Cuadernos para el Diálogo
Madrid, octubre 1963
 
número 1
páginas 13-14

Jose Luis Sánchez

Universidades nocturnas

Cuando, con motivo del inminente Plan del Desarrollo Económico, se divulga a los cuatro vientos que el sector de la Enseñanza será el que reciba un mayor y más fuerte impulso, por considerarse piedra básica para dicho desarrollo y una de las inversiones más rentables, bueno será que presentemos como una contribución al Plan en este aspecto, la institución de las Universidades Nocturnas, dado el papel importantísimo que representarían dentro del programa masivo de puestos de enseñanza que, según las últimas manifestaciones oficiales, hay que dotar a España en los próximos años.

Al decir Universidades Nocturnas, debemos aclarar que nos referimos tanto a las Universidades propiamente dichas como a las Escuelas Especiales Técnicas Superiores y Medias, bien sean éstas del Estado o de la Iglesia. No nos referimos a la creación de nuevos Centros de Enseñanza dedicados específicamente a ejercer su labor docente en la noche, sino a las propias Instituciones actuales, con sus mismos cuadros de profesores, sus propios programas y reglamentos.

Estas Universidades o Centros de Enseñanza Nocturna, al igual que los Institutos de Enseñanza Media Nocturnos, tendrían como misión desarrollar su actividad docente en las últimas horas de la tarde y primeras de la noche, con el fin de hacer posible el acceso a estos estudios a quienes durante el día han empleado su tiempo en un trabajo diario, por constituir ésta la única fuente de ingresos que poseen.

La necesidad de crear estas Instituciones para aquéllos que están prestando durante el día un trabajo remunerado y por cuenta ajena, es decir, para trabajadores, es tan urgente que no puede dejarse esperar por más tiempo sin cometer una injusticia con ellos. Los Institutos Nocturnos de Enseñanza Media que desde hace más de siete años vienen funcionando a plena satisfacción en toda España, exigen que su obra se continúe y complete con la apertura de Centros Superiores de Enseñanza Nocturnos, y lo exige también el testimonio vivo de cuantos jóvenes vienen saliendo de los mismos con su Bachillerato terminado, cuyas edades oscilan entre los veinte y los treinta años, quienes han simultaneado sus estudios con su trabajo diario en talleres y oficinas, pero que, queriendo continuar su vocación de Filósofos o de Ingenieros, ven interrumpido su camino por la falta de estos Centros que propugnamos.

Actualmente no existe la posibilidad de que aquellos trabajadores estudiosos que quieran seguir en su esfuerzo cultural sin abandonar su trabajo, puedan conseguir coronar su carrera con la que siempre soñaron. Hay una incompatibilidad absoluta y total entre el horario de trabajo y el de las Facultades o Escuelas Superiores, y ante ella no les queda más solución que tomar uno de los dos caminos de la siguiente disyuntiva, convertirse en autodidactas y estudiar en la modalidad de libre, o abandonar su trabajo para dedicarse únicamente al estudio. Cualquiera de estas dos soluciones pueden considerarse funestas.

El hacerse autodidacta y estudiar por libre no necesita de grandes argumentos para demostrar su improcedencia en este caso. Todo el que estudia por libre, o es un superdotado, o es un económicamente fuerte que puede costearse buenos profesores particulares. Ambos casos no cuentan en el hecho que planteamos.

La segunda solución es en la que más sutil y tentadoramente se cae, pero que como veremos es tan ineficaz como la anterior. La situación de estos trabajadores que estudian –se dice– puede resolverse por medio de un programa de ayudas económicas, ya sea en forma de becas, bolsas de estudios o matrículas gratuitas. Con ello él se libera del trabajo profesional, que es lo suyo, y se dedica plenamente al estudio.

Analizando la cuestión veremos en seguida que una beca o bolsa de estudio nunca puede pasar de ser una ayuda económica que se concede a quien no tiene suficientes medio económicos, pero es que el trabajador que estudia no es que no tenga suficientes medios económicos, sino que no tiene ningún medio económico. No se trata de aliviar un problema económico familiar, sino de resolver su problema económico a un nivel de persona y de familia, y de aquí la necesidad total de continuar en su trabajo y de obtener un salario. Una beca nunca puede, ni debe, por muy generosa que sea, ser un salario. Pensemos que de quienes estamos hablando son, en su mayoría, cabezas de familia; hijos mayores de familias sin padre, que tienen sobre ellos el cuidado de su madre y hermanos; jóvenes de provincias emancipados; miembros de familias muy humildes donde todo salario a aportar es absolutamente necesario. En esto se diferencia el trabajador que estudia del estudiante que trabaja. Por otra parte, obtener una beca supone tener un brillante expediente académico, circunstancia reservada siempre a los mejores, quedando un gran contingente de individuos de mediana capacidad que se encontrarían al margen de estas ayudas.

Pero la solución de dejar de trabajar para dedicarse únicamente al estudio, no satisface y hay que descartarla. Esto sería una especie de traición a su propia idiosincrasia. Hemos nacido trabajadores, de familias trabajadoras, y lo que seamos o lo que lleguemos a ser lo queremos dentro de nuestro trabajo, lo queremos con nuestro propio esfuerzo. Lo demás sería hacernos de otra manera, quitarnos nuestra peculiaridad característica, separar cosas que están perfectamente unidas y que se complementan. El trabajo y el estudio es para nosotros algo así como el cuerpo y el alma, como la acción y la contemplación. Por esto queremos que ambas cosas vayan juntas.

Sabemos muy bien que trabajar y estudiar no es fácil, que exige un sacrificio continuo y lo queremos así porque también conocemos su recompensa. Así lo hemos hecho y así lo siguen haciendo otros. Conocemos lo que es trabajar ocho horas, en algunos casos llegando al cansancio físico, estar tres horas en clase, por la noche, y completar la jornada estudiando algunas horas antes de dormir, para levantarse al día siguiente dispuestos a ir a nuestra profesión. No nos preocupan las horas de sueño porque esto sólo dura unos años y luego queda el fruto, lo que queremos es que se nos dé la oportunidad de continuar nuestra obra y esto corresponde a nuestra Sociedad. Sí, el Plan del Desarrollo necesita nuevos puestos de enseñanza, y si este Plan quiere ser social, no debe ignorar esta necesidad urgente.

Las Universidades Nocturnas podrían empezar a cumplir su misión inmediatamente. No necesitan de grandes cosas, bastaría con que se estructuraran en forma análoga a los Institutos de Enseñanza Media Nocturnos. Cuatro horas didácticas, de seis a diez de la noche, divididas en cinco clases de cuarenta y cinco minutos, ininterrumpidas, y las horas privadas de estudio que se necesitan, es el programa de estudio de cualquier estudiante universitario.

Hay que hacer notar que quienes asisten voluntariamente a estas clases no tienen ningún interés en perder el tiempo y, por tanto, éste es aprovechado al máximo. Las clases en la noche serían como una continuación de la actividad de las Facultades y Escuelas Especiales y estarían a cargo de competentes profesores auxiliares, como también ocurre en las clases diurnas, y así se liberarían de este trabajo nocturno aquellos catedráticos que no se sintieran llamados a realizar esta labor.

El presupuesto extraordinario que se necesitara para las atenciones de estos servicios podría ir a cargo del Patronato de Protección al Trabajo, cuyos abundantes fondos no se sentirían muy diezmados y, además, cumplirían una función que le es específica.

El éxito en cuanto al número está suficientemente asegurado, especialmente en Madrid y Barcelona, donde podría empezarse la experiencia. A las clases asistirían bachilleres procedentes de los Institutos de Enseñanza Media Nocturnos: aquellos otros que, teniendo el bachillerato terminado, abandonaron los estudios y se pusieron a trabajar porque sus familias no podían seguir ayudándoles económicamente, y, por último, los estudiantes que actualmente trabajan para ayudarse en sus estudios, bien dando clases o en cualquier otra actividad laboral. Con ello también se conseguirá aliviar el grave problema de la asistencia masiva de alumnos a las clases en la Universidad, descongestionando las Aulas. Es bien conocido el hecho de que en las Facultades de Física y Química, de Madrid, se está dando clase en la misma aula, a la misma hora y con el mismo profesor a más de trescientos alumnos de los seiscientos matriculados, lo cual resulta antipedagógico.

Quisiéramos, por último, que estas consideraciones llegaran a quienes pueden convertir esta aspiración en una realidad. Tenemos fe en esta obra y creemos que España necesita de ella en esta hora trascendental, porque si España hoy necesita más ingenieros, más técnicos, más economistas o filósofos, no es ningún idealismo creer que también necesita de alguno de estos hombres que se hayan forjado compartiendo su formación científica o intelectual con su trabajo diario en la oficina, el taller o la fábrica

Jose Luis Sánchez

Imprima esta pagina Informa de esta pagina por correo

www.filosofia.org
Proyecto Filosofía en español
© 2013 filosofia.org
 
1960-1969
Hemeroteca