Alférez
Madrid, 30 de septiembre de 1947
Año I, número 8
[página 5]

Ensayos liberales

«...Pero son pecados de los fariseos del liberalismo y no de los verdaderos liberales.»

Si hubiéramos de escoger una actividad del hombre que exigiera de manera ejemplar e imprescindible la libertad, tendríamos que decir: la actividad intelectual. Por eso, estos ensayos escritos por un intelectual, que en su función intelectual –¿para qué referirnos a otras?– lo es de manera completa, íntegra y pundonorosa, han buscado un título empapado literalmente en la palabra libertad. El título, el contenido del libro, son amparo y defensa para una función que fue bastardeada y perseguida, precisamente por esos «fariseos del liberalismo».

Pero aquí nuestra modesta y rotunda disconformidad. En el contenido del libro hemos encontrado un gran caudal de pensamientos con los que estamos, no sólo identificados, sino que los estamos viviendo ya, y hasta algunos los hemos sentido como repeticiones de lo que se ha puesto en marcha y para siempre entre la juventud española. Sin embargo, lo que nos parece, no molesto ni erróneo, sino simplemente cuestión de pura fórmula y de ninguna importancia, es la pretensión, desde el título, de revalorizar una palabra tan llevada y traída, y tan mal llevada y traída en algunas ocasiones, como la de «liberal».

Las palabras tienen historia. Unas se ennoblecen con el uso, otras se envilecen. ¿Hasta qué punto nos hemos de empeñar, a veces puntillosamente, en ennoblecer lo vilipendiado? Y sobre todo, ¿para qué? Vilipendiado y bien vilipendiado –los jóvenes a veces pecamos de no tener mucha nostalgia–, hoy nos deja fríos un empeño tan pobre. Porque liberales, como el caballero español, lo somos por jóvenes, como lo es el doctor Marañón «sin darse cuenta, como se es limpio...». Por vocación intelectual somos veraces y equilibrados buscando verdades en todos, sin pasión casticista.

Entonces, ¿no sería mejor decir que son simplemente unos ensayos hechos por un auténtico intelectual, abierto su corazón y su inteligencia a su Patria. que tantas veces ha demostrado querer entrañablemente?

Reserve todo intelectual el «estar dispuesto a entenderse con el que piensa de otro modo» y «no admitir jamás que el fin justifica los medios», que son un modo honesto, digno y humano de concebir el mundo, y dejemos de remover a los muertos, que tantas veces fueron causa de muerte, todavía grabada en nuestros recuerdos de adolescentes. Y así no se convertirán los ensayos liberales en pasto y argumento cafeteril de esos «fariseos liberales» que esperan que un hombre honrado les dé razones que puedan falsear con las palabras. Pero, desde luego, ni esta idea ni la del fácil éxito han debido aconsejar ese título. Así lo creemos los jóvenes, pero también así lo aclaramos.

Carlos Castro


www.filosofia.org Proyecto filosofía en español
© 2001 www.filosofia.org
La revista Alférez
índice general · índice de autores
1940-1949
Hemeroteca