Filosofía en español 
Filosofía en español


[ Juan Martínez Villergas ]

El Tío Camorra

La bien venida

Cinco años van a cumplir
desde que escuché un cantar
que decía al comenzar:
el navío ha de subir
y el navío ha de bajar.

Quedeme petrificado,
lo juro a fe de poeta,
con los versos que he citado;
como el bienaventurado
que oye la voz del Profeta.

Y sin dar tiempo a acabar
tan singular poesía,
empezóme a consolar
la hermosa filosofía
de aquel canto popular.

Del cual pude comprender
el sentido verdadero
que solo daba a entender
ganas de volver a ver
al general Espartero.
 

Dejé el cantar proseguir
que esperé con ansiedad
y decía al concluir:
Espartero ha de venir
a poner la libertad.

¡Bien! dije, con fuerza o maña
saldrá algún día la España
de este fatal laberinto,
que nunca el pueblo se engaña
en su soberano instinto.

Si aquel rayo de la guerra
que en su bello corazón
tantas bondades encierra,
los males de esta nación
llora en extranjera tierra;

aunque el despotismo artero
nos tienda insidiosos lazos,
que hemos de volver infiero
a estrechar en nuestros brazos
al general Espartero.
 

Admirable profecía
que ya de cumplirse acaba.
¿Quién al pueblo le diría
que el navío subiría
cuando el navío bajaba?

Mandaba entonces en jefe
haciendo de cabo a rabo
al pueblo español esclavo,
cierto señor mequetrefe
que llaman González Bravo.

Y aunque él nos quiso oprimir
siempre al pueblo este cantar
oyó Bravo repetir:
el navío ha de bajar
y el navío ha de subir.

En lo cual decir quería,
si mal no lo considero,
que llegar debiera un día
en que a Madrid volvería
el general Espartero.
 

Cayó el Guirigay fatal
y la española nación
sufrió al sañudo Ramón
al venenoso Pidal
y al intolerante Mon.

Las penas calla mi pluma
de la gente progresista
que ser esperaba, en suma,
presa del absolutista
señor marqués de Viluma.

El cual con sana intención
pensaba según yo creo
volvernos la inquisición
de D. Francisco Tadeo,
Colomarde y Retascon.

Mas el pueblo la balanza
observando justiciero
siempre esperaba, no es chanza,
al numen de su esperanza,
el general Espartero.
 

Pasó un día y otro día
y un mes tras otro pasaba,
y año tras año corría
y la infame tiranía
de su impunidad gozaba.

Mas nunca el pueblo, en verdad,
se cansaba de decir
con mucha seguridad:
Espartero ha de venir
a poner la libertad.

De su ilusión cual se ve
andaba constante en pos
y nunca yo lo extrañé
porque es del pueblo la fe,
tan eterna como Dios.

Y a las desgracias ajenas
sensible al par que severo,
al rumor de sus cadenas
solo lloraba las penas
del general Espartero.
 

No ha mucho que descuidado
este pueblo que ha vivido
en su silencio emboscado
siempre en su fe consentido
y en su esperanza afirmado;

incansable centinela,
para aliviar sus pesares,
creyó ver la carabela
que rápida a toda vela
cruzaba los anchos mares.

Y entonces pudo decir
sin faltar a la verdad:
el navío ha de subir
y Espartero ha de venir
a poner la libertad.

Pues era el barco velero
que a dejar iba ligero
cruzando del mar las olas,
en las costas españolas
al general Espartero.
 

Ya ha llegado; bien venido
aquel valiente soldado
símbolo de su partido,
de los buenos apreciado,
de todo el pueblo querido.

Llegó el soldado que el ruego
de su pueblo oyó constante;
la libertad vendrá luego:
no debe estar muy distante
del valeroso manchego.

Llegó el brillante adalid
y un pueblo que en franca lid
por él perdiera la vida,
se ha desgajado en Madrid
a darle la bien venida.

Y si no cumplió el primero
el Tío Camorra, su plazo,
tampoco ha sido el postrero
en ir a dar un abrazo
al general Espartero.
 

Venga el que supo lidiar
con intrepidez bizarra
como bravo militar,
y lauros mil conquistar
en los campos de Navarra.

Venga otra vez a esta villa
quien con el recuerdo santo
de las glorias de Castilla,
vertió generoso llanto
del Támesis en la orilla.

Venga y la luciente estrella
que preside a la mañana
pueda iluminar la huella
del vencedor de Luchana,
Peñacerrada y Morella.

Venga en fin noble y sincero
a gozar del claro sol
encanto del pueblo ibero
el ciudadano español;
el general Espartero.