LABOR. Órgano de Falange Española Tradicionalista y de las JONS
Soria, jueves 23 de septiembre de 1937
 
año IV, nº 290
página sexta

Pedro Laín Entralgo

Nuevo discurso de las armas y de las letras,
en el tiempo en que el curso se abría

A los camaradas del S. E. U., nombrados gracia y levadura
de la Falange por quien podía dar nombres justos.

Eran días junto a la linde del Seiscientos. Un siglo de gloria universal pesaba ya sobre los hombres de España, que iniciaban levísima curva de cansancio. Era mucho, para tan pocos hombres, andar los largos caminos virginales de la Pampa, medir en toda su dimensión el espinazo andino del planeta y pelear contra lanzas y errores junto al Rhin y al Escalda. Recio de natural era el ánimo y de subidas teologías el aliento, pero al fin venía al músculo la fatiga, y año tras año se derramaba por el corazón la melancolía, como le ocurrió en sus postreros a nuestro Don Quijote. Aún había fuerza y coraje al apuntar el Seiscientos, y prestancia militar sobre los llanos de Europa; para los ojos sutilísimos de nuestro genio máximo descubrían ya en el ánimo se España y en el suyo propio ese levísimo tornasol de nostalgia que marca el tránsito de la madurez a la senectud incipiente. La muestra: esa delgada acedía existente en el discurso, que él llama de las armas y de las letras. Disputación, que no discurso debiéralo llamar. Ya el arcabuz y el silogismo no van de acuerdo según es la buena norma en tiempos de juventud y de imperio. Disputan entre sí, por boca de un loco discreto, acerca de si letras o armas pagan el esfuerzo del que las sirve con más largas hambres, más cortas haciendas o más crueles lacerías. Todavía no ocurre que la letra defienda un principio y el arma su contrario. La pelea, cortés y razonable, sólo es por piques de honor o de buen regalo, como siempre acontece en los comienzos. Luego, bajo el halda del honor herido o del cuerpo mal regalado aparece el puñal de los principios, como en la Reforma o la Revolución francesa, y entonces tórnase en lucha declarada la disputa entre unas letras tal vez deformes y unas armas acaso mal manejadas. Lo cual también se cumplió en España. ¿Recordáis los sucesos de San Carlos? Fueron la lucha entre las letras descarriadas y las armas de un poder más represor que creador. San Carlos, con su cariz de algarada tragicómica, es el término de aquella disputación cervantina de cuando siempre nacía Sol para España.

Ahora que el Sol sólo nace para media España, vosotros, camaradas del S. E. U., sois el cumplimiento de aquella nostalgia vespertina que Cervantes dejó apresada en su discurso famoso, o, mejor dicho, la realización de la esperanza que toda agridulce nostalgia lleva dentro. ¿Qué es, por ventura, la nostalgia sino la esperanza larvada de un pasado mañana al cual no pensamos llegar? Vosotros, camaradas del S. E. U., –gracia y levadura de la Falange– habéis sabido lo que vuestros inmediatos antecesores en las aulas universitarias no supimos: esto es, unir el derecho a latines, pandectas y anatomías –que es deber también para el bien nacido– con el otro deber, tan reciamente humano, del ímpetu armado. Sólo es en verdad elegante la curva delicada del cisne cuando como en vuestro caso, lleva tras sí la recta violencia de unas flechas prontas al disparo. Cisne sin flechas es decadentismo; flechas sin vuestro cisne, primitividad; cisne y flechas, entera dignidad humana, idea y coraje, poesía y servicio; Nacionalsindicalismo.

Pensad, camaradas del S. E. U., en que la gloria de vuestra misión exige mucho de vosotros. Exige vuestra misión simplemente, continua vigilia armada sobre el libro. La unión de las armas y las letras no está simplemente en que no disputen, ni siquiera en la presteza para tomar «ora la pluma, ora la espada», sino en estudiar con mente armada a la hora del estudio y un pelear con fusil pensante –si me permitís esta expresión– a la hora de la lucha. Ninguno de vosotros, camaradas, será buen servidor del Nacionalsindicalismo y del Imperio si cuando vuelva la paz, con su paso alegre no va –pistola en cinto y libro bajo brazo– a hacer fructífera la guerra en la vida universitaria. Quien fuese héroe en la guerra y no lo sea luego en la lucha por la Universidad Imperial, será tal vez un buen militante nacionalsindicalista, pero no un buen camarada del S. E. U.

Dichosa edad y tiempos dichosos, no los pasados, como en la nostalgia de Don Quijote, sino los futuros: cuando la Universidad nuestra sea de veras universal, limpia y ágil, libres sus claustros de polvo, mugre y chabacanería liberales, llenas sus aulas y sus campos de deportes de estudiantes que pongan el orgullo combativo y español de su camisa azul en aprender filosofías o patologías y en no olvidar el tacto frío y firme del mosquetón. Lucháis por la unidad en el hombre, como dicen los términos exactos y bellos de nuestro Juramento. Y el hombre sólo es auténticamente uno cuando sabe poner la fuerza de las balas al servicio de la verdad, de la Verdad con mayúscula, según exige nuestra condición de españoles, y cuando no olvida tener una verdad como justificación última al servicio de sus fusiles.

Si esto lográis con la paz, camaradas del S. E. U. –gracia y levadura de la Falange– entonces es verdad que Dios ha querido hacer fecundo nuestro dolor de ahora.

Pedro Laín Entralgo
Colaborador nacional

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Pedro Laín Entralgo
1930-1939
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