Filosofía en español 
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La guerra al matrimonio

Desde hace algún tiempo dirigen sus tiros los periódicos impíos al Sacramento del matrimonio, coincidiendo así con los demócratas, que quisieran traernos el llamado matrimonio civil, fuente y origen de incalculables males para la sociedad española.

Hace algunas semanas, el ilustre senador católico, señor conde de Canga-Argüelles, clamó en las Cortes, con enérgico y elocuente acento, contra la publicación do una obra titulada El Sacramento espúreo, y el señor Alonso Martínez, horrorizado, o poco menos, ante lo que en el indicado libro se dice, se llevó las manos a la cabeza y ofreció poner al mal el oportuno y necesario correctivo.

Las amistades del Sr. Alonso Martínez, y sus componendas con los demócratas del fusionismo, le habrán impedido, seguramente, llevar a cabo sus propósitos, cuando a estas horas figura en los escaparates de gran número de librerías de esta corte y de provincias El Sacramento espúreo, con tanto regocijo de los enemigos de la familia y de la sociedad, como escándalo y tristeza, no ya solo de las gentes católicas, sino de toda persona sensata.

No contentos con estos triunfos que la tolerancia fusionista proporciona a los impíos, acaban de publicar éstos en la biblioteca de El Motín, periódico que, según nuestros informes, que procuraremos comprobar con todo escrúpulo, cuenta con la colaboración de un clérigo que ya ha escrito en otros periódicos enemigos del nombre cristiano; acaban de publicar, repetimos, parte de una obra antigua, que podía pasar en su tiempo y pasaba entre personas de determinadas condiciones, y aun por esto andaba escrita en latín, pero que no pasaba entonces, ni puede pasar ahora, entre el vulgo, traducida al castellano, y para llamar más y más la atención sobre ella, se le ha puesto una nota en que se advierte que no se publica más que para personas adultas.

Este libro, convenientemente aderezado por el colaborador de El Motín, se dirige a completar de algún modo la obra comenzada con la publicación de El Sacramento espúreo, y encaminada, como se ha indicado antes, a la destrucción de la sociedad por medio de la perversión y ruina, o, de otro modo, por medio de la secularización, de la familia.

Leyendo con cuidado la prensa impía de Madrid y provincias, se ve que la táctica de la impiedad ha cambiado algún tanto en estos últimos tiempos. Antes todos las tiros se dirigían exclusivamente contra el clero: se injuriaba, calumniaba y difamaba por sistema a los ministros del santuario, y esta era casi la única tarea a que los indicarlos periódicos se consagraban. Hoy siguen atacando inicuamente al clero; pero casi tanto como a atacar al clero, se dedican a combatir el matrimonio, como si, viendo que su guerra al clero no les da resultados, hubiesen resuelto cambiar en parte de táctica y de maniobras.

Para convencer a las gentes de la exactitud de esta observación, bastará hacer constar que en esta última semana se han publicado diecisiete artículos en once periódicos contra el Sacramento del matrimonio, encaminados todos ellos a preparar y defender la secularización y paganización de la familia, base y fundamento de todo el orden social.

Nos consta que elevadas autoridades de la Iglesia se preocupan seriamente con esta campaña, que tan tristes y fatales consecuencias podrá traer en lo porvenir para la patria y la sociedad, y nos consta también que las elevadas autoridades de que se trata, lamentan con toda su alma que, existiendo disposiciones legales que impiden el escarnio que se está haciendo de un dogma y de un Sacramento de la Iglesia, nada hagan los tribunales de justicia, nada haga el Sr. Alonso Martínez, a pesar de sus promesas; nada hagan las autoridades administrativas para impedirlo.

Y no se trate de defender al Gobierno con la solfa de si tampoco impidieron en absoluto los conservadores lo que se le pide que impida. En tiempos de los conservadores se denunciaban todos los números de los periódicos impíos de Madrid, y casi todos los de la prensa impía de provincias: y aunque esto no satisfaciera, como no podía satisfacer por completo a las conciencias católicas, la verdad es que, dentro de la legalidad existente, no se podía hacer otra cosa. Por eso pedimos que se reformara aquella legalidad, único medio de poder satisfacer la conciencia pública, y saludamos con gozo el proyecto de reforma del Código penal, del Sr. Silvela, quo venía a dar satisfacción en lo posible a las legítimas exigencias de los católicos.

Hoy pedimos a los fusionistas lo mismo que entonces pedimos a los conservadores: que cumplan las leyes que impiden el escarnio del dogma y los ataques a la moral y a las bases de la sociedad, si no quieren cooperar hipócritamente a los progresos de la impiedad, aliada natural y lógica en España, como en todas partes, de la revolución.

¿Lograremos que el Sr. Alonso Martínez cumpla su palabra, a pesar de sus componendas con la democracia? Si no lo logramos, volveremos sobre lo dicho con textos que han de hacer que los ciegos vean, y los sordos oigan, o mucho nos engañamos.

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A La Unión