Revista Cubana de Filosofía
La Habana, mayo-diciembre de 1955
Vol. III, número 12
páginas 27-30

Fausto Masó

La redención y la crisis

Comprende la redención el que está dispuesto a responder al llamado de la gracia. Esa actitud, que es la única que adopta el hombre en mayor o en menor escala, aceptando ya la gracia, ya la sujección a una norma, es la que rehuye el burgués, el hombre que para vivir ha falseado su mundo, haciendo que sus creencias estén en función de su vida (el bohemio es el último burgués). El burgués es capaz de renunciamientos, de entregas, pero está limitado por sus ideas culturales o económicas, por su conveniencia. Su entrega no lo es tal. Nunca buscará un sustituto de la fe cristiana, ni en el marxismo ni en una filosofía. Siempre lo guían los límites que le dicta su propia conveniencia, no los límites surgidos de la debilidad natural del hombre. El burgués se diluye en generalidades que lo protejen de su propio yo, del hecho de ser libre, de ser capaz de pecar contra su misma razón de ser (el marxista peca cuando se desvía de la línea, y si lo es, se autocritica; el cristiano cuando viola un mandamiento, y si se arrepiente, se confiesa).

El pecado para el creyente es lo negativo, lo que va contra la propia naturaleza del hombre, ordenada por la divinidad, o por una teoría política o filosófica, de cierto modo. Claro que el «pecado» católico no es el protestante ni el marxista, las diferencias no las aclaramos por creerlo innecesario y tedioso. Lo importante es la sustitución que hace el burgués de la idea del pecado por la de la «conveniencia social». La despersonalización que hace de la falta, juzgándola sólo por sus efectos exteriores, en tanto son reparables o no.

La redención{1} es la máxima ocasión de escándalo. Es un llamado a una vida nueva, después de ella quedan dos modos de comprender el mundo. Uno, el del que siente la presencia de Dios, y espera en él santificándose, o peca rechazando su condición de ser que espera. Y otro el del que no logra creer más que en sí mismo, en el sentido más ramplón, pecando también, pero mediocremente (claro que el burgués demuestra un odio hacia lo que de divino-humano hay en el hombre, y se identifica a la larga con el pecador), pues si existe la trascendencia –Dios o un sustituto– el hombre no se puede evadir de ella). [28]

La actitud del que siente la presencia de Dios, de un Dios que es la perfección de los valores humanos (el hombre está hecho a imagen y semejanza suya), posibilita la aceptación de todo lo humano. La aceptación de la historia, por eso la prueba decisiva de la existencia o no de Dios es la Historia, entendida como la única vivencia que ha hecho el hombre de su destino.

La aceptación de todo lo humano hace que el hombre d. C. se defina en contraste con el hombre antiguo. Este valía en relación a la muerte, el occidental en relación a lo que «espera» del hombre. En el Renacimiento –el humanismo–, en la edad moderna el edén terrenal (mezclando ideas de origen posterior a Cristo con ideas anteriores a él).

La Cultura como las otras actividades del hombre es posible siempre y cuando se desarrolle en el marco querido por la divinidad, que de paso es el mejor, el más humano. La creencia en el más allá no puede volverse una espera pasiva, pues la misión del creyente es implantar el reino de Dios en la Tierra, ser un nuevo Cristo que se salve perdiéndose. El pertenecer a la Iglesia garantiza a través de una serie de signos sensibles la recepción de la gracia, en respuesta a los que sienten sin sentido la vida una vez que ha sido conocida la verdad. Pues después de la «revelación» la vida no puede ser más que un pecar consciente, entonces, o la verdad no era tal, o la vida es absurda, es pecaminosa.

Esta disyuntiva es la que nos plantea el pecado, o no hay tal pecado o la vida al ser imposible sin el pecado es mala (esto explica actitudes cristianas respecto al arte). La revelación al plantear este dilema despoja al hombre de su última posibilidad, la aceptación estoica de la vida.{2}

La verdad es inhumana. Es el eterno dualismo entre Dios y el hombre, el creador y el ser creado, la trascendencia y la inmanencia. Si el hombre es libre de actuar. Si Dios lo es, nos ha señalado lo aprobado y lo prohibido. Al hombre sólo le queda la posibilidad de obedecer, su libertad se anula (se salva quién se pierde).{3}

Las soluciones a estos antagonismos son muchas. Desde la protestante, que a veces tiende a negar al hombre en favor de Dios, a la católica que trata de establecer un equilibrio delicadísimo entre esta vida y la otra, el obrar según la gracia y según la naturaleza. Los sacramentos y la presencia divina. También cabe otra posibilidad –en el papel– la del artista que se refugia en su propia obra, la posibilidad que plasma Rimbaud según los que han creado el mito Rimbaud, hoy echado abajo por Etiemble. [29]

La cultura occidental fue posibilitada por el cristianismo. El fundamento lejano de humanismo y la democracia (en Atenas existía la esclavitud) fue la creencia en el valor supremo de cada hombre en particular. En la igualdad delante del Dios creador de la nada. El labriego y el rey eran imágenes divinas. Un día el labriego se preguntaría por qué el rey lo era, y frente al derecho divino surgía el derecho natural, también divino en sus comienzos. Y para complicar más las cosas, este proceso no se puede comprender sin tomar en cuenta un hecho tan material como es la economía medieval.

La justicia se justifica en la dignidad humana, no en su utilidad (liberalismo). El hombre debe superarse en el camino de la gracia (Nietzche). Su salvación no es individual, cada uno es responsable de los otros por la comunión de los santos (el compromiso). Quedaban vencidos el pesimismo y la desesperación latente en la antigüedad. Pesimismo que se expresaba en una religión que era una mera convención o que negaba al hombre. Las ideas de Platón y la catarsis trágica, consolaban, no salvaban (quizá el griego no buscase eso, sino el olvidarse de una realidad que hace imposible la vida).

Con la Edad Moderna se rompe la alianza cristiana entre Dios y el hombre, la actividad humana supera los cauces de los preceptos medioevales. Es imposible la creencia en nada intemporal contenido dentro del tiempo. La revelación es histórica o sea que no hay tal. Esto tiende a significar un retorno a un a. de C. El credo quia absurdum de muchos de nuestros contemporáneos se asemeja a la actitud del hombre antiguo buscando en los misterios un consuelo imposible.

Para el hombre actual Dios es una convención explicativa. El fin de la humanidad está en ella misma. Es posible mediante la ejecución práctica de tal o cual doctrina –lo que además inevitablemente ocurrirá– establecer el orden universal, exterminando al mal. Este maniqueísmo ingenuo se da en los que definen los problemas actuales en función de una fórmula: la educación, lo económico, el olvido de esto o de aquello, &c.

¿Por qué el cristianismo no logró proporcionarle al hombre los medios de alcanzar aquellas metas que explican el surgimiento de los distintos fenómenos artísticos y culturales a partir del Renacimiento?... La crisis actual no se debe a un olvido súbito del cristianismo, sino a la incapacidad de este o ... de los cristianos... para conservar la acción histórica. La única crisis posible es la que surge de la pérdida del amor a la vida. La condición humana nunca ha variado. La muerte no es una exclusiva del hombre contemporáneo. Nosotros nos diferenciamos por nuestra actitud con respecto al absurdo de la existencia, no por ese absurdo mismo. La angustia del hombre no se debe al derrumbamiento de este o aquel fundamento sino al debilitamiento de su voluntad de vivir que le impide el buscar nuevos mitos o volver a los antiguos... o aceptar la muerte del mito, de la verdad, de la revelación.

Explicar causalmente el estado anímico del hombre contemporáneo es imposible a menos que creamos en ese absurdo que es la Filosofía de la Historia, [30] hablar como creyentes de un debilitamiento religioso –aparte de lo peligroso que sería por lo fácil– es el no juzguéis y no seréis juzgados... Lo que se puede hacer es comparar las estructuras anímicas del hombre actual con las supuestas por nosotros, la del hombre enfrente de su redención, no pudiendo escapar de ella por ser él mismo un reflejo de la trascendencia. Concepción que supone una aceptación de la vida por el hombre (una divinización), advirtiendo de nuevo que la redención se produce únicamente por vía religiosa, caben otras formas, el elegir es cuestión que no interesa. Pero todas ellas mantendrán esa relación básica entre el hombre y la verdad, o la revelación, o una teoría económica, variando sus caracteres, según el tipo de salvación y el tipo de formulación histórica.

Al comparar el burgués con el hombre que se redime, las actitudes de entrega o no, se plantearon como las únicas posibles, o la única posible. Si descartamos por simplistas aquellos intentos que proponen para el hombre algo nuevo, –un nuevo mito–, como si eso dependiese de un capricho, al estilo del surrealismo, o de los que elucubran fantásticas culturas, (que no pasan de eso).

Si descartamos todo eso, y si reconocemos que después del cristianismo es imposible el estoicismo y que los sucedáneos de éste no satisfacen al hombre, tendremos que reconocer que la crisis del hombre actual está en su creencia en la inexistencia de la verdad o en su imposibilidad de acceso a ella{4}, la crisis es la del que sin ser burgués, coincide con él. Para el burgués es posible serlo, pero para el que no lo es, es imposible. Lo interesante sería averiguar cómo se ha llegado a esta situación contradictoria, absurda...

Se puede buscar el olvido en la acción. Un ateo absoluto es posible siempre y cuando no piense, desde el momento en que lo haga se relacionará con algo que lo trascienda, de este algo pasará a los límites de toda trascendencia humana... y entonces si es sincero, se convertirá –consciente o inconscientemente– en un buscador de Dios.

El rechazo del cristianismo ha de ser el de sus sucedáneos. Ha de ser un rechazo que no signifique un olvido ni un retorno a cualquier actitud precristiana.

Si el hombre no tiene sentido es absurdo actuar humanamente (como lo hacia el cristianismo). Si la vida no tiene sentido, lo tiene la muerte. Si no podemos esperar, debemos de desesperar, no por el pecado, sino abandonando lo que de humano tenga el hombre... a fin de lograr... nada...{5}

——

{1} La idea de la redención al suponer al hombre como ser que espera ser redimido lo sitúa en el tiempo. Comprende al hombre como un ser libre que se «completa» a sí mismo en su vida y en el tiempo, es decir en «una» circunstancia.

{2} Este quizá sea el caso del personaje de Lagervist, Barrabás.

{3} Ese mismo dilema se presenta analógicamente en otros aspectos de la historia del pensamiento, así, la cosa en sí y el mundo fenoménico kantiano, la crítica de la razón pura y la crítica de la razón práctica. La absorción de lo histórico por lo transhistórico en Hegel, la absorción de lo transhistórico en lo histórico en el historicismo. La razón y la fe conciliadas en el pensamiento católico, &c.

{4} El único medio de alcanzar la trascendencia es la creación que el hombre hace de su propia vida. El arte es también una creación, pero otro tipo de creación. La poesía es la creación de palabras, la filosofía la reflexión sobre ella, la vida del hombre su propia creación. Creación siempre de la nada, como se relacionan una con otra, es un tema arduo, sintomáticamente nuestra época ha vuelto a la poesía como «forma de conocimiento», y ha revalidado –caso de Platón– el valor explicativo del mito.

{5} Este breve trabajo no es en el fondo más que glosar algunas ideas de Xubiri, o del catecismo más simple..... es repetir en varias cuartillas, la frase del héroe de la novela de Bernanos («Diario de un cura rural»): «Al fin y al postre todo es gracia .....»

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