Filosofía en español 
Filosofía en español


Azorín

Nota sobre Donoso

Hay en Donoso Cortés un momento de profundo dolor: el de la muerte de su hermano. Antes, la ideación era una; después, la ideación fue otra. El mismo Donoso explica lo repentino del cambio en la carta a un amigo. La repentinidad en la mudanza de ideación es más aparente que real: no se hubiera podido verificar sin un fondo sentimental; no hubiera existido cambio sin un estado subyacente propicio. En Donoso Cortés predomina la sensibilidad; posee Donoso una sensibilidad extremada; poeta era antes del cambio, en «El cerco de Zamora»; poeta es después en el «Ensayo». ¿Y qué representa el «Ensayo»? ¿Cuál es el valor de la obra capital de Donoso? No nos incumbe a nosotros el contenido filosófico de la obra; nos interesa su valor literario. En 1873, Valera dice de Donoso: «Salvo lo elocuente de la expresión, no hay en todo su libro capital nada propio ni castizo.» En 1883, Menéndez y Pelayo escribe: «No es escritor correcto, pero es maravilloso escritor.» Como antes, tratándose de Valera, hemos podido hacer la observación de que lo «castizo» es término que encierra un concepto vago, indeterminado, sin explicación clara, hemos de subrayar ahora, ante la afirmación de Menéndez y Pelayo, que la declaración es decisiva; así es, en efecto; se puede dar un escritor con descuidos en la sintaxis, en el vocabulario, y ser una maravilla escribiendo. El crítico añade que a veces «su genialidad literaria le arrastra a vestir la razón con el manto del sofisma». En «El nuevo Régimen», de Pi y Margall, correspondiente al 6 de junio de 1896, se publica una biografía de Donoso; por el estilo, inconfundible, podemos atribuirla al propio Pi. Contiene algunas indicaciones curiosas; la referente, por ejemplo, a la actitud de la ortodoxia pura frente a la ortodoxia del «Ensayo». Termina así Pi y Margall: «Pasa como gran hablista, y realmente lo era, bien que no se parase mucho en corregir sus obras.» Tratándose de un hablista como Pi, el reconocimiento del valor literario del «Ensayo» es precioso. En 1900, en un acto solemne, Valera vuelve a hablar de Donoso; mezcla elogios con reservas. Al final del discurso hay estas palabras: «Como ignoro la Teología, que sirve, según Donoso, para gobernar los Estados, y como ignoro también la partida doble y la aritmética mercantil de los que se empeñan hoy en regenerarnos, pienso a mis solas que lo mejor es callarse...»

Procede Donoso por afirmaciones absolutas; se mantiene siempre en el terreno de las generalizaciones. Su espíritu es abstracto; no siente el contacto con las cosas. La cláusula, en el «Ensayo», es más corta que en Castelar, más rotunda, más cadenciosa. En Castelar ha influido Donoso; escuchaba Castelar los discursos de Donoso y los repetía ante sus amigos, que tenían, según cuenta Morayta, el texto del discurso en la mano para comprobar la exactitud del trasunto. Por cualquier página que abramos el «Ensayo», podremos comprobar la rotundidad y cadencia del estilo. En la página 201 se dice: «El socialismo no es fuerte sino porque es una teología y no es destructor sino porque es una teología satánica.» En la página seis se escribe: «Misericordioso y justo a un tiempo mismo», Dios niega a las inteligencias «culpables» la verdad, pero no les niega la vida; las condena al error, «mas no a la muerte.» Varíense en estas líneas los vocablos subrayados y todo decaerá. Las incorrecciones de Donoso no son tan graves ni tan numerosas. En la página nueve escribe el autor: «Su dios es todas estas cosas juntas.» En la 53, se dice «reasumiendo». Antidiluviana, por antediluviana se escribe en varias partes. Lo mismo que inconmensurable por inmensurable. «Desquilibrio» por desequilibrio, se escribe tres veces en la misma página, la 153. En la 174 se cae en el error vulgar de tomar el dintel por el umbral. «Bajo el punto de vista», en vez de desde el punto de vista, se dice en toda la obra. Como Donoso es absoluto en sus discursos, lo es en el «Ensayo». Según un biógrafo, el escritor ha dicho que tiene tres «fanatismos»: el literario, el de la expresión y el de la belleza de la forma. Nada más categórico y rotundo que sus discursos parlamentarios. En el pronunciado el 4 de enero de 1849 se encuentra esta fórmula: «Vosotros creéis que la civilización y el mundo van cuando la civilización y el mundo vuelven. El mundo, señores, camina con pasos rapidísimos a la constitución de un despotismo, el más gigantesco y asolador de que hay memoria en los hombres». El peligro de las afirmaciones rotundas, sin matices que las atenúen, estriba en la contradicción en que puede caer el escritor. Así, en la página 137 del «Ensayo» se dice: «La razón sigue al error adondequiera que vaya.» No hay escape: la razón queda en absoluto condenada. Pero en la página 149 escribe el autor: «De esta manera, las afirmaciones de la razón van a confundirse con las afirmaciones católicas.» He citado siempre por la edición original de 1851.

Existe en la vida de Donoso una continuidad admirable; en todo momento, si lo expresado es distinto, el modo de expresión es el mismo; la sensibilidad no ha variado nunca en Donoso. Y esto es lo que nos interesa; esto lo que nos acerca, íntima, cordialmente, a Juan Donoso Cortés. Todo Donoso es sinceridad, nobleza y amor. En un biógrafo extranjero hemos leído que, siendo Donoso embajador en París, llegó a quedarse en cierta ocasión sin camisas: todas se las había regalado a los pobres.

Azorín