La Lectura
Madrid, septiembre 1919
 
año 19, número 225
páginas 83-85

Antonio López Carballeira

La Escatología Musulmana en «La Divina Comedia»
Discurso leído en el acto de su recepción en la Real Academia Española por don Miguel Asín Palacios y contestación de don Julián Ribera Tarragó, el día 26 de enero de 1919. Madrid, 1919

Es el señor Asín Palacios un sacerdote que honra la cultura española. Su nombre, como arabista, brilla en nuestra nación y en el extranjero con luz propia y pura y no de relumbrón ficticio, causa tan frecuente de vana notoriedad. Es un especialista entregado desde su adolescencia al cultivo tenaz, perseverante e intenso de su propio campo; dilatado y ubérrimo, con trabajo metódico y seriedad honrada, como quien ejerce en su vocación un sacerdocio, con la austeridad del que llena un deber, en cuya misma dura entraña halla sus más gratas complacencias.

Antes de terminar sus estudios eclesiásticos empezó a iniciarse en el conocimiento de la lengua árabe en la Universidad de Zaragoza, su ciudad natal, y bien pronto descolló en la brillante escuela de Codera, hasta tal punto, que este ilustre maestro, al reconocer la valía y talentos del joven discípulo, renunció su cátedra de la Universidad Central para presentar ocasión de que el señor Asín la ocupase, por meritísima oposición, como así sucedió cuando éste sólo contaba treinta y dos años.

El cultivo de los estudios árabes es el eje de toda la vida y de toda la obra del señor Asín. Ellos le han merecido sus más preciadas y justas distinciones honoríficas y han fructificado en sólida producción literaria. Al mismo tiempo, eclesiástico y arabista, fijó su vocación definitivamente, dedicándose al estudio de la literatura religiosa de los musulmanes, sobre todo de la española.

La formación filosófica y teológica adquirida en el Seminario, donde fue profesor de Humanidades e Historia de la Filosofía y consiguió el doctorado en Teología, sirvió de base a su espontánea orientación, que se afirmó durante los estudios del doctorado en Filosofía y Letras.

En 1901 publicó su importante obra titulada Algazel: Dogmática, moral, ascética, en la cual trazó de mano maestra la figura del gran místico musulmán y dejó marcada la significación de sus ideas teológicas y filosóficas, que tanta influencia ejercieron sobre el pensamiento de la Edad Media.

Antes y después de ocupar su cátedra de Madrid estudió en numerosos artículos insertos en revistas nacionales y extranjeras la vida, las doctrinas, los escritos de muchos filósofos, teólogos y moralistas musulmanes españoles: Averroes, Avempace, Abenházam, Abemtomlús..., y, sobre todo, al famoso místico murciano Mohidín Abenarabi.

Al ser nombrado en 1914 individuo de número de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas publicó su discurso sobre Abenmasarra y su escuela: Orígenes de la filosofía hispanomusulmana, en el que puso de relieve el sistema filosófico de este escritor cordobés y señaló su influencia dentro y fuera del islamismo.

Finalmente, al acto de su reciente recepción en la Real Academia de la Lengua ha llevado el discurso que constituyó un libro (cerca de 400 nutridas páginas), sobre las analogías entre la escatología musulmana y La Divina Comedia de Dante.

Es un trabajo digno de un sabio y en él campean ya a primera vista el dominio y la firmeza de criterio y la solidez de conocimientos, que sólo pueden ser frutos de añeja preparación y que no se hallan en improvisaciones, aun hechas con grandes esfuerzos. Nada más grato para el lector que dejarse llevar, guiado por una mano tan segura y experta, con plena fe en un honrado magisterio, a través de regiones tan interesantes, y algunas inexploradas, de la historia literaria y sentir la sorpresa de nuevas perspectivas a cada capítulo de la obra. Vasta erudición, serenidad de pensamiento, sagacidad de investigación, orden arquitectónico en la trabazón de las partes y del conjunto, interés en la materia, luminosidad de criterio, tales son las notas salientes de este ensayo, encaminado a descifrar el misterio de aquella obra colosal, La Divina Comedia, que hasta ahora parecía alzarse como pirámide solitaria de la literatura medieval, y que, estudiada con calma, va apareciendo, sin perder por eso nada de su majestad, relacionada con múltiples elementos, tradicionales y producciones místicas y legendarias, que en ella fueron absorbidas en síntesis maravillosa.

Trata el capítulo primero de la leyenda del viaje nocturno y ascensión de Mahoma, en sus tres ciclos y de su cotejo con La Divina Comedia. El segundo, del cotejo del poema dantesco con otras leyendas musulmanas de ultratumba relativas al Limbo, Infierno, Purgatorio, Paraíso y Cielo. El tercero, de los elementos musulmanes en leyendas cristianas precursoras del poema italiano, como son leyendas de visiones infernales, de la ponderación de las almas, del Paraíso, de viajes marítimos, de durmientes, del reposo de los réprobos, del debate entre ángeles y demonios por la posesión del alma. El cuarto, de la probabilidad de la transmisión de los modelos islámicos a la Europa cristiana en general y a Dante en particular. En éste trata de los indicios de la afición a la cultura, lengua e historia árabes, que se advierten en el gran poeta florentino. Y en su último párrafo, de las estrechas analogías entre Dante y el místico murciano Abenarabi, en cuyo paralelo se muestra muy original y sugestivo. Así vindica para España la parte que le corresponde en la elaboración del poema inmortal.

El discurso del docto catedrático viene, pues, a enriquecer la copiosa bibliografía dantesca con nuevas importantísimas aportaciones y hallará entre los aficionados a esta clase de exploraciones muy favorable y ferviente acogida.

El estilo en que está redactado es llano, corriente, claro, como apropiado a un fondo didáctico sin buscar artificiosas galas literarias.

Con haber trabajado tan a conciencia en sus aprovechados años, el señor Asín Palacios, que aún es joven –nació en 1871–, está llamado a desarrollar muy ampliamente su actuación y su magisterio dentro de la especialidad que con tanto afán profesa, para gloria de la cultura patria. Sus cualidades de raza, su tesón y firmeza, son garantías de que llevará adelante el esfuerzo hasta realizar su ideal; sus cualidades de temperamento, entre las que resaltan el criterio positivo y la seguridad de juicio, le apartarán de las exageraciones en que con frecuencia incurren los que, apasionados por una disciplina, quieren explicarlo todo desde un punto de vista predeterminado.

Toda realidad es fecunda. La figura del señor Asín, aureolada por el saber positivo, tenía que rodearse también de una corona de discípulos, atentos a reflejar sus enseñanzas y seguir su orientación; tenía que completarse con la ambicionada gloria de formar escuela, y esa escuela aparece ya esbozada en los trabajos que cita el señor Ribera, en su contestación laudatoria al discurso, de los señores Alarcón, González Palencia, Longás, Sánchez Pérez, Casas y mi querido amigo y condiscípulo Carlos Quirós, cuya traducción del Compendio de Metafísica, de Averroes, está próxima a ver la luz.

Así es como dentro de la España nueva que se está formando viene a resurgir, como dice el mismo señor Ribera, «al cabo de muchos siglos, una de las grandes tradiciones españolas: la de los teólogos arabistas de siglo XIII», que tan profundamente influyeron en la ciencia europea.

Antonio López Carballeira

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