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Feminismo Socialista
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Otilia Solera

¡Qué dirán!

El qué dirán es un fantasma que las más de las veces nosotros mismos nos forjamos, y que, con ser vano, nos aterra y nos sujeta indignamente. Por temor al qué dirán la mujer no se atreve a manifestar sus ideas; mujeres conozco que, simpatizando con ideales de libertad, no tienen el valor de confesarlo por el prejuicio del qué dirán. Y se da el caso de que aun entre las que comulgamos en un ideal ocurre algo parecido, si bien en un número reducido, y es que, a pesar de los esfuerzos que constantemente hacemos por despojarnos de prejuicios, todavía conservamos reminiscencias de nuestros antepasados. Uno de esos prejuicios es el de que la mujer debe estar alejada del hombre, sin tener con él más relación que la indispensable, si no se trata de matrimonio: es decir, que las solteras no debemos tener con los hombres una amistad franca y relativamente íntima, por el qué dirán, y las casadas mucho menos.

Esto, a mi juicio es una preocupación, y como tal hay que desecharlo; si la mujer desde su infancia se la educara en continua convivencia con el niño, llegaríamos a mayores y no veríamos en el hombre más que a nuestro amigo, y el hombre, a su vez, se acostumbraría a ver en nosotras compañeras ilustradas dispuestas al trabajo en las luchas sociales, puesto que habiendo estado a su lado sabríamos desempeñar cualquiera misión que nos fuera confiada y no daríamos lugar a oír decir que no en entendemos de nada.

Tenemos la obligación de saber tanto como el hombre, toda vez que somos trabajadoras y tenemos forzosamente que intervenir en esas luchas.

Pues bien; por todo esto, mi criterio es de estar en constante relación con el hombre, sin que la mujer tenga necesidad de perder sus sentimientos femeninos, la prenda más valiosa de que nos dotó la Naturaleza.

Ese apartamiento de la mujer hacia el hombre ha sido causa de que él se haya acostumbrado a ver en nosotras un ser inferior muchas veces, y otras una mujer de cera, que ni entendemos, ni se nos puede hablar de nada, por desconocerlo todo.

Por el qué dirán muchas veces no nos atrevemos a hacerles preguntas que nos interesan, ni tenemos libertad para mezclarnos en conversaciones que algunas veces nos serían provechosas, como no sea que ellos nos piden parecer, y así una infinidad de cosas que nos tienen marginadas.

Y yo me pregunto y me contesto: si la mujer tiene que trabajar, si quiere vivir y tenemos deberes que cumplir, es una lástima que permanezcamos dispuestas a ocupar un lugar ínfimo en asuntos que tan de cerca nos perjudican. Tenemos de laborar, conquistando así un lugar más alto que el que hoy ocupamos, gracias a nosotras mismas.

Han transcurrido los años, y la mujer se ve obligada a salir sola para ganarse un jornal y afrontar los peligros de la vida, que son innumerables, y ante este estado de cosas tiene necesidad de defenderse, y para ello tiene que estar al lado del que la pueda guiar bien, y éste debe ser el hombre; pero antes es preciso que nosotras no temamos el qué dirán.

Otilia Solera

Madrid, abril de 1913.