Filosofía en español 
Filosofía en español


Gonzalo Fernández de la Mora

La filosofía en el mundo de hoy, de José Ferrater Mora

Ed. Revista de Occidente, Madrid 1963, 214 págs.

José Ferrater Mora, por José Luis Acquaroni (1921-1983)

En el corto espacio de un año, ese español peregrino que es José Ferrater Mora, agrupando materiales diversos, ha dado a las prensas hispanas tres volúmenes, uno El ser y la muerte, glosado no ha mucho en estas columnas. La filosofía en el mundo de hoy, aparecido inicialmente en inglés y ahora refundido, aunque recoge ensayos diversos, es un auténtico libro: es decir, un todo coherente y sistemático, porque el tema es único y los diversos capítulos son complementarios y apenas reiterativos. Hecho es éste que hay que registrar con alborozo en un área cultural que, como la nuestra, apenas conoce otro tipo de ensayo que el de la avanzadilla.

El autor se propone ofrecer un panorama de las corrientes filosóficas todavía vivas y que han estado más o menos en boga a lo largo del último cuarto de siglo. El cuadro resultante es abigarrado y complejo. Ferrater Mora enumera setenta y cinco «ismos» o tendencias, de las cuales sólo estudia sucintamente veintinueve. Comienza con el idealismo, que aunque «desgarrado sigue en la brecha», y concluye con el marxismo. Los dos apartados más interesantes son el consagrado al existencialismo (al que acertadamente acusa de estilísticamente indigesto y de fraccionado hasta la volatilización) y el dedicado al positivismo lógico del Círculo de Viena, cuya desembocadura es un formalismo extremado: indiferencia casi absoluta hacia la realidad y reducción de la filosofía a una actividad, concretamente, a una sintaxis del lenguaje científico.

Esta visión por escuelas la completa el autor con un esquema geográfico quizá simplista, pero de gran valor pedagógico. A su juicio, la coyuntura actual recuerda por muchos conceptos a la del siglo XIII. Entonces se repartían el globo filosófico los cristianos, los árabes y los judíos; hoy lo hacen los europeos, los angloamericanos, y los rusos. Cada grupo tiene un modo peculiar de enfrentarse con el problema: los soviéticos son más sociales, los europeos más humanistas y los sajones más científicos. Consecuentemente sus posiciones son respectiva y predominantemente políticas, subjetivas y realistas.

Al final de su periplo, Ferrater Mora reconoce que las posibilidades de acuerdo entre los tres grandes sectores son prácticamente nulas, y concluye qua el observador actual se encuentra ante un «mosaico bizantino», ante una pulverización de los sistemas que, en último término, arranca de una falta de acuerdo,. sobre lo que la filosofía sea. Así es como el autor pasa del plano narrativo al analítico, es decir, de la descripción de las escuelas y de los movimientos a la fijación de un concepto de la disciplina. Pero también aquí impera el desconcierto y la discrepancia. Para unos la filosofía es una confesión personal, casi un empeño poético; para otros es una doctrina universal y objetiva, casi una ciencia exacta. Entre ambos polos se escalonan infinidad de posiciones difícilmente reductibles.

Acaso para evitar que la moraleja de este panorama sea angustioso y pesimista, el autor interviene en el debate aportando una posición propia, una idea personal de la filosofía. Según Ferrater Mora, la filosofía no tiene un objeto exclusivo, es una actitud ante la realidad, un modo de ver y de hablar, «un punto de vista» que consiste en «mostrar cómo los mundos descritos por la ciencia se hallan entretejidos en el mismo mundo». Y pide a los metafísicos claridad, rigor y objetividad. Por eso, cuando analiza las relaciones de la filosofía con el arte, la religión y la ciencia, todas sus simpatías van hacia esta última.

La descripción del horizonte filosófico es concisa, erudita y salpicada de observaciones críticas. Pero no están suficientemente sopesados los distintos elementos. Hay una marcada preferencia por el pensamiento anglosajón, cuya importancia y alcance se supervalora. Además, no es justo dedicar, por ejemplo, tres veces más espacio al marxismo qua a la escolástica, sobre todo cuando se reconoce que las manifestaciones actuales del primero, las soviéticas, no constituyen una filosofía, sino una ideología social y política. Tampoco me parece recomendable una exposición sucesiva e inconexa de los diferentes «ismos»; hubiera sido mucho más convincente y profundo un tratamiento genealógico y arborescente de las diversas tendencias. Respecto a la idea de la filosofía, la solución de Ferrater Mora es abstracta y conciliadora; pero imprecisa. Si con la tesis de que la filosofía es un punto de vista se quiere decir que los saberes se especifican por su objeto formal. Ferrater Mora no hace más que repetir una viejísima verdad escolástica, en cuyo caso, habría que precisar inmediatamente qué es lo que distingue a la filosofía de otros saberes, o sea, la peculiaridad formal del enfoque filosófico (el ente «en cuanto ente» se repite desde Aristóteles). Y si lo que se quiere decir es otra cosa, estamos ante un vago perspectivismo.

En éste, como en sus libros anteriores, Ferrater Mora no sólo hace gala de una abundante erudición científica, sino que se esfuerza en ser objetivo, neutral y realista, exalta constantemente la metodología de las ciencias exactas y no oculta su recelo hacia los patetismos y lirismos que empañan una buena parte de la especulación filosófica actual. Esta saludable y universitaria posición inicial resulta, sin embargo, poco compatible con su «regocijo» ante la anarquía metafísica de nuestro tiempo, ante el caos de escuelas, ante el personalismo que revisten las filosofías. Todo el pensamiento humano se apoya sobre el principio de contradicción, lo cual significa que de dos proposiciones contrarias, una, al menos, es necesariamente falsa. El atomizado paisaje filosófico que nos ofrece Ferrater Mora es tan tremendamente caótico que conducirá a muchos lectores a conclusiones escépticas, porque la historia de la filosofía sólo debe hacerse o de una manera puramente informativa y acrítica o apoyada en un sistema que se acepta como verdadero y que sirve de magnitud valorativa. Y Ferrater Mora oscila entre uno y otro extremo sin que a la postre sepamos si predomina en él la condición de narrador o la de pensador, la de espectador o la de doctrinario, la de testigo o la de juez. Esta es la deficiencia básica de un serio y documentado libro que, por lo demás, resulta muy instructivo como introducción al pensamiento actual y especialmente útil para quienes desde esta orilla del Atlántico siguen sin la suficiente atención el desarrollo de la filosofía en los Estados Unidos.

G. F. M.