Filosofía en español 
Filosofía en español


[ Hesperiófilo · José Rossi Rubí ]

Idea de las congregaciones públicas de los Negros Bozales

Desde los principios de nuestro Periódico hemos determinado la verdadera acepción en que se debe tomar la palabra Humanidad.{1} Teniendo ya establecido que esta virtud debía ser el centro de todas nuestras reflexiones, y la piedra del toque de las acciones públicas o privadas que se sujetasen al examen de nuestra crítica, quisimos fijar su sentido. Por la misma razón, y para caracterizar la pureza de nuestras opiniones, nos separamos de aquella caterva de filósofos, que circunscriben la beneficencia y la compasión en los tortuosos senos del amor propio{2}, o las miran como un resultado preciso de los sentimientos de la materia y del mecanismo{3}. Nuestra voluntad y nuestra razón, [113] vinculadas por un mismo principio, han contemplado siempre a la Humanidad como inseparable de la caridad evangélica, y como que ella sola realiza la idea abstracta de la virtud{4}. Bajo de este punto de vista, nuestras declamaciones no podían tener un objeto más justificado, ni más inmediato, que la situación y miramientos de los Negros Esclavos de las Haciendas. Estos desgraciados, hijos del Omnipotente, hermanos nuestros por la incontrastable genealogía de Adán, dotados de una Alma inmortal como la nuestra, compartícipes de la preciosísima Sangre de Jesu-Cristo, de su Redención, y de la Bienaventuranza celestial: estos Negros, se hallan en nuestras negociaciones reducidos al nivel de un fardo de mercancías, y se tratan a veces peor que los jumentos en aquellas mismas Chacras, que ellos riegan con sus sudores{5}. En diferentes ocasiones nos habíamos propuesto tratar esta materia; pero siempre tuvimos que retraernos por unos motivos, cuyo análisis y confutación reservamos para otro tiempo.

Como no hemos renunciado a este proyecto, y solo aguardamos la combinación de algunas circunstancias para verificarlo, nos hemos propuesto en este Mercurio dar una idea de las diversas costumbres de los Negros Bozales que forman el cuerpo de criados rurales y domésticos, y con especialidad de sus concurrencias públicas. Este Papel se podrá mirar entre tanto [114] como un consectario al número 4, que trata de las Diversiones públicas de Lima, mientras nosotros lo disponemos para introducción del que daremos en otro Tomo sobre las tareas de los Esclavos.

La Religión es el consuelo de los infelices. A ella se acogen los mortales abrumados con la carga de sus miserias{6}, buscando aquel alivio que les niegan los placeres, las riquezas, y los honores mundanos. El Evangelio beatifica los padecimientos de los hombres{7}, mientras la humana sabiduría no sabe hacer mas que exagerarlos, o eludirlos. Aun las Naciones más bárbaras en las épocas de sus infelicidades han recurrido a este mismo principio, y no han tenido otro consuelo que el de figurarse que la Divinidad Suprema se hallaba interesada de antemano en la verificación de sus infortunios. Los Mexicanos acometidos de los Españoles, llenos de terror por la novedad de sus armas y por el exceso de su valentía, creyeron ser destinados a la sujeción desde muchos años antes por unos vaticinios sagrados{8}. Los Peruanos miraban a sus Conquistadores como a unos Semi-Dioses enviados del Cielo: en esta inteligencia les guardaban fidelidad, les servían gustosos, y sufrían su dominio{9}. Los Negros de la Guinea, juzgan que la esclavitud es afecta a los de su especie por un mandato expreso de Dios{10}. [115] Con respecto a semejantes ideas, que son los elementos de su discurso, no es de extrañar que todas las recreaciones de nuestros Esclavos Bozales tengan una relación inmediata con la Religión. Lo primero que ellos hacen es unirse en Cofradías: estas los reúnen para el culto, y para la recepción de los Sacramentos: mantienen los enlaces sociales de sus respectivas comunidades; y les proporcionan la participación en general de sus recreos.

Las Castas principales de los Negros que nos sirven, son diez: la de los Terranovos, Lucumés, Mandingas, Cambundas, Carabalíes, Cangaes, Chalas, Huarochiríes, Congos, y Misangas. Sus nombres no son todos derivados precisamente del país originario de cada Casta: hay algunos arbitrarios, como el de Huarochiríes, y otros que les vienen por el paraje de sus primeros desembarques, como el de Terranovos.

Todas estas Castas están sujetas a dos Caporales mayores que ellos mismos eligen, los cuales se mantienen en el goce del empleo hasta que mueren. La elección se hace en la Capilla de Nuestra Señora del Rosario, fundada y costeada por las Naciones en el Convento grande de Santo Domingo. Los Vocales que entran a la votación son los Negros Capataces y veinte y cuatros (los llamaríamos Senadores, si no temiésemos profanar este nombre) de cada Nación; quienes a presencia del Padre Capellán de su Cofradía hacen la elección, y siempre procuran nombrar aquellos sujetos más antiguos, y descendientes de los fundadores. El nombre del Electo se sienta en el libro que a este fin tienen, sin que a este acto concurra ni influya la Real Justicia.

Las mismas formalidades se observan cuando se nombra algún Caporal subalterno para cada Nación parcialmente, o alguno de los hermanos Veinte y cuatros; pero estos para ser admitidos contribuyen, el Caporal con diez pesos, y el Hermano con doce. Este dinero se invierte por mitad entre el culto de Nuestra Señora, y el refresco que se sirve al común de Electores, cuyas determinaciones se asientan en el libro insinuado.

Estas dignidades acarrean al que las posee mucha consideración por parte de los de su Tribu; pero en lo demás de su esclavitud y servicios son absolutamente inútiles, no proporcionándoles alivio alguno. Es cosa digna de risa, o mas bien de compasión, ver al Soberano de una Nación Africana ir a segar yerba con sus Súbditos a las dos o tres de la mañana, [116] y tal vez recibir de mano de ellos los azotes que el Mayordomo les fulmina. Uno de nosotros preguntó días hace ¿quien era un Negro que se hallaba de cabeza en el cepo en la Chacra de * * *? No pudo reprimir las lágrimas, cuando le respondieron: Este es el Rey de los Congos. Un nombre Augusto, a quien hemos aprendido a venerar desde la cuna, excita el respeto, y un obsequio casi sagrado, aun cuando se haya colocado por ironía, o por abuso.

Todas las insinuadas Naciones fomentan el culto de Nuestra Señora del Rosario, mediante la contribución anual de medio real cada individuo, la que verifican el Domingo después de Corpus en una Mesa que ponen en la plazuela de Santo Domingo, sin que haya tradición de que se excedan en oblar mayor cantidad. Con el monto total de lo que se recoge, se costea la fiesta que cada año se hace a la indicada Imagen, y se sufraga lo demás necesario para su culto.

La función de Finados tiene los mismos recursos. Cada Casa Cofradía exhibe seis reales, y con ellos se costean las Misas, y los Responsos. Los Caporales mayores perciben el sobrante cuando lo hay, y lo invierten entre los demás Caporales subalternos y Hermanos, quienes están subordinados en todo a las determinaciones de los dichos Mayores.

En tiempos pasados los Terranovos, y Lucumés se dedicaron al culto de la Imagen de San Salvador en el Convento grande de Nuestra Señora de las Mercedes. En el día tienen esta devoción los Negros Congos, cuya Cofradía está situada en el Platanar de San Francisco de Paula, con el único arbitrio de la limosna que entre ellos mismos voluntariamente se recoge. Los Mandingas tenían asimismo una hermandad en la Iglesia del Convento grande de San Francisco dedicada a la Virgen, bajo la advocación de Nuestra Señora de los Reyes: hoy día se halla arruinada, y en el mismo estado paran las demás Cofradías que hubo en las Iglesias de San Sebastián, Montserrat, Capilla del Baratillo, y en otra pequeña al bajar el Puente. Los Negros, y Mulatos Carretoneros tienen una hermandad en San Agustín para el culto de San Nicolás. La mayor parte de estos son criollos: eligen su Mayordomo con intervención de la Real Justicia; aunque no tienen mas fondo para su subsistencia, que las contribuciones gratuitas de los mismos Cofrades.

La Fiesta en que mas se esmeran para salir con lucimiento [117] es la del Domingo de la Infraoctava de Corpus. Todas las Tribus se juntan para la procesión que aquel día sale del Convento grande de Santo Domingo. Cada una lleva su bandera, y quitasol, bajo del cual va el Rey, o la Reina, con cetro en

la derecha, y bastón o algún instrumento en la izquierda. Los acompañan todos los demás de la Nación con unos instrumentos estrepitosos, los más de un ruido muy desagradable. Los súbditos de la comitiva que precede a los Reyes, van a porfía en revestirse de trajes horribles. Algunos se disfrazan de Diablos o de emplumados: otros imitan a los osos con pieles sobrepuestas: otros representan unos monstruos con cuernos, plumas de gavilanes, garras de leones, colas de serpientes. Todos van armados con arcos, flechas, garrotes, y escudos: se tiñen las caras de colorado o azul, según el uso de sus países, y acompañan a la procesión con unos alaridos y ademanes tan atroces, como si efectivamente atacasen al enemigo. La seriedad y feroz entusiasmo con que representan todas estas escenas, nos dan una idea de la barbaridad con que harán sus acometidas marciales. Esta decoración, que sería agradable en una mascarada de carnaval, parece indecente en una función eclesiástica, y más en una procesión en que el menor objeto impertinente profana la dignidad del acto Sagrado, y disipa la devoción de los concurrentes. Puede que nuestros hijos vean la reforma de este y otros abusos de igual naturaleza, cuya extirpación deseamos desde ahora. A buena cuenta la Superioridad ha impedido que los Negros lleven y disparen armas de fuego en el discurso de la procesión, como lo hacían antes.

Se continuará.

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{1} Tom. I. Pag. 13.

{2} Este es el espíritu de las Reflexiones del Duque de la Rochefoucauld, cuya máxima, aunque en lo particular no deja de verse adoptada muchas veces, en lo general la condenan la Religión y la Filosofía misma.

{3} Freret, en su infame tratado intitulado Le Bon-sens. = Helvetius, en el suyo, igualmente abominable de l'Esprit. = Diderot en su Sistême de la Nature, &c.

{4} Entre las definiciones que se han hecho de la virtud desde que hay filósofos en el mundo, no encontraremos otra más enérgica que la que hace el célebre J. H. B. de Saint-Pierre en su inimitable obra Études de la Nature, adonde dice que la virtud es un esfuerzo que el hombre hace sobre sí mismo para el bien de los hombres, con intención de agradar a Dios. Étude 8. Pág. 458.

{5} Sobre esto, y sobre la injusticia de la esclavitud, no se pueden leer sin admiración y enternecimiento las bellísimas Reflexiones sobre la esclavitud de los Negros de M. Schwartz. La infeliz descendencia de Canaan ha logrado ver defendidos sus derechos. Los helados cerros de la Suiza, poblados por los secuaces de Zuinglio, OEcolampadio &c. han hecho a favor de la Humanidad violada unos oficios, que parecían más propios de los fieles discípulos de San Pedro y de San Pablo.

{6} Matth. Cap. II, v. 28, 29 y 30.

{7} Idem: Cap. 5.

{8} Solís: Historia de la Conquista de México. Lib. 2. Cap. 4.

{9} Garcilaso: Parte I, Lib. 5, Cap. 21. = Id. Parte 2, Lib. 1, cap. 41.

{10} El Holandés Bosman en las Cartas de su Viaje de Guinea, Carta 10, cuenta la fábula de donde los Negros hacen derivar su infeliz destino. Dicen que "Dios habiendo criado a Negros y Blancos, les propuso dos regalos; el de poseer el oro, o saber leer y escribir: y como Dios dio a escoger primero a los Negros, estos eligieron el oro, dejando a los Blancos el conocimiento de las letras, lo que les otorgó. Pero irritado de esta codicia que ellos mostraron por el oro, resolvió al mismo tiempo que los Blancos dominarían eternamente sobre los Negros, y que ellos estarían obligados a servirles de esclavos.