Filosofía en español 
Filosofía en español


San Anselmo de Cantorbery

Uno de los más grandes metafísicos de la edad media. Se le ha comparado a Platón y a San Agustín. Nació en Aosta en el Piamonte en 1033. Atraído a Francia por la reputación que en ella había adquirido su compatriota Lanfranc, entonces abad de Bec, en Normandía, tomó el hábito de San Benito en este monasterio, siendo en él sucesivamente profesor, prior y abad. En los muchos viajes que hizo a Inglaterra por asuntos de interés concernientes a la abadía de Bec, fua a ver a su amigo Lanfranc, ya arzobispo de Cantorbery. Adquirió tal reputación de saber y santidad en Inglaterra, que el rey Guillermo I le nombró para el arzobispado de Cantorbery, después de la muerte de Lanfranc. Más tarde tuvo cuestiones célebres con este príncipe y sus dos sucesores, relativamente a la independencia de su Iglesia y de su clero. Murió en Cantorbery en 1109.

No trataremos en este artículo de la representación por decirlo así política que San Anselmo tuvo en Inglaterra. Pero como sus escritos y trabajos filosóficos son en el día muy conocidos, creemos útil dar de ellos a lo menos una ligera idea.

Anselmo ejerció la enseñanza en Bec con éxito prodigioso, en ocasión en que esta escuela era la más floreciente que se había visto después de cinco siglos en Europa. Comenzaba con Lanfranc a reanimar la literatura; y aunque su estilo no sea el más puro es sin embargo bien superior al de los escritores de los siglos precedentes. Ha podido juzgársele bien favorablemente bajo este aspecto, atribuyéndole los comentarios a las Epístolas de San Pablo que se encuentran ordinariamente en la colección de sus obras, y están muy bien escritas; aunque nosotros nos inclinamos a la opinión de Simón Fontanus, que les atribuye a Hervay, en el prefacio de la edición que hizo en 1549 de las obras de San Agustín.

La dialéctica no le debió menos que las letras. Imprimióla un vuelo más elevado y la dió profundidad verdaderamente platónica. Fue uno de los primeros entre los teólogos de la edad media que empleó la razón en apoyo de los dogmas católicos, esforzándose en demostrarlos y explicarlos. Vióse empeñado en este camino, así como Lanfranc, por la necesidad de seguir a Beranger y a Scot, que les habían precedido en la aplicación de la razón a las materias de fe. [264] Sus dos principales obras dialécticas son: el Monologium, seu exemplum meditandi de ratione fidei, y el Proslogium seu fides quaerens intellectum. En el primero de estos tratados, procura explicar los principales dogmas del cristianismo sobre Dios, sus atributos, la Trinidad, la creación, la inmortalidad del alma, &c. El Proslogium no es más que la demostración de la existencia de Dios del Monologium, pero abreviada. El autor sentía bien que un argumento de más de sesenta capítulos era poco expedito, y por lo tanto poco útil; y concibió la idea de reducirle a un silogismo ordinario. Largo tiempo buscó este silogismo en vano; y ya desesperaba de encontrarle, y hasta considerando como una seducción del demonio el pensamiento que le dominaba y el tiempo que con él perdía, se había resuelto al fin a abandonarle, cuando de repente se presentó a su espíritu. Consiste en deducir la existencia de un ser soberanamente perfecto de la idea misma de este ser. Como se ve, es el famoso argumento de Descartes. Un monje de Marmotier, contemporáneo de San Anselmo, Guanilón, no encontró el argumento sin réplica, lo mismo que Santo Tomás. Sea lo que quiera de su fuerza, San Anselmo no se dio por vencido. Su controversia con Gaunilón fue reproducida por él en dos opúsculos; uno intitulado Pro insipiente, que contenía los argumentos de Gaunilón, puestos por este monje en boca de un ignorante, insipiens, por alusión sin duda al insipiens del Salmista; otra Contra insipientem, que contiene la contestación a las objeciones de Gaunilón.

En tiempo de San Anselmo no se escribían todavía tratados de teología dogmática y moral. No se escribía mas que según las necesidades de las circunstancias. La moral sobre todo permanecía tal como se había enseñado en el Evangelio y comentado por los padres de la Iglesia; aun no existían casuistas. Si, a diferencia de los teólogos que le habían precedido, trató algunas cuestiones sin necesidad, no fue imitado en su circunspección por los que le sucedieron; así es que no se tardó mucho en ver a todos los teólogos formarse cada uno su suma, y ampliarla sin escrúpulo. San Anselmo se consagró también a la corrección de los libros. En las lecciones que daba de la Sagrada Escritura, distinguía, como se ha hecho después, varios sentidos: el literal, el histórico, el alegórico, el tropológico o moral y el analógico. Estas distinciones introducían orden, método, y aun cierta crítica en el estudio de la escritura.

San Anselmo compuso un Tratado de gramática, que se llamaría más bien al presente un tratado de lógica, o mejor aún de metafísica, o de ontología, en el cual se esfuerza en dar a conocer la sustancia y la cualidad; todo con la intención, según los [265] benedictinos de San Mauro, de dar a la dialéctica mejor objeto. No se halla este tratado en la edición de París de 1549, ni en la de Colonia, de 1573, que parece fue calcada sobre la precedente, aunque con algunas adiciones. En esta última no se atribuyen a Herbay los comentarios de que hemos hablado mas arriba, y que Fontanus creía pertenecerle.

El tratado de la Encarnación que dedicó al Papa, tuvo por objeto refutar a un monje de su orden que sostenía que si las tres personas de la Trinidad no son más que un Dios, el Padre y el Espíritu Santo debían estar encarnados.

Su disertación sobre la cuestión ¿Por qué Dios se hizo hombre? consta de dos partes: una dirigida contra los fieles que se escandalizan de la encarnación de Dios, tiene por objeto demostrar que sin la encarnación la salud del género humano sería imposible; en la otra hace ver por los mismos medios que el hombre no podría ser eternamente dichoso sin la intervención del hombre Dios. Esta disertación está en forma de diálogo.

Compuso otros tres diálogos para servir de introducción al estudio de la Sagrada Escritura; uno sobre la verdad y Injusticia, otro sobre el libre albedrío, el tercero sobre la caída del diablo y el origen del mal. Esta cuestión es especialmente tratada también en la disertación sobre la Concepción de la Virgen, y sobre el pecado original.

Su epístola sobre el pan con o sin levadura, es puramente litúrgica, así como la que trata de las diferentes ceremonias usadas en el sacrificio de la misa entre los cristianos, griegos y latinos.

Los demás opúsculos de San Anselmo son: 1.º una epístola sobre la procesión del Espíritu Santo, contra los cristianos griegos, así como las precedentes; 2.º un libro de semejanzas, muy curioso; 3.º doce obras ascéticas; 4.º trece epístolas piadosas; 5.º un libro titulado de la Imágen del mundo, que compuso para suplir a las obras que faltaban a muchas personas deseosas de instruirse en física, y en donde trata de los elementos, de los meteoros, del infierno, de la esfera, del curso de la luna, y de la manera de dividir el tiempo; 6.º en fin los comentarios sobre algunos pasajes del Evangelio sobre el Cántico de los cánticos, el Apocalipsis, las Epístolas de San Pablo, y algunas poesías sagradas.

La vida de San Anselmo fue escrita por su secretario Ediner y por Gerberon, benedictino, al frente de la edición de 1675: esta última es la mejor. Después se han publicado otras muchas.