La Alhambra Granada, domingo 2 de junio de 1839 |
número 7 páginas 114-115 |
Manuel María de CañizaresComunicado sobre bibliotecas públicasSi aun los libros de absoluta necesidad difícilmente se hallan en algunos particulares, por el estado vergonzoso de nuestra imprenta; ¿qué diremos de tantos y tan peregrinos que ya la mano bárbara de la ignorancia, y ya el influjo fatal de las circunstancias políticas han condenado al olvido y al fuego? Códices venerandos que aun del hierro sarraceno habían podido preservarse, y que debían con razón formar nuestro orgullo, han perecido en nuestros días lastimosamente. La Universidad de Granada con la obligación de formar una biblioteca pública logró unir a la suya en tiempo del Sr. D. Carlos III, las librerías de los Jesuitas que fueron expulsados de esta misma ciudad. Vendió los ejemplares duplicados, triplicados, &c.; y reservose los de las impresiones más escogidas. Este, que puede llamarse un hallazgo felicísimo, ha sido enriquecido actualmente por el laudable celo de los dignos rector y catedráticos de esta casa general de estudios. No contentos unos ciudadanos tan beneméritos con haber invertido considerables sumas en la adquisición de obras modernas que, bien por los adelantos del siglo, o bien por el justo renombre de los autores, han venido a ser indispensables; ha llegado su patriotismo y su anhelo por la pública ilustración hasta el punto de desprenderse, en beneficio y aumento de le misma biblioteca, de obras preciosísimas de su propiedad particular. De modo que este útil y señalado establecimiento reúne hoy a las antiguas y clásicas producciones que poseía, otras muchas de grande estima; y la juventud estudiosa corresponde por su parte a tan generosos esfuerzos, concurriendo a beber en estas fuentes con ansia que no puede menos de arrancar [115] lágrimas de placer a los amantes del verdadero mérito. La situación ventajosa del local, su capacidad y magnificencia, el orden con que todo en él está proporcionado, la exactitud y afabilidad con que se satisfacen los deseos de los concurrentes; son otros tantos objetos que merecen otra pluma más bien cortada que la mía. Una prueba irrefragable de los adelantos de los alumnos con este poderoso e interesante auxilio, son los actos públicos literarios que se celebran por cada asignatura. Desterrados y proscriptos de ellos el estilo y fórmulas escolásticos, y rotas las trabas que sofocaban el genio; se han visto con sorpresa desenvueltas con la mayor claridad y precisión las doctrinas más importantes del humano saber, y se han tocado visiblemente los efectos de la educación bien dirigida. El literato, el observador, el curioso, ocupan incesantemente este asilo milagroso de las ciencias, y no se cansan de tributar loores a los que con tan arduos desvelos le han preservado del abandono y la barbarie. La abundancia de hombres excelentes en erudición y sabiduría, que la Europa produjo entre los árabes, ¿a qué fue debida si no a las setenta bibliotecas públicas abiertas en varias ciudades de España durante la dominación de los mismos? ¡Qué vasto campo no ofrecería esta materia a los eruditos escritores! Ruego a VV. den cabida en su apreciable periódico a estas ligeras observaciones, su suscriptor y apasionado Q. B. S. M. Manuel María de Cañizares |
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