Filosofía en español 
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Un nuevo colaborador

La Prensa de anoche reproduce con mucha oportunidad un artículo de D. Luis González Brabo, publicado en los buenos tiempos del Guirigay. El Tío Camorra, que no sabe cómo llevar adelante su publicación, ha creído también que debe llamar en su ayuda a un escritor como González Brabo, que por su intimidad con los que mandan, ponga el periódico del Pueblo a cubierto de las iras del gobierno. Por otra parte, el artículo del señor González Brabo viene como de molde, ahora que se empieza a agitar la cuestión de clases, y puede decirse que si alguna vez el señor González Brabo tuvo un poco de genio, fue cuando hizo ver la diferencia que hay del populacho a la aristocracia, como se persuadirá todo el que lea tan notable escrito, que es el siguiente:

La aristocracia. El populacho{1}

Aristocracia: colección de hombres que tienen pies, manos y cabeza; que comen, beben y duermen, que nacen y se mueren, pero que son ricos.

Populacho: colección de hombres que tienen pies, manos y cabeza; que comen, beben y duermen, que nacen y se mueren, pero que son pobres.

La aristocracia se compone de pocos. El populacho se compone de muchos.

La aristocracia vive sin trabajar. El populacho vive trabajando.

La aristocracia manda. El populacho obedece. La aristocracia tiraniza. El populacho se insurrecciona.

Los hombres de la aristocracia tienen vicios. Los hombres del populacho también; pero los aristócratas reciben una educación esmerada, y el populacho no recibe educación ninguna.

Un jornalero juega a la brisca: un marqués juega al monte: un jornalero bebe vino de Arganda hasta embriagarse: un duque bebe vino de Rhin hasta perder el sentido. Un jornalero tal vez se olvida de sus hijos y de su esposa con una prostituta: un conde mantiene públicamente a otra mujer que no es la suya, y hace alarde de los hijos que son consecuencia de su desorden. En su pobreza el jornalero roba un duro: en su abundancia, el hombre de ilustre sangre falsifica una firma para robar un millón. Llega un día en que el jornalero de una navajada mata a un hombre: llega otro día en que el barón de un pistoletazo mata a otro hombre: el jornalero muere en el garrote: el magnate se escapa a país extranjero a vivir lo mismo que antes vivía.

La aristocracia y el populacho son por consiguiente iguales en cuanto a los vicios. No hay que decir que el desenfreno está aquí o está allí, está en todas partes.

Pero el populacho es pobre, numeroso y trabaja: la aristocracia es rica, corta en número y no hace nada. Los palacios, las libreas, los honores, el oro, la pedrería, los perfumes, las alfombras sirven de máscara a los vicios de la aristocracia: los andrajos, el hospital, los desprecios, la miseria, la podredumbre, sirven de traje a la desdicha del populacho.

No hay saber en el corazón del populacho, pero hay pasión: en el corazón de la aristocracia ni pasión ni saber.

El hombre del populacho toma un fusil; es un héroe que muere ignorado, y cuyo cadáver sirve de comida a los cuervos después de la batalla: el magnate toma un sable, y haciendo menos tal vez que el soldado, si se muere consigue glorias, y si se salva charreteras, entorchados y una cruz.

Al condecito quimerista, jugador, tramposo y libertino se le llama calavera gracioso; al plebeyo quimerista, jugador, tramposo y libertino, se le llama hombre perdido, baratero, indecente.

Al duque que no hace nada ni malo ni bueno, porque es tonto, y nada sabe hacer, se le denomina hombre de probidad y amante de las luces; del artesano virtuoso que trabaja cada día diez y seis horas, duerme cinco y emplea tres en almorzar, comer y cenar, nadie se acuerda. Cuando el duque honrado muere, hay curas que cantan, señores en el duelo, túmulo en la parroquia, monaguillos en el campanario y arquitectos que levanten el mausoleo: cuando el virtuoso artesano muere, hay una viuda que llora, hijos que tienen hambre y van al hospicio, una oscura camilla para llevar al difunto, alguaciles que hacen almoneda de cuatro platos, dos cazuelas, un colchón roto y unas tenazas; finalmente, la fosa común de los pobres en donde se pudren juntamente los cadáveres de los que juntamente fueron esclavos de la vida.

Conspira la aristocracia, y dícese entonces que el mando pertenece de derecho a los que tienen que perder; resístese el populacho a la servidumbre, y no falta quien a la bayoneta ponga en sosiego a los que son designados con el nombre de canalla.

Para el populacho lodos son jefes: para la aristocracia todo lo que no es ella es populacho.

Populacho en este sentido es el infeliz que gana cinco reales al día cavando o curtiendo.

Populacho en este sentido es el artesano y el labrador que vive con mas desahogo al fin de treinta años de trabajar con suerte.

Populacho en este sentido es el comerciante esclavo de su vara de medir.

Populacho en este sentido es el industrial que gasta la vida in ventando una máquina.

Populacho en este sentido es el pintor que sigue las huellas de Velázquez, el arquitecto que estudia a Herrera, el escultor que admira a Miguel Angel, el músico que sigue la senda de Rossini, el actor que adelanta en la carrera de Maiquez, el poeta que se inflama con las inspiraciones de Calderón, el filósofo que mide a los hombres por el valor de la capacidad, el escritor que se atreve a ser independiente y a desobedecer todo aquello que de la esfera de lo justo se sale.

Aristocracia en este sentido es el mayorazgo buscón y pegote, que abrumado del garito no sabe deletrear.

Aristocracia en este sentido es el hidalgo de sangre azul, que antes era regidor perpetuo y hoy todavía es maestrante.

Aristocracia en este sentido es el grande de España perseguido de deudas, que todo lo ignora menos el correr de las liebres y el saltar de los caballos.

Aristocracia en este sentido es el criado de un rey que lleva su librea con más orgullo que Torcuato Tasso llevaba su corona.

Aristocracia en este sentido son los diplomáticos que en vez de invocar el nombre de su patria, invocan el del monarca su amo.

Aristocracia en este sentido son los que del populacho salen por fortuna y penetran en el cenáculo de los grandes, como en otro tiempo penetraban los juglares y los bufones.

Aristocracia en este sentido son los banqueros de suerte repentina, que para esconder su origen compran la gran cruz a precio de oro.

Aristocracia en este sentido son los espías de alta clase que llevan la excelencia antes del nombre, para tapar la boca a su conciencia.

Aristocracia en fin, son todos los ambiciosos que desean mandar exclusivamente, y para eso han zurcido una maraña a la que dan el nombre de doctrina, y todos los necios que de buena fe creen en esta serie de falsas consideraciones.

El populacho es una casa que se empieza a edificar, que no está aun, ni con mucho, a cubierto de las estaciones, que puede hundirse y aplastar en el hundimiento a los albañiles; pero que también puede acabarse y ofrecer el magnífico aspecto de un hermoso palacio.

La aristocracia es una casa medio hundida, mal apuntalada, viejísima, llena de goteras, falta de nivel, abierta de mil rehendijas, toda escombros, toda fealdad, que en vano quieren reedificar sus dueños, llevados del deseo de que alcance a sostenerse mientras ellos vivan.

Tiene el populacho un porvenir, que es el de convertirse en pueblo, y dominar por la fuerza de su virtud y de su trabajo.

Tiene la aristocracia un porvenir, que tiene que ser dominada y tornarse en populacho, de cuyos vicios participa, y cuyas virtudes y pasiones afecta desconocer.

El populacho es la luz incierta, gris y vaga de amanecer, que luego se torna en raudales de viva y esplendente lumbre.

La aristocracia es la luz incierta, gris y vaga de anochecer, que después se torna en inmensidad de oscurísimas y funerales tinieblas.

Es el populacho, el feto del porvenir.

Es la aristocracia, el cadáver de lo pasado.

El feto será hombre fuerte, hermoso, robusto, que triunfará del tiempo y de sus vicisitudes.

El cadáver será arca de gusanos, sentina de mal olor, estiércol de la tierra que hará el pueblo, esqueleto destroncado que contemplarán las generaciones futuras, como contemplamos hoy el esqueleto del Megaterio, sin comprender la estructura que debió tener en vida tan extraño animal.

De aquí se deduce que los aristócratas son hombres viejos y carcomidos, que nada pueden dar de sí que no sea vejez y polilla.

Y por la misma razón, los demócratas son hombres jóvenes y vigorosos, que no pueden dar de sí otra cosa que entusiasmo, vida y armonía.

Luis González Brabo.

——

{1} Yo sé muy bien lo que esta palabra significa y estoy lejos de defender a lo que realmente es populacho. Si empleo aquí esta denominación, es porque así nos llaman ciertos hombres a todos los que creemos en la necesidad y en las consecuencias de la revolución. El populacho de que yo hablo aquí es el pueblo.