B. A. A.

La revolución española, por Carlos Marx, Editorial Cenit, Madrid

La Editorial Cénit tiene ganada la voluntad del lector anhelante de buenos libros. Ha publicado tres que han sido otros tantos éxitos, y lanza ahora el cuarto, La revolución española, por Carlos Marx, cuyo solo enunciado demuestra que sigue asistiendo a dicha editorial el deseo del acierto. Conocer cómo juzgaba Carlos Marx, poco después de mediada la pasada centuria, los hechos españoles da casi todo lo que iba de siglo, es interesantísimo. Y este interés le asegura el buen éxito a la nueva obra de la Editorial Cénit.

El volumen La revolución española, por Carlos Marx, contiene una serie de artículos que éste envió a la New York Tribune sobre España. Comienza con un estudio sobre Espartero, no muy justo ciertamente; sigue con el de la evolución histórica de la nación española, y abarca el levantamiento del pueblo contra la invasión francesa, la guerra de guerrillas, las Cortes y la Constitución de 1812; la reacción fernandina, la sublevación de Riego y la influencia de la diplomacia rusa en los rumbos de España.

Bien se advierte por el precedente enunciado la necesidad de un cerebro del vigor del de Carlos Marx para, en unas correspondencias periódicas, dar impresión y emitir juicios cotizables sobre problemas tan hondos de la vida española. Si quien ha de enjuiciarlos es un extranjero, que además vivía fuera de España, la dificultad subía de punto. Que los artículos sobre tan complejo tema escritos pudieran constituir un volumen casi formando estudio orgánico de los pródromos de la revolución española, después de tres cuartos de siglo, tenía que estar reservado a una inteligencia y a un espíritu crítico como el de Marx.

Con todo, aun siendo panóptica la posición del que enfoca la vida de un pueblo más allá de sus fronteras, lo que gana en extensión la zona visual lo pierde necesariamente en intensidad la visión. A esta ley no pudo evadirse Carlos Marx, y sus correspondencias, de poderosa fuerza evocadora, están salpicadas de errores, aunque siempre contrapesados con notables aciertos. Uno de éstos, el acusado con mayor esplendor y rotundidez, es rebatir el carácter pegadizo y extranjerizante que quiere descubrirse en la Constitución de 1812. Carlos Marx dedicó buen espacio de sus correspondencias a demostrar la filiación de aquel Código político en los antiguos fueros y en las Cortes de Castilla.

El nuevo volumen lanzado por la Editorial Cénit es, en resumen, muy interesante. Pero, como todo no ha da ser elogio, conviene consignar, para excitar el cuidado en lo sucesivo, que abundan las erratas y los trastrueques de líneas. Claro es que también Homero dormía algunas veces.

B. A. A.