Filosofía en español 
Filosofía en español


Documento-plataforma fraccional de Fernando Claudín
acompañado de las “notas críticas” de la redacción de Nuestra Bandera

Los rasgos de la fase actual

En la fase actual, y hasta donde pueda alcanzar una previsión que no se transforme en especulación, estas condiciones no existen en España. Se crearán probablemente en una etapa posterior, a la que más adelante me referiré. La etapa actual está caracterizada por los siguientes rasgos: el capitalismo español ha entrado en una fase de desarrollo más rápido, de auge económico y de perfeccionamiento del sistema de capitalismo monopolista de Estado, que le abre, pese a sus agudas contradicciones, una perspectiva importante, incluso aunque no conduzca a un milagro a la italiana.

En segundo lugar, las fuerzas del proletariado han experimentado un crecimiento numérico importante, en su conjunto, con aumento muy importante del proletariado industrial y disminución del agrícola, y un sector está más concentrado en empresas relativamente grandes, lo que facilita su lucha. Pero está lejos todavía, pese a los progresos indiscutibles que ha hecho, del nivel de conciencia y de organización que exigirá la lucha por desplazar del poder al capital monopolista, en las condiciones concretas del actual desarrollo capitalista español.

Nuestro Partido ha crecido en influencia y organización, pero está lejos aún del Partido de masas y de la capacidad de dirección de las masas que exigirá la lucha por desplazar del poder al capital monopolista.

Todavía es difícil calibrar el grado de influencia que pueden tener otras fuerzas políticas: católicas, socialistas reformistas, nacionalistas, en la clase obrera. Pero es probable que, al menos durante una etapa, esa influencia no sea despreciable y sirva de base de maniobra al capital monopolista.

Las otras clases y capas antimonopolistas se encuentran en un nivel mucho más atrasado de conciencia y de organización que la clase obrera, salvo algunos núcleos intelectuales más avanzados. Y en ellas, junto con una actitud antifranquista general, pesan considerablemente influencias ideológicas y políticas que, objetivamente, proporcionan una base de maniobra al capital monopolista.

Estas clases y grupos sociales, incluidos importantes sectores de la clase obrera, necesitan acumular una experiencia propia de lucha, de aprendizaje político, de organización, que en la escala necesaria sólo podrán hacerlo en condiciones de libertad política más o menos amplia.

Nuestro Partido también necesita esas condiciones para llegar a transformarse realmente en un partido de masas y convertirse de manera efectiva en el Partido dirigente de la mayoría del proletariado

Nota crítica

Decir que en la fase actual no existen condiciones para que el proletariado tome el poder a la cabeza de una coalición de fuerzas antimonopolistas es una perogrullada; esas condiciones se crearán en el curso de toda esta etapa histórica. Pero Claudín juega alternativamente con los conceptos fase y etapa. Inmediatamente después ya habla de etapa, para caracterizar sus rasgos, dando por hecho que los rasgos de la fase actual –o los que él cree rasgos de la fase actual se mantendrán incambiados durante toda la etapa. Desde el punto de vista marxista esta congelación, esta petrificación de los rasgos de toda una etapa, a partir de los que ofrece su fase primera; este no ver que esos rasgos van a ir alterándose, modificándose a lo largo de otras fases de la etapa no tiene nada que ver con el método dialéctico, y es más propio del dogmatismo y del marxismo «petrificado» de los oportunistas.

¿Cómo generaliza Claudín los rasgos de esta fase que él extiende a toda la etapa?

Para F. C. el rasgo más saliente es que el capitalismo español ha entrado en una fase de desarrollo más rápido, de auge económico y de [21] perfeccionamiento del sistema de capitalismo monopolista de Estado, que le abre una perspectiva importante, aunque no conduzca a un milagro a la italiana. Más adelante veremos en estas «Notas críticas» los verdaderos límites de ese «desarrollo», ese «auge» y ese «perfeccionamiento».

A esta altura del documento de F. C. conviene subrayar que cuando éste considera las posibilidades del capitalismo es mucho mas «dialéctico» que cuando considera las posibilidades de desarrollo de la clase obrera y de las fuerzas antimonopolistas. Al capital monopolista le ve «una perspectiva importante» en esta etapa; lo ve en desarrollo.

Otro rasgo de esta etapa es que el proletariado ha «experimentado un crecimiento numérico», está más concentrado, «lo que facilita su lucha». Pero al proletariado y a su lucha ya no le ve «perspectiva importante», ni «auge», ni desarrollo «rápido»... Lo paraliza, lo congela en la fase presente y sólo ve que «está lejos todavía... del nivel de conciencia y de organización que exigirá la lucha por desplazar del poder al capital monopolista». Es decir, de hecho, al proletariado le pone fuera de combate para toda la etapa.

En cuanto a nuestro Partido reconoce que ha «crecido»; pero tampoco le atribuye «perspectiva importante» de desarrollo; lo único que pontifica es que «está lejos aún del partido de masas y de la capacidad de dirección», &c., &c. De este modo el Partido queda congelado, petrificado para toda la etapa.

Otro rasgo que señala es la influencia de otras fuerzas, católicos, socialistas reformistas, nacionalistas, &c. que «es difícil calibrar» hoy; pero aunque sea difícil calibrarlas, a estas fuerzas, como al capital monopolista, les deja crecer, desarrollarse y considera «probable» «al menos durante una etapa» que su «influencia no sea despreciable» y «sirva de base de maniobra al capital monopolista».

A las otras clases y capas antimonopolistas las despacha, como hace con la clase obrera y el Partido, con un juicio negativo, pues según él «se encuentran en un nivel mucho más atrasado de conciencia y de organización».

Quien lea el documento-plataforma de F. C. con un mínimo de espíritu crítico tiene que sorprenderse de ese contraste visible: todos los factores, por así decir, negativos –capital monopolista, influencia burguesa entre las masas– los ve en desarrollo, en auge, con una perspectiva importante. Todos los factores positivos –conciencia y organización de la clase obrera y de las fuerzas antimonopolistas, Partido– los ve paralizados, congelados, sin perspectivas.

Este contraste en el método para enjuiciar unos y otros fenómenos pone al descubierto lo que es una característica esencial del documento-plataforma de F. C.: el subjetivismo pesimista, oportunista, antirrevolucionario. En nombre de la lucha contra el «subjetivismo optimista» F. C. se hunde en el más negro y fangoso pesimismo.

Sin embargo la verdad es que los rasgos que Claudín señala cómo los característicos de esta etapa no son siquiera los característicos de esta fase. Claudín prescinde de los rasgos más característicos, más esenciales de la fase para poder elaborar su plataforma subjetivista de derecha.

¿Cuáles son algunos de estos rasgos que F. C. olvida?

1º Que un régimen fascista, que representa la dominación de la oligarquía monopolista y terrateniente, después de 25 años de dictadura terrorista, llega [22] a su agotamiento como consecuencia de sus contradicciones internas y de la recomposición de las fuerzas revolucionarias y democráticas de la sociedad que aplastó en el momento de su triunfo. Este es el rasgo esencial de la situación que F. C. olvida distraídamente en su composición de lugar. De esta distracción derivan otras.

2º Pese al auge económico actual, persiste la agravación del desfase entre el desarrollo económico español –retardado por el fascismo– y el desarrollo económico europeo y mundial. Esto sucede en una época en que el peso del socialismo en el mundo, la liquidación del sistema colonial del imperialismo, la revolución técnica y científica y la tendencia a la internacionalización de las fuerzas productivas y de los mercados ponen a los países no desarrollados ante opciones político-sociales decisivas, revolucionarias. De la agudeza de este desfase y de los problemas que plantea surgen muchas de las razones de la gravedad de la crisis del régimen.

3º Ese desfase agudiza la contradicción entre la superestructura monopolista y la base económica del país, retardataria y anticuada; la contradicción entre el carácter social de la producción y el sistema privado de apropiación.

Y dentro de la misma oligarquía agudiza las contradicciones entre grupos ligados a unos u otros sectores fundamentales de la producción.

4º Ese desfase y las exigencias del desarrollo agudizan la contradicción entre la ciudad y el campo, entre las exigencias del desarrollo económico y las estructuras de la propiedad agraria dominada aún por el latifundio haciendo más apremiante la revolución democrática antifeudal y antimonopolista.

5º Paralelamente nos hallamos ante un proceso considerablemente avanzado de recomposición de las fuerzas obreras y democráticas, derrotadas en 1939; ante un proceso de reconciliación de las dos infanterías que chocaron en los campos de batalla del 36-39, y de los descendientes de ambas, reconciliación que tiene lugar en la acción común contra el régimen actual. Más adelante, en estas notas nos referiremos a las características más salientes de este proceso.

Estos son rasgos generales característicos de esta fase de los que no se puede prescindir para hacer un examen objetivo.

Afirmar que los grupos y clases antimonopolistas, comprendidos el Partido y la clase obrera, sólo podrán acumular la experiencia y la fuerza necesarias en las condiciones de libertad política es negar la realidad.

Ya hoy, y desde hace años, ininterrumpidamente, el Partido, la clase obrera, y en general todas las fuerzas democráticas, están acumulando experiencia, fuerza, que se traduce en una elevación de la conciencia de su papel. De aquí al momento en que haya libertades políticas, habrán acumulado muchas más. Y habrán hecho nuevos progresos su unidad, su organización y su lucha. Sin ese requisito no habría libertades políticas. F. C. olvida que alcanzaremos las libertades políticas precisamente gracias al desarrollo y fortalecimiento del movimiento obrero y democrático, a sus progresos actuales y a los que logre en los próximos tiempos, que le permitirán pesar todavía más decisivamente que hoy en toda la situación.

Efectivamente, cuando el movimiento de lucha de las masas, aprovechando la agravación de las contradicciones llamadas a agudizarse, imponga un régimen de libertades políticas, su propio avance será aún mucho más [23] espectacular. En una situación de libertades, en días, en horas, el movimiento obrero y democrático de masas dará saltos gigantescos; lo que ahora aparece ya con gran fuerza se convertirá entonces en una verdadera potencia, capaz de realizar esa revolución democrática antifeudal y antimonopolista que F. C. no ve en esta etapa.

En esa situación nuestro Partido, que ya es potencialmente el Partido mayoritario entre la clase obrera, surgirá, sin que haya fuerza que pueda impedirlo, a la superficie en todos los rincones de España, en la ciudad y en el campo. Ningún otro partido político español está en condiciones de hacer otro tanto en un plazo tan breve. Y nuestro Partido contará con el aporte de miles, e incluso decenas de miles de cuadros, que tienen una rica y diversa experiencia, desde la de la guerra hasta la de las luchas obreras, campesinas, estudiantiles e intelectuales de este último período.

F. C. por un lado no ve más posibilidades de desarrollo para el Partido, la clase obrera y las fuerzas antimonopolistas que en la democracia política; niega o subestima las posibilidades de desarrollo actual y el desarrollo que se producirá aun antes de que haya libertades, y que es una premisa de éstas. Pero al mismo tiempo no comprende el ritmo, la rapidez, la profundidad del avance posible de esas fuerzas en régimen de libertades democráticas, en donde las horas equivaldrán a años, a lustros del período anterior.

Todo ello es la consecuencia inevitable de su subjetivismo pesimista, oportunista.