Filosofía en español 
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[ M. R. ]

“Intolerancia”

Acontecimiento cinematográfico · Éxito grandioso

Con toda solemnidad se estrenó ayer en Real Cinema la portentosa creación de Griffith, la obra que asombró a los públicos del mundo entero y enriqueció a cientos de empresarios.

Precedió a la proyección de la película una amenísima charla de García Sanchiz, que fue muy aplaudido.

Nadie podrá tacharnos de exagerados, si afirmamos que el estreno de Intolerancia es la consagración del cinematógrafo como un arte superior.

Analicemos detenidamente esta producción maravillosa.

Como obra dramática, es de una emoción intensísima, que pone nuestros nervios en tal estado de excitación, que la proyección nos produce la impresión de una pesadilla que nos atormenta, haciéndonos sentir alternativamente sensaciones de un placer indefinido o de un dolor inexplicable.

Es algo que no sabemos si querríamos estar viendo eternamente o si, por el contrario, deseamos no volver a ver jamás.

La idea es un atrevimiento grandioso, de una grandiosidad inconcebible, que nos hace pensar profundamente y preguntar: “¿Intolerancia? ¿Por parte de quién? ¿Quienes fueron, quienes son los intolerantes?”

En cada una de las épocas de esta obra genial hay una idea sublime para crear una obra inmensa, de sanas enseñanzas, para todos los ideales, para todas las creencias, para todos los temperamentos, para todas las razas.

¡Intolerancia! He aquí la palabra fatídica, la clave de todos los dolores de la Humanidad.

¡Intolerancia es la lucha que a través de los tiempos han sostenido los hombres de todos los pueblos y de todas las ideas!

Y la grandiosidad de esta palabra ha sido acrecentada por la inspiración de Griffith, que como un iluminado ha creado una obra genial para llenar de asombro y espanto a la presente generación.

Como producción cinematográfica es la obra definitiva de este arte, que si hasta ayer creímos que estaba en los albores de una época de floreciente desarrollo, hoy vemos que ha llegado al grado máximo de perfección.

Muchas veces, en estas mismas columnas, hemos dicho que el cinematógrafo nos tenía reservadas muchas y muy agradables sorpresas, y esta afirmación nuestra tiene plena comprobación en esta película, que, como toda obra genial, es preciso admirarla varias veces, porque cada vez nuestros ojos se deleitan en nuevas bellezas.

Quizás os suceda con esta producción cinematográfica algo parecido a lo que sucede con la música del inmortal autor de Parsifal.

Y es que Griffith ha hecho con esta película una verdadera revolución en el mundo cinematográfico, porque se ha salido de la rutina, y desterrando los viejos procedimientos, ha creado, por un procedimiento personalísimo, original en extremo, que si al principio de la película nos desorienta un poco, después nos encanta, nos deleita.

Seguramente, a ti, lector, como a nosotros, te llenará de sorpresa ver cómo el autor pasa de una época a otra, sin haber llegado a finalizar ninguno de los cuatro asuntos, complementos del tema principal, de la finalidad de la obra,

Y esta sorpresa tuya irá en aumento durante la primera parte, hasta que te des cuenta de que esas cuatro acciones van tan unidas las unas a las otras, que pareciendo cuatro asuntos distintos, un solo asunto son.

¡Intolerancia! Esta es la palabra que une esas acciones, que han de parecerte distintas las unas de las otras.

Piensa siempre en la intolerancia de los hombres y verás cómo en las cuatro épocas el drama surgió de la intolerancia.

No dejes de ver, lector, esta maravillosa producción, que además de recrear tu vista con las asombrosas escenas que han de entusiasmarte, te hará pensar un poco.

Es nuestra misión dar cuenta a nuestros lectores del resultado de los estrenos de estas grandes películas, y nuestros lectores sabe cómo hasta hoy siempre la verdad dijimos.

Fuimos nosotros los únicos que en estas columnas confesamos que las películas de la guerra anunciadas con bombo y platillo, no eran sino un puro camelo.

Y fuimos, somos y seremos siempre los que llamemos bueno a lo bueno, malo a lo malo y genial a lo que genial sea.

Nosotros fuimos los que cuando Intolerancia se estrenó en Barcelona copiamos unos párrafos de un diario en el que se decía que Intolerancia era una obra que desconcertaba al público; pero a continuación publicamos otros, en los que se reconocía que se trataba de una película genial, como nunca se había visto otra.

Y hoy, después del estreno en Madrid, somos nosotros los que afirmamos que Intolerancia es una obra grandiosa que todo Madrid verá y que se discutirá como siempre se discuten las obras superiores.

Intolerancia es distinta a cuantas películas hemos visto hasta hoy.

La expectación, el silencio claustral con que ayer fue vista esta proyección, demuestra de un modo categórico que esta cinta está muy por encima de cuanto hasta hoy se ha producido en cinematografía.

Las discusiones acaloradas que durante los descansos surgieron entre los espectadores, son prueba inequívoca de cuanto decimos.

La parte en la que vemos la destrucción de Babilonia es de una grandiosidad, de una valentía, de un refinamiento de arte, de un realismo escénico, que por sí sola es superior a cuantas películas hemos visto.

La destrucción de la ciudad bíblica por las tropas de Ciro es una escena imposible de describir; es la realidad misma, es vivir aquella gran tragedia en la que guerreros indómitos, escuadrones de titanes, se precipitaban como fieras unos sobre otros en pos de la victoria.

¿Cómo es posible –se pregunta el espectador– levantar toda una ciudad con todo genero de detalles de la época, para luego destruirla, incendiarla?

¿Cómo es posible conseguir que millares de hombres, por sus gestos, por sus movimientos, den la sensación de la realidad? ¿Cómo ha sido posible ensayar esos grandes núcleos tan a la perfección, cuidando del más nimio detalle? Aquí sí, aquí el gran Griffith ha hecho alarde de su portentosa inspiración.

Cuanto se diga de esta página cinematográfica, verdadera obra de arte, resultará pálido comprobado con lo que en realidad es.

La época del Redentor con sus más hermosas parábolas puestas de modo magistral en escena y la tragedia del Calvario, llenan nuestra alma de una dulce melancolía, que nos hace pensar cómo la intolerancia de los hombres llevó a la cruz al hijo de Dios.

Los tiempos de los Médicis, con la bárbara tragedia de la noche de San Bartolomé, llena nuestros pechos de indignación, porque no concebimos cómo la intolerancia pudo arrastrar a los hombres a cometer actos de tan refinado salvajismo.

Y cuando nuestra indignación llega a sus límites al ver, no cómo se vivía, sino cómo se moría en los tiempos pasados, el gran Griffith nos pone en la época moderna, en los días que vivimos, para demostramos que la intolerancia vivió a través de los años, de los siglos y que fue patrimonio del hombre.

El drama moderno es verdaderamente espantoso, de una intensidad dramática, que hace mover a todos los espectadores en un movimiento instintivo de indignación contra la intolerancia de unos y otros.

El éxito de esta obra, como decimos, fue grandioso, y con cuantos espectadores hablamos convinieron, en que es película para vista varias veces.

Nosotros fuimos de los pocos que asistimos a la primera prueba de Intolerancia y confesamos que estuvimos desorientados en un principio, y que esta desorientación sirvió para orientarnos esta segunda vez y poder comprender fácilmente la grandiosidad de la idea perseguida por Griffith.

Intolerancia ha tenido, como no podía menos de suceder, un éxito ruidoso, no un éxito de ovaciones, sino el éxito verdad, franco, de emoción y de interés.

Intolerancia es la obra que se discutirá durante muchos días, y es que Intolerancia es algo más que una grandiosa producción cinematográfica...

M. R.