Filosofía en español 
Filosofía en español


Reinstalación de la Universidad

El domingo 18 del mes actual fue día cuyo recuerdo vivirá con gloria en la posteridad. La ejecución por parte del general Veintemilla del decreto inconsulto y desrazonable expedido por el Congreso de 1880, obra del mismo general, trajo la postración y ruina de la Universidad; y el triunfo de las armas de la Patria contra la usurpación y el despotismo, –triunfo de la justicia y la civilización,– ha traído entre muchas reparaciones legítimas y santas la de devolver a dicho establecimiento vida y actividad, luz y honra. Este acto, a no haber otros ciento de trascendental significación, bastaría para mostrar al mundo la justicia y los generosos impulsos que han dado alma e incontrastable movimiento a la guerra que ha conmovido toda la República, y que aun pide combates y sacrificios en el litoral, a esta guerra en que nuestros jóvenes se han levantado hasta el heroísmo, y en que la Patria se ha lavado de la ignominia de que la cubrió la brutal dominación del sable por más de seis años. ¡Cuán bello y magnífico es el espectáculo de la juventud luchando y derramando su sangre por dar libertad y honra a la Patria y por abrir las puertas del templo de las Ciencias! Si fuésemos de otras edades exclamaríamos: ¡Esto es griego o romano!; pero con voz más firme y convicción más profunda exclamamos hoy: ¡Esto es digno de la civilización cristiana!

En el mencionado día, a las doce, el salón de exámenes, adornado cual convenía para una fiesta de la libertad, las letras y la civilización, se abrió para dar entrada a una concurrencia selecta y numerosísima. El Cuerpo universitario y los estudiantes ocupaban ya sus asientos, la sociedad quiteña se hallaba representada por sus [4] miembros más honorables, cuando ocuparon sus puestos bajo el dosel los miembros del Gobierno Provisional. Al punto sonó el Himno Nacional ejecutado por numerosa orquesta y perfectamente cantado. La concurrencia lo escuchó de pies y terminó con entusiastas aplausos. En seguida se leyeron o recitaron numerosos discursos y poesías: eran como ondas de fuego derramadas por corazones patriotas desde la tribuna sobre un auditorio dominado de vivas emociones, y que las recibía con gozo y entusiasmo tales, con tales vítores y palmoteos, que hacen casi imposible la perfecta descripción del acto. Quito no ha presenciado nunca fiesta cívica más solemne ni más alegre.

Poco después de las tres de la tarde se terminó el acto, y numerosas personas, invitadas por el nuevo Rector Dr. D. Camilo Ponce, concurrieron a su casa, donde por él y por su culta y respetable esposa fueron debidamente obsequiadas. Hubo muchos brindis, y fue cosa digna de notarse que, si en los discursos de la Universidad abundaron las sanas ideas, en los brindis, en que más fácilmente se desahoga el corazón, nada hubo que indicase siquiera el más breve extravío de la inteligencia ni pasión ninguna fuera de los términos prescritos por la caridad y la cultura.

A las ocho de la noche se disolvió la grata reunión, quedando todos los que la formaron complacidos y satisfechos.