Filosofía en español 
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Ramón García de Castro

Escritores asturianos en el Purgatorio

Fernando Vela

“Donde habita el olvido” es un verso, si no recuerdo mal, de Luis Cernuda. El escritor en cuya obra habita el olvido podemos decir que está en el Purgatorio. ¿Quién lo sacará? El tiempo, a veces –al traernos su conmemoración (jubilar)–, centenario o cincuentenario; investigadores en ocasiones; amigos, aliquando… Al morir es muy fácil que se produzca una eclosión de alabanza, que deja paso a un pertinaz olvido. De esta ley no se libran ni las grandes personalidades. Hasta Ortega y Gasset dicen que ha sufrido de este silencio. Y de que teníamos a Azorín en el Purgatorio escribió Domingo García Sabell en Ínsula, poco después de su muerte.

Fernando Vela, un hombre de prensa y de gran cartel en editoriales –se le llegó a querer fichar con un cheque en blanco–, de gran categoría, no tiene ahora ni fácil prensa ni cartel. Dentro de poco –un par de años, aproximadamente– se cumplirán diez años de su muerte. Aconteció en Llanes, donde veraneaba habitualmente y en el café donde jugaba su partida de ajedrez, deporte muy adecuado a esta mente tan lúcida y ordenada.

Vela es un polifacético de gran estilo. No digo que se haya acabado el tipo de periodista que él representó de un modo tan integral, ahí está, por ejemplo, un Néstor Luján, entendido en historia y literatura, en cocina, viajero… Siempre entre los periodistas había alguna de estas raras avis, que saben de lo divino y de lo humano, de lo serio y de lo frívolo.

Vela entendía de música. Precisamente en Gijón, donde desarrolló su primera etapa periodística en la redacción de El Noroeste, hizo crítica musical y llevó una sección con otros dos escritores gijoneses, que utilizaban un pseudónimo compuesto con las iniciales de sus apellidos. Escribió un librito sobre Mozart, que hace el número dos de la colección Alianza Editorial.

Llevó hasta el final de su vida la página de divulgación de historia del suplemento semanal del España, de Tánger, en el que formó parte con un equipo muy familiar, por razones de parentesco y de paisanaje. El director era su consuegro Corrochano, y colaboraban intensamente J. A. Cabezas, M. Suárez Caso y el desaparecido J. Vega Picó, trío astur.

Fue traductor de gran categoría, uno de los más cotizados y fecundos de la editorial “Revista de Occidente”, que fue llamada segunda escuela de traductores –la primera, la de Imperial Toledo–. Una de sus últimas hazañas en este sentido es la versión de la Filosofía de Jaspers, traducida también por la Universidad de Puerto Rico.

Sabía de literatura y de filosofía, no en vano fue hombre de confianza de Ortega y Gasset, que le nombró secretario de la recién fundada Revista de Occidente. Fue también, aunque efímeramente, director de alguna otra empresa orteguiana.

El recuerdo a Vela lo traigo a estas páginas gijonesas para reivindicar una vez más su callada e infatigable labor.

Inmediatamente después de su muerte, su hija única se dedicó a planear la recopilación de su obra, desperdigada por docenas de publicaciones nacionales y extranjeras.

Vela sólo publicó ocho libros, tres de los cuales con pseudónimo. Un reglamento de fútbol bajo la firma de Alonso de Caso (su segundo apellido), El arte al cubo –en los cuadernos literarios de la lectura– y que Torrente Ballester llamó vademécum artístico de su generación.

Las biografías de Mozart y Talleyrand, bajo el pseudónimo de Héctor del Valle y la biografía de Roosevelt bajo el título Los EE. UU. entran en la Historia, en la colección Atlas. El grano de pimienta en la Austral. El futuro imperfecto (Pen-Club) y Circunstancias, en la editorial a la que dedicó sus afanes.

Se prepararon en esta editorial unas Obras Selectas, que tenían un contenido selectísimo y voluminoso y se llegaron incluso a tirar bastantes pliegos. Su hija Mavi falleció poco después de modo imprevisto, y la publicación se va demorando año tras año. Mientras, su Biblioteca ha pasado a engrosar los fondos del Instituto Internacional de Boston, en Madrid, donde tuve el gusto de conocerle personalmente, a la salida de una conferencia de Julián Marías. Se pensó también con este motivo en rendirle un homenaje por sus amigos y se llegó a anunciar hace un año.

Vela, como autor de libros no tuvo éxito. Todavía hoy se encuentren sin mayor dificultad la mayoría de sus obras.

Pero esto no debe ser obstáculo a que Fernando Vela tenga dignamente su obra publicada como se merece por tantos conceptos. Alguno de sus familiares proyectaban también la recopilación de los numerosos trabajos de índole asturiana donde aparecen por ejemplo, artículos muy antiguos y lúcidos –lo era siempre– sobre Piñole y Valle. ¿Quién se anima a patrocinar? ¿I. D. E. A., Hemeroteca, Asociaciones de Prensa, Gran Enciclopedia Asturiana…? Ahí tenéis un asturiano y bastante universal…

Personas encargadas de realizar la edición ya están en cartera. Saquemos a Fernando Vela de su injusto Purgatorio de olvido y de silencio.

Ramón García de Castro