Filosofía en español 
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A. Jatchaturian

La audacia y la inspiración creadoras

Lamentamos no poder publicar íntegro este artículo del eminente compositor soviético Adam Jatchaturian. Ofrecemos, sin embargo, a nuestros lectores varios de sus pasajes principales que son nueva y apasionada expresión del espíritu creador de los artistas soviéticos y de su constante afán de superación e innovación; nueva y cumplida muestra también de la libre e intensa actividad crítica a que están entregados en su camino de ininterrumpida ascensión.

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Jamás, en ninguna época, fue la vida tan maravillosa y apasionante, de tanto interés y tan llena de acontecimientos de alcance histórico universal, como lo es en nuestra época, en la época de la edificación del comunismo. Nunca se habían planteado a los artistas tareas tan apasionantes, ¡amas tuvieron un público tan inmenso de espectadores, lectores y auditores.

Asegurar la máxima satisfacción de las necesidades materiales y culturales, en constante ascenso, de toda la sociedad. Este principal imperativo que es parte de la ley fundamental del socialismo, a veces no es comprendido por algunos músicos que lo interpretan desde un punto de vista acomodaticio, que no se detienen a reflexionar. ¿Es qué son raras entre nosotros las obras concebidas teniendo en cuenta el «gusto medio», las obras en las que el compositor pierde su propia personalidad creadora y se atrinchera en una fraseología musical fría y vana? ¿A qué se debe esto? A que, vean ustedes, el compositor esté persuadido de que el pueblo no acepta más que lo que «conoce bien». Esto me sugiere una comparación un poco inesperada; y es que para mí una actitud semejante con respecto al arte equivale a pretender vender al pueblo objetos de lance adquiridos en tiendas que a su vez los compran al pueblo. Y lo que ha sido comprado a este se le vuelve a vender.

Pero el pueblo rechaza las mercancías usadas. Exige de nosotros un arfe nuevo, fresco, bello, elegante y de inspiración elevada.

¡Cuántas veces, y particularmente en los últimos años, hemos sido testigos de este tipo de conformismo!

Toda la historia de la cultura artística confirma la verdad indiscutible de que únicamente las obras de arte que encarnan profunda y audazmente los fenómenos de la vida, que solo las obras en las que palpita el pensamiento vivo y apasionado dejan huella en el corazón de los hombres.

¡Con qué fuerza de ardiente convicción, con qué valor audaz, los grandes clásicos del pasado abordaron la solución de las tareas creadoras planteadas por la propia vida! Bach, Beethoven, Glinka, Musorgski, Tchaikovski fueron innovadores en el arte. Mayakovski fue un innovador audaz. La fuerza de estos artistas y de muchos otros más reside en que al mismo tiempo que servían al pueblo, abrieron nuevos caminos al arte, partiendo del imperativo de la realidad de la vida y animados por una elevada inspiración. Este es, precisamente, el espíritu creador e innovador que nos enseña a los artistas soviéticos nuestro querido Partido.

Me parece que algunos compositores no comprenden exactamente qué es el espíritu innovador, y este es un problema muy importante para el desarrollo del arte de vanguardia. Vinculan el afán innovador a la búsqueda de la «novedad original», que es lo característico en el esfuerzo creador de los compositores formalistas del extranjero… Esta clase de «espíritu innovador» nos es profundamente extraño y combatiremos con infatigable energía las obras musicales formalistas.

La novedad no es un fin en sí. Las palabras de A. Zdanov: «Lo nuevo debe ser mejor que lo antiguo; de lo contrario no tiene razón de ser», se conservan con vigor en nuestra memoria. No olvidamos cuántos errores se cometieron en la música soviética durante el período del delirio por las «innovaciones» formalistas.

Nuestra orientación debe consistir en ir hacia un espíritu innovador realista que se apoye en las grandes tradiciones del arte clásico.

Lo que el artista realista puede aportar de nuevo no es simplemente el proceso tecnológico consistente en encontrar armonías sutiles y alambicadas y superposiciones polifónicas nunca oídas. Yo tengo en gran estima las obras técnicamente perfectas e imaginativas. Pero la técnica, la forma, debe estar absolutamente subordinada a la idea de la composición, a su contenido emocional. Todos los medios técnicos carecen de valor si no contribuyen a transmitir al que escucha la finalidad del pensamiento ideológico y artístico del autor o si esa finalidad es errónea. No puede separarse la técnica de una música con vida que debe llegar al alma del que la oye, emocionándole y causándole deleite.

Existe una «teoría» falsa, pero que no obstante es muy corriente, según la cual lo importante en música no debe ser el qué decir sino el cómo decir.

Estoy profundamente convencido de que el germen del progreso artístico no puede estar contenido en obras carentes de un pensamiento vivo, de un pensamiento que inquiere, en obras pulidas, cepilladas y perfiladas hasta tal extremo que no es posible distinguir unas de otras. El realismo socialista no admite una nivelación de esta clase en la obra de arte. Porque el realismo socialista significa libertad para el desarrollo de individualidades artísticas diferentes y vigorosas. Las palabras memorables de Mayakovski: «Más poetas buenos y diferentes», pueden aplicarse perfectamente a la música soviética.

Al hablar de la obra musical de nuestra época no hay que olvidar el romanticismo revolucionario que es uno de los elementos más importantes del estilo del realismo socialista. Es imposible imaginarse una obra penetrada del ímpetu lírico del romanticismo revolucionario, que esté inspirada por un ardiente amor a la patria, al hombre de nuestra realidad socialista, pero que fuese escrita sin pasión creadora, con prudencia y precaución, «por miedo a que vaya a pasar algo».

¿Pero es que se han hecho raras entre nosotros esa clase de obras en las que exteriormente todo parece perfecto (plan excelente, tema de carácter popular, armonía perfecta y orquestación inteligente) pero cuyo significado artístico es casi nulo por faltarle a la obra audacia creadora e inspiración? Este género de compositores con frecuencia reciben dictámenes positivos por parte de la Unión de Compositores, de la Dirección General de Artes o de la Radio. Pero el público queda indiferente.

A propósito de la confianza y de la responsabilidad artística

Son los propios compositores quienes, en primer lugar, deben ser los responsables de la calidad de las óperas, sinfonías y canciones, y no los consultores, redactores ¡efes de los servicios o los directores de los teatros. Ahora bien, con el actual «sistema de tutela» el compositor queda «exento» de responsabilidad. Si, por ejemplo, presenta una canción en tal o cual servicio musical, cada uno de los que están allí estimará deber suyo darle un «consejo», indicarle la conveniencia de resolver de otra manera una imagen melódica o rítmica o pensar una armonización distinta de la canción. Y por extraño que parezca hay compositores que aceptan fácilmente todos los retoques, que renuncian a la idea que ellos tenían de su canción, que han meditado y sentido y por la que a veces han pasado malos ratos, y la acicalan como haría un peluquero con un maniquí. Algo semejante a esto ocurre también con la ópera. Mucho se ha dicho y escrito sobre esto entre nosotros. Yo no quiero repetirlo. Mi opinión es que este método no puede conducir a la creación de una ópera clásica soviética. ¡No se precisa Tutela! Que el compositor y el libretista trabajen, exigentes consigo mismos, bajo su propia responsabilidad en un tema cualquiera. Corramos el riesgo y confiemos en nuestros mejores compositores, dramaturgos y libretistas para que creen óperas (y otra clase de obras) liberándoles de la tutela minuciosa de los militantes de las instituciones musicales.

Naturalmente que no quiero que mis palabras sean mal interpretadas, que pueda pensarse que estoy en contra de la crítica, en contra de que la discusión de los problemas artísticos se haga en forma colectiva, en contra de la ayuda indispensable de los redactores y consultores. Al contrario, considero que el trabajo, colectivo y la crítica severa y exigente son las condiciones más indispensables para el desarrollo venturoso del arte musical.

Es indispensable que la Unión de Compositores estudie las obras nuevas. Que se oiga la crítica más viva, la más imparcial, la crítica de principios, que los camaradas críticos aconsejen tanto a los compositores nuevos como a los veteranos. Pero que nada de esto tenga el carácter de «directrices»… La Unión de Compositores no debe asumir las funciones de «juez» infalible con respecto a las composiciones musicales. El estudio de una obra por la Unión debe tener el carácter de un libre cambio de opiniones, de un debate realmente artístico. Una discusión de esta naturaleza ayudará considerablemente al compositor y le mostrará en qué dirección se desarrolla su arte. Ya en las discusiones en la Unión se puede observar el valor de una obra, incluso aunque sea imperfecta.

De la discusión sale la luz. Hay que ser más audaz, más resuelto en la defensa del punto de vista propio, cuando se refiere a cuestiones de principio, naturalmente. Yo admito sin vacilar que, por ejemplo, una composición que incluso haya recibido una opinión desfavorable en la discusión de la Unión de Compositores sea aceptada para su publicación y para ser interpretada. Será la propia vida quien se encargará de corregir la primera opinión si esta hubiera sido errónea o unilateral y no tuvo en cuenta las exigencias vivas de la práctica musical actual. La historia de la música soviética conoce varios ejemplos de esta clase.

Sobre el «oficio del compositor» y la misión de la crítica

Quisiera decir algunas palabras relativas al oficio del compositor. D. Kavaleski ha escrito sobre este problema esencial un artículo acertado y substancioso. Coincido plenamente con su definición según la cual «El oficio artístico consiste en la capacidad de encarnar en una forma artística perfecta una idea de una verdad viva e ideológicamente importante. Este es el oficio por el cual debemos reforzar nuestra lucha los compositores soviéticos. Para ello es necesario, sobre todo, elevar los criterios de que nos servimos para plantearnos nuestras propias exigencias artísticas».

Un crítica exigente y el oficio son dos conceptos íntimamente vinculados. Al ser más exigentes para con nosotros mismos elevaremos el nivel de nuestro oficio. Y al elevar el nivel de nuestro oficio nos plantearemos incesantemente nueves exigencias. Continuando las tradiciones excelsas y realistas de los clásicos, al asimilarnos y desarrollar su inmensa experiencia artística, debemos recordar ese permanente descontento de sí mismo, esa exigencia autocrítica implacable hacia uno mismo, que animó constantemente la conciencia artística de los clásicos, que les impulsaba continuamente a marchar hacia adelante, a no detenerse en los límites alcanzados.

Por desgracia aun existen entre nosotros gentes satisfechas de sí mismas que prefieren plantear sus exigencias a los demás, al Fondo Musical, a las Ediciones Musicales, a la crítica, &c., en lugar de planteárselas a sí mismos. Siempre están dispuestos a achacar sus fracasos artísticos a cualquier otro, salvo a sí mismos.

En estos últimos meses han tenido lugar en la Unión de Compositores discusiones interesantes. En las páginas de nuestra revista se han publicado una serie de artículos interesantes y esenciales sobre problemas relativos a la creación artística. Sin embargo, mí opinión es que nuestra idea de la crítica da de lado las cuestiones más espinosas, las de actualidad más palpitante y solo presta una atención superficial a la vida de la música en nuestro país.

Somos resueltos partidarios del realismo y del carácter popular. Entre nosotros no hay, ni puede haber discusión sobre el contenido ideológico de la música soviética. A este respecto todo está claro. Pero ¿es que el estiló del realismo socialista no se desarrolla? ¿Se puede imaginar que el arte de los compositores soviéticos no se desarrollará en cuanto al estilo y que las tareas nuevas, de vital importancia, engendradas por nuestra realidad socialista, por nuestra marcha hacia el comunismo no van a provocar el hallazgo de nuevas formas artísticas que respondan a un contenido en perpetua renovación? Estas son cuestiones a las que nuestros teóricos deben esforzarse por hallar respuestas exactas y sólidamente fundamentadas.

El crítico musical soviético debe poseer la misma pasión, la misma fidelidad hacia sus ideas que el compositor. Toda su actividad debe estar imbuida de intrepidez creadora.

Al estudiar los problemas estéticos más elevados los críticos no deben olvidar la vida musical de nuestro pueblo. ¿Qué canta el pueblo? ¿Qué quiere oír, cantar y bailar la juventud? ¿Qué le ofrecen las organizaciones dedicadas a la actividad musical de masas? Como bien sabemos la música es uno de los medios más importantes para la educación comunista de las masas. Pero no conocemos bien cómo se realiza esto en la práctica diaria.

Entre los compositores soviéticos existen muchos talentos de primera categoría. La música soviética ha sido creada por grandes artistas como M. Ippolitov-lvanov, N. Miaskovski, S. Prokofiev, Al. Alexandrov, Z. Paliachvili, A. Spendiarov, Ou. Gadjibekov, V. Kosienko. Los viejos maestros de la música soviética continúan trabajando con éxito: P. Gliere, S. Vassilenko, I. Chaporin, L. Reburski. Grandes son los méritos ante el arte de D. Chostakovich, D. Kavalevski, T. Khrenmkov, V. Soloviev-Sedoi, V. Muradeli, A. Novikov, I. Sviridov, V. Chevalin, I. Dunaievski, Kara Karev, E. Kapp, G. Ernesaksa, C. Mchvelidze, A. Balanchivadze, A. Skuite, G. Eguiazarian y muchos otros. Éstos compositores de la vieja generación mantienen con honor la bandera del arte realista. Los representantes de la generación más ¡oven trabajan también con éxito: B. Tchaikovski, V. Tchistiakov, O. Taktakichwili, A. Babadjanian, A. Arutiunian, S. Tsintsadze y otros de talento que prometen mucho.

Nadie puede aminorar las grandes y venturosas realizaciones de la música soviética durante estos treinta y seis años gloriosos, pero nosotros no podemos, ni mucho menos, contentarnos con los resultados logrados. Cada nuevo día de nuestra patria plantea tareas incesantemente nuevas. Y estas tareas no pueden ser resueltas si no es aplicando la ideología de vanguardia y una técnica elevada y de rica inspiración. Desarrollar y perfeccionar la música soviética significa desarrollar y perfeccionar las tradiciones del arte, popular y clásico, prestar una gran atención a las exigencias de nuestra gran época y, al hacerlo, no olvidar jamás que el desarrollo supone movimiento hacia adelante y siempre adelante.

El Partido Comunista y el Gobierno soviético han creado todas las condiciones para asegurar un progreso feliz de nuestro arte. Nuestro camino está iluminado por la gran enseñanza del marxismo-leninismo, constantemente sentimos la ayuda y la solicitud del Comité Central del Partido que nos llama a la lucha por un arte moderno, pleno de inspiración y claridad.

Nuestro deber hacia el pueblo, hacía el Partido consiste en justificar su gran confianza, responder con obras siempre nuevas, consagradas al heroísmo de nuestro tiempo, a la gloria de nuestra patria, afirmando la ideología comunista. Estas obras deben ser bellas en cuanto a la forma, y estar penetradas del espíritu de un arte nuevo y progresivo. Deben ser atrevidas, audaces, y debe haber en ellas el afán de la búsqueda y emoción, y no «paz, quietud y felicidad divina».