Diario de Córdoba
Córdoba, martes 7 de marzo de 1922
 
año LXXIII, nº 31.826
página 1

Eugenio García Nielfa

El problema de Marruecos

Europa y Berbería

Gustosamente cumplíamos, hace dos días, el beneficioso precepto del descanso dominical. Bien ajenos al bullicio con que la multitud se entregaba a la celebración de la fiesta de la Piñata, seguíamos mentalmente el giro de las divagaciones que en Diario de Córdoba venimos publicando acerca del problema de Marruecos.

Sin violencia sosteníamos nuestro apartamiento del Carnaval, porque nunca hemos participado de sus estruendosas expansiones, de esta explosión singular, desgarrada, de las violencias que la humanidad lleva en su seno. Sólo estimamos de él las expresiones ennoblecidas por el arte: las pinturas, las canciones, las figuras que el teatro ha recogido para componer agradables farsas, como en la creación primorosa de Los intereses creados.

En los actuales momentos, el paso del Carnaval por España constituye una profanación abominable de la tragedia que en el territorio de Melilla se ha desarrollado.

Reinábamos en este pensamiento. Deteníamos la atención en las probables conclusiones de la visita que los militares agregados a la representación del Extranjero en Madrid han realizado a la Berbería Española. Por El Telegrama del Rif, magnífico diario de don Cándido Lobera, conocíamos la impresión de sincero entusiasmo que en los bizarros excursionistas había producido la actuación de España en Marruecos.

Y he aquí que, mientras la muchedumbre vagaba alegre en torno del Carnaval, la suerte, propicia, pasó ante el periodista solitario y movió los resortes de una especial Piñata, esparciendo valiosos juicios de la actuación de España en Berbería.

Por el paseo del Gran Capitán, cortando la abigarrada concurrencia, cruzaba un grupo de militares extranjeros, acompañados por el jefe de Estado Mayor de Córdoba.

Eran los que habían visitado el territorio de Melilla. Con afabilidad que en cuanto vale le agradecemos, a ellos fuimos presentados por al prestigioso comandante don José Martín Prat.

Muy amable, digamos que con distinción de diplomático francés, para expresar la impecable cortesía y el tacto exquisito de nuestro interlocutor, el comandante de Estado Mayor vizconde de Curveville nos dijo que regresaba encantado de Melilla. España y Francia –agregó terminantemente y con acentos de cordialidad sincerísima– están obligadas a realizar, en la armonía que corresponde a sus excelentes relaciones, la obra importantísima de la pacificación y el progreso de Marruecos.

El vizconde da Curveville perteneció durante la guerra europea al Estado Mayor de Foch, generalísimo del Ejército de la Múltiple Alianza en Francia.

Hablamos luego con el coronel Marsengo, del Estado Mayor italiano. También es un prestigioso veterano de la guerra europea. Estuvo agregado al Ejército de Brusilef, al que siguió en la ofensiva y retirada de los Cárpatos, combatiendo contra el Austria enemiga tradicional da Italia. Permaneció en Rusia hasta el principio del derrumbamiento del Imperio de los Zares.

Terminada la guerra, volvió a España, en la que cuenta diez años de residencia. Posee el castellano perfectamente. Ante la cruz de San Rafael de Arruit, habló en nombre de sus compañeros todos de expedición. Sentida y elocuentemente, rindió piadoso tributo de admiración respetuosa a los héroes y los mártires y anunció que los agregados militares del Extranjero proclamarían el generoso sacrificio que España realiza por la civilización de Marruecos.

Su impresión, por tanto, es de todo punto favorable a nuestra Patria

Le preguntamos acerca de la situación de Italia en Trípoli.

Fue muy explícito con nosotros, y por ello le guardamos gratitud afectuosa.

No transcribiremos la conversación que con el bizarro inteligentísimo coronel Marsengo sostuvimos, sino la impresión que de ella conservamos.

Italia obtuvo, en guerra con el Imperio Otomano, la región entera de Trípoli, en plena soberanía. Habíala ocupado casi totalmente, cuando surgió la guerra europea en la que Italia hubo de concentrar el esfuerzo para recobrar del Austria el Trentino y otras regiones irredentas. La victoria le ha acompañado y esto le ha permitido, en el orden militar, una economía considerable, porque la defensa, que antes había de ser realizada en la llanura, ha subido a la línea de los Alpes. Las Caballería, por tanto, ha sido considerablemente reducida.

Durante la lucha, la ocupación italiana se replegó sobre el litoral de Trípoli. En el Sur, Euver bajá, general de Turquía, soliviantaba a los naturales del país.

El triunfo ha devuelto la tranquilidad y la situación de Italia es esta.

Prácticamente, no hay guerra en Trípoli. La metrópoli, que no sufre el sacrificio de las empresas marciales, muéstrase completamente sosegada, y satisfecha también, porque Italia sentía la aspiración de asentar la planta en el litoral vecino para asegurar su situación en el Mediterráneo, y ve satisfecho su deseo. La región ha silo dividida en dos zonas –Trípoli y Cirenaica–, bajo la administración de sendos gobernadores civiles. Se han reclutado fuerzas del país, en forma semejante a la aplicada por España y Francia en sus respectivas comarcas de Berbería.

Por último, la emigración italiana se dirige hacia las nuevas provincias y el régimen civil ha sido completado con el establecimiento de las circunscripciones electorales de Trípoli y Cirenaica, que envían sus representantes al Parlamento de Roma.

No inquieta ni se apetece mucho el avance hacia el Sur, porque sabido es que Trípoli representa la salida del mar de Arena en el Mediterráneo, así como el Sáhara Español constituye el encuentro del Desierto con el Atlántico, e Italia siente escasa codicia por la ocupación de nuevos oasis, con pocas palmeras, escasa agua y muy limitado número de personas.

¡Admirable conclusión –pensábamos– que a dos zonas importantes de la acción de España en Africa se relacionan de clara y terminante manera! En cuanto al régimen civil, con representación en Cortes, puede ser aplicada al territorio de Melilla, conciliando la soberanía con el protectorado del modo que expusimos en las informaciones dedicadas al proyectado estatuto de Berbería; respecto a la organización del litoral del Desierto, se nos ofrece, con el valor del ejemplo contrastado por la realidad, en beneficio del Sáhara Español, la porción más extensa, y la más desatendida, porque el esfuerzo de un militar benemérito, el coronel Bens Argantoña, la mantiene en paz inalterable. Cuando llegue la hora de llevar la atención pública hacia el Sáhara Español, el conocimiento de la obra de Italia en Trípoli será a España tan beneficioso como el de la actuación de Francia en Argelia.

Sosteníamos la interesante conversación con tres militares prestigiosos: el coronel Marsengo, el comandante vizconde de Curveville y el comandante Martín Prat, quienes en la reunión casual a que nos referimos representaban a los Ejércitos de las tres naciones que han desdoblado Europa sobre Berbería: siguiendo el curso del Sol, Italia, Francia y España. Si extendemos la vista al extremo oriental, abarcaremos a Grecia, que análoga empresa realiza sobre los mahometanos del Asia Menor, y aun no tiene totalmente liberado de musulmanes el territorio que por la Historia le pertenece, porque todavía Bizancio se llama oficialmente Stambul.

Mas no se trata de la lucha total de Europa contra los agarenos, sino de su proyección sobre Berbería. La empresa de Italia, Francia y España no presenta un trazado de equitativas proporciones. Por circunstancias diversas cuya mención en este momento no sería pertinente, la realidad se ofrece muy favorable a Francia. De toda Berbería, Italia ocupa Trípoli; Francia posee en plena soberanía la Argelia y ejerce el protectorado sobre Túnez y la casi totalidad de Marruecos; sólo ha correspondido a España el Norte del extinguido Imperio Jerifiano y aún sufre la indeterminación de Tánger, cuya hispanidad no puede ser discutida seriamente –ella es sede de la Mauritania Tingitana que el romano Otán incorporó a la Península–, y la también mermada zona del Sur, en la que aún no ha sido dable ni fijar de nuevo la planta en la evocadora Santa Cruz de Mar Pequeña, y se trata de una aspiración nacional representada particularmente por vitales intereses de provincia tan ricamente hispánica como Canarias; y de una región como la del Sus, cuyos pescadores pintaban las cárabos con los colores de la bandera española; de un pueblo que repetidamente ha enviado delegaciones a Santa Cruz de Tenerife, para afirmar su adhesión al Gobierno de Madrid, que ha nutrido con sus hombres los grupos de las fuerzas mudéjares de Melilla, Ceuta y Larache y sobre cuyo territorio tienen declarado los Sultanes magrebitas que no ejercían jurisdicción de ninguna clase. En Ifni se esconde Santa Cruz de la Mar Pequeña. Sólo un español ha traspasado en estos tiempos su recinto misterioso: el señor Sostoa, que en la actualidad ocupa el cargo de cónsul en una población de la Zona Española de Marruecos.

Ello es que representantes prestigiosos de Italia y Francia han visitado el teatro de la guerra de España en Berbería y han expresado su admiración por la abnegada empresa que nuestra Patria realiza. Primeramente fue el comandante británico Merwill, quien asimismo expresó impresiones muy favorables. Luego, con los militares italiano y francés, han ido los agregados de casi todas las representaciones del Extranjero en Madrid, y de este examen de los más prestigiosos profesionales de la guerra, el prestigio de España, su capacidad de avance y colonización, su manera de hacer la guerra, resultan refrendados con valiosos testimonios.

Con el coronel Marsengo y el comandante vizconde de Curveville vinieron a Córdoba el coronel de Chile señor Grez, el de Méjico señor López de Figueroa y el teniente coronel de la Argentina señor Vélez. Ellos han representado en la empresa del presente el aliento inmortal de la epopeya del pasado. El Nuevo Mundo ha consignado entusiásticamente su adhesión a la actuación de España en Berbería. Se expresan como militares españoles, sin diferencia de ninguna clase. El coronel Grez habló en el territorio de Melilla con los hombres de Chile que forman en el tercio de Africa, obsequiólos espléndidamente y les dirigió vibrante arenga, excitándoles a que cumplieran sus deberes de soldados de España. Luego, recogió y guardó un puñado de tierra santificada que cubre la sepultura de los mártires de Monte Arruit.

Vino con ellos el comandante de Portugal señor Pereira de Lourenzo. No se detuvo en Córdoba porque ya la conocía. Este jefe prestigioso reunió a su vez en el Rif a los lusitanos que combaten en el tercio de Africa y les exhortó a que se comportasen como si la misión que España realiza fuese una empresa de Portugal también. Acompañábale en el regreso a Madrid el señor Mazarredo, comandante diplomado del Ejército español.

Consignemos ahora con especial atención el motivo de la visita que los agregados militares del Extranjero han dedicado a Córdoba y fijémonos en la significación importantísima que encierra.

Han venido para completar en Córdoba, evocadora de la civilización hispanomusulmana y guardadora de los derechos más caros de España sobre Berbería, la visión de conjunto que necesitan para el estudio total del empeño que a nuestra Patria ha llevado a Marruecos.

Enterado del propósito el ilustre general Fresneda, avisó al gobernador militar señor González de Uzqueta y a sus deudos los señores de Carbonell.

Llegaron el domingo, en el expreso de Málaga. Fueron esperados y acompañados durante su estancia en esta población por el comandante de Estado Mayor don José Martín Prats, en representación del general gobernador militar señor González de Uzqueta, y por el teniente coronel de Artillería señor Carbonell y Mornad.

Visitaron la Mezquita Catedral y la Sierra. Pasearon durante la tarde por el Campo de la Victoria y estuvieron luego en el Palacio de los marqueses del Mérito. Por la noche, emprendieron en el expreso el regreso a Madrid. Mostráronse muy gratamente impresionados de su breve estancia en la antigua Corte de los Califas.

Señalemos el hecho, en el que más adelante habremos de insistir como término a estas divagaciones en torno al problema de Marruecos, de que los agregados militares extranjeros han visitado Córdoba para alcanzar un estudio completo de las pugnas de España en Berbería. Traducido este hecho elocuente a la necesidad de la propia Patria, quiere decir que España misma se servirá de Córdoba para marchar sobre Berbería, así como aprovecha a Sevilla cuando quiere volver a América.

E. G.ª Nielfa.

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