Filosofía en español 
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Materialismo / Idealismo político y democrático

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Materialismo filosófico como Patriotismo material-basal / Idealismo democrático como Patriotismo formal-conjuntivo: Secesionismo

1. El término “Patria” [lo entendemos] en el sentido político positivo ordinario (como “tierra de los padres y de los hijos”, por tanto, con fronteras, puesto que está rodeada de otras Patrias, Naciones o Estados, cuyas diferencias, sean conflictivas o armónicas, se trata de mantener), [no en] el sentido político utópico y ucrónico, que es el sentido de una patria cuya extensión ha aumentado de tal modo que, en el límite, cubre toda la humanidad. Pero este límite equivale a una metábasis [104] o paso a otro género: aquel en el que precisamente la patria ha desaparecido, como desaparece el concepto de distancia cuando en el límite alcanzamos la distancia cero.

2. La estructura de la sociedad política (encarnada principalmente en el Estado) se representa en el materialismo filosófico [1] mediante una tabla, un “modelo canónico” [844], que se basa en las distinción de tres capas del poder político (conjuntivo, basal y cortical) y tres ramas de este poder (operativa, estructurativa, determinativa).

La posición del materialismo filosófico, tanto frente a la socialdemocracia como frente al comunismo marxista leninista [847], implica una vuelta del revés (un Umstülpung) de las tesis marxistas sobre el Estado. Y en este punto, la vuelta del revés es terminante. El Estado no es el resultado de la lucha de clases, sino que la lucha de clases comienza con el Estado [443].

En efecto, cada sociedad política [553-608] se define precisamente por la apropiación de un territorio, y antes de esta apropiación no existe el derecho de propiedad, porque el derecho aparece con el Estado [574]. El llamado “derecho natural” es un concepto metafísico. Un grupo humano extenso que se ha apropiado de un territorio proporcionado carece de todo derecho positivo hacia ese territorio: no cabe invocar el derecho de primer ocupante, que es un derecho positivo instituido ya en el ámbito de un Estado. Cualquier otro pueblo podrá ocuparlo, y la única razón para no hacerlo, supuesto que le interese, es la resistencia que le oponga el primer ocupante (o la coalición de ese primer ocupante con los componentes vecinos). De este modo, ocurre que, a medida que los grupos humanos van asentándose en territorios definidos, es decir, haciéndose sedentarios, estos grupos, aún no divididos en clases, se asentarán y defenderán la ocupación de su territorio resistiendo a los terceros que también pretenden ocuparlo en nombre de su derecho natural.

Ahora bien, el territorio ocupado y sus riquezas (bosques, ganados, tierras de labor, subsuelo, petróleo, metales…) es la base imprescindible de toda sociedad política, su capa basal. El nombre tradicional de este territorio basal, en cuanto “tierra de los padres” (el territorio basal es siempre, en parte o en todo, un territorio heredado), es el de Patria; por ello, el “patriotismo” se refiere ante todo (desde una perspectiva materialista) a ese territorio basal, o tierra de los padres, y en vano se pretenderá sustituir (como pretendió J. Habermas) el patriotismo genuino por una “patriotismo de legistas”, el patriotismo formalista (conjuntivo) denominado “patriotismo constitucional”, como si la Patria resultase de la Constitución, y no la Constitución de la Patria [834]. El grupo ocupante se constituye como sociedad política precisamente para vivir en su territorio y de su territorio, para vivir en aquello que en el curso del tiempo se irá consolidando como tal. La patria se irá haciendo en la historia; propiamente la patria es más una idea histórica que una idea geográfica, como le ocurre también a la Nación política. En función de la capa basal se irán organizando las restantes capas del Estado, la capa cortical (para defenderse de los pueblos exteriores virtuales atacantes) y la capa conjuntiva (para administrar y regular la capa basal, en función de los fines de la propia sociedad política).

Y en estas regulaciones aparecerá en primer plano la regulación de los repartos interiores del territorio apropiado. Es aquí en donde surge la propiedad en sentido jurídico estricto, como propiedad privada, y el derecho positivo a ella, establecido por el grupo social que controla la ocupación del territorio. El reparto será desigual, y muchas familias o individuos se quedarán sin nada. Las clases sociales, en función de la propiedad privada de los medios de producción, surgirán de esta situación.

Pero su conflicto no anulará la condición de dueños (si no de propietarios) del territorio apropiado, de la patria, que corresponde a los desposeídos de la propiedad. Y así, en el conflicto con otras naciones, los desposeídos de una nación dada se enfrentarán a muerte con los desposeídos de la otra nación en la guerra [851]. Porque aunque todos ellos sean “desposeídos” en su patria, sin embargo, cada uno es dueño en su condominio de la suya frente a los enemigos.

Esta es la razón por la cual el Estado constituido en el territorio ocupado tiene características comunes tanto si adopta la forma de una oligarquía como si adopta la forma de una tiranía o ulteriormente de una democracia. Lo decisivo es que estas formas no son separables de la Nación ni de los territorios en los que ella subsiste, es decir, de la Patria .

Conclusión: la “democracia”, en abstracto, carece de todo sentido. Ello equivaldría, como hemos dicho, a definirla confinada en una capa conjuntiva que no estaría referida a ninguna Nación [849]. Pero la democracia conjuntiva es preciso referirla a su capa basal y a su capa cortical. Y este punto es esencial.

El auge de la ideología formalista [846] propia del fundamentalismo democrático, en lo que tiene de distanciación respecto de la capa basal, no se explica fácilmente a partir de los procesos conceptuales de sustantivación de determinadas características que solo alcanzan efectividad a título de determinaciones de otras realidades básicas (conceptualizaciones a partir de la sustantivación de la capa conjuntiva de una sociedad política, cuando esta sustantivación suponer volverse de espalda a la realidad basal y cortical [844] de la sociedad). El auge de la ideología formalista de la democracia puede estar alimentado no ya tanto por el “olvido” o abstracción de la capa basal y cortical, es decir, de la Patria, sino por una voluntad de segregación respecto de esa Patria, es decir, de su capa basal, a fin de alcanzar la independencia (aun manteniéndose dentro de las formas democrático-conjuntivas), o bien la alianza con potencias políticas distintas. Los partidos secesionistas, en España (y no únicamente en España), insisten tanto o más en su vocación democrática cuanto más se esfuerzan por quitar importancia a la unidad basal (territorial) de España. “Lo importante es que las unidades territoriales resultantes de la balcanización de España [743] sigan ajustándose al orden democrático; lo importante es la estructuración democrática de Europa, como confederación [742] de distintos pueblos, comunidades autónomas o regiones dotadas de identidad propia”. El formalismo democrático deja de ser, de este modo, una mera teoría académica abstracta (que abstrae la capa basal o cortical, respecto de la capa conjuntiva) y se convierte en un instrumento ideológico orientado a separar la capa conjuntiva, no ya tanto de la capa basal en general, sino de la capa basal que constituye el núcleo de la Nación política [744] cuya unidad se pretende disgregar.

Esta es la conexión más importante que el materialismo filosófico establece entre la capa conjuntiva de la sociedad democrática y su capa basal, que es, como hemos dicho, el núcleo de la Idea de Patria. Por ello, aunque ciertos Estados sean democráticos según su capa conjuntiva, no por ello, considerados en sus relaciones mutuas [889], habrán de ser afines, amigos o aliados. Pueden ser enemigos a muerte, porque se enfrentan en torno a una capa basal de referencia, o si se quiere, a la defensa de sus bienes, de su patrimonio. Quienes buscan disociar sistemáticamente la democracia de su núcleo basal (de la tierra de los padres, de la Patria) o bien están impulsados por el idealismo formalista más ingenuo, propio de legistas puros, o bien están movidos por una saña insaciable, alimentada por una memoria histórica corrompida que lleva a confundir a España, la Patria, con el franquismo. Una memoria histórica entre cuyos motores no cabe descartar a la acción de los secesionismos autonomistas, que asocia la Idea de Patria a “la dictadura” y proponen, por ejemplo, sustituir el “Todo por la Patria” que figura en los cuartes por un “Todo por la Democracia”, pero jamás por un “Todo por España”.

La democracia es una modulación [789] de la sociedad política [837]; pero lo esencial en la sociedad política es la estructura de sus capas y no los “arreglos conjuntivos” según los cuales se nos presenta. España [737-746], por ejemplo, no comenzó como sociedad política con la democracia de 1978, ni siquiera con la Constitución de 1812. La Nación española, como sociedad política, si no ya como Nación política [740], existía mucho antes, por lo menos desde los tiempos en los cuales el bachiller Sansón Carrasco puede decirle a Don Quijote: “Sois honor y espejo de la nación española”.

Ahora bien, es enteramente gratuito suponer que las diversas sociedades políticas que se reparten muy desigualmente la Tierra forman parte de una armónicamente preestablecida sociedad universal. También es gratuito suponer que puedan alcanzar esa armonía a partir del “sentimiento taxonómico” de estar envueltas por el Género Humano [722].

Incluso si todas las sociedades alcanzasen la forma de las democracias parlamentarias, su unidad armónica no estaría asegurada. La democracia es siempre una modalidad en equilibrio inestable no solo en el terreno de las realidades internas, sino también en el plano internacional.

{ZPA 53 / FD 402, 148-152 /
PEP 252-269, 271-354 / → FD 115-153 / → BS30 /
EC112-113 / → PCDRE 85-201 / → LVC 91-106 / → ENM / → ZPA}

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