Justo Martín Lunas

Más industriales y menos doctores

Con este mismo epígrafe La Ilustración Española y Americana publicó hace poco tiempo un interesante artículo del Sr. Fernandez y González, demostrando matemáticamente y con cifras el inmenso número de jóvenes que se dedican a las carreras universitarias y el escasísimo que siguen carreras especiales: se demostraba a la vez con razones de gran peso el mal tan grande que esto traía para nuestra patria, no sólo en el presente, sino para el porvenir.

La Época y otros varios periódicos tan leídos y tan importantes han dicho lo mismo, y por último, del resumen de los interesantes cuadros estadísticos publicados por la Dirección general de Instrucción pública, Agricultura e Industria en la Gaceta del 20 del actual, resulta que en el curso académico del 77 al 78 el número total de alumnos que hay en todas las Universidades es 15.470 y el de inscripciones 50.687, mientras que en el anterior curso hubo sólo 12.715 alumnos y 37.785 inscripciones. En cambió la Escuela de Ingenieros de Minas, que es hoy acaso la más favorecida de las especiales, sólo ha admitido como alumnos, después de haber probado todas las asignaturas, 3. La desproporción señalada aumenta pues, y considerando que éste es un asunto de verdadera importancia social, vamos a tratar de exponer las causas que la motivan, para que si la Administración pública lo estima oportuno, tome medidas encaminadas a lograr que la España del porvenir no sea un país compuesto exclusivamente de Doctores (de título), y no exista, en cambio, ni un Ingeniero, ni un industrial.

Dos razones hay, a nuestro entender, que cada una bastaría por sí sola para explicar esta desproporción, que todo el mundo lamenta.

1.ª El título de Abogado, el de Médico y el de Farmacéutico dan derecho a monopolizar estas profesiones; nadie, aunque sepa cuanto de Leyes haya que saber, puede defender un pleito sin ser Abogado; nadie, aunque conozca cuanto de Medicina se haya escrito, puede recetar un grano de quinina, y a nadie entierran sin que un médico diga que está muerto. En cambio, cualquiera puede dirigir una mina o una fábrica de fundición, sin título alguno, y es más, sin que nadie venga a inspeccionar sus labores, sin que se mire siquiera si la codicia de industrial le hace olvidar sus sentimientos humanitarios, y si los trabajos se llevan con la seguridad que para garantir la vida del obrero se necesitan. ¿Habría tantos abogados si a todo el mundo se le permitiese por sí mismo defender los pleitos? ¿Cuántos farmacéuticos y cuántos médicos existirían si se permitiese a los drogueros despachar medicinas y a los curanderos recetar?

La libertad, verdadera libertad de profesión, que para las carreras de Ingenieros existe, y que no hay para las universitarias, es a nuestro entender una razón que por sí sola bastaría para explicar el gran número de jóvenes que afluyen a nuestras Universidades, y el escaso que ingresa en las Escuelas especiales.

La segunda razón, de tanto peso como la primera, es la dificultad que para ingresar en las Escuelas de Ingenieros civiles ha existido desde 1868 hasta el año actual. Antes de esta época se pedían para el ingreso las Matemáticas elementales hasta Algebra superior y la Geometría analítica; en las Escuelas especiales se estudiaba el Cálculo infinitesimal, la Mecánica racional y la Geometría descriptiva; desde 1868 se exige el examen solamente de estas dos últimas asignaturas, o sean las Matemáticas superiores. Con esto se ha conseguido que los jóvenes no estudien con la profundidad que deben las Matemáticas elementales, pues no sufren examen de ellas, y careciendo de base no pueden comprender las superiores. Copiamos a continuación el resultado de los exámenes de ingreso verificados en el año actual en la Escuela de Minas, como la prueba más palpable de que este plan de estudios da resultados malísimos.

Más industriales y menos doctores

Resulta de esta estadística que en la asignatura de Mecánica racional salen aprobados sólo el 14 por 100 de los presentados, y esto es debido casi exclusivamente a que los candidatos no saben el Algebra y los Cálculos con la profundidad que se necesita para emprender el estudio de la Mecánica racional. Este defecto del plan de ingreso ha sido ya remediado: comprendiendo el señor Ministro de Fomento las razones que dejamos expuestas, y más que pudieran aducirse, ha dictado el decreto que apareció en la Gaceta del 26 de Mayo, disponiendo que para ingresar en las Escuelas de Ingenieros civiles es necesario sufrir examen, no sólo de las Matemáticas superiores, sino también de las elementales: nosotros creemos que obligados los alumnos a examinarse de éstas, las estudiarán tan a fondo como se necesita para emprender el estudio de las superiores, y los resultados de los exámenes de ingreso serán más satisfactorios. Pero esta reforma, que en el fondo es beneficiosa para los candidatos, se cree por muchos que los perjudica, y sabemos ya que sobre la Dirección de Instrucción pública llueven pretensiones de prorroga del plan antiguo, que ha dado, y seguiría dando, si continuara, resultados tan malos como los que demuestra el cuadro estadístico que dejamos presentado.

En bien de los mismos candidatos que lo solicitan, desearíamos que la Dirección no accediera a sus pretensiones, y no concediera a nadie prórroga del plan tan sabiamente derogado por el citado decreto de Mayo próximo pasado.

Estas dos razones son, a nuestro juicio, las que determinan que las Universidades estén llenas y las escuelas especiales desiertas. Hay además otras, pero no queremos enumerarlas, porque al hacerlo así, pudiera creerse por alguien que eran inspiradas por el espíritu de Cuerpo, y que envolvían alguna súplica a la Administración pública actual en favor de los Ingenieros que sirven al Estado, y nada está más lejos de nuestro ánimo.

Justo Martín Lunas
Ingeniero de Minas

Madrid, 22 de Noviembre de 1877.