Filosofía en español 
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Acción Española

Emblema de 'Cultura Española'

Acción Española fue el nombre que recibió una sociedad cultural constituida en Madrid en octubre de 1931, a los pocos meses de proclamarse la República del 14 de Abril, y fue el nombre de una revista doctrinal católico-monárquica cuyo primer número apareció en diciembre de 1931, independiente de la sociedad cultural, aunque promovida por el mismo grupo de personas.

La revista Acción Española se publica, primero quincenal y después mensualmente, hasta el inicio de la guerra civil, salvo tres meses de suspensión gubernativa, de agosto a noviembre de 1932, como represalia por la fracasada intentona del general Sanjurjo. El último número regular publicado fue el 88, junio de 1936.

En los primeros meses de la guerra fueron asesinados tres de los colaboradores más asiduos de la revista: José Calvo Sotelo, Víctor Pradera y Ramiro de Maeztu, su director; y en marzo de 1937, poco antes de la unificación, se publica en Burgos un número 89, de más de cuatrocientas páginas, refrendado por un autógrafo del Jefe del Estado y la bendición del Primado de España, que ofrece una antología de textos aparecidos en la revista y un ensayo crítico sobre su significación: «España como pensamiento», por José Pemartín (ver también la organización temática que ofrece en el esquema que acompaña ese ensayo: «Pensamiento hispánico antirrevolucionario de Acción Española».)

El proyecto de esta revista ya estaba en marcha a principios de 1931, y vinculaba principalmente a tres personas: Ramiro de Maeztu Whitney, Eugenio Vegas Latapie y Fernando Gallego de Chaves Calleja (Marqués de Quintanar y Conde de Santibáñez del Río). Maeztu había sugerido que la revista se llamase Hispanidad, pero aunque se prefirió el calco del nombre de la organización francesa que servía de modelo, desde la primera página de Acción Española inició Maeztu («La Hispanidad») la expansión de la Idea cuya apropiación por parte de los católicos venía postulando desde la Argentina el presbítero Zacarías de Vizcarra.

«El domingo 11 de enero [de 1931], don Ramiro de Maeztu me escribió una carta, autógrafa, que decía así: 'Querido Vegas: le he estado hoy esperando porque quería hablarle, entre otras cosas, de nuestro proyecto de Revista por la que también se interesa el Marqués de Quintanar. Si no le es imposible, vaya esta noche a la casa del Marqués de Quintanar, Plaza de Santa Bárbara, 8. Le abraza su buen amigo, Ramiro de Maeztu.' Esta carta viene a ser, en cierto modo, el documento fundacional de la revista y sociedad Acción Española. Por ella puede verse bien claro que ambos veníamos ocupándonos del tema, por el cual se interesaba el marqués de Quintanar. A última hora de la tarde de aquel domingo acudí por vez primera al domicilio de quien había de ser fundador de Acción Española. La entrevista se desarrolló en los términos más cordiales, llegando a un total y absoluto acuerdo. El único problema que no pudimos resolver, de momento, fue el de la financiación. Claro es que las ideas que cada uno de nosotros teníamos no coincidían por completo, como era natural; pero había entre nosotros muchos puntos de vista comunes. El marqués de Quintanar poseía una formación muy sólida y un gran conocimiento de las doctrinas del integralismo portugués y de su jefe, Antonio Sardinha. Maeztu pensaba, más bien, en una revista de carácter hispanoamericano, hasta el punto de que proponía el título Hispanidad. Yo, en cambio, me proponía hacer una revista política, de lucha, aunque eminentemente doctrinal, de acuerdo con el pensamiento de los grandes maestros del tradicionalismo español.» (Eugenio Vegas Latapie, Memorias políticas. El suicidio de la Monarquía y la Segunda República, Planeta, Barcelona 1983, pág. 88.)

El primer número de la revista aparece con fecha 15 de diciembre de 1931, figurando como director «El Conde de Santibañez del Río», título nobiliario que servía de alias literario a Fernando Gallego de Chaves Calleja, más conocido en su entorno como Marqués de Quintanar, y así figura en la revista hasta el número 27 (16 abril 1933). Desde el número 28 (1 mayo 1933) se produce una reorganización, pasando «El Conde de Santibañez del Río» a figurar como Fundador, y apareciendo Ramiro de Maeztu como director. Con ese número se reparte una hoja suelta en la que podía leerse:

«A nuestros amigos: ACCIÓN ESPAÑOLA se ve precisada a dirigir a sus lectores, a sus amigos, un llamamiento.
Nacida en momentos de angustia nacional, ACCIÓN ESPAÑOLA se propuso como tarea el renacimiento de la fe en los destinos patrios, y la elaboración de una doctrina, sobre la que llegado el momento, pueda asentarse firmemente la obra del que la Providencia nos tenga reservado para caudillo y guía.
Sin doctrina sólida y verdadera, los mejores propósitos están condenados al fracaso. Golpes de Estado y cambios de gobernantes se han repetido con frecuencia en los últimos cien años, sin conseguir evitar que España continuara suicidándose lentamente, como ya en 1911 decía Menéndez y Pelayo.
Al campo de batalla de las ideas hemos salido con la pretensión de hacer luz y denunciar los engaños, con absoluto desinterés, ajenos a toda indicación de partido o de bandería, al servicio solamente de la Verdad.
No nos ha faltado el aliento de nuestros amigos: contamos con cerca de tres mil lectores en España y en la América española. Pero nos faltan medios materiales, y por eso nos dirigimos en demanda de auxilio a cuantos quieran cooperar a nuestra obra.
ACCIÓN ESPAÑOLA no es un negocio particular; nació al impulso vehemente de su fundador el Conde de Santibáñez del Río, que –caso poco frecuente- acudía así a hacerse cargo de su parte de tarea en la función directora a que le llamaban su inteligencia y su nombre. Pero ACCIÓN ESPAÑOLA no fué nunca una propiedad particular; como bien común de todos los españoles, a él confiado, la consideró siempre su fundador; y en ostensible demostración de ello acaba y de cederla a una Sociedad civil titulada CULTURA ESPAÑOLA, presidida por D. Ramiro de Maeztu y formada por el Conde de Santibáñez del Río, D. José María Pemán, D. Jorge Vigón, el Marqués de las Marismas, el Marqués de la Eliseda, D. Luis Vela y el que firma estas líneas. Esta Sociedad aspira a ser como el Consejo de Administración que represente a todos los que comparten nuestras mismas ideas, a quienes correspondería así, en cierto modo, el carácter de propietarios, asegurado por el acuerdo que se tomó en la primera sesión celebrada por la Junta de la Sociedad que, a la letra dice: «Se acuerda, así mismo, que en ningún caso se repartirán beneficios entre los socios, dedicándolos, caso de haberlos, al fomento indefinido de los fines de esta Sociedad»; fines que se concretan, según consta en la escritura fundacional a la difusión de la cultura tradicional española.
Para poder subsistir ACCIÓN ESPAÑOLA necesitaría elevar el precio de la suscripción, en términos que vedarían su lectura a gran parte de nuestros amigos. Pero no es sólo esto; sino que nuestro propósito alcanza a la introducción de mejoras en nuestras colaboraciones, incorporando a las que ya vienen prestándose otras valiosísimas nacionales, y trayendo a las páginas de la revista el pensamiento de las primeras figuras de la intelectualidad alemana, francesa, inglesa, italiana y portuguesa, que hoy toman parte en la liza contrarrevolucionaria. Pero la debida retribución de unos y otros y la manifiesta necesidad de ofrecer a nuestros investigadores y estudiosos un aliciente, exterior a su propia vocación y a su consagración al trabajo, exigen recursos de que no disponemos.
Queremos crear una editorial que ponga al alcance de todas las manos los libros que sirven nuestra causa; y no es preciso decir lo que esto demanda.
Nuestra empresa requiere medios materiales abundantes, y en petición de ellos acudimos a nuestros lectores. Todos pueden ayudarnos de un modo o de otro.
El que menos, puede auxiliarnos difundiendo entre sus amistades nuestra revista; un grado más consistirá ya en buscar nuevos suscriptores, ¿quién no puede proporcionarnos siquiera uno? De este modo en poco tiempo tendríamos doblada nuestra suscripción y la revista en condiciones normales de vida.
Otro medio de favorecernos consiste en conseguirnos anunciantes. Buscad anunciantes para nuestra Revista y comprad a los que en ella se anuncien.
Habrá también quien pueda ayudarnos económicamente, con pequeñas o grandes cantidades; no hay para nosotros donativo pequeño. En estos momentos, quienes comulguen con nuestras ideas y puedan ayudarnos, no lo hagan, traicionan a España.
No consideraremos tampoco ningún donativo grande, porque los horizontes de nuestros proyectos son dilatadísimos y para realizarlos no nos parece excesiva ninguna cantidad. No llamaremos Mecenas a quienes nos apoyen. Les llamaremos, más sencilla y más exactamente, patriotas. Madrid 1 de Mayo de 1933. Eugenio Vegas Latapié.
Nota. Estando «ACCIÓN ESPAÑOLA» en período de reorganización, suplica a sus abonados perdonen las deficiencias administrativas que surjan.»

Para seguir la historia de Acción Española se hace imprescindible la lectura de las memorias políticas de Eugenio Vegas Latapie –tres volúmenes: Planeta, Barcelona 1983; Tebas, Madrid 1987 y Actas, Madrid 1995– (descontando siempre los excesos de protagonismo achacables a la natural subjetividad de todo memorialista). Leánse como ejemplo los equilibrios previos a la asunción por Ramiro de Maeztu de la dirección de la revista:

«En la última página del número 24 de Acción Española se anunciaba que la redacción y administración de la revista quedarían instaladas en un piso de la Glorieta de San Bernardo, a partir del siguiente número. El traslado fue acompañado de una drástica organización de los servicios administrativos, exigidos por la crítica situación económica en que nos hallábamos. El plan de austeridad implicaba, por de pronto, la supresión de todo el personal remunerado, cuyas funciones serían realizadas gratuitamente por algunos socios.
Cometí la torpeza de citar a la misma hora a los tres funcionarios retribuidos, designados por Quintanar entre amigos y allegados, para exponerles las razones que obligaban a reducir al mínimo los gastos. Con ellos cité también al conserje y a un joven ayudante administrativo. Acudieron todos puntualmente a la cita y se reunieron en la habitación habilitada para oficinas. En un despacho próximo nos encontrábamos algunos directivos de Cultura Española. Cuando me disponía yo a ir a entrevistarme con los funcionarios convocados, para hacerles ver la imperiosa necesidad de proceder a drásticas economías, llegó Maeztu y preguntó qué sucedía. Le explicamos brevemente la cuestión, que ya le era conocida, y se brindó él a notificar su cese al personal. Salió Maeztu de la habitación en que estábamos reunidos los directivos y cuando aún no había transcurrido un minuto volvió a entrar diciendo: «Ya está.» Le preguntamos asombrados cómo se había producido todo con tanta rapidez y con inmensa ingenuidad nos contestó: «Pues muy sencillamente. Les he dicho: quedan ustedes despedidos.» Y, al ver nuestro asombro e incluso consternación, agregó: «Me ha sido muy placentero.»
Tan poco diplomática actuación de Maeztu produjo la dimisión fulminante del marqués de Quintanar de la dirección de la revista, como gesto público de solidaridad con sus amigos, tan secamente despedidos. Se nos planteó entonces el problema de la designación del nuevo director. Ocioso es decir que el nuevo nombramiento había de ser tratado y resuelto en junta de socios, a la que pertenecía Maeztu. Pero no recuerdo por qué razón se retrasó algo el abordar el tema cuando recibí un día, en mi casa, una carta de Maeztu redactada en términos afectuosos, pero dolidos; tras de algunas reticencias, que me resultaron incomprensibles, me anunciaba que no volvería a nuestras diarias reuniones, aunque seguiría escribiendo en la revista, si aceptábamos su colaboración. La lectura de aquella carta me dejó sumido en la más completa confusión. No entendía nada. ¿Qué podía haber sucedido para que Maeztu me notificara su apartamiento de nosotros? Por más que hacía examen de conciencia, a ese respecto, no lograba percibir la más débil luz que me sacara de la oscuridad en que me hallaba sumido. Y como mi conciencia se encontraba absolutamente tranquila, me resolví a atacar de frente la enigmática cuestión; es decir, a presentarme en casa de Maeztu para suplicarle que me pusiera sus cartas boca arriba, puesto que yo no tenía ninguna encubierta. No fiando en la destreza de mi gestión, rogué a José Ignacio Escobar que me acompañara e interpuse su influencia para esclarecer y resolver el asunto.
Después de saludarnos afectuosamente, mostrándole la carta que me había escrito, le manifesté mi sorpresa. Después de una serie de rodeos y divagaciones, terminó don Ramiro por confesar que la carta era consecuencia de unas palabras de Eliseda referentes al nuevo director de la revista. Por lo visto, encontrándose pocos días antes a solas con Eliseda, por habernos retrasado los demás contertulios de Cultura Española, le dijo que había que ir pensando en la designación de nuevo director, a lo que Eliseda le respondió que la cosa había sido ya decidida con el nombramiento del portero. Tales palabras fueron interpretadas por Maeztu en el sentido de que, antes de nombrarle a él, preferíamos a cualquiera, cuando la realidad es que en alguna ocasión llegó a insinuarse la conveniencia de colocar a un «hombre de paja» al frente de la revista, en evitación de posibles futuras persecuciones. Sin duda alguna eso es lo que Eliseda quiso decir.
Desvanecido en el acto el equívoco y restablecida la más completa cordialidad, allí mismo rompí la carta recibida y decidí, precisamente, que fuese Maeztu el nuevo director de Acción Española.» (Eugenio Vegas Latapie, Memorias políticas. El suicidio de la Monarquía y la Segunda República, Planeta, Barcelona 1983, págs. 171-172.)

El número 33 (16 de julio de 1933) incorpora tres novedades: el rediseño de la cubierta de la revista (que se explica en el número 36: «Nuestra portada») con elementos más modernos en la línea del cubismo; la incorporación del emblema de Cultura Española: caballero lector jinete en su caballo bajo la cruz-espada de Santiago, al que se invoca al modo clásico, «¡Santiago y cierra España!»; y en la contracubierta el lema que adoptó la revista: «Una manu sua faciebat opus et altera tenebat gaudium.»

cubierta de Acción Española hasta el número 32, 1 julio 1933cubierta de Acción Española desde el número 33, 16 julio 1933

«8. Acción Española (AE). En otoño de 1930 establecieron contacto entre sí tres personas que habían de ser los fundadores y adalides de la revista «Acción Española» y de la sociedad cultural del mismo nombre.
Estas personas eran: el escritor Ramiro de Maeztu, que acababa de regresar de Argentina –donde había sido embajador de España durante los años 1928 y 1929–; el marqués de Quintanar, ingeniero de caminos, muy conocedor y entusiasta del partido integralista portugués fundado por el malogrado Antonio Sardinha; y, por último, Eugenio Vegas Latapié, auditor de guerra, letrado del Consejo de Estado y, a partir de noviembre de ese mismo año, presidente de la juventud monárquica de Madrid. Vegas era un incansable propugnador de los principios básicos del Derecho Público Cristiano y muy conocedor de la «Acción Francesa» que había revitalizado la doctrina y la organización monárquica en Francia, constituyendo en frase del cardenal Gharost «el único movimiento serio y eficaz contra los principios de la Enciclopedia y de la Revolución francesa que había existido en Francia desde 1789».
Pensando en la necesidad de fundar una escuela, lo más científica posible, de pensamiento contrarrevolucionario, pronto llegaron a un acuerdo sobre la posibilidad de publicar una revista doctrinal que defendiera y propagara los principios católicos y monárquicos; pero hubieron de aplazar sus proyectos por no contar con los recursos económicos precisos. Interim aceptaron la oferta de los directivos del diario madrileño de la tarde La Nación para publicar cada quince días con el nombre de «Contrarrevolución» cuatro páginas encartadas en dicho diario. El anuncio-programa que se publicó en La Nación terminaba con estas palabras: «¡Viva España! y para que España viva ¡Viva el Rey!». Esta consigna revelaba que los fundadores de la «Contrarrevolución» consideraban a la monarquía no como un fin en sí misma, sino como medio o instrumento para el mejor servicio de España. La súbita proclamación de la República impidió que el anunciado proyecto se hiciera realidad. El 15-XII-1931 salió el primer número de la revista «Acción Española» merced a haberse aplicado a su puesta en marcha parte de una cantidad donada al general Luis Orgaz para sus trabajos de propaganda monárquica en el ejército y a las inquietudes y entusiasmos del teniente auditor del cuerpo jurídico-militar D. Eugenio Vegas Latapié, que soñaba con crear una revista de gran altura intelectual que expusiera y propagara los principios fundamentales del Derecho Público Cristiano. En frecuentes diálogos con Ramiro de Maeztu, con el padre Félix García y con el padre Gafo había tratado sobre este asunto aprobado por todos ellos; siendo así que la presentación programática de la revista –que no estaba firmada– fue hecha por Ramiro de Maeztu en el editorial que encabezó el primer número. Por este trabajo su autor obtuvo el premio «Luca de Tena» de 1931. Este artículo figura también como «proemio» en la obra de Maeztu Defensa de la Hispanidad.
La revista comenzó siendo quincenal, pero más tarde se convirtió en mensual. Su director era el marqués de Quintanar. Tras el editorial-manifiesto, la revista emprendió su tarea, proclamando desde el primer momento que pensaba contar con todos los medios para su propósito. Luis María Ansón en su libro Acción Española ha hecho un apretado estudio de los trabajos aparecidos en ella.
La obra de la publicación fue continuada y prolongada en la asociación que, con el mismo nombre de Acción Española, se fundó para dar conferencias y cursillos. En torno a ella se fueron agrupando todos los elementos intelectuales más salientes, tanto del campo monárquico alfonsino –que, como es lógico, constituían su mayor número– como del tradicionalista (Víctor Pradera, conde de Rodezno, Javier Reyna –Fabio en el Siglo Futuro–, Marcial Solana, González de Amezúa), de la recién nacida Falange (Eugenio Montes, Sánchez Mazas, Ledesma Ramos, Giménez Caballero, Aguado), y también algunos pertenecientes a Acción Popular y El Debate (marqués de Lozoya, González Ruiz, Fernández Ladreda).
La revista se publicó desde diciembre de 1931 a junio de 1936, viéndose interrumpida su publicación –por clausura gubernativa– en agosto de 1932 como consecuencia del fracasado movimiento militar del 10 de agosto de ese mismo año que acaudillaba el general Sanjurjo. Por lo demás, la revista se publicó ininterrumpidamente y con progreso constante tanto en el número de suscriptores –pasaban de 2.000– como en el de colaboradores. Las ciudades españolas que contaron con mayor número de suscriptores fueron: Madrid, Barcelona, Bilbao y Santander. También fue importante la penetración en la casi totalidad de las repúblicas hispano-americanas y en Filipinas, destacando, entre sus colaboradores del otro lado del Atlántico, el mejicano Alfonso Junco y el nicaragüense Pablo Antonio Cuadra.
Al reinaugurarse los locales de Acción Española, el 3-V-1934, se publicó una nota en la que se decía: «Nuestra labor será, como ya fue, al margen de todo partido político, pura y estrictamente cultural. Por ese rodeo que va desde la Logia hasta la Institución Libre de Enseñanza, a la tribuna, a la prensa y a la calle, llegó el enemigo a la Revolución. Por un parecido rodeo debemos llegar a la Contrarrevolución nosotros». Firmaban José María Pemán, presidente; Pradera, Ruiz del Castillo y Sáinz Rodríguez, vicepresidentes; Ramiro de Maeztu, el marqués de Lozoya, Calvo Sotelo, Ibáñez Martín, González de Amezúa, Juan Antonio Ansaldo, el marqués de Quintanar, Manuel Pombo Polanco, vocales; Eugenio Vegas, secretario; marqués de la Eliseda, tesorero; Javier Vela del Campo, contador.
Se anunciaban los primeros cursillos que se desarrollarían en la sociedad: marqués de Lozoya, Semblanza de Felipe II; Ramiro de Maeztu, Historia del Liberalismo; Marqués de la Eliseda, Economía y nuevo Estado; Jorge Vigón, La religiosidad en el ejército. También anunciaban que darían conferencias Esteban Bilbao, José Calvo Sotelo, José Yangüas Messía y José Ignacio Escobar.
El día 8 de mayo se celebró la sesión de apertura de Acción Española. Sáinz Rodríguez dijo entre otras cosas: «Acción Española ha logrado reunir a un grupo de intelectuales en torno a una idea de la cultura nacional.»
El último número de «Acción Española» corresponde al mes de junio de 1936. El de julio estaba compuesto y en espera de ser tirado al producirse el Alzamiento Nacional; por lo que desaparecieron la composición y los originales en la imprenta. El editorial se debía a la pluma de Ramiro de Maeztu que refutaba una carta del filósofo francés Jacques Maritain, la cual se reproducía íntegramente. También figuraban entre los originales de este número, destruido antes de nacer, el primer capítulo de un libro titulado Romance del Escorial, escrito por un joven religioso agustino, el padre Conrado Rodríguez, asesinado en los comienzos de la guerra de la liberación.
Bibliografía.: J. Arrarás, Historia de la segunda República española, 2 vols., Madrid 1956; V. Marrero, Maeztu, Madrid 1955; L. M. Ansón, Acción española, Zaragoza 1960; E. Vegas Latapié, Recuerdos de los últimos años de Pradera: diario ABC 16-XII-1973; id., Escritos políticos, s. l. ni a.; A. Fontán: Los católicos en la Universidad Española, Madrid 1961; M. Ramírez Jiménez, Los grupos de presión en la segunda República española, Madrid 1969; Antología de Acción Española, Burgos 1937; R. de la Cierva, Historia básica de la España actual, Barcelona 1974; J. M. García Escudero, Historia política de las dos Españas, II, Madrid 1975. Eugenio Vegas Latapié.» (apartado octavo, firmado por Eugenio Vegas Latapié, de la entrada «Partidos Políticos Católicos» del Suplemento I, CSIC, Madrid 1987, págs. 588-589, al Diccionario de Historia Eclesiástica de España, dirigido por Aldea & Marín & Vives.)

Confirmación de la importancia que se atribuye al papel jugado por Acción Española la encontramos en los abundantes estudios que se le han dedicado (al margen de la menor o mayor calidad, sectarismo, parcialidad o progresismo de los mismos). Mencionemos los de Luis María Ansón (Acción Española, Zaragoza 1960), Raul Morodo ('Acción Española', orígenes ideológicos del franquismo, Tucar, Madrid 1980, 410 págs.), Javier Badía (La revista 'Acción Española', aproximación histórica y sistematización de contenidos, Pamplona 1992) y Pedro Carlos González Cuevas ('Acción Española', teología política y nacionalismo autoritario en España, 1913-1936, Tecnos, Madrid 1998, 411 págs.).

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