Filosofía en español 
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Polémica: La filosofía española contemporánea

El miércoles pasado, MADRID publicó en su suplemento cultural una carta abierta de don Alfonso López Quintás, en la que respondía a la recensión que de su libro Filosofía española contemporánea había hecho nuestro redactor Manuel Pizán. La polémica está alcanzando en los últimos días cierto eco que lejos de sorprendernos nos alegra. El tema lo merece, y es por ello por lo que hoy publicamos unas breves puntualizaciones del escritor Valeriano Bozal.

Próximamente publicaremos las respuestas de Manuel Pizán a don Alfonso López Quintás y otros trabajos que inciden sobre el tema. Las páginas de MADRID están abiertas a cuantas sugerencias, opiniones o puntualizaciones pudiera sugerir esta polémica.

Valeriano Bozal

Dos concepciones diferentes

Es lamentable que la polémica sobre un tema esclarecedor se oscurezca con frases hirientes.  La carta que el señor Ló- | pre la norma. Pero dejemos es- | dico MADRID (15-IV-1970) revela que el autor parece haberse sentido herido personal y profesionalmente, mas la contención expresiva debe ser siempre la norma. Pero dejemos este aspecto.

Aparte de argumentaciones más o menos ingenuas (autores que no responden a cartas, existencia de un libro sobre aspectos del tema –que toca con un enfoque completamente distinto–, extensión no esperada de la obra, problemas de reproducción de textos, &c.), que no dicen nada sobre lo esencial del asunto, más bien lo confunden, creo que la polémica pone sobre el tapete un tema fundamental: la diferente concepción que de la filosofía poseen López Quintás y Manuel Pizán. Diferente concepción que no se reduce a una cuestión puramente personal, que es hondamente representativa. Y sólo a partir de estas diferencias (que explicarían por qué a la hora de elegir se eligen unos autores y no otros y por qué a la hora de criticar se critican unas ausencias y un tono) se puede centrar provechosamente la polémica.

La cuestión

La cuestión no es, evidentemente, que el libro de López Quintás esté impreso en una letra u otra, o que a Amor Ruibal se le conceda más espacio que a Gaos y Ferrater Mora, que alguien (¿la coalición judeo-masónica-comunista?) haya silenciado la obra de algunos filósofos españoles y no la de otros, que M. Pizán ironice sobre algunas expresiones de López Quintás, que se prestan, por cierto, a la ironía, &c. La cuestión no es ésta, aunque ésos son algunos de sus aspectos. Parece que la concepción filosófica del señor López Quintás (perceptible en sus palabras, implícita en su método, en su selección de textos, &c.) se mueve en el seno de una filosofía académica y profesoral. Profesoral en el sentido tradicional que el término tiene entre nosotros, pues profesores hay también cuyas filosofías no son profesorales ni académicas. Que una filosofía sea académica y profesoral quiere decir, para nosotros, que se mueve más en el medio de los problemas de la tradición filosófica que en el medio de los problemas reales de la historia (frente a los que esa tradición filosófica surgió y evolucionó), que ha desprendido la filosofía de la realidad (aunque diga que pretende explicarla) y la ha convertido en un trasto más o menos erudito.

Una filosofía no académica

La concepción filosófica de M. Pizán –al que no conozco, y, por tanto, me aventuro algo en estas afirmaciones– parece descansar en el extremo opuesto: una filosofía no académica, no preocupada tanto por los problemas filosóficos cuanto por los problemas reales, abierta a la realidad concreta e histórica. Quizá en esta perspectiva, el pensamiento de Zubiri puede ser considerado como neoescolástico (lo que no sería un baldón, sino una determinación cronológica), quizá la figura de Amor Ruibal no resista el para nosotros bondadoso juicio de Manuel Pizán y tenga que bajar algunas filas por debajo de la decimotercera, y ello a pesar de los muchos autores que se han preocupado de él. Quizá en esta perspectiva, por último, muchos de los autores «recensionados» por López Quintas no son verdaderamente filósofos, aunque sí eruditos investigadores del pasado filosófico (lo que tampoco es un baldón, es una división del trabajo).

El problema consiste en averiguar no ya si una u otra concepción es, en abstracto, la verdadera, sino cuál es la función que una y otra cumplen en el contexto cultural de nuestro país, pues no hay verdades en abstracto, cuál es su relación y de qué modo pueden complementarse (si es que pueden hacerlo) o enfrentarse. Ver también cuál es a este respecto el sentido de los no profesionales de la filosofía, de los estudiantes, por ejemplo, insertar este debate en otro más amplio sobre el sentido de nuestra filosofía y nuestra cultura. Esto es algo que se pregunta todos los días en la universidad desde los pupitres y fuera de ellos y que los profesionales de la filosofía no saben (no sabemos) explicar satisfactoriamente.

Valeriano Bozal