Editorial Progreso en 1976, Planeta-Agostini, Barcelona 1986, pág. 28).

Lenin insiste machaconamente una y otra vez en atribuirle a Mach, dicho con la terminología del materialismo filosófico, un formalismo segundogenérico, como si los componentes terciogenéricos del machismo no existiesen ni vertebrasen la filosofía del filósofo austriaco, y como si el proceso de inversión teológica no hubiese superado y triturado el espiritualismo teológico de Berkeley que supuestamente Mach habría calcado. Por tanto el sensismo fenomenista de Mach, próximo a algunas versiones del principio antrópico, no es un sensismo tan reduccionista como Lenin trata de presentarlo, pues el filósofo austríaco no se refiere a sensaciones egoiformes, es decir, reducidas a la capacidad de un ego. Los cuerpos, como los egos, son posteriores a los elementos (los cuales hay que clasificarlos como materialidades terciogenéricas M3). Dicho sea con la terminología del materialismo filosófico: M1 y M2 están incluidos en M3, que se interpreta como el género generador o el género de materialidad con más peso ontológico; lo cual, frente a las patrañas o miserias terciogenéricas de Lenin en Materialismo y empiriocriticismo, el planteamiento de Mach no se reduce a un formalismo segundogenérico; pero tampoco, desde luego, a un formalismo primogenérico, sino más bien se postula como un formalismo terciogenérico, que se nutre más del acausalismo de Hume que del formalismo segundogenérico de Berkeley (que Gustavo Bueno en El mito de la felicidad interpreta como espiritualismo teológico, cuestión que para nada tuvo en cuenta Lenin al desconocer el proceso de inversión teológica que consiste en el desarrollo por el que Dios deja de ser aquello de lo que se habla para ser aquello desde donde se habla, es decir, Dios deja de ser un ser separado trascendente al mundo para ser inmanente al mismo, o a la humanidad).

En Materialismo y empiriocriticismo Lenin es un confusionario (mezcla e identifica a Berkeley y Mach como si el proceso de inversión teológica y la revolución industrial no hubiesen pasado por la historia o como si Mach no se hubiese enterado de ello). Lenin es claro pero confuso, y cae en la falacia del hombre de paja, que le facilita las cosas para combatir el machismo ruso, al cual disfraza interesadamente (o, lo que es peor, de modo ingenuo) de berkelismo. Lenin, al berkeleynizar a Mach, es entonces un mistificador del filósofo austriaco. Le atribuye tesis ajenas y así hace como si lo refutase. Juego sucio y deshonestidad intelectual: un ejemplo de lo que en filosofía no hay que ser.

Dice el diccionario: “La mayor parte de los filósofos reaccionarios contemporáneos fundan sus teorías filosóficas en el idealismo subjetivo de Berkeley”. Lo que no es del todo exacto, porque tales filósofos están ya, sin posibilidad de dar marcha atrás, inmersos en el proceso de inversión teológica (que culmina en el sistema hegeliano). Aunque el diccionario pone como ejemplo de estos filósofos a los neorrealistas, los positivistas lógicos y los pragmatistas.

En la tercera edición se señala la multiplicidad de sustancias anímicas, lo cual evita el solipsismo. En esta edición se subraya la pasividad de las ideas y la actividad de las almas, y se afirma (como también se afirma en la cuarta edición) que las ideas se dan potencialmente; y se sostiene que, posteriormente, neoplatónicamente Berkeley pone la existencia eterna de las ideas en la mente de Dios. Esto nos lleva a que, desde el materialismo filosófico, como ha expuesto de relieve Gustavo Bueno en El mito de la felicidad, la filosofía de Berkeley es clasificada como un espiritualismo exclusivo descendente, que también vendría a ser el esquema metafísico por el que se movía Plotino en el siglo III d.C. Para Berkeley, como para Plotino, el alma no está en el mundo, es el mundo el que está en el alma y, en última instancia, es el mundo el que está en la percepción de Dios, el cual es el proyector de las imágenes percibidas. “El Mundo, decía Berkeley, es construcción de Dios, quien, mediante las apariencias mundanas que de Él emanan, ofrece mensajes dirigidos a los hombres para manifestarles su poder y su gloria. En la teoría metafísica de Berkeley las apariencias están moldeadas por el auténtico Poder, que es el Poder de Dios, creador del mundo como un conjunto de apariencias que envuelven a los sujetos humanos, a unos sujetos que el mismo Poder ha creado previamente al efecto. Según esto, ese idealismo de Berkeley tendría que ver, como su verdadero correlato metafísico, con las concepciones sociológicas del poder en televisión que defiende la teoría crítica. El Mundo, viene a decir Adorno, Eco –el Eco de La transparencia perdida (1988)–, Sartori o Bourdieu, es construcción del Poder que, mediante las apariencias de la telepantalla, ofrece a la muchedumbre televisiva mensajes dirigidos a controlarla, en beneficio de su gloria” (Gustavo Bueno, Televisión: Apariencia y Verdad, Gedisa Editorial, Barcelona, 2000, pág. 99). Como decía Pierre Bourdieu, “para muchos políticos, existir políticamente es lo mismo que ser percibido en la pantalla por los electores: esse est percipi” (citado por Gustavo Bueno, Ibíd., pág. 23).

El diccionario también se señala la crítica de Berkeley a Locke, pues el obispo irlandés rechaza la distinción lockiana entre cualidades primarias y secundarias, y declara –dice el diccionario– que todas las cualidades son subjetivas, pero en última instancia tal sujeto no es humano sino divino (de ahí que sea más propia la denominación de idealismo objetivo para clasificar la posición del obispo irlandés). También rechaza la teoría del espacio absoluto de Newton, así como la ley de la gravedad, pues la única actividad es la de las sustancias anímicas, de ahí que clasifiquemos al obispo irlandés como formalista segundo genérico.

Desde el materialismo filosófico la filosofía de Berkeley tiene el siguiente diagnóstico: “el mundo (digamos, M1 y M3) se reduce a la percepción del sujeto (M2). M1 (cualidades primarias y secundarias) se resuelven en percepción (M2); M3 (las Ideas universales, p. ej.) se resuelven, también en pensamientos subjetivos (M2). Pero, a su vez, todas las percepciones, es decir, los preceptos, son sumergidos en el seno de un transmundo llenado por Dios, entidad que Berkeley construye (como Malebranche) con materiales tomados del Tercer y del Segundo [género de materialidad]” (Gustavo Bueno, Ensayos materialistas, Taurus, Madrid 1972, págs. 166-167, corchetes míos). Todas las realidades primogenéricas están condicionadas por la percepción divina, y por ello son creadas ex nihilo por Dios para que las percepciones humanas (M2) sean posibles. No obstante, cuando los humanos no perciben un objeto concreto eso no quiere decir que éste deje de existir, ya que es siempre percibido por la mente de Dios (M2 y M3). Lo esencial para el obispo irlandés es la percepción (ya humana o, fundamentalmente, divina, al poner ésta la realidad). Por consiguiente el pensamiento de Berkeley se nos presenta como un buen ejemplo de lo que desde el materialismo filosófico llamamos formalismo segundogenérico y también espiritualismo exclusivo descendente.

La tercera y cuarta edición del diccionario afirman que la base del berkelismo contra la existencia de la materia está en el “nominalismo idealista”, ya que Berkeley niega las ideas generales abstractas, las cuales no son necesarias para el incremento del conocimiento ni para la comunicación; de modo que vendrían a ser meros flatus vocis. “La universalidad no consiste, a mi entender, en una realidad absoluta y positiva o concepto puro de una cosa, sino en la relación que ésta guarda con las demás particulares, a las cuales representa o significa; en virtud de lo cual, lo mismo las cosas que las palabras y nociones, de su particulares, se convierten en universales”. “Así, al demostrar una proporción relativa a los triángulos, hay que suponer que tengo ante mí la idea universal de triángulo: pero ésta no se ha de entender referida a un triángulo que no sea equilátero, ni isósceles ni escaleno, sino en el sentido de que el triángulo particular que considero -que sea de una clase o de otra, eso no importa- representa por igual toda suerte de triángulos rectilíneos, y en este sentido es universal” (George Berkeley, Principios del conocimiento humano, Traducción de Pablo Masa, Biblioteca de los grandes pensadores, Barcelona 2002, pág. 35). Por eso Berkeley está de acuerdo con la máxima nominalista que dice que “todo lo que existe es particular” (George Berkeley, Tres diálogos entre Hilas y Filonús, Traducción de A. P. Masegosa, Biblioteca de los grandes pensadores, Barcelona 2002, pág. 168). Aunque al negar radicalmente las ideas abstractas Berkeley piensa contra la esencia nominal que postulaba John Locke, aunque la posición del obispo irlandés sería la de un nominalismo idealista que consistía en negar la sustancia en sí de la que hablaba Locke (que en Kant se desarrollaría como la cosa en sí y en Schopenhauer la voluntad, así como en el materialismo filosófico, mutatis mutandis, la Materia ontológico-general que destruye toda hipóstasis espiritualista y todo sistema idealista).

Daniel López Rodríguez

1978 “El idealismo subjetivo de Berkeley”, en Historia de la filosofía premarxista, capítulo VI, Progreso, Moscú 1978, págs. 228-234.

 
→ Edición conjunta del Diccionario soviético de filosofía · índice de artículos del DSF
Las cuatro versiones soviéticas del Diccionario filosófico de Rosental e Iudin
Diccionario filosófico marxista · Rosental & Iudin · Montevideo 1946
Diccionario de filosofía y sociología marxista · Iudin & Rosental · Buenos Aires 1959
Diccionario filosófico abreviado · Rosental & Iudin · Montevideo 1959
Diccionario filosófico · Rosental & Iudin · Montevideo 1965
Diccionario marxista de filosofía · Blauberg · México 1971
Diccionario de comunismo científico · Rumiántsev · Moscú 1981
Diccionario de filosofía · Frolov · Moscú 1984