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Humanismo

Humanismo · comentarios críticos

Humanismo

(Del latín: “humanus” - humano). El humanismo fue un movimiento cultural general (literario, científico, filosófico) que apareció durante el siglo XIV en Italia y que se extendió posteriormente por Alemania, Holanda, Francia e Inglaterra. Como movimiento social, en nombre del derecho y de la dignidad del individuo, el humanismo aspiraba a emancipar a la humanidad de los grillos de la concepción religioso-eclesiástica medioeval del mundo. El humanismo fue la ideología de un círculo relativamente estrecho de iniciados y toma cuerpo como movimiento cultural sobre la base del estudio, que se acrecentó en los siglos XIV y XV, de los monumentos literarios, retóricos, historiográficos y filosóficos de la antigüedad griega y romana. En Italia, los más grandes humanistas del siglo XIV fueron los grandes postas sabios Petrarca y Bocaccio; en el siglo XV, Pico de la Mirándola y otros. El humanismo italiano del período maduro aspira a emancipar la moral de las normas doctrinarias asceto-cristianas, restablece el derecho de la sensualidad sana, desenmascara la hipocresía del clero. El humanismo no representaba una determinada tendencia filosófica. Muchos humanistas opusieron las doctrinas de Platón y de los neoplatónicos a las de Aristóteles, que era considerado como la autoridad del pensamiento escolástico-eclesiástico. El humanismo no fue tampoco el producto de una determinada corriente social, ni tuvo una tendencia homogénea, definida, en ciencia y en filosofía. Algunos humanistas, como Erasmo de Rotterdam (siglo XVI) se limitaron a ridiculizar ingeniosamente el oscurantismo, el parasitismo y la ignorancia, particularmente de monjes y frailes. Otros humanistas, como el inglés Tomás Moro, autor de Utopía, promovieron proyectos de reconstrucción de la sociedad de acuerdo con el principio de la igualdad sobre la base del trabajo. Otros, como el alemán de principies del siglo XVI, Urico von Hutten, presentaron un programa de reformas imperiales en nombre de la nobleza y actuaron hasta como combatientes directos contra los príncipes feudales. En su mayoría, los humanistas no se identificaron con la Reforma. El humanismo desempeñó un gran papel en el ensanchamiento del horizonte cultural, en la restauración de la herencia literaria de la Antigüedad, perdida durante la Edad Media; en la investigación, comentario y publicación de los originales clásicos y en la elaboración de los métodos de la crítica filológica. Muchas humanistas, como Erasmo de Rotterdam, eran al mismo tiempo conocedores de primer orden de las lenguas y literaturas antiguas, especialistas en investigaciones filológicas y talentosos escritores satíricos, que ridiculizaban los hábitos y el nivel intelectual del clero. El humanismo desempeñó un papel progresista en los siglos XIV-XVI; pero al no apoyarse sobre una amplia base democrática, quedó encerrado en un estrecho círculo de sabios latinistas, que trataban con altanería al pueblo, su lengua y arte. Los posteriores humanistas italianos censuraron a Dante, que escribía en la lengua italiana del pueblo y que popularizó las doctrinas cosmológicas; de Petrarca y Bocaccio sólo apreciaban sus obras en latín; cayendo ellos mismos cada vez más en la chapucería filológica, en el artificio retórico, en la ostentación de conocimientos arqueológicos y de erudición. Por eso, la ciencia moderna del tardío Renacimiento, creada por hombres prácticos, por las clases de las ciudades –artistas, técnicos e ingenieros–, se manifestaba no sólo contra la escolástica, sino también contra el humanismo que sustituía el experimento y la observación por la comparación de las opiniones de los autores antiguos. El humanismo burgués alcanzó su florecimiento en el siglo XVIII, en la época de la “ilustración”. Pero al llegar al Poder, la burguesía desistió de las ideas humanistas y comenzó a reprimir toda manifestación de librepensamiento. En las condiciones del régimen capitalista no es posible la existencia de un humanismo auténtico. Sólo en la U.R.S.S. existe “...el humanismo auténticamente universal, proletario, de Marx, Lenin y Stalin; un humanismo cuyo objetivo es la completa emancipación del pueblo trabajador de todas las razas y naciones de las garras de hierro del capital” (Gorki). El humanismo socialista cuenta con una base real en la propiedad social sobre los instrumentos y medios de producción, en la liquidación de la explotación del hombre por el hombre, y en la ilimitada posibilidad de desarrollo de las aptitudes físicas y espirituales del hombre. El principio del humanismo socialista lo expresa Stalin al decir: “De entre todos los capitales preciosos que hay en el mundo, el capital más precioso y más decisivo son los hombres, los cuadros”.

Diccionario filosófico marxista · 1946:141-143

Humanismo

(del latín “humanitus”: humanamente). Surgió en los siglos XIV-XVI, como concepción del mundo de la naciente burguesía, que luchaba por la liberación de la personalidad humana y de la ciencia de las cadenas del feudalismo y de la iglesia, y por la creencia en el hombre y su razón.

Muy notables representantes del humanismo burgués fueron, en Italia, Petrarca, Bocaccio y otros; en Alemania, Erasmo de Róterdam y otros. El humanismo burgués alcanzó su florecimiento en el siglo XVIII, en la época del humanismo ilustrado. Habiendo llegado al poder, la burguesía desistió de las ideas humanistas y dióse a reprimir toda manifestación del pensamiento libre.

Bajo las condiciones del régimen capitalista, es imposible la existencia de un humanismo auténtico. “...El verdadero humanismo de todos los hombres, el humanismo proletario de Marx-Lenin-Stalin es un humanismo cuyo fin es la completa liberación del pueblo trabajador de todas las razas y naciones, de las garras férreas del capital” (Gorki). Ese auténtico humanismo socialista sólo existe en la U.R.S.S.

Diccionario de filosofía y sociología marxista · 1959:45

Humanismo

Movimiento cultural (literario, científico, filosófico) que nació en Italia y se extendió a Alemania, Holanda, Francia e Inglaterra. Como ideología de un medio ilustrado relativamente restringido, respondía a las necesidades de la lucha contra el feudalismo y la esclavitud feudal del individuo. Como movimiento cultural, el humanismo tomó cuerpo gracias a un estudio intenso durante los siglos XIV y XV, de los documentos legados por la antigüedad griega y romana, en literatura, arte oratorio, historiografía y filosofía. En Italia, los humanistas más eminentes fueron, en el siglo XIV, los poetas-sabios Petrarca y Bocaccio, y en el siglo XV, Pico de la Mirándola y otros. Los humanistas querían liberar a la humanidad de las cadenas de la concepción religiosa, defendiendo los derechos y la dignidad del individuo. El humanismo italiano, en la época de su madurez, tendía a emancipar la moral de los cánones del cristianismo ascético; restablecía los derechos de una sana sensualidad y denunciaba la hipocresía monástica. Ciertos humanistas como Erasmo (1466-1536), se limitaban a ridiculizar el obscurantismo, el parasitismo y la ignorancia, particularmente de los monjes y del clero, al mismo tiempo que trataban al pueblo desde las alturas y eludían los problemas políticos. Otros, como el inglés Thomas More (ver), autor de la Utopía, proponían la reorganización de la sociedad de modo que todo el mundo trabajara y los productos del consumo fueran repartidos en forma igualitaria. Otros aun, como Ulrich von Hutten, humanista alemán de principios del siglo XVI, proponían en nombre de la nobleza un programa de reformas imperiales y llegaban a iniciar una lucha directa contra los príncipes feudales. En su mayoría, los humanistas no se adhirieron a la Reforma.

El humanismo contribuyó sensiblemente a ampliar el horizonte cultural de los hombres y a valorizar la herencia literaria de la antigüedad (investigaciones, comentarios, publicación de manuscritos clásicos), relegada al olvido durante la Edad Media. Fue igualmente importante su papel en la elaboración de métodos de crítica filológica. Numerosos humanistas, Erasmo por ejemplo, conocían a fondo las lenguas y la literatura de la antigüedad; eran maestros de la investigación filológica a la vez que autores de talento que satirizaban las costumbres y la ignorancia del clero. Después de haber desempeñado un papel progresivo durante los siglos XIV, XV y XVI, el humanismo, desprovisto de base democrática sólida, se confinó en un círculo estrecho de sabios latinistas que trataban con altivez al pueblo, menospreciando el lenguaje y el arte populares. Los últimos humanistas italianos censuraban a Dante por servirse del lenguaje del pueblo italiano y popularizar las doctrinas cosmológicas; de Petrarca y de Bocaccio sólo apreciaban sus escritos latinos. Prisioneros cada vez más de una retórica artificial, se dedicaban a sutilezas filológicas con gran ostentación de erudición y de conocimientos en arqueología. De ese modo, la nueva ciencia del último período del Renacimiento creada por prácticos –pintores, técnicos, ingenieros– se alzó no sólo contra la escolástica, sino también contra el humanismo que substituía la experimentación y la observación por la confrontación de las opiniones de autores antiguos. El humanismo burgués alcanzó su apogeo durante el siglo XVIII, en la época de los enciclopedistas. Pero una vez en el poder, la burguesía renunció a las concepciones humanistas y persiguió toda manifestación de pensamiento libre.

La época de la lucha contra el capitalismo vio nacer un humanismo nuevo: el humanismo proletario, socialista. Es “el humanismo proletario auténticamente universal de Marx, Lenin y Stalin; un humanismo cuyo objetivo es la liberación de los trabajadores de todas las razas y de todas las naciones, de las garras de acero del capital” (Gorki). Este humanismo de tipo nuevo ha sido realizado en la U.R.S.S., país donde el socialismo ha triunfado. Está igualmente en camino de realización en los países de democracia popular (ver). En la U.R.S.S. el humanismo socialista reposa sobre una base real: la propiedad colectiva de los instrumentos y medios de producción, la supresión de la explotación del hombre por el hombre, las posibilidades ilimitadas de desarrollo de todas las facultades del hombre. El principio supremo del humanismo socialista es el interés del hombre, el interés por las masas trabajadoras, su desarrollo físico y espiritual. En la sociedad socialista, el hombre es el capital más precioso.

El objeto de la producción socialista no es el beneficio, sino el hombre y sus necesidades, es decir, la satisfacción de sus necesidades materiales y culturales sin cesar crecientes. En ello reside el humanismo verdadero, humanismo de orden superior, conquistado en la lucha contra el capitalismo.

Diccionario filosófico abreviado · 1959:240-242

Humanismo

(del latín “humanus”: humano). Conjunto de ideas que expresan respeto hacia la dignidad humana, preocupación por el bien de los hombres, por su desarrollo multilateral, por crear condiciones de vida social favorables para el hombre. En un principio, las ideas humanistas fueron elaboradas espontáneamente por las masas del pueblo en su lucha contra la explotación y los vicios morales. Como movimiento ideológico definido, el humanismo se forma durante el Renacimiento (siglos XIV-XVI). En dicho período, el humanismo ocupa un lugar muy destacado en la ideología de las clases burguesas que luchaban contra el feudalismo y las concepciones teológicas del Medioevo, en estrecha vinculación con las concepciones materialistas progresivas. Los humanistas proclamaban la libertad de la persona humana, combatían el ascetimno religioso, se manifestaban en defensa del derecho del hombre al placer y la satisfacción de sus necesidades terrenas. Los grandes humanistas del Renacimiento, como Petrarca, Dante, Bocaccio, Leonardo da Vinci, Erasmo de Rotterdam, Bruno, Rabelais, Montaigne, Copérnico, Shakespeare, Francis Bacon, &c., contribuyeron en gran medida a que se formara una concepción no religiosa del mundo, pero se encontraban lejos del pueblo, de los trabajadores, eran hostiles a los movimientos revolucionarios de los oprimidos. Únicamente pensadores como Tomás Moro y Tommaso Campanella se hacían eco de los anhelos de las masas trabajadoras. El humanismo burgués alcanzó su florecimiento en las obras de los enciclopedistas del siglo XVIII, quienes proclamaron las consignas de libertad, igualdad y fraternidad, y defendieron el derecho de los individuos a desarrollar sin obstáculos su “auténtica naturaleza”. No obstante, incluso en sus mejores manifestaciones, el humanismo burgués es limitado, pues no hace referencia a las condiciones materiales de vida de los trabajadores, pasa por alto el problema de la libertad real de estos últimos, fundamenta los ideales humanistas en la propiedad privada y en el individualismo. De ahí que para la burguesía resulte insoluble la contradicción entre las consignas humanistas y su aplicación real en la sociedad capitalista. Los razonamientos de los ideólogos actuales de la burguesía acerca del humanismo por lo común tienen como fin encubrir los reales defectos del capitalismo, su esencia antihumana. Por lo que respecta a los pensadores del socialismo utópico, veían el carácter antihumanista del capitalismo, criticaban sus vicios, mas como desconocían las leyes objetivas de la historia, no podían descubrir los caminos y medios reales para llegar a una sociedad justa. Constituye un humanismo cualitativamente nuevo el socialista. Su base ideológica está formada per la filosofía marxista-leninista y por la teoría del comunismo científico, las cuales demuestran que el desarrollo multilateral y armónico de todos los seres humanos, la auténtica libertad personal tienen como premisa necesaria la liberación de los trabajadores de todo yugo social, la edificación del comunismo. El humanismo socialista es la ideología del proletariado, pues únicamente esta clase, con su lucha contra las clases explotadoras, por el comunismo, crea todas las condiciones necesarias al triunfo de los ideales humanistas. El socialismo, al acabar con la propiedad privada, con la explotación del hombre por el hombre, establece entre los individuos relaciones auténticamente humanas: el hombre es amigo del hombre, es su camarada y hermano. La encarnación suprema del humanismo es el comunismo, la sociedad en que se eliminan los restos de toda desigualdad y se establece la expresión suprema de la justicia, formulada en el principio que dice: “De cada uno, según sus capacidades; a cada uno, según sus necesidades”, se crean todas las condiciones que hacen posible el desarrollo multilateral de cada persona. El comunismo libera “a todos los hombres de la desigualdad social, de todas las formas de opresión y de explotación, de los horrores de la guerra, y afirma en la tierra la Paz, el Trabajo, la Libertad, la Igualdad, la Fraternidad y la Felicidad de todos los pueblos” (Programa del P.C.U.S.). El concepto de humanismo se emplea también para caracterizar la cultura y la ideología de la época del Renacimiento.

Diccionario filosófico · 1965:223-224

Humanismo

El humanismo es una visión de la sociedad que afirma la dignidad y el valor del hombre, su derecho al libre desarrollo y que pone el acento en el sentido humano de las relaciones entre las personas.

El humanismo como corriente ideológica empezó a propagarse en la Europa Occidental renacentista (siglos XIII-XVI), en el período inicial del desarrollo del capitalismo, de la lucha contra los regímenes feudales y la ideología de la Iglesia justificadora de ellos. Sus exponentes fundamentan desde posiciones democráticas generales los principios de la igualdad jurídica entre las personas y de la libertad individual, considerándolos como principios de una igualdad “natural”. El derecho a la libertad, al goce sensual son proclamados derechos naturales, inalienables del hombre. Si las necesidades de las personas vienen dadas por la propia naturaleza, desde este punto de vista las personas son iguales por nacimiento y deben ser iguales ante la ley. El reconocimiento de la dignidad personal del hombre, independientemente de su origen y de su posición social, apuntaba contra la desigualdad entre los estamentos feudales. No obstante, como el humanismo premarxista juzgaba la naturaleza del hombre eterna e invariable, los ideales de libertad e igualdad expuestos por sus representantes ostentaban un carácter abstracto. A medida que avanza el capitalismo se revela con mayor claridad que para la realización de la igualdad humana y de unas verdaderas relaciones humanas es insuficiente la igualdad ante la ley, que la verdadera libertad del hombre es imposible si se proclama –y así lo hacían los humanistas burgueses– como derecho inalienable (natural) del hombre el derecho a la propiedad y si se parte de los intereses individuales, egoístas, de las personas. El marxismo ha fundamentado una forma cualitativamente nueva, superior, del humanismo.

Desde la perspectiva de la concepción materialista de la historia, las necesidades del hombre, incluidas las sensuales, no se las ha dado en última instancia la naturaleza, sino que son producto de la historia universal. Toda la historia anterior de la sociedad (a excepción del régimen primitivo) es un período de existencia de clases hostiles entre sí, a consecuencia de lo cual cada individuo por separado procede no como representante de la sociedad en su integridad, sino ante todo como miembro de una clase determinada que se halla en relación antagónica con los representantes de la clase opuesta. Los unos explotan a los otros utilizándolos como medios para conseguir sus propios fines. Esta es la razón principal del recíproco extrañamiento. El trabajo forzado pierde todo atractivo para el que lo efectúa, al que deforma espiritual y físicamente y para el que se convierte en algo ajeno. De esta suerte, la existencia de clases antagónicas, la enajenación del trabajo y de las personas (deshumanización de la sociedad) están relacionados entre sí. El marxismo, que combate toda forma de extrañamiento del hombre, de deformación de la esencia humana, ha demostrado que el intento de presentar, por ejemplo, la religión (en particular, el cristianismo) como verdadero humanismo es infundado, ya que la enajenación del hombre en Dios, al confiar en Dios, es un reflejo fantástico del enajenamiento real del hombre respecto de sí mismo y de los demás dentro de la sociedad, y cualquier prédica de la igualdad y la felicidad en el otro mundo que lo condena a sufrir en la Tierra es, en realidad, antihumana.

Para que las relaciones entre las personas adquieran un carácter verdaderamente humano no es suficiente el autoperfeccionamiento moral ni el tener conciencia de la irracionalidad del régimen social; es necesaria la transformación práctica de las relaciones sociales, conseguir un nivel de desarrollo de la producción que permita eliminar la división del trabajo social deformadora del hombre, que haga posible el convertir a éste de medio en fin. El primer paso hacia ello lo da la revolución socialista. El socialismo crea la base para cumplir las grandes tareas humanistas que ante sí tiene la humanidad: suprime la explotación del hombre por el hombre, libera a los trabajadores de la desigualdad política y nacional, cancela la contraposición entre el trabajo manual y el intelectual, entre la ciudad y el campo, acaba con la miseria y el desempleo de las masas populares, les da a conocer los logros de la cultura mundial, sostiene una lucha constante para excluir las guerras de la vida de la sociedad y evitar una guerra mundial termonuclear. En el socialismo se echan los cimientos de la futura civilización de la sociedad comunista, que es la encarnación suprema del humanismo y en la cual se realiza la demanda de la formación de “un hombre rico y universal, profundo en todos sus sentimientos y percepciones” (C. Marx. Manuscritos económico-filosóficos de 1814; C. Marx y F. Engels. De las primeras obras. Moscú, 1956, pág. 594) (véase Desarrollo multilateral del individuo, el Individuo en el socialismo, el Hombre y la sociedad).

Actualmente los problemas del humanismo son objeto de una enconada lucha ideológica. Se denominan “humanistas” incluso los anticomunistas declarados que atacan los principios del humanismo marxista, los frutos del socialismo real. Los comunistas contraponen a la esencia antihumana del capitalismo como sistema de opresión social, política y moral, la lucha por la realización de una verdadera justicia social. Enfocando los ideales humanísticos desde las posiciones clasistas y considerándolos no en abstracto, sino concreta e históricamente, los comunistas no se consideran los únicos exponentes del humanismo y abogan por la unión con los representantes del humanismo no marxista que luchan por la paz, contra la violación de las libertades democráticas, contra las diferentes formas de sojuzgamiento de los trabajadores.

Diccionario de comunismo científico · 1981:191-192

Humanismo

(lat. humanus). Conjunto de criterios que expresan el respeto a la dignidad y los derechos del hombre, su valor como personalidad, la preocupación por el bien de la gente, su desarrollo multifacético y la creación de condiciones sociales favorables para el hombre. El humanismo es antípoda de todo género de fanatismo, rigorismo, intolerancia y falta de respeto a los puntos de vista y conocimientos de otras personas. Como movimiento ideológico, el humanismo se forma en la época del Renacimiento (siglos 15-16). En aquel período, el humanismo era típico de la ideología de la burguesía que luchaba contra el feudalismo y las concepciones teológicas del medievo y estaba ligado estrechamente a los criterios materialistas. Los humanistas proclamaron la libertad del ser humano y se pronunciaron contra el ascetismo religioso y por el derecho del hombre al deleite y a la satisfacción de sus necesidades terrenales. Los humanistas más eminentes de la época del Renacimiento –Petrarca, Dante, Boccaccio, Leonardo da Vinci, Erasmo de Rotterdam, Bruno, F. Rabelais, Montaigne, Copérnico, W. Shakespeare, F. Bacon y otros– desempeñaron un importante papel en la formación de la cosmovisión laica. El humanismo burgués llegó a su florecimiento en las obras de los iluministas del siglo 18, que proclamaron las consignas de la libertad, la igualdad y la fraternidad y defendían el derecho de los hombres al desarrollo libre de su “naturaleza interna”. Ahora bien, hasta en sus mejores manifestaciones el humanismo burgués es limitado, ya que basa los ideales humanitarios en la propiedad privada y el individualismo. De ahí la contradicción insoluble para la burguesía entre las consignas del humanismo y su plasmación real en la sociedad capitalista. Como regla, los razonamientos de los ideólogos modernos de la burguesía sobre el humanismo persiguen el objetivo de ocultar los auténticos vicios del capitalismo y su esencia antihumana. Casi desde el principio, en el seno del humanismo se destacó una corriente cuyos representantes –Moore, Campanella, Müntzer y, más tarde, otros representante del socialismo utópico– expresaban los intereses de las masas trabajadoras. Advertían el carácter antihumano de la sociedad, criticaban sus vicios y exigían la igualdad de bienes, pero, desconociendo las leyes objetivas de la historia, no podían poner de relieve las vías y medios reales necesarios para establecer una sociedad justa. El humanismo cualitativamente nuevo es el humanismo socialista. Su base teórica la constituyen la filosofía marxista-leninista y la teoría del comunismo científico, las cuales demostraron que una premisa necesaria del desarrollo integral y armónico de todos los individuos y de su auténtica libertad es la emancipación de los trabajadores de la opresión social y la edificación del comunismo. El humanismo socialista es real porque se basa precisamente en la necesidad de la lucha de la clase obrera y de todos los trabajadores contra las clases explotadoras, por el comunismo, lo cual sienta las bases para el triunfo de los ideales humanitarios en la sociedad. Al suprimir la propiedad privada y la explotación del hombre por el hombre, el socialismo establece entre las personas relaciones verdaderamente humanas: el hombre es amigo, compañero y hermano del hombre. La plasmación suprema del humanismo es el comunismo, sociedad en la que se liquidan los restos de toda desigualdad y se afianza el principio: “De cada cual, según su capacidad, a cada cual, según sus necesidades” y se crean todas las premisas necesarias para el desarrollo integral del individuo. El concepto de humanismo se usa también para caracterizar la cultura y la ideología del Renacimiento.

Diccionario de filosofía · 1984:214-215