Citius Altius Fortius
Madrid, 1959
 
tomo I, fascículo 2
páginas 205-206

[ Miguel Piernavieja del Pozo ]

Avery Brundage

Avery Brundage, Quijote del deporte aficionado

Los veintitrés años de presidencia en el Comité Olímpico americano y los siete últimos en el Comité Olímpico Internacional, atestiguan no sólo la integridad y rectitud de Mr. Avery Brundage, sino también su incansable lucha por la pureza de los Juegos Olímpicos y del deporte en general.

Brundage es el típico self-made man americano. En 1909 se gradúa en la Universidad de Illinois como ingeniero civil. Poco después, funda su propia empresa constructora, y hoy es dueño de diversas firmas y una cadena de hoteles. Este absorbente trabajo, sin embargo, no ha apartado a Brundage de sus aficiones: fascinado desde siempre por la filosofía y religión orientales, ha reunido una colección de jades, lacas elaboradas, antiguas figurillas chinas y dioses indios, que es una de las mejores del mundo.

Pero el deporte ocupa en su vida el lugar de preferencia. Su incansable labor de presidente olímpico transcurre entre carteles olímpicos y librerías llenas de volúmenes sobre los juegos y sobre el deporte aficionado. No faltan tampoco las medallas y copas ganadas por el propio Brundage en su juventud: atleta brillante, ganó tres veces el título nacional «All-round» de Estados Unidos, competición mucho más dura que el decatlón actual. Todavía hoy, rebasado el umbral de los setenta años, Brundage conserva una ligereza y una elegancia atléticas. [206]

Pero el espíritu combativo que le llevó a sus victorias juveniles lo aplica Brundage a la lucha por la importancia y pureza del deporte. Quiere hacer comprender que el deporte está también ligado a la literatura, música, arquitectura, pintura y escultura, pues el propio deporte es arte. Sobre todo, Brundage lucha por vencer la resistencia de los círculos intelectuales y de muchos educadores que todavía ignoran el lado social, pedagógico, estético y espiritual del deporte y no comprenden que éste es una oportunidad para desarrollar los valores internos del hombre. Brundage opina que todo programa educativo debe incluir también la enseñanza del amateurismo, del espíritu deportivo, ya que un verdadero espíritu deportivo es expresión de madurez moral y una cultura sólo puede ser completa cuando ha reconocido que el deporte es una parte valiosa de la vida, tal y como lo habían conseguido los griegos.

Brundage aboga también por la introducción del antiguo principio griego: el deporte por la alegría. En cuanto se pierde la pureza, la sencillez y el idealismo, el deporte degenera. El deporte debe ser sólo alegría, reposo, vacación de la labor cotidiana, placer y nunca trabajo o profesión más o menos encubierta. Por eso Brundage es acérrimo defensor del deportista aficionado. Este ama al deporte y lucha por la victoria sólo a causa de la alegría de vencer y no porque es su deber, como ocurre con los profesionales, quienes, al mismo tiempo que aspiran a la victoria, luchan para conservar su trabajo y sus ingresos.

Este Don Quijote que es Brundage en el mundo materialista de hoy, no niega al deporte profesional su sitio legítimo en nuestro orden social y económico y reconoce que es una diversión para los espectadores, pero señala bien claramente que es sólo un negocio y nunca deporte. Para el deporte, para el olimpismo, Brundage exige pureza, la renuncia a cualquier recompensa material, porque ¿no es recompensa luchar por el honor de la federación, de la ciudad o de la Patria?

A pesar de los sinsabores e ingratitudes que le han proporcionado su entereza y rectitud insobornables, Brundage, este atleta de setenta años, prosigue infatigablemente su lucha por conseguir un espíritu deportivo que transformaría no sólo la faz de la sociedad, sino también la de todo el mundo, erizado hoy de barreras y atormentado por angustias sin fin.

Miguel Piernavieja

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Avery Brundage · Deporte
1950-1959
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