Diario de Madrid
del lunes 17 de enero de 1803
 
número 17
páginas 65-67

[Juan Antonio Zamácola]

Segundo tomo de la colección de las mejores coplas de seguidillas, tiranas y polos que se han compuesto en España, para cantar a la guitarra. Por D. Preciso

Mientras que nuestros Poetas del nuevo cuño, esos que miden sus obras a palmos, van escribiendo poesías líricas, que ellos llaman cantables, llenas de palabrotas altisonantes y de consonantes escabrosas que no pueden cantarse: mientras que nuestros músicos{1} se glorían de haber trastornado la música nacional, tan análoga a nuestras costumbres y carácter, substituyendo en su lugar lánguidas, frías, e insulsas arias, que nada dicen ni pueden decir a las almas españolas, que no se hallen corrompidas como ellos: y en fin, mientras que esos débiles adoradores de la música italiana hallan toda su delectación en oír hacer carrerillas, volatas y relinchos que los sacan de sus casillas, haciéndolos bramar como furiosos y aturdir al auditorio con bravos, palmadas y cozes, que da nausea el escuchárselos: D. Preciso se ocupa en recoger las tristes reliquias que nos han quedado de la poesía lírica española cantable; a lo menos, para que nuestros sucesores tengan alguna noción en los siglos venideros, de que en esta nación, mientras que sus naturales se preciaron de ser españoles, hubo una música propia nacional [66] que hacía conocer su sensibilidad, la nobleza de su carácter, y el chiste y la gracia particular del clima que ocupa.

Hace ya mas de 12 años que vemos desaparecer de España su música, y con ella las costumbres puras y sencillas de sus naturales, que son inseparables. El mismo tiempo hace que hemos descuidado, o más bien abandonado, el antiguo sistema de buscar partes cantantes, de quienes se pueda sacar partido en el teatro, en vez de gentes ineptas con que después se han ido llenando las listas de cómicos del Reino. No vemos ya en nuestros teatros sino pastuchos de música italiana con la ridícula manía de querer acomodarlos al gusto de nuestra nación, como si no tuviéramos en España profesores de música capaces de formar con el tiempo un teatro de música análogo a nuestro carácter, costumbres y gusto, si se tratara de fomentar este ramo con premios proporcionados a su trabajo y mérito.

Don Preciso, pues, como buen Español, como buen patricio, como mucho más amante de las costumbres que heredó de sus mayores, que de las que en estos tiempos de ilustración se van sembrando por el mundo; y filialmente, como hombre ordinario que prefiere las antiguallas de su nación a los estupendos progresos de la dulce y almibarada juventud, que hoy bulle felizmente entre los mortales; se ha propuesto probar por la advertencia que precede a este tomo, que los versos líricos cantables que escriben los Poetas de nuestros días, no pueden ponerse en música, ni cantarse de ningún modo por la aspereza de sus consonantes, por las palabrotas que comprenden, porque concluyen la cláusula o frase a la mitad del verso siguiente, porque les falta oído músico para entonar, y porque no hay un verso que se parezca a otro en las apoyatura o acentos, ni copla que no vaya por su lado en la colocación de las sílabas largas y breves. Que nuestros músicos sonatores, esto es, los que tocan y cantan sin conocimiento de la ciencia, son los que han contribuido, más que otro alguno, a la destrucción de la música nacional, dejándose arrastrar de una ignorancia crasa a favor de las operas, corrompiendo con sus bravos y gritos el gusto sencillo y puro del incauto auditorio que los ha considerado como inteligentes; de modo, que las bellezas de su música están hoy reducidas a vencer grandes dificultades, trastornando la sencillez de esta agradable ciencia, hasta hacerla del gusto churrigueresco más refinado con esas lánguidas arias, cuartetos, quintetos, y finales, en que no se oye más que un confuso tropel de instrumentos capaces de aturdir una torada, juntamente con las voces, gritos y algazara de los que cantan: siendo ya para los tales músicos y apasionados indiferente que se entienda o no la letra o pronunciación del cantante, con tal que deleiten sus orejas con gorgoritos, trinos, relinchos, volatas, o sacudidas de gaznate.

Con el deseo de hacer más agradable la lectura de este tomo, se han incluido al fin de él diferentes letras de seguidillas, que [67] comúnmente se llamaban de teatro, tiranas, y otras canciones.

Se hallará este segundo tomo solo o con el primero en la librería de Castillo, frente a las gradas de S. Felipe, a 8 rs. cada uno en pasta, y a 6 en rústica.

En dicha librería se hallará la obra de los Currutacos, del mismo D. Preciso.

——

{1} No hablo de los profesores de música que entienden la ciencia, y son amantes de las glorias de su nación; sino es de los rutineros demasiadamente adictos al gusto italiano.

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