El Combate Semanario político republicano
Salamanca, domingo 17 de septiembre de 1899
 
año I
número 14, página 1

El gobierno jesuita

Ya estuvimos en la cárcel, ya se lograron los deseos de nuestros enemigos, ya estamos procesados, ya estamos bajo el peso los tribunales.

Pero ni los tribunales, ni el proceso, ni la cárcel nos hacen retroceder en nuestra campaña contra la infamante reacción que nos ahoga, y contra las miserias o injusticias que en esta desgraciada patria se cometen a diario por los que, por lo visto, aún no están saciados de iniquidades, injusticias y atropellos.

Adelante, pues; seguid por vuestro camino y aprovechar el tiempo que os queda de festín nacional, y para que nadie os perturbe vuestras groseras digestiones, amordazad y amordazad bien a los que tengan el valor, en esta patria de convencionalismos, de sacar a plaza pública vuestras debilidades y flaqueza.

Es preciso que se sepa, es necesario que se tome nota de nuestro proceso para poder algún día dar el más solemne mentís a nuestros gobernantes, si como hipócritamente acostumbran, tienen la osadía de decir que ellos son liberales, y que de caer algún día caerían al lado de la libertad.

Mentira: ni Silvela ni ninguno de sus ministros tienen nada de liberales, y ¿cómo han de serlo? deben el poder a la influencia en ciertas regiones del jesuitismo y no tienen otro remedio que el vivir esclavos de él.

Así únicamente se comprende que un ministro de la Corona ordene nuestro procesamiento por un artículo en que para nada se mencionaban instituciones ni autoridades, y sí solo se decía de los jesuitas que eran unos rastreros, hipócritas y cobardes y que como asquerosa hiena carecían de sentimientos nobles y elevados.

Poro por lo visto para los sacristanes que nos rigen, son sagrados los jesuitas y debemos aguantarnos con todo lo que a su cinismo y desvergüenza le venga a bien, o de lo contrario, ellos impondrán su autoridad en obsequio a los enemigos constantes de esta desventurada España.

Pues si es así, vengan y lluevan procesamientos, niéguesenos la libertad y desde la cárcel, desde allí mismo, mientras nos quede aire en nuestros pulmones para respirar, diremos a voz en grito, que si España quiere regenerarse, lo primero que tiene que hacer es extirpar el jesuitismo, pues es la maleza que hace falta escardar, para que pueda nacer y desarrollarse fruto bueno y sano.

¡Qué vergüenza! Todo un Gobierno que se titula falsamente liberal, saliendo como agradecido pupilo en defensa de su tutor, manda oficialmente que por el representante de la Ley, por el que habla en nombre de la sociedad lesionada u ofendida, en una palabra, por el Ministerio Fiscal, se nos acuse y se nos pida pena, por llamar como se merecen que se les llame a los jesuitas.

¡Buena la hemos hecho! El Combate, que estaba creyendo que los jesuitas carecían de patria, de hogar, de familia, y por lo tanto, de dignidad, de honor y de sentimientos, se encuentra ahora con que no sólo se les rinde el homenaje propio del que posee esas cualidades, sino que por todo un Gobierno Nacional, se les considera parte integrante de su ser, y toma como una cosa propia, la defensa de esa Institución que hasta por carecer, carece de vida legal en España.

Así ha de ser, perdida la brújula y navegando sin timón, hace tiempo que viajan nuestros Gobiernos; en tales condiciones no es mucho suponer que la nave así dirigida encuentra escollos a cada paso, hasta que por fin se decidan a abandonarla, para que manos más inteligentes, reparen sus averías y se haga cargo luego de ella quien sepa dirigirla con más acierto y competencia, pues de seguir así más tiempo, su desquiciamiento es seguro y nadie podrá recomponerla.

Mientras tanto, ya lo sabe el pequeño cabildo de Silvela-Polavieja: ni nos arredran sus amenazas, ni sus procesos nos intimidan, en la brecha estamos y de ella saldremos triunfantes con la Libertad y la República, o en ella sucumbiremos gustosos antes de ser esclavos de la odiosa y criminal reacción.

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