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Comentarios críticos al Diccionario soviético de filosofía

Aristóteles

Aristóteles en el Diccionario soviético de filosofía


 

Aristóteles · Daniel López Rodríguez · 21 de abril de 2019

Aristóteles (384-322)

1. El más grande filósofo de la antigüedad

Nada más empezar, la edición de 1939 cita a Marx refiriéndose a Aristóteles como “el pensador más grande de la antigüedad”. Se afirma que Aristóteles era “un genial sabio, creador de la lógica”. En la edición de 1971 se dice que sus obras “abarcan casi todas las esferas del saber de su tiempo”. Vemos que el tono es bastante diferente, mucho más amable, al trato que se le da en sus respectivas entradas a Sócrates y Platón. De hecho la entrada “Aristóteles” supone para el diccionario más artillería antiplatónica (y, en consecuencia, anticristiana y antiidealista).

No obstante, en la edición abreviada de 1955 se señala a Aristóteles como “el ideólogo de los esclavistas”, pues para el Estagirita era natural “la esclavitud de unos y el predomino de otros”. La razón –como añade la edición de 1963– es, en tanto “ocio intelectual”, “privilegio de los hombres libres”, y se añade que la esclavitud está, según Aristóteles, enraizada en la naturaleza misma. No obstante, en esta edición se añade que el Estagirita excluye toda forma del poder con fines egoístas, pues de lo que se trata es de servir “a toda la sociedad”.

El diccionario interpreta la filosofía de Aristóteles como una filosofía que “oscila entre el idealismo y el materialismo”. En la edición abreviada de 1955 se afirma que en tal oscilación Aristóteles “termina por inclinarse al idealismo”, y también se dice que el Filósofo “vacila entre la dialéctica y la metafísica”, pero que “su filosofía denota elementos de la concepción dialéctica de la realidad”. Y se cita al Anti–Dühring de Engels donde se señala que Aristóteles “había llegado a estudiar las formas esenciales del pensar dialéctico”. La vacilación de Aristóteles ante el materialismo y el idealismo determinó el doble carácter de su potentísima repercusión: “las tendencias materialistas de su doctrina –leemos en la edición de 1963– desempeñaron un importante papel en el desarrollo de las ideas progresivas en la filosofía de la sociedad feudal: los elementos idealistas fueron hiperbolizados por los clérigos medievales, que convirtieron la doctrina aristotélica en una “escolástica muerta”, desechando “toda búsqueda, toda vacilación, todo método en el planteamiento de los problemas” [Lenin]”. En la Edad Media perseveró la filosofía de Aristóteles, pero –a juicio de Lenin– “el obscurantismo clerical mató en Aristóteles lo vivo y eternizó lo muerto”. Vemos una vez más el desprecio del Diamat por todo lo medieval (de hecho las entradas del diccionario de los filósofos medievales tienen una extensión raquítica y son impresentables para dedicarles algún comentario crítico).

En la edición de 1963 se cita a Lenin cuando sostiene que la doctrina idealista de Aristóteles es “más objetiva y más distante, más general, que el idealismo de Platón y, por tanto, en filosofía natural, con más frecuencia = materialismo… Aristóteles llega al umbral del materialismo”. Y es cierto que no hay que obviar el olfato materialista de Aristóteles, que –entre otras cosas– negaba la inmortalidad del alma y la metempsicosis tal y como Platón defendía esto en el Fedón. Sin embargo, en la edición de 1980 se dice que el Estagirita “no pudo superar completamente el idealismo platónico”.

2. La crítica a Platón

En la primera edición se afirma que Aristóteles –aunque discípulo de Platón– “refutó su teoría idealista de las ideas, sometiéndola a una severa crítica y revelando las raíces gnoseológicas del idealismo en general”. Pues –según Aristóteles– Platón “separó la sustancia de aquello que es su sustancia” creando una sustancia aparte y un mundo sobrenatural. Si Platón pensaba que las Ideas son modelos que existen independientemente de las cosas sensibles (que son sólo una copia imperfecta y un mero reflejo de aquellas Ideas), Aristóteles afirmaba que las Ideas (las formas) son inseparables de las cosas. Para Aristóteles la esencia “está encerrada en las propias cosas” y “lo general no existe paralelamente a los singular y separadamente de él”, porque de otra manera –comenta Aristóteles– “tendría que existir no sabemos qué cielo además del cielo sensible, y lo mismo sucedería con el sol, la luna y todos los demás cuerpos celestes. Pero, ¿cómo dar fe a afirmaciones semejantes?”.

Según Aristóteles, cada cosa se compone de “dos principios”: la materia y la forma (el bronce recibe una determinada forma al transformarse en una estatua). La materia es potencialidad y la forma la actualidad, y la posibilidad se actualiza a través del movimiento que, al ser el paso de la potencia al acto, hace que la forma se materialice y la materia se formalice, y así se realiza el compuesto hilemórfico.

En la edición abreviada de 1955 se añade que los cambios sensibles no pueden explicarse por esencias suprasensibles e inmutables. Y cita al Estagirita: “Decir que las ideas son modelos y que todo el resto participa de ellas, es hablar para no decir nada y usar metáforas poéticas”. Y también son citados los Cuadernos filosóficos de Lenin: “La crítica que Aristóteles hace de las “Ideas” de Platón, es una crítica del idealismo como idealismo en general”.

En la edición abreviada de 1955 se anota la crítica de Aristóteles al eleatismo, pues los eleáticos (Parménides y sus discípulos) son “gente inmóvil “antinatural””, pues desconocer el movimiento implica desconocer la naturaleza (que los eléatas trataban como apariencia falaz). La actitud de tal “gente inmóvil” y contemplativa es propia de la implantación gnóstica de la filosofía, y Aristóteles era un filósofo muy comprometido con la política. De hecho fue mentor de Alejandro Magno.

Frente a Platón, Aristóteles sostiene que la materia no es una mera apariencia o el reflejo de unas Ideas paradigmáticas instaladas en el limbo de lo supraceleste, puesto que la forma es inmanente a sus correspondientes materiales. Esto vendría a ser el adecuacionismo entre materia y forma: es decir la hispostatización tanto de la materia como de la forma: el tipo (1, 1). Pero la forma puede darse al margen de la materia no sólo en el Acto Puro (que sería pura forma) sino también en los 47 o 55 motores inmóviles que Aristóteles introducía en su sistema; motores que son inmateriales y que estarían entre el Acto Puro (como Primer Motor Inmóvil) y el mundus adspectabilis que siempre ha sido el mismo divido en esfera supralunar y esfera sublunar.

3. Teoría del conocimiento

En teoría del conocimiento el diccionario afirma que Aristóteles se aproxima al materialismo (frente a Platón, que el Diamat interpreta como “reaccionario” e “idealista”). Se señala que Aristóteles apuesta por la génesis sensible de los conocimientos. La edición de 1963 matiza que en Aristóteles el objeto de la ciencia es lo general (lo nomotético frente a lo ideográfico, diríamos), lo que sólo es accesible por la razón, pero tal saber sólo se puede alcanzar por mediación de la percepción de lo singular; de ahí que la generalización inductiva sólo es posible mediante la percepción por los sentidos. Aristóteles sería partidario de la máxima empirista que reza nihil est in intellectu quod prius non fuerit in sensu.

El diccionario añade que el fin de la ciencia radica, según Aristóteles, en unir la deducción con la inducción; y –como los conceptos no pueden ser generalizados en un concepto único– Aristóteles saca su tabla de categorías o “géneros superiores a los que se reducen los demás géneros de lo que realmente existe”. El ser se dice de muchas maneras, porque la realidad plural lo exige y así lo manifiesta. Otro guiño del Estagirita al materialismo, pues éste implica –al menos como lo entendemos desde el materialismo filosóficopluralidad y codeterminación. Y Aristóteles sabía muy bien que el ser no es un género. No obstante la Idea de sustancia la construye Aristóteles sobre el modelo del ser inmóvil que permanece en los cambios y sub–yace a los accidentes.

Como apuntaba Lenin, Aristóteles no ponía en duda la existencia del mundo exterior, pero confundía la dialéctica de lo universal y de lo singular, del concepto y de la sensación y de la esencia y del fenómeno. Y en sus Cuadernos filosóficos anota que en Aristóteles “vemos la lógica objetiva confundirse constantemente con la lógica subjetiva, pero de modo que la lógica objetiva sobresale en todas partes”.

La edición de 1963 señala la estrecha vinculación que establece Aristóteles entre la lógica formal con la teoría del Ser, del conocimiento y de la verdad. Para el Estagirita las formas lógicas eran simultáneamente las formas del ser: la lógica es mímesis de la metafísica; de ahí que –como afirma la entrada “Metafísica de Aristóteles”, que sólo aparece en la edición de 1939– la Metafísica “está indisolublemente vinculada con su Organon”. Asimismo se añade que Aristóteles diferenciaba al conocimiento fidedigno (apodíctico) del conocimiento probable, en el que reduce la dialéctica como mera “opinión” (otra tesis pensada contra Platón). En la edición de 1980 se añade que “estos dos tipos de conocimiento están estrechamente interconectados a través del idioma”.

4. La escala natural del sistema aristotélico

No obstante, y aquí estaría su recaída en el “idealismo”, Aristóteles sostiene que existe “una forma pura, es decir, la “forma de las formas” destituida de la materia”. El diccionario se refiere a esto como “la razón”, que –como sostiene Aristóteles– es “el pensamiento que piensa por sí mismo”, y que se trata de Dios, el cual es el motor inmóvil de un mundo que es eterno (frente a los presocráticos e incluso Platón, que pensaban que la configuración y la disolución del mundo iba por ciclos) y único, pues la Materia Prima presupone la unicidad del mundo y por tanto su finitud (frente a la infinitud de mundos que defendían Anaximandro y después los atomistas).

En la edición abreviada de 1955 se añade que el motor inmóvil “es uno y eterno”. Según Aristóteles, Dios es la fuente última del movimiento, de ahí que sea “motor primero e inmóvil”. “Aristóteles estaría más cerca de Heráclito en ontología especial (el mundo de Aristóteles es el ser eternamente móvil), pero estaría más próximo a Parménides en la ontología general (el Acto puro es inmóvil)” (Gustavo Bueno, La metafísica presocrática, Pentalfa, Oviedo 1974, págs. 187–188).

No obstante, “El dualismo ontológico de Aristóteles (ser móvil o material/ser inmóvil, inmaterial) se desplegará en el trialismo de las tres sustancias, puesto que el ser móvil comprende tanto a las sustancias corruptibles como a las incorruptibles” (Gustavo Bueno, Materia, Pentalfa, Oviedo 1990, pág. 67).

La jerarquización ontológica de Aristóteles parte del Acto Puro en tanto Primer Motor Inmóvil separado de toda materialidad y ensimismado en su eterno pensar sin conocer el mundo y mucho menos sin crearlo, hasta concluir en la Materia Prima que es pura potencialidad y total falta de forma, y por ello no es trascendental a la omnitudo rerum al no atribuirse al Acto Puro (ni a los 47 o 55 motores inmóviles). De modo que en Aristóteles se afirma la existencia tanto de la forma pura (o espíritu puro, sin mezcla) como de la materia pura. Si la materia prima recibe la acción de todo lo demás, el Acto Puro actúa a todo lo demás. Espíritu y Materia son reales en Aristóteles. “Es a partir de Aristóteles cuando fragua el tratamiento de la idea de materia en cuanto tipo de realidad que habrá que entender como coexistente con el ser inmaterial, en términos absolutos” (Gustavo Bueno, Materia, Pentalfa, Oviedo 1990, pág. 66).

Tanto el Acto Puro como la Materia Prima son incognoscible para el hombre. El Acto Puro podía diagnosticarse como la “realidad objetiva” o “realidad extramental” dada independientemente de la conciencia (que es precisamente la definición de materia del Diamat), aunque a diferencia del Áperion de Anaximandro ya no es algo indefinido sino Nous.

Al tratarse de un Dios que no conoce la Materia Prima eso hace que no se trate del Dios omnisciente ni providente que conoce y salva o condena a las criaturas, y ni mucho menos es ese Dios que crea el mundo de la nada y que se encarna en un hombre con el fin de redimir a la humanidad de un supuesto pecado original; en definitiva se trata de un Dios impersonal al que no se le puede rezar y con el que no cabe ningún tipo de religación: la religión secundaria ha muerto, el Dios de los filósofos la ha matado. En el sistema de Aristóteles Dios es el pensamiento del pensamiento, y “esta reflexivización absoluta del pensamiento, a la vez que expresión del sustancialismo más extremado, es el camino de la misma negación del Dios–Mente de las religiones. En este sentido, el Dios de Aristóteles debe ser puesto en conexión con la materia ontológico general” (Gustavo Bueno, La metafísica presocrática, pág. 317).

Entre el Acto Puro y la Materia Prima está el mundus adspectabilis, que para Aristóteles es finito. “Aristóteles defendió la finitud del mundo para su unidad de las dificultades promovidas por Zenón. Un universo extenso infinito es un universo cuyas partes están tan distantes que no pueden tocarse. En este universo Aquiles, el rayo de sol, ya no puede alcanzar a la tortuga, a la piedra más alejada infinitamente de él. Diríamos que las dificultades que Zenón planteó en torno al infinito por división, han sido transportadas inmediatamente por Aristóteles al infinito por multiplicación” (Gustavo Bueno, La metafísica presocrática, pág. 277).

El mundus adspectabilis a su vez está dividido en las esferas supralunar y sublunar. En la primera los astros se mueven eternamente en perfecto movimiento circular uniforme, como si se tratase de un reloj perfecto, a través de la quintaesencia o éter; y tales astros no está sometidos a generación y corrupción y por ello, aunque corpóreos, son considerados como dioses, pues para los griegos divinidad es lo que ni comienza ni acaba y es siempre igual a sí mismo. En la segunda impera la generación y la corrupción, y se trata de la Tierra que, a su vez, ocupa el centro del Universo.

De modo que Aristóteles da por buena la existencia exterior de la materia en tanto Materia Prima incognoscible y materia hilemórfica cognoscible en tanto sinolon de materia y forma: ya se trate de cuerpos ingénitos e incorruptibles (los astros) o ya se trate de cuerpos generables y corruptibles (los objetos, plantas, animales y seres humanos que se mueven y viven en la esfera sublunar).

Y con esto ya podemos diagnosticar, desde el materialismo filosófico, al sistema aristotélico como ejemplo canónico de que lo en El mito de la felicidad Gustavo Bueno llama espiritualismo asertivo descendente. Espiritualismo en el sentido de que se concede no sólo la posibilidad sino la necesaria existencia de un Acto Puro que, en tanto Primer Motor Inmóvil, está separado del mundo y de toda materialidad, y vive eternamente en su propio pensar al ser insondable y vuelto entero hacia sí mismo, sin crear el mundo ni conocerlo porque harto tiene con pensarse a sí mismo ya que es lo más digno y excelso de ser pensado y no va a rebajarse al mundo del movimiento pues carece de contenidos homonímicos respecto al cosmos. De ahí que Bueno ponga al Acto Puro en correspondencia (que no en identidad) con la Materia ontológico–general.

Menos aún tal pensamiento va a rebajarse a la esfera sublunar en la que impera la generación y la corrupción ajenas totalmente al ámbito del Primer Motor al tratarse del ente purificado de todo movimiento y extensión y cuyo pensamiento no tiene proporción con los pensamientos humanos y por ello –como se lee en la Ética a Nicómaco– no cabe la amistad de los hombres con Dios.

En el siguiente escalón, descendiendo, estarían los 47 o 55 motores inmóviles. En el siguiente el mundus adspectabilis hilemórfico que se divide en la esfera supralunar y la esfera sublunar. Y por último estaría la Materia Prima sin ningún tipo de forma, ya que es pura potencialidad y por ello no se trata de una sustancia con existencia propia sino potencia de formas sustanciales y, puestas éstas, de formas accidentales. La materia prima viene a ser el substrato del universo, algo completamente indefinido y pasivo, y sólo existe en la abstracción.

En resumen: Aristóteles se remonta a la pura forma del Acto Puro y desciende hasta la pura materia de la Materia Prima, y tanto una cosa como la otra son incognoscibles para los hombres. Pero si el Acto Puro puede ser conocido, aunque sólo sea por sí mismo al tratarse de un ser vivo en su eterno pensamiento en tanto pensamiento del pensamiento (sólo Dios es teólogo), la materia prima es del todo incognoscible y sólo es una mera abstracción. Los hombres sólo conocen el mundus adspectábilis y sobre Dios y la Materia Prima sólo pueden especular.

Daniel López Rodríguez

 
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Las cuatro versiones soviéticas del Diccionario filosófico de Rosental e Iudin
Diccionario filosófico marxista · Rosental & Iudin · Montevideo 1946
Diccionario de filosofía y sociología marxista · Iudin & Rosental · Buenos Aires 1959
Diccionario filosófico abreviado · Rosental & Iudin · Montevideo 1959
Diccionario filosófico · Rosental & Iudin · Montevideo 1965
Diccionario marxista de filosofía · Blauberg · México 1971
Diccionario de comunismo científico · Rumiántsev · Moscú 1981
Diccionario de filosofía · Frolov · Moscú 1984